Contexto de Apocalipsis
El Apocalipsis es un tipo específico de profecía. Debido a su especial
importancia y al interés que genera, he dedicado toda una sección
para su debate. El Apocalipsis es una mezcla de lo profético y lo
apocalíptico (un tipo especial de profecía que aparece en Daniel,
partes de Isaías, Ezequiel, y Zacarías), presentado en forma de carta.
En cualquier libro como Apocalipsis habrá serias diferencias de
opinión, y debemos ser benévolos en nuestros desacuerdos. No
obstante, vale la pena explorar para ver qué pueden enseñarnos los
métodos que hemos presentados anteriormente, y cómo nos pueden
llevar más allá de muchos de los puntos de vista que han circulado
de manera considerable. Leer Apocalipsis como un todo (prestando
atención al contexto del libro completo) y a la luz de su trasfondo
(del Antiguo Testamento y otros trasfondos) nos ayudará a evitar o
corregir muchos de los errores comunes que hemos heredado de
parte de otras personas.
El Apocalipsis no tiene la intención de ser un libro oscuro. Puede que
tampoco tenga la intención de satisfacer nuestra curiosidad respecto
al fin de los tiempos, pero ciertamente es un libro muy práctico que
presenta las exigencias de Dios sobre nuestras vidas. Es por eso que
comienza prometiendo bendiciones a quienes cumplen y obedecen
su mensaje (Ap. 1:3) —los cual presume que por lo menos podamos
entenderlo lo suficiente para poder obedecerlo. Un ángel le dijo a
Daniel que el libro de Daniel sería sellado y entendido solamente al
final de los tiempos (Dn. 12:9); por el contrario, el ángel le dijo a Juan
que no sellara su libro, porque el fin de los tiempos se acercaba (Ap.
22:10).
El Apocalipsis puede estar “escondido” para aquellos que piensan
que necesitan una llave especial para abrirlo; está oscuro para
aquellos que la interpretan solamente a la luz de las noticias que
salen en el diario —lo cual requiere de nosotros que reajustemos
nuestras interpretaciones cada uno o dos años. Pero para aquellos
que leen Apocalipsis desde el principio hasta el final, y lo interpretan
en el contexto del libro completo, no está tan oculto. Toda la Escritura
LA BIBLIA EN SU CONTEXTO
200
debe ser útil para enseñar e instruir en justicia desde el tiempo en
que fue escrita (2 Timoteo 3:16-17) –así que cualquier otra cosa que
esto quiera decir, por lo menos Apocalipsis debe querer decir algo
relevante para nuestras vidas en el presente.
Un historial de mal interpretaciones
En demasiadas ocasiones, en los dos últimos dos siglos, la gente ha
usado la “hermenéutica del periódico” para entender Apocalipsis –es
decir, lo han interpretado a la luz de los titulares de los diarios. Es por
eso que muchos maestros de la profecía tienen que cambiar tan a
menudo sus interpretaciones de este libro. El hecho que reconozcan
que Jesús podría venir pronto, y que por lo tanto la profecía está
siendo cumplida ahora, es algo loable, pero las afirmaciones que de
que ciertos acontecimientos actuales cumplen definitivamente un
pasaje bíblico sólo conlleva a la desilusión cuando los titulares de
hoy terminen en el basurero de mañana.
Un ejemplo de hermenéutica del periódico tiene en cuenta
interpretaciones de los “reyes del oriente” en Apocalipsis 16:12.
A principios del siglo XX, muchos intérpretes estadounidenses
pensaron que los “reyes del oriente” se referían al Imperio Otomano,
con su base central en Turquía. Por supuesto, las siete iglesias del
Asia Menor occidental nunca podrían concebir los reyes del “oriente”
como Turquía, ¡pues Asia Menor es la Turquía moderna!
Pero para los intérpretes occidentales de hace más de un siglo atrás,
los turcos le parecían el imperio “oriental” más amenazador en el
horizonte. Después que el Imperio Otomano se fue desmembrado a
finales de la Primera Guerra Mundial, la nueva amenaza de imperio
“oriental” fue el Japón imperial (un imperio que también amenazaba
a Corea, China, Las Filipinas y el resto de Asia). Después de que
Japón fue derrotado a finales de la Segunda Guerra Mundial, los
intérpretes occidentales le pusieron el título a China.
El único factor común de aquellas interpretaciones era que aquellos
reyes hostiles estaban al “oriente” de aquellos que interpretaban el
pasaje. A veces, las interpretaciones pueden revelar también algunos
sentimientos anti asiáticos, los cuales no tienen respaldo bíblico y
8. Apocalipsis
201
no son del agrado de Dios. ¿Cómo habrían entendido los primeros
lectores de Juan “reyes del oriente”? Para todos en el Imperio
Romano, en especial en Asia Menor, la amenaza militar más grande
era el Imperio de los Partos. El rey parto montaba un caballo blanco
y decía ser “rey de reyes y señor de señores”. La frontera definitiva
entre el Imperio Romano y el Imperio Parto era el río Éufrates (cf.
9:14; 16:12).
Aunque gobernaban en la región de Irán e Iraq, la geografía importa
menos que la imagen: los enemigos más temidos del Imperio los
invadirían. Al final, fueron los bárbaros del norte y no un imperio
del oriente los que vencieron al Imperio Romano, pero Roma sí fue
aniquilada por una invasión. De todos modos, la conquista sigue
siendo una advertencia aterradora de juicio en cualquier generación
y de cualquier lugar (6:1-4).
También abundan muchos otros errores de interpretación profética.
Los testigos de Jehová, una secta, predijeron erradamente el regreso
de Cristo y otros sucesos del final de los tiempos para 1874, 1878,
1881, 1910, 1914, 1918, 1925, 1975 y 1984. Incluso hasta cristianos
que aman la Biblia han cometido errores al determinar fechas, algo
contrario a las enseñanzas de Cristo (Mr. 13:32). Hipólito, uno de los
padres de la iglesia, llegó a la conclusión de que el Señor vendría para
el año 500. San Martín de Tours creía que el Anticristo ya vivía en su
tiempo. Martín murió en el 397, por lo que si el Anticristo todavía
está vivo, ¡tiene una gran longevidad!
Otros, sin poner cuidado alguno, han ofrecido interpretaciones
“proféticas” de las noticias. En la década de 1920 algunos maestros
de la profecía acogieron una obra titulada The Protocols of the Elders
of Zion [los protocolos de los ancianos de Sión], la cual confirmaba
sus enseñanzas. Ahora se sabe que este libro fue una falsificación
usada por los nazis. En la década de los años 70’, muchos cristianos
se preocuparon al escuchar que una computadora que se encontraba
en Bélgica le llamaban “la bestia” —¡sin saber que esa computadora
sólo existía en una novela!
