Lectura
1 y 2 de Reyes
Lectura de 1 y 2 de Reyes
1 Reyes: Tiempo de Lectura= 2:40 / Contiene: 22 capítulos, 816 versículos y 24.524 palabras.
2 Reyes: Tiempo de Lectura= 2:30 / Contiene: 25 capítulos 719 versículos y 23.532 palabras.
Datos de Orientación de 1 y 2 Reyes
Contenido: se empieza con el reino de Salomón, la historia de la declinación y final disolución de la monarquía en Israel y la expulsión del pueblo de Dios de la tierra.
Cobertura histórica: desde la muerte de David (970 a.C) hasta el exilio de Judá en el siglo VI (586 a.C.).
Énfasis: la evaluación de la monarquía sobre la base de la lealtad al pacto; las fatídicas consecuencias nacionales de deslealtad a Jehová, que resultaron finalmente en la expulsión de la tierra; el cisma y las guerras civiles entre el norte y el sur; el surgimiento de grandes potencias que, bajo la dirección de Dios, subyugaron a Israel y a Judá; el papel de los profetas que hablan por Dios en la vida nacional de Israel.
Panorama de los Libros de 1 y 2 de Reyes
Como con Samuel, el libro de Reyes fue dividido para que cupiera en dos rollos. El título cuenta la historia de su contenido, pero también es importante recordar que en el Biblia hebrea, los libros de Reyes concluyen los llamados Profetas Anteriores, como una descripción del veredicto de Dios del juicio sobre la historia de Israel. Y difícilmente se puede pasar por alto el papel importante de los profetas en este libro.
Los libros de Reyes cubren la historia de la monarquía desde Salomón pasando por su subsecuente división en dos reinos hasta la pérdida de su dominio en el norte (Israel) y el exilio del último de los reyes del sur (Judá). Se describen muy bien sus "partes" así: 1 Reyes 1-11 relato abreviado del reinado de Salomón. Para el narrador hay cuatro cosas importantes: 1) la manera en que Salomón llegó al trono, 2) su fama por su sabiduría, 3) la construcción del templo y de su palacio, y 4) su muerte y las razones de ella.
Los eventos que rodearon el cisma se narran en 1 Reyes 12-14. Aquí es crucial el reinado de Jeroboam I, quien, con evocaciones de Aarón y el becerro de oro, declara que sus becerros de oro en Dan y en Betel son "tus dioses...que te hicieron subir de la tierra de Egipto" (1 R 12:28; Éxo 32:4). Este es seguido entonces por relatos alternados de reyes del sur y del norte cuando sus reinos se traslapan (1 R 15-2 R 17), donde cada rey del norte en turno es juzgado por Dios por andar "...en el camino de Jeroboam y en sys pecado..." (ej. 1 R 15:26, 34). Aquí la narración es dominada por la actividad profética de el norte, especialmente por Elías y Eliseo (1 R 17-2 R 13), hasta la captura y destrucción de Samaria, la capital del norte.
El resto del libro (2 R 18-25) cuenta la historia de otros 150 años de reyes de Judá, hasta la caída de Jerusalén en el año 586-586 A.C.. Más de la mitad de esta última sección se concentra en dos reyes notablemente buenos (Ezequías, caps 18-20; Josías, caps 22-23), e incluye la actividad profética de Isaías (caps. 19, 20).
Recomendaciones Específicas para la lectura de los libros de 1 y 2 de Reyes
Aunque toda la historia se escribe desde un punto de vista, no todo los historiadores revelan su punto de vista tan claramente como lo hace este narrador (note su propio resumen de la historia después de la caída de Samaria, 2 R 17:7-23). La perspectiva deuteronómica en la historia de Israel que empezó con Josué es especialmente pronunciada en este relato, tanto por sus claras evocaciones de los temas de Deuteronomio como por la manera en que la historia es estructurada. Por eso, no es de sorprender, dado que todos los reyes del norte y la mayoría de los del sur evidenciaron deslealtad, que la historia tenga distintas evocaciones de Jueces con su caída en espiral, de la misma manera que las maldiciones prometidas en Deuteronomio 28:15-68 llegan a su inevitable cumplimiento.
