Arqueología Bíblica

Arqueología Bíblica

“Al dios desconocido”

Este pequeño altar está dedicado “al dios sin nombre”.

            De los tiempos del Nuevo Testamento encontramos dos casos relacionados con la vida del apóstol Pablo. En Hechos 17:22- 23 leemos que cuando visitó Atenas, “Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: Al Dios no conocido. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio”.

            Esta zona de Atenas estaba rodeada de templos y santuarios dedicados a los diferentes dioses que tanto griegos como romanos veneraban. Allí se encontraban los templos más importantes de Zeus y Atenea, además de muchos otros altares y lugares de adoración erigidos en honor a varias deidades menores.

    Para asegurarse de que no hubieran pasado por alto ni un solo dios, los atenienses también tenían un altar con la inscripción “al Dios desconocido”.

            Entre las ruinas del antiguo Imperio Romano se han hallado varias de estas inscripciones y altares. Tres de ellas se exhiben en el Museo Arqueológico de Estambul, todas dedicadas “al dios sin nombre”, es decir, al dios cuyo nombre ellos no conocían. Estos tres ejemplos provienen de otras ciudades del Imperio Romano, así que Atenas no era la única que contaba con un altar y una inscripción como ésta.

Letrero de advertencia del templo

Letreros tallados, como éste del templo de Jerusalén, advertían a los gentiles que no debían entrar en las zonas reservadas sólo para israelitas.

 

            En Hechos 21 se menciona un acontecimiento de la vida de Pablo que desató una cadena de reacciones que culminaron con su arresto, su comparecencia ante dos gobernadores romanos, su fatídico viaje a Roma y su confinamiento en esta ciudad. Pablo y varios de sus compañeros se encontraban en el templo de Jerusalén cuando estalló una revuelta que casi le costó la vida a Pablo. Los versículos 27 al 32 captan vívidamente los sucesos: “Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar. Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Éfeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo.  

            ”Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas. Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada. Éste, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo”. Pablo apenas logró escapar con vida, y probablemente hubiera muerto de no ser por el comandante militar romano que se hallaba cerca e intervino para salvarlo.

            ¿Cuál era el motivo de tanta conmoción? Unos judíos querían matar a Pablo porque pensaban que había deshonrado el templo al ingresar con gentiles a una parte del edificio donde sólo a los israelitas se les permitía entrar. Esto era algo que los judíos habían inventado, sobrepasando todos los límites de las instrucciones de Dios. Vemos un claro ejemplo de esta actitud en un letrero de advertencia hallado en el templo, uno de los muchos que en tiempos de Jesús y los apóstoles se colocaban, a intervalos regulares, a lo largo de una barrera de un metro y medio de altura en el recinto del templo. Se han encontrado dos de ellos.

            Uno (una parte del letrero) se exhibe en el Museo de Israel en Jerusalén; el otro (todo el letrero) fue descubierto en Jerusalén bajo el gobierno otomán y enviado a Estambul. Originalmente, estos letreros eran blancos con las letras talladas pintadas en rojo para que se destacarán. El letrero advierte: “No se permite ningún gentil más allá de esta barrera en la plaza de la zona del templo. Cualquiera que entre será culpable de su muerte inminente”.

A los gentiles sólo se les permitía estar en el patio exterior del templo. Si un gentil traspasaba esos límites, se le acusaba de haber deshonrado el templo, ofensa que era castigada con la muerte. En el caso de Pablo, sus oponentes religiosos judíos pensaban que él había llevado a un gentil más allá de la barrera, mancillando así el templo, y estaban a punto de matarlo.

            Más tarde, cuando Pablo se encontraba en Roma bajo arresto domiciliario a la espera de ser juzgado, probablemente reflexionaba sobre este hecho cuando le escribió a la iglesia en Éfeso y afirmó que Jesucristo derribó “la pared intermedia de separación” entre judíos y gentiles, para “reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades” (Efesios 2:14-16).

La mayoría de los comentarios bíblicos coinciden en que “la pared intermedia de separación” se refiere a la barrera en el patio del templo que los gentiles no debían traspasar, la misma en que se apoyaban esos letreros de advertencia.

Asera, diosa de la fertilidad

Estatuillas de Asera como ésta son un testimonio de la popularidad del culto a esta antigua diosa de la fertilidad.

 

            Un pecado gravísimo, que se menciona reiteradamente en el Antiguo Testamento, era la idolatría y la adoración a dioses falsos. Dios repetidamente condenó el culto a Baal y Asera, las principales deidades masculina y femenina de los cananeos y de otros pueblos cercanos.