Cerca del año 1980 escuché a uno de estos maestros explicar que,
en el siguiente año o dos años después, la Unión Soviética invadiría
a Irán, tomaría el control del suministro petrolero del mundo y provocaría una guerra mundial. Está de más decir que su predicción
está, cuando menos, desacreditada por el tiempo.
Varios libros, (incluyendo The Last Days Are Here Again [los últimos
días están aquí otra vez] [Baker, 1998], de Richard Kyle; Armageddon
Now! The Premillenarian Response to Russia and Israel Since
1917 [¡el armagedón ahora! la respuesta premilenaria a Rusia e
Israel desde 1917] [Grand Rapids: Baker, 1977], de Dwight Wilson)
han documentado un sinnúmero de alegaciones hechas a lo largo
de la historia por los maestros de profecía, principalmente en los
últimos 150 años, acerca de varios sucesos contemporáneos. Estos
maestros en ocasiones estaban en lo cierto (parecido a los aciertos
de los astrólogos), pero en la inmensa mayoría de las ocasiones
estaban errados.
A continuación presentamos unos ejemplos breves de errores
cometidos en la historia. Estos ejemplos los he tomado de la
introducción a mi propio comentario sobre Apocalipsis (Revelation,
NIV Application Commentary [Apocalipsis, comentario de aplicación
de la NVI] [Grand Rapids: Zondervan, 2000]):
□ Cristóbal Colón viajó al Nuevo Mundo con la esperanza de
acelerar el cielo nuevo y la tierra nueva.
□ Durante la Reforma, Melchior Hoffman se dejó arrestar en
Strassburg por su convicción de que ésta estaba a punto de
convertirse en la Nueva Jerusalén.
□ También durante la Reforma, Thomas Müntzer colaboró con
la Sublevación de los Campesinos de 1524, creyendo que ésta
aceleraría el juicio final; los campesinos fracasaron, y Müntzer
fue ejecutado. En aquellos días las especulaciones acercan del
fin de los tiempos morían violentamente —a veces literalmente.
□ Cuando en Inglaterra el Rey Santiago I (King James I) persiguió
a los primeros líderes bautistas, ellos temían que estaban
pasando por la tribulación final.
□ Muchos estadounidenses creyeron que el rey Jorge III (King
George III) (probablemente uno de los gobernantes más
8. Apocalipsis
203
consagrados de Inglaterra, tal y como lo reconociera John
Wesley) era el anticristo final.
□ Muchos ministros del norte esperaban que la guerra civil de
Estados Unidos estableciese el reino de Dios a su favor, algunos
de ellos esperaban que Dios fuese severo con los del bando
opuesto.
□ William Booth, líder apostólico de finales del siglo XIX, cuyo
Ejército de Salvación estaba haciendo grandes obras para Dios,
creía que el Ejército de Salvación que había fundado “había sido
escogido por Dios como la agencia principal para establecer
final y totalmente” el reino de Dios.
Un caso más reciente fue en E.U.A. donde muchos cristianos
compraron más de tres millones de copias del libro de Edgar
Whisenat titulado 88 Reasons Why the Rapture Could Be in 1988, [88
razones por las que el rapto pudiera ser en el 1988]. Una amiga mía
trabajaba en una librería cristiana para ese entonces; el dueño de la
librería le pidió que vendiera tantas copias del libro como pudiese
hasta finales de 1988, pues le advirtió que nadie compraría el libro
en el 1989. Seguramente los cristianos no comprarían el siguiente
año muchas copias de su versión actualizada, a la que le cambiaría
la fecha del regreso de Cristo para el 1989.
Que no se diga que los cristianos estadounidenses son engañados
tan fácilmente –por lo menos dos veces consecutivas por el mismo
autor al año siguiente. Sin embargo, el mundo estaba mirando; el
periódico de la universidad en la que estaba haciendo mi doctorado
se burló de las predicciones fracasadas. Otros predecían el regreso
del Señor para varias fechas en los 90’ o para el año 2000. Como lo
ha señalado uno que otro autor, todos los que predicen los tiempos
y las sazones tienen una sola cosa en común: que todos han estado
errados.
En ocasiones los intérpretes han procedido sobre la base de dos
suposiciones: la primera, que somos la última generación, y la
segunda, que todas las profecías se aplican a la última generación.
La primera suposición siempre es posible, pero no podemos
afirmarla de manera dogmática; cada generación, observando las “señales” potenciales a su alrededor, ha esperado que quizás ella sea
la última. (Bíblicamente, la última generación tiene que hacer algo
más que esperar: necesitamos terminar la tarea de la evangelización
del mundo, cualquiera que sea el costo). La segunda suposición
sencillamente está errada; ya muchas profecías de la Biblia se han
cumplido, y otras esperan el regreso de Jesús. No todas pertenecen
específicamente a la última generación antes de Su venida.
Perspectivas respecto a Apocalipsis
Los lectores han tomado de manera tradicional uno de los siguientes
enfoques para interpretar Apocalipsis:
1. Preterista: aquellos que creen que todo fue cumplido en el primer
siglo.
2. Historicista: aquellos que creen que Apocalipsis predecía los
detalles de la historia continua, los cuales ahora podemos reconocer
en los libros de Historia.
3. Idealista: aquellos que creen que Apocalipsis contiene principios
eternos.
4. Futurista: aquellos que creen que Apocalipsis habla del futuro.
La interpretación historicista ha sido desechada en gran manera
pues la historia no encaja muy bien con el bosquejo de Apocalipsis.
(Esto es cierto hasta para las cartas a las siete iglesias, las cuales
en cierta ocasión fueron leídas como las siete etapas de la historia
de la iglesia; pocos eruditos aceptan esta perspectiva en el presente,
ni siquiera en la tradición “dispensacional”, en donde solía ser muy
común por un tiempo). El dispensacionalismo también ha cambiado
muchísimo desde que fue fundado.
De los otros puntos se puede decir que hay algo legítimo en cada
uno de ellos, siempre y cuando no usemos uno para excluir los otros
puntos. Es cierto que Apocalipsis, al igual que muchos libros de la
Biblia, fue escrito a una antigua audiencia (el punto preterista); el
libro habla explícitamente de las siete iglesias en Asia Menor, de la
8. Apocalipsis
205
misma manera que Pablo habla a las iglesias en sus cartas (Ap. 1:4),
y Apocalipsis está escrito en griego y usa símbolos que los lectores
del primer siglo entenderían. Sin embargo, esto no necesariamente
tiene que significar que no está hablando del futuro o (como el resto
de la Biblia) articula principios útiles para las siguientes generaciones.