La clave de todo es si un determinado rey ha sido o no leal al pacto con Jehová. En los libros de Reyes eso se expresa en términos deuteronómicos: su actitud hacia el santuario central (el templo en Jerusalén) y si ha terminado el sincretismo (ej. los becerros de oro de Jeroboam, 2 R 17:41) o a dioses rivales en general, especialmente la adoración cananea de Baal (note la manera en que estas distinciones se dan por sentadas en 1 R 16:31, 32 y 2 R 10:28, 29). Este "programa" se introduce por la narración, cuyo reino largo y próspero se redujo finalmente a dos asuntos. Su obra importante es la construcción del templo en Jerusalén, que se llenó con la gloria de Dios (la presencia de Dios, 1 R 8:10, 11), precisamente como sucedió con el tabernáculo en Éxodo 40:34, 35. Pero él fue juzgado finalmente por andar en el camino de todos los reyes (Deut 17:16, 17; 1 Sam 8:11-18) y por promover la idolatría a través de sus muchas esposas extranjeras (1 R 11:1-13). Estos dos asuntos se ponen lado a lado en 1 Reyes 8 y 9, en la oración de Salomón y la respuesta de Jehová. La oración hace hincapié en la importancia del templo para la lealtad de Israel a Jehová. La respuesta de Jehová repite las bendiciones y maldiciones deuteronómicas, elaborando especialmente la naturaleza de las últimas: "entonces eliminaré a Israel del suelo que les he dado..." (1 R 9:7); "...porque abandonaron a Jehová su Dios ...y se aferraron a adorar y servir a otros dioses..." (9). Para al narrador, esto pronostica la historia que se va a desarrollar.
Este concepto de las cosas se acentúa también en varios asuntos estructurales. Primero, todos los reyes son colocados dentro de la historia por medio de una fórmula común dominante:
Cuando un rey llega a reinar (en Israel o en Judá) en relación a otro rey.
Cuánto tiempo ha reinado y en cuál capital.
Para los reyes de Judá, el nombre de su madre.
Su política religiosa: para los reinos del norte esto toma consistentemente la forma de seguir en "los pecados de Jeroboam y de Nabat". Para Judá el asunto era si el rey seguía a Jehová y si había quitado o no los "lugares altos".
A menudo la fuente de más información acerca del rey.
Al final, información acerca de su muerte/sepultura y quién lo sucedió.
Los puntos 4 y 5 son especialmente reveladores. El punto 4 es la única base sobre la cual se juzga a un rey, sin importar cuánto tiempo había reinado o cuáles puedan haber sido sus hazañas o logros. El punto 5, por tanto, le dice al lector dónde puede encontrar otra clase de materiales, ej., en "el libro de las crónicas de los reyes de...".
El segundo asunto estructural puede ser especialmente irritante para los que quisieran otra clase de historia. De muchos de los reyes casi no se dice nada más allá de la fórmula real misma. Y lo que se narra acerca de los que llaman más la atención, fuera de los relatos de guerra civil en general, casi siempre tiene que ver con su lealtad o deslealtad a Jehová. Esto resulta en desproporciones intencionadas de clases de mayor importancia: los reinos traslapados de Jeroboam II de Israel (cuarenta y un años en Samaria) y Azarías (Uzías) de Judá (cincuenta y dos años en Jerusalén) son apenas examinados superficialmente en siete versículos (2 R 14:23-29; 15:1-7), mientras que el reinado de veintidós años de Acab y el reinado de veintinueve años de Ezequías cubren varios capítulos cada uno.
El tercer asunto estructural explica el espacio desproporcionado dado a los profetas Elías y Eliseo. Ellos se convirtieron en los agentes de Dios en la guerra santa, pero ahora más en contra de los mismos reyes del norte y la extranjera adoradora de Baal; Jezabel. Mediante ellos Dios demuestra que él todavía es Señor sobre toda la tierra (la creación, la naturaleza, las naciones, Israel). De esta manera, el ciclo deuteronómico lleva la historia a su final en el norte; lo mismo sucedió en el sur en términos del exilio prometido.
Finalmente, fíjese que en contraste con el libro de Samuel esta historia se narra eventualmente en el contexto de las superpotencias que habían surgido: Asiria, luego Babilonia y Egipto. Ellos se convierten en instrumentos del juicio de Dios que echan a su pueblo de la tierra, pero lo hacen porque Jehová es el rey de las naciones y los ha puesto en poder para este propósito (Deut 28:49-52).
Un Recorrido por los Libros de 1 y 2 de Reyes
1 Reyes 1:1-2:46
Salomón llega a ser rey
La sección inicial cuenta de Salomón sucediendo a David (1:1-53) y el encargo de David para él (2:1-12), Salomón sigue consolidando su posición al poner a Adonías y a sus cómplices conspiradores: Joab y Abiatar (2:13-46). Fíjese en la pregunta acerca de la sucesión que es contestada (1:20): ¿Cómo ocurrió que David fue sucedido por Salomón, que no era el primero de la línea de sucesión? (1:6; 2:22; las narraciones en Gén 12-50). La respuesta está en un juramento hecho a Betsabé. Fíjese también como la sección concluye en 1 Reyes 2:46 ("...así fue consolidado el reino en mano de Salomón"), que establece lo que sigue.