            Baal y Asera eran los dioses más importantes de la fertilidad. Su culto solía incluir actos sexuales con un sacerdote o una sacerdotisa, a los cuales se les debía entregar una ofrenda. Esto básicamente llegaba a ser una actividad sexual que se realizaba por dinero, razón por la cual la Biblia frecuentemente compara la veneración a estos dioses con la prostitución.

            El nombre común de esta diosa en Babilonia y Mesopotamia era Istar (que sobrevive en la actualidad bajo la forma Easter, nombre en inglés de la Pascua Florida). Su nombre entre las naciones que circundaban Israel era Asera oAstarté, pero los escritores bíblicos, aparentemente de manera deliberada, cambiaron el nombre a Astarot o Astoretpara que su pronunciación se asemejara al vocablo hebreo que significa “vergüenza”. Efectivamente, el modo en que se la veneraba era degradante y vergonzoso.

            En Israel y en los países vecinos es común encontrar todavía estatuillas de esta y otras diosas de la fertilidad, claros indicios de la popularidad de su culto. La adoración a esta diosa es mencionada en el Antiguo Testamento a partir de la muerte de Josué en Jueces 2:13 (h. 1210 a.C.), hasta el reinado del rey Josías en 2 Reyes 23:13 (h. 640 a.C.).

Hallazgo arqueológico confirma la Biblia

Recientemente, el Museo Británico anunció el descubrimiento de una extraordinaria y muy significativa inscripción cuneiforme entre su gran colección de tablillas mesopotámicas. Muchos aclaman este hallazgo como otra asombrosa prueba de la veracidad del Antiguo Testamento, y sin duda que lo es.

            Mientras buscaba informes financieros entre algunos documentos babilónicos, Michael Jursa, profesor visitante de Viena, se topó con el nombre de un funcionario de la corte del rey Nabucodonosor de Babilonia. Este nombre también figura en el libro de Jeremías como uno de los oficiales del rey, aunque al deletrearse es un poco diferente.

            La tablilla, de más de 2500 años de antigüedad, estuvo en la colección del museo desde 1920, pero se ignoraba su importancia. Ahora se sabe que identifica a Nabu-sharrussu-ukin como el jefe eunuco de Nabucodonosor. Esto corresponde al nombre hebreo Nebo Sarsequín mencionado en Jeremías 39:3 (Nueva Versión Internacional). En realidad, esta nueva información ayuda a resolver un problema de traducción en el versículo. La mayoría de las Biblias no contienen este nombre de manera explícita. Por ejemplo, la versión Reina-Valera menciona los nombres en Jeremías 39:3 como “Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag”.

            Aquí, Samgar ha sido identificado como el nombre de un lugar relacionado con Nergal-sarezer en vez de formar parte de un nombre compuesto con Nebo, que lo sigue en esta versión. Pero en algunas traducciones más actuales, el nombre aparece como Nebo Sarsequín. Y de hecho este nuevo descubrimiento confirma que efectivamente es el nombre correcto de uno de los oficiales principales del rey Nabucodonosor. Los detractores de la Biblia que alegan que el libro de Jeremías es un relato ficticio escrito siglos después del período babilónico, se ven en serios apuros para explicar la exactitud con que se registraron los nombres de personas extranjeras de relativamente poca importancia.

            Una de las dificultades que desde hace mucho tiempo han enfrentado los críticos de la Biblia tiene que ver con las numerosas menciones de nombres aparentemente insignificantes, insertados aquí y allá. Algunos especulan que fueron agregados sólo para que los relatos parecieran auténticos. Otros sugieren que ciertos personajes importantes de historias posteriores fueron incluidos solapadamente en algunos relatos antiguos para cumplir una función poética. De ser así, ¿cómo se explica la alusión a alguien como Nebo Sarsequín, una figura de poca monta de un país extranjero y que tiene un nombre difícil que nunca vuelve a ser mencionado, y que resulta ser correcto? Es obvio que el autor del libro de Jeremías estaba muy familiarizado con los detalles de los tiempos en que escribió y que se preocupó de ser preciso.

            La conclusión lógica es que este libro fue indudablemente escrito por Jeremías en tiempos de la conquista de Judá por parte de los babilonios, bajo Nabucodonosor. Este descubrimiento es solamente el más reciente de muchos hallazgos arqueológicos que confirman la exactitud del libro de Jeremías. Una reciente excavación en Jerusalén dejó al descubierto una bula, que es un grabado en arcilla endurecida, con la impresión del sello que lleva el nombre de Jucal hijo de Selemías, hijo de Sevi. Esta persona, un funcionario de la corte del rey Sedequías, es mencionado en Jeremías 37:3 y 38:1-4.