Apocalipsis contiene principios eternos que son relevantes para la
Iglesia en cada generación. También habla acerca del futuro, además
del presente y el pasado. Los lectores pueden discrepar en cuanto
de Apocalipsis se refiere al futuro, pero casi todos están de acuerdo
en que por lo menos Ap. 19-22 es futuro. De la misma manera, algo
de él se refiere directamente al pasado: el arrebatamiento del niño
en Apocalipsis 12 (quien la mayoría piensa sea Jesús) ya sucedió.
Sin embargo, más allá de estos puntos, los lectores han llegado
a conclusiones sorprendentemente diferentes respecto a la
enseñanza de Apocalipsis a lo largo de la historia. Podemos ilustrar
esta divergencia por medio de un comentario acerca del “milenio”, el
período de mil años mencionado en Apocalipsis 20. Muchos lectores
formados bajo una tradición específica pueden quedar sorprendidos
al conocer cuántas personas que ellas respetan dentro de la historia
de la iglesia sostenían interpretaciones diferentes. Esa sorpresa nos
ofrece algunas lecciones: Dios no usa a Sus siervos sólo y nada más
sobre la base de sus interpretaciones acerca del fin de los tiempos, y
siempre debemos recurrir a la Biblia para ver lo que ella nos enseña.
Solamente porque todos los que conozcamos posean cierto punto
de vista, no lo hace ser el correcto. Hace 150 años, casi todos los
cristianos nacidos de nuevos sostenían un punto de vista diferente,
y los de 100 años antes que ellos, también otro diferente.
Después de que fue terminado el libro de Apocalipsis, los primeros
padres de la iglesia (líderes de la iglesia primitiva de los dos primeros
siglos) eran premilenialistas; es decir, creían que Jesús vendría
antes de los 1000 años de los que habla Apocalipsis. También
eran postribulacionistas; es decir, creían que ya estaban en la gran
tribulación o que era algo que estaba por venir, pero que Jesús no
regresaría por Su Iglesia sino hasta después de ella. Pero unos siglos
después, para el tiempo de Agustín, la mayoría de los cristianos eran
amilenialistas. Muchos creían que cuando Constantino terminara de
perseguir a los cristianos, comenzarían los 1000 años, y muchos fueron los que esperaron el regreso de Jesús 1000 años después de
Constantino.
Otra perspectiva amilenialista, más común en nuestros días y más
fácil de defender por las Escrituras, es que el milenio es algo simbólico
para el período entre la primera y la segunda venida de Jesús,
reinando éste hasta que Sus enemigos sean puestos bajo Sus pies.
No sólo la mayoría de los cristianos medievales eran amilenialistas,
sino que también lo eran la mayoría de los reformadores (incluyendo
a Lutero y a Calvino). La mayoría de las denominaciones fundadas
en los tiempos en los que predominaban los amilenialistas, son hoy
en día amilenialistas. Lo mismo sucede con iglesias fundadas en
diferentes partes del mundo por misioneros amilenialistas. Por otra
parte, las iglesias fundadas por misioneros premilenialistas son en
su mayoría premilenialistas. Juan Wesley creía en dos milenios
separados en Apocalipsis 20, uno en el cielo y otro en la tierra.
La mayoría de los líderes de los grandes avivamientos de Estados
Unidos en el siglo XVIII y en especial el XIX eran postmilenialistas,
incluyendo a Jonathan Edwards y a Carlos Finney. Durante los
avivamientos que trajeron a la fe en Cristo un gran porciento de
personas en Estados Unidos de principios del siglo XIX, se ejercía
una fe que creía que “el evangelio del reino” sería “predicado a las
naciones, y entonces vendría el fn” (Mt. 24:14). Carlos Finney, quien
quizás llevó a los pies de Cristo cerca de medio millón de personas
y ayudó a guiar el movimiento en contra de la esclavitud, era
postmilenialista.
Los postmilenialistas creían que establecerían, por medio del Espíritu
de Dios, el reino de Dios en la tierra, y entonces Jesús regresaría
a tomar Su trono. En el presente, la mayoría de los cristianos ven
el postmilenialismo como un optimismo ingenuo, pero esta era
el punto de vista predominante de los cristianos del siglo XIX en
Estados Unidos.
En el siglo XIX se evidenció otro punto de vista, que luego se
popularizó en el siglo XX. Este punto de vista se llama premilenialismo
dispensacional. En 1830 o cerca de este año, John Nelson Darby se
apareció con un sistema de interpretación que dividía las Escrituras
entre lo que se aplicaba a Israel (el Antiguo Testamento, los
8. Apocalipsis
207
evangelios, Apocalipsis, y gran parte de Hechos) y lo que se aplicaba
directamente a la Iglesia (especialmente las epístolas). Por medio
de este sistema él argumentaba que los dones espirituales no eran
para la era de la iglesia, y que habría otra venida para la iglesia (antes
de la tribulación) y para Israel (después de la tribulación).
Una vez introducido, el punto de vista se popularizó por medio de
la Biblia de Referencia Scofield, principalmente a principios del
siglo XX. El fracaso del optimismo postmilenial en el siglo XIX y la
desintegración del antiguo consenso evangélico de Estados Unidos
hicieron que este punto de vista pareciera atractivo. Después de todo,
¿quién se disgustaría con ser arrebatado antes de la tribulación, y no
después de ella?
No podemos darnos el lujo de utilizar mucho espacio para debatir
a favor o en contra de este punto de vista, sino tan solo señalar
sencillamente que la mayoría de las personas que sostienen esta
perspectiva desconocen que nadie en la historia de la iglesia
pensaba así antes de 1830. Algunos piensan que esta concepción
es clara, pero los cristianos leen la Biblia desde hace más de 1700
años sin que nadie, que hasta ahora sepamos, ¡se percatara de ella!
(Y eso, aunque la mayoría de los cristianos a lo largo de la historia
creyeron que ya estaban en los últimos tiempos, y muchos, al igual
que muchos cristianos de las generaciones pasadas, que ellos eran
la última generación).
Cada punto de vista cita versículos para defender su posición, pero
cada uno de estos versículos debe ser examinado en su contexto
para estar seguros de su significado. Eso incluye algunos puntos
de vista de la actualidad, como el dispensacionalismo, y a la vez,
no podemos olvidar que tales perspectivas tan esparcidas en
el presente eran muy raras o (en este caso) sin precedentes en
la historia. Por si sirve de algo, la mayoría de los eruditos de hoy
que se encuentran consagrados al estudio de las Escrituras son,
ya sea, amilenialistas o premilienialistas no dispensacionalistas
(generalmente postribulacionistas), aunque hay buenos eruditos
con otros puntos de vista.
En mi opinión, a los premilenialistas se les hace más fácil explicar
Apocalipsis 20, pero a los amilenialistas, otros pasajes que tienen que ver con el fin de los tiempos (para muchos, entonces, el debate
se torna a si se interpreta el pasaje más explícito, pero único, a la
luz de muchos que son menos explícitos, o viceversa). Debido a
que todos sabremos cuál opinión es la correcta para el tiempo en
que suceda, veo que no tiene mucho sentido discutir al respecto.