1 Reyes 3:1-11:43
El reinado de Salomón
El lector necesita estar alerta a dos cosas importantes acerca de esta narración:
1) El narrador señala que a) con el reino de Salomón, la promesa a Abraham del crecimiento de una vasta población se ha cumplido (4:20; ver Gén 22:17; 32:12)
b) con la construcción del templo, el éxodo se ha completado, al tener Jehová su morada permanente en Jerusalén (1 R 6:1). Así,
2) el centro de interés de esta sección es la narración del templo (5:1-9:9), que se cuenta con detalle, mientras que los muchos y largos años del reino de Salomón apenas se resumen en otra parte de la narración. Ciertamente, una lectura cuidadosa aclara que la relación de Salomón con la construcción del templo es lo que lo "salvara", como en efecto ocurrió.
De otro modo, el narrador muestra considerable ambivalencia hacia Salomón. Conforme avanza en la lectura, fíjese, por ejemplo cuándo 3:1-4:34 y 9:10-11:43 cumple la profecía de Samuel (1 Sam 8:11-18). El relato reconoce que la sabiduría y el esplendor de Salomón son un don de Dios, y que en el fondo está el hecho de que Salomón es hijo de David (1 Rey 3:3, 7, 14; 8:15-26; 9:4, 5). Sin embargo, él también sabe que las semillas de la futura decadencia y el cisma están siendo sembrados (pesados impuestos y trabajos forzados, 4:27, 28; 5:13-18; 12:4. Note el contraste cuando Joás reparó el templo, 2 Rey 12:4-16: !ofrendas voluntarias y obreros paganos!). EL juicio de Dios sobre Salomón marca la pauta para el resto de la historia ("...no has guardado mi pacto y mis estatutos que te mandé...", Rey 11:11, 33). Así, a pesar de toda la grandeza de Salomón, de su sabiduría, su esplendor, la construcción del templo, y a pesar del hecho de que Dios se le apareció dos veces (11:9; 3:5-15; 9:2-9), al fin él abandonó a Dios para adorar ídolos (11:1-10) y por eso se dividió la nación, incurriendo en la ira de Dios (11:11-40).
1 Reyes 12:1-16:20
El reino se divide (931-885 A.C)
Los capítulos 12-14 describen la disolución de la nación en un Israel políticamente inestable y religiosamente rebelde (diez tribus del norte) y en una Judá (algunas veces con Benjamín) un poco más ortodoxa y estable (12:20-23). Fíjese en cuatro énfasis:
El papel dominante de los profetas que revelan los planes de Dios y también llaman a cuentas a los reyes del norte (12:22-24; 13:1-4; 14:1-18; 16:1-4; 11:29-39).
La guerra civil que lanza al norte contra el sur con alianzas extranjeras (15:6, 7, 16-22).
El compromiso de Dios con Judá por amor a David (14:8; 15:4, 5, 11, note especialmente la evocación de 2 Sam 21:17 de que David es "la lámpara de Israel"; 2 Rey 8:19).
La "sucesión" en el norte es por traición y poderes políticos (1 Rey 16:9-13), no por la voluntad de Dios.
La historia de Jeroboam I es especialmente importante para el resto de la narración. Observe la manera en que el relato cuanta la historia de Jeroboam en dos partes: sus principios evocan similitudes con Moisés (escogido por Dios, sale de Egipto para librar al pueblo que trabajaba bajo "pesado yugo"; 12:1-4; Éxo 6:6, 7), pero al final él se aparece a Aarón (Éxo 32) al hacer becerros de oro y repetir textualmente las palabras de Aarón: "..."He aquí tus dioses, oh Israel, que te hicieron subir de la tierra de Egipto!" (1 Rey 12:28). Esta repetición de la rebelión en el Sinaí marca el resto de los reyes de Israel que anduvieron en los caminos de Jeroboam (15:26, 34). Pero fíjese cuidadosamente que esta es una forma de sincretismo (Jehová en la de deidad egipcia), no es adoración a Baal , como lo aclaran 2 Rey 10:28, 29 y 17:41.
1 Reyes 16:21-2 Reyes 10:36
El reino dividido, la dinastía Omri (885-841 A.C.)
Con Omri viene otra dinastía que ni descendía de David ni adoraba en Jerusalén. Acab, el hijo de Omri, sobrepasa hasta a Jeroboam en su pecado, al casarse con una adoradora de Baal añadiendo así la adoración a Baal a la de los becerros de oro. Note que esta situación continúa con la guerra santa, cuando el profeta Elías contiende por Jehová contra los profetas de Baal. Fíjese también que es por todos sus pecados -cuando Acab se apodera de la viña de Nabot con traición y asesinato (rompiendo así el pacto de la ley en varias maneras; Deut 19:14) - que el juicio de Dios viene sobre él y sobre Jezabel (1 Rey 21:17-24). Y aunque Acab mismo muere de acuerdo con el juicio profético (22:37, 38), debemos esperar hasta 2 Reyes 9, 10 antes que el resto de la profecía se cumpla contra Jezabel y contra la casa de Acab. Este juicio se mantiene en suspenso mientras que Eliseo sucede a Elías y realiza milagros como los de él, y Acab es sucedido por sus hijos. La ejecución es llevada a cabo por un ardiente (aunque sanguinario) adorador de Jehová, Jehú, que destruye la adoración a Baal, pero no los becerros de oro de Dan y Betel. Se nota que en esta sección la presión externa todavía viene de los reinos locales vecinos (Aram/Damasco), pero todo eso cambiará en la siguiente sección, conforme Asiria, la superpotencia, surge en el horizonte (2 Rey 15:19).