Ciertamente es no es sabio romper la comunión con otros cristianos
por asuntos como éste. ¿Por qué entonces saqué a relucir el asunto?
Solamente para ayudarnos a ser más benévolos con aquellos que
sostienen interpretaciones diferentes a las que tenemos respecto a
Apocalipsis.
Si vamos a pelearnos con nuestros hermanos por cada pasaje que
interpretamos de manera diferente, entonces no vamos a poder tener
ningún tipo de comunión con la mayoría del cuerpo de Cristo. La
verdadera Iglesia se encuentra unida por los asuntos esencialmente
necesarios para seguir a Jesús, pero más allá de eso, es nuestra
unidad y nuestro amor lo que le muestra al mundo el carácter de
Dios (Juan 13:34-35; 17:20-23).
Los verdaderos propósitos que perseguimos con esto deben ser
los prácticos que nuestros métodos anteriormente mencionados
nos ayuden a deducir. Algunos asuntos son muy prácticos, y
ningún cristiano verdadero los discute: por ejemplo, todos sabemos
que debemos estar preparados para la venida de nuestro Señor.
Pero otros asuntos son prácticos y a veces son pasados por alto
por intérpretes que no tienen acceso al trasfondo cultural o a los
métodos del contexto del libro completo. De éstos doy una muestra
a continuación.
¿El uso de simbolismos?
Algunas personas argumentan que debemos tomar de manera
literal todo lo que Apocalipsis nos dice. Pero este libro está lleno de
imágenes que no podemos interpretar literalmente. ¿Estaba la mujer
vestida literalmente con el sol en el 12:1 (con la luna y las estrellas
literalmente bajo sus pies y doce estrellas sobre su cabeza)? ¿Es
Babilonia literalmente la madre genética de cada prostituta en el
mundo (17:5)? Apocalipsis inclusive nos dice lo que algunos de sus
símbolos representan, dejando claro que el libro incluye muchos
8. Apocalipsis
209
símbolos (1:20). Dios puede crear los tipos de monstruo descritos
en Apocalipsis 9, pero estos se asemejan a la langosta en la profecía
de Joel, en donde son sencillamente una descripción poética, ya
sea de una invasión de langostas o de un ejército invasor (o una
combinación de ambos).
Se dice entonces: “Tome literalmente tanto como sea posible”.
Pero, ¿por qué debe ser este el caso? ¿No es mejor ser coherente
con cómo interpretamos el resto de Apocalipsis, el cual claramente
tiene muchos símbolos? La manera apropiada de leer las narrativas
es normalmente leyéndolas literalmente, pero, como ya lo hemos
dicho antes, esa no es la mejor manera de leer la poesía hebrea,
ni las profecías del Antiguo Testamento dadas en forma poética.
Ni tampoco esa es la manera de leer las profecías del Nuevo
Testamento que usan el mismo modo de comunicación simbólica
como en las profecías del Antiguo Testamento.
Algunas declaraciones pueden ser literales (por ejemplo, nosotros
decimos que las siete iglesias eran siete iglesias literales), pero otras
(como la mujer vestida con el sol) no lo son, muchas más veces
que en la narrativa. Algunos eruditos, señalando una palabra griega
usada para “declaró” o “dio a conocer” en Apocalipsis 1:1, hasta
sugieren que uno de los mismos términos usados para revelar el
mensaje a Juan sugiere que le fue dado en símbolos. (Un término
relacionado para “señal” puede llevar este sentido en 12:1, 3; 15:1).
Escritores judíos en los días de Juan quienes imitaban el estilo de
escritura de los profetas del Antiguo Testamento (escribiendo una
forma de escritura llamada más tarde apocalíptica), también usaban
el simbolismo frecuentemente (por ejemplo, 1 Enoc describe
ángeles fecundando a mujeres como a estrellas fecundando
vacas). Así como los maestros judíos a veces usaban acertijos
para despertar el pensamiento, los escritos apocalípticos usaban
profecías enigmáticas para desafiar a la audiencia. Sin embargo,
si sólo tuviéramos al Antiguo Testamento como trasfondo para
Apocalipsis, esperaríamos una abundancia de simbolismo profético
(por ejemplo, vea especialmente a Zacarías, Ezequiel y muchas
profecías en Daniel e Isaías).
Contexto integral del libro
Apocalipsis ofrece un continuo contraste entre dos ciudades:
Babilonia y la Nueva Jerusalén. Babilonia es una prostituta (17:5);
la Nueva Jerusalén, una novia (21:2). Babilonia está adornada con
oro y perlas (17:4), como la prostituta que trata de atraer con su
oferta de placer pecaminoso y temporal. La Nueva Jerusalén está
hecha de oro, y sus puertas son perlas (21:18,21). Nadie en sus
cabales preferiría Babilonia y no a la Nueva Jerusalén, pero sólo los
que confían en la promesa de Dios esperan por la ciudad celestial y
resisten la tentación del presente.
En los días de Agustín (teólogo de África del Norte, 354-430 d.C.),
Roma cayó en manos de invasores bárbaros del norte, y los cristianos
se desanimaron. Agustín hizo un contraste entre Roma y la Ciudad de
Dios; las ciudades y los imperios terrenales adornados de esplendor
perecerán, pero la ciudad de Dios es eterna, y la promesa que Él
nos hizo se cumplirá. El mundo exige ponerse la marca de la bestia
si uno quiere comprar o vender (13:17), pero a los que se niegan
a negociar con el tipo de alimento que ofrece el mundo (2:14,20),
Dios les ofrece una promesa de alimento eterno (2:7,17) y maná, aún
cuando el mundo los persiga (12:6). Los que se creen ricos puede
que sean pobres en lo verdaderamente importante (3:17), al igual
que los que parecen pobres, puede que sean ricos en lo que de veras
importa (2:9). Jesús ofrece el oro puro de la Nueva Jerusalén a los
confían en Él, y no en las riquezas terrenales que posean (3:18).
¿Qué podemos aprender de la Nueva Jerusalén? Algunas
traducciones explican que la Nueva Jerusalén mide 1,500 millas
(2,414 kilómetros) en todas las direcciones, inclusive de alto (21:16);
lo cual la haría 1,495 millas (2,406 kilómetros) más alta que la
montaña más elevada de nuestro planeta, donde el aire es escaso,
de ahí que se haga difícil respirar. Hay que reconocer que Dios podría
cambiar las leyes de la Física si así lo quisiera, pero encontramos
otro indicio que demuestra que la medida específica de la Nueva
Jerusalén ofrece un dato simbólico: en una ciudad de 1,500 millas
(más de 2,400 km), los muros son de 72 yardas (de unos 65 metros).
La respuesta a la magnitud de estas medidas aparentemente
8. Apocalipsis
211
desproporcionadas la encontramos cuando leemos el versículo en
griego, en una traducción muy literal o en la nota al pie en la mayoría
de las traducciones: la Nueva Jerusalén mide 12,000 estadios
cúbicos, con muros de 144 codos. Cuando el lector de Apocalipsis
llega al capítulo 21, ya habrá visto estos números. Apocalipsis 7:4-8
y 14:1-5 hablan de 144,000 varones judíos castos, 12,000 de cada
tribu. Como “Jerusalén” en la Biblia se refiere tanto a la gente que
vivía en esa ciudad como a la ciudad, tiene sentido esta relación:
aquí tenemos a los habitantes de la Nueva Jerusalén que están de
pie sobre el Monte Sión (14:1), ¡los que vivirán en la Nueva Jerusalén!
La ciudad pertenece a los que perseveraron por ella, aquellos que
(14:4) eran castos y no se acostaron con la prostituta de Babilonia.
¿Significa esto que los que vivirán en la Nueva Jerusalén tan solo
son judíos varones? (Si los números fueran literales, cada uno de
ellos ocuparía más de 15 millas [24 km] del suelo de la ciudad) ¿Los
cristianos gentiles no tienen cabida allí? ¡Todo lo contrario!
El listado de las tribus en el 7:4-8 se asemeja a los listados de los
censos militares en el Antiguo Testamento; en este caso, sugiriendo
un ejército para el fin de los tiempos. Los ejércitos de los judíos
estaban compuestos por hombres solamente, y muchos judíos
esperaban un ejército para el fin de los tiempos; algunos también
esperaban que este ejército fuera casto antes de la batalla. Entonces
no es sorpresa que Apocalipsis habla de este grupo habiendo
“vencido” o “triunfado” (15:2-4; cf. 14:3). La bestia puede vencer a
los siervos de Dios al nivel humano (11:7; 13:7), pero ellos vencieron
porque no quisieron desobedecer al Señor que tiene la victoria
final (12:11). ¿Pero se está refiriendo Apocalipsis literalmente a un
ejército de 144,000 judíos? Se puede interpretar de esta manera,
y tendría sentido; después de todo la Biblia habla que para el final
de los tiempos, el pueblo judío se volverá al Señor (Ro. 11:26). Pero
en el contexto de Apocalipsis, me parece que encaja mejor otra
interpretación.
Apocalipsis habla en otras partes de aquellos que son judíos
espiritualmente (2:9; 3:9). Del mismo modo, en el mundo antiguo
los candeleros (símbolo de Juan para las iglesias en el 1:20) eran
símbolo de la fe judía. En ocasiones una segunda visión o un
segundo sueño repetía el sentido del primero (ej.: Génesis 37:7, 9;
40:1-7), y puede que aquí ocurra lo mismo: en el párrafo siguiente, este ejército triunfante de 144,000 israelitas viene a ser una multitud
incontable de todas las naciones (7:9-17). Las promesas que se le
da a esta multitud en el 7:15-17 son promesas de Dios hechas a
Israel en el Antiguo Testamento; pero al seguir al rey de Israel, estos
gentiles han sido injertados en la herencia y las promesas de Israel,
de ahí que sean judíos espiritualmente.
El contexto integral del libro aclara la conexión entre esos dos
párrafos. Dos capítulos anteriores, Juan “escucha” acerca del león
de la tribu de Judá, un símbolo que el Judaísmo usó para el Mesías
guerrero. Pero cuando Juan se vuelve, lo que “ve” es un cordero
inmolado —que venció por Su propia muerte (5:5-6). Entonces vemos
que ahora Juan “escucha” acerca de 144,000 (7:4), pero cuando se
vuelve, lo que “ve” es una multitud incontable (7:9), posiblemente de
mártires que han compartido los sufrimientos de Cristo.
Esto encaja con lo que el mismo texto dice. Los 144,000 son “los
siervos de Dios” (7:3) –un título que en otras partes de Apocalipsis se
refiere a todos los creyentes en Cristo (1:1; 22:3). ¿Existen solamente
144,000 siervos de Dios? ¿Son todos ellos judíos étnicamente? ¿Son
todos varones? Es cierto que solamente los siervos de Dios habitarán
la Nueva Jerusalén, pero los siervos de Dios incluyen tanto a judíos
como a gentiles seguidores de Jesús. La Nueva Jerusalén es para
todos aquellos que confían en Cristo (21:7-8, 14, 27), y ofrece la
misma promesa que este pasaje sugiere para los gentiles cristianos
(21:4 y 7:17).
Los Testigos de Jehová han tomado erradamente el número 144,000
de manera literal, pero la parte de los varones judíos, de manera
figurada; muchos cristianos toman ambos elementos literalmente.
Sin embargo, en el contexto de Apocalipsis, ambos elementos son
probablemente simbólicos, con un mensaje más profundo para la
Iglesia que el que la mayoría de los cristianos pueden reconocer.
El contexto integral del libro también ofrece información en cuanto
a lo que Apocalipsis quiere decir cuando menciona la marca de la
bestia. ¿Deberíamos predicar acerca de esto para que la gente lo
evite en el futuro? ¿O tendrá algo que enseñarnos en el presente?
Contrario a lo que se nos ha enseñado a la mayoría de nosotros,
si hacemos una lectura sistemática de todo este libro, ésta nos
8. Apocalipsis
213
sugerirá que dicha marca puede que no sea visible para las
personas. Tengamos en cuenta las otras marcas escritas sobre las
personas de las que habla Apocalipsis. Por ejemplo, los creyentes se
convertirán en pilares en el templo de Dios y, al igual que los pilares
antiguos tenían nombres escritos sobre ellos, entonces tendremos
el nombre de Dios y el nombre de la Nueva Jerusalén inscritos sobre
nosotros (3:12; cf. 2:17).
Sobre nuestras frentes estarán escritos para siempre el nombre de
Dios y el nombre del Cordero (22:4), quizás como la marca que tiene
un esclavo u otro tipo de marca que muestre a quién pertenecemos.
Jesús regresa con un nombre escrito en su muslo (19:12-13, 16),
quizás para que en la visión Juan pudiera leer su título calificativo.
Babilonia la grande tiene un nombre escrito en su frente (17:5), pero
así como Babilonia no es una mujer literal, reconocemos que la
inscripción es parte de la visión, y no una inscripción literal en la
cabeza de la mujer.
Así como Dios colocó una marca sobre los justos en Ezequiel 9:4-
6, así Dios sella a los 144,000 para protegerlos durante Sus juicios
(Ap. 7:3). Al igual que en Ezequiel, esta marca es una marca que tan
solo Dios la puede ver. Debido a que en la Biblia original no había
divisiones por capítulos, los primeros lectores se habrían percatado
del contraste entre los 144,000 y el resto del mundo (13:16-14:5).