Finalmente esta parte de la historia se concentra en acontecimientos en Israel, las excepciones de Judá son resúmenes breves de Josafat (1 Rey 22:41-50, un "buen" rey) Joram y Ocozías (2 Rey 8:16-29), reyes malvados que anduvieron en los caminos de los reyes de Israel. La trama de sus historias es que Joram se une en matrimonio con la casa de Omri. Atalía, una hija de Acab y Jezabel, resulta ser como su madre y casi tiene éxito en acabar con la dinastía davídica (2 Rey 11).
2 Reyes 11:1-17:41
El reino dividido, Joás hasta la caída de Samaria (841-722 A.C.)
De aquí en adelante la historia empieza a moverse nuevamente hacia los reyes de Judá. Note la manera en que los reyes de Israel son apenas compendiados, conforme una historia de infidelidad al pacto sigue a otra, hasta que Samaria es conquistada e Israel es anexado al imperio asirio. El resumen del autor en 17:7-23 cuenta la historia en la manera que él ha esperado que sea leída. La repoblación asiria de la tierra (24-41) poner en acción las muchas dificultades que serán enfrentadas en Esdras y Nehemías, incluyendo gente del norte de etnicidad mezclada, que encontraremos nuevamente como los samaritanos en los Evangelios en el Nuevo Testamento.
En esta sección son presentados tres reyes de Judá, destacando inquietudes que se han tenido antes en la narración. La historia de Jóas (caps 11, 12) es importante por dos razones: 1) él representa el compromiso de Dios por mantener "una lámpara para David" (8:19). Habiendo sido protegido por su tía, él es proclamado rey mientras la usurpadora Atalia, de Samaria, grita: "!Conspiración!", pero allí fue matada (11:14-16). 2) Él repara el templo, y lo hace con las ofrendas voluntarias del pueblo (12: 4, 5).
Amasías (14:1-22), otro "buen" rey, continúa la política de su padre Joás, pero es notable mayormente por continuar la guerra civil con el norte. Y obviamente, no todo está bien en Jerusalén ya que tanto su padre como él son asesinados por oficiales anónimos.
Acaz (cap. 16), a diferencia de David su padre, "no hizo lo recto ante los ojos de Jehová su Dios" (2). Él es recordado principalmente por traer a Judá bajo la influencia asiria y, en contraste con Joás que reparó el templo, por sus innovaciones del templo con base en influencia extrajera.
2 Reyes 18:1-25:30
Los años finales de Judá, el exilio babilónico (722-560 A.C.)
En contraste con la historia de Israel, donde la narración se concentra en la repugnante maldad de peor de los reyes (juzgado según el criterio deuteronómico), la historia de Judá tiende a concentrarse en los buenos reyes. Note cómo esto es especialmente cierto en este episodio final, donde solamente dos reyes: Ezequías (caps. 18-20) y Josías (caps. 22, 23) hacen lo que es correcto a los ojos de Jehová. Y de nuevo son juzgados sobre la base de la lealtad al pacto (18:5, 6; 22:11; 23:1-3). En el caso de Ezequías, su lealtad a Jehová es la razón para su escapatoria de la conquista asiria, pero algunas de las acciones realmente pronostican el exilio babilónico (20:12-21). A pesar de las reformas de Josías y la devoción a Jehová, la suerte está echada por el reino idólatra de Manasés (23:24-27), de modo que la historia desde allí se dirige inexorablemente al exilio. Los libros de Reyes terminan con Judá en el exilio, pero el indulto de Joaquín presenta al lector un rayo de esperanza respecto a la "lámpara de David", hasta el final.
Los libros de Reyes finalmente están contestando a la pregunta: "A la luz del pacto de Dios con Abraham (la tierra) y con David (un trono eterno), ¿cómo fue que nos sucedió todo esto a nosotros?". La respuesta: Dios no le ha fallado a su pueblo. Su pueblo, dirigido por sus reyes, la ha fallado a sus Dios. Los pactos, después de todo, tienen la posibilidad de la fidelidad de Israel escrita en ellos. Pero el pacto también promete el regreso del exilio para los que se vuelven a Jehovah (Deut 30:1-10)