Los que siguen a la bestia, llevan su nombre (13:17); los que siguen
al Cordero, llevan el Suyo (14:1). La bestia, progenie de su amo, el
dragón, tiene siete cabezas y diez cuernos (12:3; 13:1; 17:3, 7).
Pero una segunda bestia es una falsificación deliberada del Cordero
(compare 5:6): tiene dos cuernos como un cordero, pero habla el
mensaje del dragón (13:11). Un pequeño ejército de 144,000 sigue al
Cordero verdadero; el resto del mundo (un ejército de por lo menos
200 millones, 9:16) sigue a la bestia. Cada seguidor tiene una marca
que identifica a quién rinde lealtad, ya sea al cordero o a la bestia.
Ya sea que aquellos del mundo necesiten ver una marca literal que
muestre quién pertenece a ellos, o sencillamente señales de quién
es aliado, el punto a predicar es claro: debemos ser leales al lado de
Dios, no al del mundo, sin importar el precio.
Trasfondo
Probablemente Juan escribiese este libro cuando se encontraba
en el exilio (1:9), durante el tiempo en que gobernaba el emperador
romano Domiciano. Este emperador exigía que todos adoraran
su estatua como si él fuera un dios, y los primeros cristianos se
rehusaban a hacerlo. Este asunto era más fehaciente en el Asia Menor
oriental, en donde se encontraban las siete iglesias. Ya algunas de
estas iglesias estaban enfrentando persecución (2:9-10, 13; 3:9). La
primera audiencia de Apocalipsis debió haber encontrado relevante
para su tiempo la advertencia en contra de adorar a la imagen de
la bestia (13:15). Sin embargo, algunas de las otras iglesias se
mostraban transigentes con el sistema del mundo que asesinaba a
sus hermanos por doquier (2:14, 20; 3:2, 15-18).
Las siete iglesias de Asia Menor (1:4) eran una audiencia tan real
como cualquiera de las iglesias a las que Pablo escribió. Las iglesias
se localizan en las siete ciudades más prominentes de la provincia
romana de Asia, y están ubicadas precisamente en la secuencia
en que un mensajero proveniente de Patmos entregaría las cartas.
Muchos de los asuntos mencionados (tales como la riqueza y las
aguas desagradables de Laodicea) van dirigidos precisamente a
asuntos que sabemos son relevantes en esas iglesias en particular.
Esto no quiere decir que el mensaje es relevante solamente para
la iglesia a la cual va dirigida; Jesús invita a que todos oigan Su
mensaje para cada una de ellas (2:7), sino que más bien de su
ejemplo aprendemos, de la misma manera que aprendimos de las
iglesias a las que Pablo escribió: aprendemos el trasfondo, para
que de esta manera podamos entender a cuáles asuntos el autor
inspirado se estaba refiriendo en verdad.
Hablamos anteriormente acerca de Babilonia. Esto no tiene que
ser necesariamente más que un nombre literal que los padres de
los falsos profetas les dieron, llamándolos literalmente “Balaam”
o “Jezabel” en el 2:14, 20. Como la mayoría de los cristianos han
reconocido a través de la historia, la Babilonia de los días de Juan
es Roma. Todo el mundo sabía que Roma era una ciudad asentada
sobre siete colinas (17:9). Roma inclusive celebraba un festival
anual llamado “Siete montañas”, en el que celebraban su fundación.
8. Apocalipsis
215
Las importaciones mencionadas en el 18:12-13 son precisamente
las que conocemos como las más prominentes en Roma. En los
días de Juan, Roma era el único imperio mercantil que gobernaba
por mar a los reyes de la tierra (17:18; 18:15-19). Más importante
aún, las fuentes judías (y probablemente 1 Pedro 5:13) ya llamaban
a Roma, “Babilonia”. Esto era porque Roma, al igual que Babilonia,
había esclavizado al pueblo de Dios y había destruido el templo.
Son dramáticas las implicaciones de asociar la Babilonia de
Apocalipsis con Roma. En el 18:2-3, Juan escucha un canto fúnebre
por Babilonia (tal y como el canto fúnebre sobre la Babilonia literal
en Isaías 21:9). Roma, el imperio más poderoso que había conocido
el mundo hasta entonces, parecía presto a aplastar la diminuta
Iglesia de Jesucristo. Roma había exiliado en la isla de Patmos al
ya anciano profeta Juan (1:9).
Sin embargo, Juan escucha el canto
fúnebre de este poderoso imperio. ¡Cuánta fe habrán necesitado
los primeros cristianos para creer esta promesa de que su opresor
sucumbiría!
Sin embargo, Juan se apoyaba en los hombros de los antiguos
profetas que habían profetizado contra Asiria, la Babilonia literal
y así sucesivamente, y sus profecías se habían cumplido. Asiria,
Babilonia, Roma y todos los otros imperios de la historia yacen
ahora en cenizas. Pero la Iglesia de Jesucristo, a la cual los imperios
del pasado amenazaron con exterminarla, ¡se encuentra ahora más
propagada que nunca! En un tiempo cuando la iglesia se encontraba
solamente establecida principalmente en algunas ciudades del
Imperio Romano, Juan profetizó una iglesia de cada tribu, pueblo y
nación (5:9; 7:9) —¡y así ha venido a ser!
Pero aunque para los primeros lectores de Juan, “Babilonia” es
Roma, eso es sencillamente porque Roma encajaba con el papel en
ese tiempo. Si Roma pudo ser una nueva Babilonia, podría haber
otras nuevas Babilonias o nuevas Romas, otros imperios malvados
que usurpen el papel que le pertenece al futuro reino de Dios. Estas
no tienen que estar necesariamente ubicadas geográfcamente en
Italia, como no lo estaba Roma en el Medio Oriente como nueva
Babilonia. En otras palabras, Babilonia es la ciudad del mundo,
como la ciudad llamada “Sodoma” y “Egipto” en el 11:8. El sistema
del mundo, en su rebelión contra Dios, es la alternativa de la Nueva Jerusalén. Pero al igual que cayó la primera Babilonia, al igual que
cayó Roma, caerán las otras Babilonias y Romas de la historia. Los
últimos imperios colapsará el día cuando el reino de este mundo se
convierta en el reino de nuestro Dios y de Cristo (11:15).
El trasfondo romano puede que sea relevante a la hora de
entender el malvado rey del que habla Ap. 13:1-3 y 17:10-11. El
primer emperador en perseguir la Iglesia oficialmente fue Nerón,
que quemaba vivos a los cristianos para que le alumbrasen cual
antorchas sus jardines por las noches. Sin embargo, cuando Nerón
fue asesinado, la creencia de que regresaría otra vez se propagó de
tal manera que hubo impostores que se levantaron diciendo que
eran Nerón. Unos años antes de que se escribiera el Apocalipsis,
hubo un falso Nerón que hasta llegó a persuadir a los partos para
que le siguiesen cruzando el Éufrates para invadir Asia Menor. Por
eso muchos eruditos sugieren que la cabeza herida de muerte que
regresa a la vida de la que se habla en el 13:3 es un “nuevo Nerón”.
Esto no significa que es un Nerón literal que regresa (como no lo son
las figuras en el 11:3-6 de Moisés o de Elías); significa sencillamente
que viene “en el espíritu y poder” de Nerón (cf. Lc. 1:17), se le
compara con Nerón, el terrible perseguidor. Es decir, Apocalipsis usa
el lenguaje de su tiempo para decir: “El futuro dictador será como
el Cesar Nerón, muy malvado y perseguidor de los cristianos”. Una
invasión parta proveniente de más allá del Éufrates era una imagen
horrenda en los días de Juan, y un nuevo Nerón era un aviso del
sufrimiento futuro.
Dos factores más apoyan esta asociación con Nerón. Apocalipsis
habla de un rey antiguo que no reina en esos momentos, pero
que regresaría (17:10-11). Nerón era definitivamente uno de los
pocos reyes antes del que había cuando Apocalipsis fue escrito.
Además, si su nombre se deletrea en las letras hebreas, tenemos
como resultado el número 666. Muchos de los primeros cristianos
pensaron que Nerón regresaría como el anticristo final. Por supuesto,
existen otras posibles interpretaciones; “bestia” en hebreo también
arroja el 666, y esto no es algo menos relevante. Sea Nerón o no, ¡el
último gobernador del mundo será malvado! Y el carácter de ese
gobernador maligno ya está obrando en otros que hacen maldad
(2 Ts. 2:7; 1 Jn. 2:18). Nunca subestimemos el mal—ni tampoco
8. Apocalipsis
217
olvidemos que, al fnal de todo, el Dios justo todavía tendrá el control
(Ap. 17:17).
Otras aplicaciones de imágenes del Antiguo
Testamento
Anteriormente indicábamos que el león resultaba ser el cordero.
También pudimos percatarnos de la aplicación una vez más de las
plagas de Éxodo en los juicios de Apocalipsis (cap. 8, 9 y 16), o de
la ciudad llamada “Sodoma” y “Egipto”. Apocalipsis no pretende
“predecir” las plagas de los días de Moisés, ni la ciudad de la cual
habla es la Sodoma o el Egipto literal (¡como si pudiesen ser ambas!).
En Apocalipsis 21:16, el alto de la Nueva Jerusalén es igual al largo y
al ancho —es decir, tiene forma de cubo. Esto probablemente evoque
al lugar santísimo del Antiguo Testamento, al cual solo podía entrar el
sumo sacerdote una vez al año. Sin embargo, en la Nueva Jerusalén,
todos los que creemos en el Señor Jesucristo estaremos en la misma
presencia de Dios como si fuese ese el lugar santísimo, sin ningún
tipo de barrera (una gloria que nuestros cuerpos mortales no podrían
soportar, ¡pero para entonces tendremos cuerpos glorificados!). El
tabernáculo de Dios estará entre nosotros, Él habitará con nosotros,
y seremos Su pueblo (21:3).
Ezequiel profetizó un nuevo templo glorioso, con un río cuyas aguas
fluyen desde el templo y en donde hay árboles frutales a ambos
lados del río (Ez. 47). Sin embargo, Apocalipsis declara que no hay
templo alguno en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:22). Esto no quiere
decir que Apocalipsis contradiga lo que dice Ezequiel; en cambio,
Apocalipsis habla de una realidad mucho mayor de la que apuntaba
el simbolismo de Ezequiel. Ezequiel estaba mostrando que el futuro
templo sería más glorioso que el antiguo. La promesa de Apocalipsis
no es menor que la de Ezequiel, sino que es mayor aún: Dios y el
Cordero son el templo (21:22), y el río fluye desde Su trono (22:1). El
río es el río de vida (22:1), y los árboles de Ezequiel son el árbol de la
vida (22:2).
Estos nuevos detalles apuntan a una mayor promesa que la de Ezequiel porque hace alusiones que se remontan hasta el mismo
Génesis. El Edén original tenía un río y un árbol de vida, pero fue
estropeado por una maldición. La Nueva Jerusalén tiene un río y un
árbol de vida, pero ya no más maldición (22:3). El paraíso será en la
presencia de Dios por siempre y para siempre.
La presencia de Dios no es tan solo una promesa para la futura Nueva
Jerusalén, sino también para los creyentes en el cielo. Examinemos
el mobiliario del cielo en las escenas que da Apocalipsis del mismo:
por ejemplo, el arca (11:19); un altar del sacrificio (6:9); un altar del
incienso (8:3-5; 9:13; 14:18); las lámparas (4:5); un mar (15:2), y las
arpas (5:8; 14:2; 15:2). ¿Cómo se describe al cielo? Aparece como un
templo (el templo del Antiguo Testamento poseía todo el mobiliario
anteriormente mencionado).
Por esa razón, no hemos de sorprendemos si encontramos personas
adorando en el cielo. Apocalipsis lo describe simbólicamente como
un templo para recordarnos nuestra principal actividad en aquel
lugar. Nunca estamos tan cerca del cielo en esta tierra que como
cuando estamos adorando a Dios, una actividad que se seguirá
haciendo eternamente en Su presencia de una manera más pura y
más completa.
En el 6:9-11 leemos acerca de almas “bajo el altar”, los mártires que
murieron para propagar el mensaje de Jesús. ¿Por qué se encuentran
ellos “bajo el altar”? En el Antiguo Testamento se derramaba en la
base del altar la sangre de algunos sacrificios (Lv. 4:7). Estos siervos
de Dios, al morir por el evangelio, comparten los sufrimientos de
Cristo. Así como el Cordero fue sacrificado en el 5:5-6, así mismo
estos siervos de Cristo se han convertido en sacrificios vivos junto
con Él.
Tomemos otro ejemplo más, quizás el más controversial posible,
dígase, la extensión del período de la tribulación de la que habla
Apocalipsis. ¿Son los 1260 días (11:2-3; 12:6, 14; 13:5) literales o
simbólicos? Lo sean o no, varios factores nos advierten que no
debemos suponer, antes de investigar, que Apocalipsis debe usarlos
literalmente. Apocalipsis toma este período de tiempo de cifras
similares en Daniel (ej.: Dn. 7:25; 12:7, 11), pero puede referirse a
un asunto diferente al que lo hace Daniel. En Daniel, este período
8. Apocalipsis
219
incluye una abominación desoladora (Dn. 11:31; 12:11); Jesús
enseña que al menos uno de estos períodos sucedió antes que
Apocalipsis se escribiera, dentro de la generación en que Jesús
habló de ella (Mt. 24:15, 34; Mr. 13:14, 30). (Aquellos que dicen que
“generación” significa “raza”, le están dando su propio significado a
las palabras en griego; en los evangelios, el término siempre quiere
decir “generación”).
La abominación literal de la que habla Daniel ya se había cumplido
antes que se escribiese Apocalipsis (¡Apocalipsis se escribió
dos décadas después de la destrucción del templo!). Además, la
cronología de Daniel descansa sobre una aplicación de la profecía
de Jeremías de los “70 años”, después que los 70 años estaban
casi cumplidos (Dan 9:2-3, 24). Si Daniel pudo volver a aplicar
simbólicamente un número que se encuentra en Jeremías, ¿por
qué no lo podría hacer Apocalipsis con un número de los de Daniel?
Muchos de los judíos contemporáneos con Juan también aplicaban
simbólicamente el período de tiempo de Daniel, así que muchos
hubieran entendido este método si Apocalipsis lo siguió.
Esto no quiere decir que Daniel no fue literal en este punto (como ya
hemos dicho, según Jesús, por lo menos una de las abominaciones
desoladoras de Juan se cumplió literalmente antes que Apocalipsis
se escribiera); solamente que Apocalipsis aplica el número de
manera diferente. Debido a que Apocalipsis a veces usa números
(como 12,000 y 144) de manera simbólica, es posible que tome el
número de Daniel para decirnos menos acerca del período de tiempo
que del tipo de tiempo. Pero hasta ahora sólo hemos argumentado
que es posible, y no que Apocalipsis realmente use el período
simbólicamente. ¿Cómo podemos saber si lo emplea simbólica o
literalmente?
En Apocalipsis 12:1-6, el dragón (el diablo) se opone a una mujer y al
hijo nacido de ella. Cuando el hijo es tomado para que gobierne a las
naciones con vara de hierro, la mujer huye al desierto por 1260 días.
Casi todos concuerdan en que el hijo se refiere a Jesús (cf. 12:17;
19:15); si es así, los 1260 días parecen comenzar cuando Jesús fue
exaltado al cielo (más de sesenta años antes que Apocalipsis fuese
escrito). Comienza con la primera venida y termina con la segunda.
Para el Judaísmo, la tribulación final es el período directamente antes del fin (a veces de tres y medio, siete, cuarenta o hasta cuatrocientos
años), pero nosotros los cristianos reconocemos que ya estamos en
los tiempos finales.
El Mesías ya vino una vez, y todos aquellos que vivimos entre la
primera y la segunda venida nos encontramos en los tiempos finales,
esperando siempre el regreso de nuestro Señor. Así como el león es
el cordero, la ida y la venida de Cristo enmarcan la tribulación. Todas
las expectativas judías cobran nuevo sentido a la luz de la venida de
Cristo.
Es muy probable que de hecho haya mayor intensificación de la
tribulación justamente antes del fin, pero el sentido de Apocalipsis,
por lo menos en este pasaje, nos es de mayor relevancia que eso.
Nuestro tiempo presente en el mundo es un tiempo de tribulación,
pero podemos cobrar ánimo porque Jesús ha vencido al mundo
(Juan 16:33). La mujer y sus otros hijos estuvieron en el desierto
(12:6,17), lo cual nos dice acerca de la naturaleza del tiempo
intermedio. Israel vivió en el desierto entre su redención de Egipto
y su herencia en la tierra prometida. Por la exaltación de Cristo,
nosotros también hemos comenzado a experimentar la salvación.
Satanás ya no puede acusarnos (12:10), pero debemos permanecer
en este mundo hasta el regreso de Cristo (12:11-12).
No tenemos espacio suficiente en este material para referirnos a si
este es el único sentido del período de la tribulación en Apocalipsis
(hablo del tema en mayor medida en pasajes relevantes en mi
comentario de Apocalipsis). Pero el “tiempo final” presente sí parece
ser el sentido en el capítulo 12, y el Nuevo Testamento en ocasiones
ve la era presente como el período del tiempo final. Desde los mismos
primeros apóstoles, hemos estado en los “últimos días” (Hch. 2:17;
1 Ti. 4:1; 2 Ti. 3:1; Stg. 5:3; 1 P. 1:20; 2 P. 3:3). El pueblo judío se refería
al final de los tiempos como “los dolores de parto del Mesías”, pero
Jesús enseñó que los dolores de parto ya han comenzado, por lo
que el final vendrá solamente cuando hayamos terminado nuestra
misión de predicar el evangelio a todas las naciones (Mt. 24:6-8,14).
Pablo declaraba que la misma creación ya está experimentando
dolores de parto con nosotros para dar a luz un nuevo mundo (Ro.
8:22-23). El saber que estamos viviendo en los últimos tiempos debe
8. Apocalipsis
221
afectar la manera en que vivimos. Desde el Pentecostés hemos
vivido en una era de derramamiento del Espíritu Santo. Vivimos en
una era comenzada por Jesús, y que ha de ser terminada por Jesús.
Por lo tanto, debemos mantenernos enfocados en quién nos envió,
en cuál es nuestra misión, y qué y a quién debemos realmente estar
buscando.
Conclusión
Un principio general para interpretar cualquier texto es tratar de
entenderlo a la luz de todo su contexto —el libro completo en el cual
ocurre (sus temas y el argumento o trama) y su trasfondo histórico.
Otro principio es el de tener en cuenta el tipo escrito que es un libro;
de esta manera, por ejemplo, leemos a Marcos como una biografía
antigua; a Hechos, como una obra de historia antigua; a Isaías,
como un libro de profecías (mayormente poético en forma), y los
Salmos, como una colección de cánticos de alabanza y oración. De
la misma manera, leemos Apocalipsis como profético o apocalíptico
(el cual incluiría muchos símbolos). Cada tipo de literatura tiene
sus características especiales (por ejemplo, debemos interpretar
literalmente la mayoría de la narrativa, pero reconocemos que en la
poesía y en la profecía hay recursos literarios simbólicos).
Una vez que hayamos dominado las habilidades que hemos
mencionado, se necesitan otros recursos solamente para que
nos ayuden con el trasfondo (como The IVP Bible Background
Commentary: New Testament [Comentario sobre Trasfondo Bíblico
del Nuevo Testamento].
Para obtener muchos más detalles, recomiendo la nueva International
Standard Bible Encyclopedia [Enciclopedia bíblica internacional
estándar]), y con las palabras y frases en griego y en hebreo que
nos puedan ayudar a aclarar las traducciones. Pero esta asignatura
se ha enfocado principalmente en desarrollar las habilidades que
necesita el intérprete antes de seguir avanzando. Estas habilidades
se pueden resumir en contexto literario, contexto cultural y contexto
de género (tipo de escrito)