            Otra bula, encontrada a corta distancia de la ya mencionada, tiene grabado el nombre de Gemarías hijo de Safán, el escriba real (36:10). Y antes de ésta, se encontraron dos notables bulas que llevan el nombre del escriba de Jeremías, Baruc hijo de Nerías.

            Todas estas personas existieron de verdad, como lo atestigua Jeremías. Estos hechos demuestran que el libro de Jeremías relata historia verdadera, al igual que todo el resto de la Biblia.

Senaquerib

Esta placa de piedra asiria representa al rey Senaquerib orando a sus dioses.

 

Después de la muerte de Sargón en el año 705 a.C., Senaquerib (705-682 a.C.) lo sucedió en el trono. Senaquerib es mencionado prominentemente en las Escrituras, sobre todo por su invasión al reino de Judá en el año 701 a.C., durante el reinado de Ezequías.

La Biblia menciona su invasión en 2 Reyes 18:13-19:37; 2 Crónicas 32:1-22; e Isaías 36-37.

Ezequías se negó a pagar el opresivo tributo que había pagado su padre Acaz, lo que provocó una campaña de Senaquerib en contra de Judá. Tanto la Biblia como los archivos de Senaquerib indican que los asirios capturaron prácticamente todo el reino judío con excepción de Jerusalén, su capital. Al principio, Ezequías pagó tributo al rey de Asiria, pero lo único que lo salvó fue un gran milagro: la destrucción divina del ejército asirio fuera de las murallas de Jerusalén (2 Reyes 19:35).

        Senaquerib, vencido y humillado, volvió a su capital donde más tarde fue asesinado por sus propios hijos.

Tiglat-pileser III

Esta placa de piedra contiene los nombres de dos gobernantes asirios que se mencionan en la Biblia: Tiglat-pileser III y Salmanasar V.

 

            En una placa de piedra que conmemora los triunfos de un alto oficial asirio llamado Bel-harran-beli-usur, se hallan inscritos los nombres de los dos primeros reyes asirios mencionados en la Biblia. Este oficial sirvió en la corte de Tiglat-pileser III (745-727 a.C.) y de Salmanasar V (727-722 a.C.). La inscripción describe su servicio en la corte de estos dos reyes asirios y cómo fundó una ciudad a la que le dio su propio nombre.

            Este mismo Tiglat-pileser es mencionado con una forma abreviada de su nombre, Pul, en 2 Reyes 15:19-20, donde se afirma que recibió dinero tributario de manos del rey israelita Manahem (h. 743 a.C.) El impuesto excesivo era práctica común en aquellos tiempos, al punto de convertirse en extorsión a escala nacional, ya que si los israelitas no pagaban ese dinero como una forma de comprar la protección, los asirios invadían y saqueaban el territorio, destruyendo sus ciudades y esclavizando a sus habitantes.

            Alrededor del año 734 a.C., como se relata en el versículo 29, el rey israelita Peka se rebeló contra Tiglat-pileser, quien invadió Israel y llevó cautivos a miles de sus habitantes a otros territorios muy alejados. Al mismo tiempo Acaz, rey de Judá, despojó el templo de su oro y plata y vació el tesoro nacional para conseguir la ayuda del rey asirio en su lucha contra Peka y el rey de Siria (2 Reyes 16:5-9). Al igual que Israel, Siria fue devastada por la invasión asiria.

¿Existieron en realidad los heteos?

Este mural de un palacio heteo muestra músicos tocando varios instrumentos.

 

Durante varios siglos las únicas referencias que se tenían de los heteos eran las de la Biblia. Debido a esto, algunos detractores de la Biblia concluyeron que no eran más que un invento, uno más de los mitos contenidos en sus páginas. Después de todo, decían, ¿cómo podían haber existido una cultura y un pueblo enteros y haber desaparecido sin dejar rastro alguno?

En Génesis 23 los heteos son mencionados en relación con el patriarca Abraham, quien compró una cueva a Efrón heteo para usarla como sepultura de su amada esposa Sara. (El mismo Abraham sería sepultado allí al morir.)

Con el tiempo Esaú, nieto de Abraham, se casó con dos mujeres heteas (Génesis 26:34), y más tarde los heteos fueron parte de los pueblos que Dios prometió expulsar para que los israelitas pudieran heredar la Tierra Prometida (Éxodo 23:28; 33:2; 34:11). Más adelante el rey Salomón desposó algunas mujeres heteas (1 Reyes 11:1), probablemente como parte de sus alianzas políticas con los gobernantes de ese pueblo. Los heteos todavía ejercían una poderosa influencia en los tiempos de Eliseo, alrededor del año 840 a.C. (2 Reyes 7:6). Pero ¿existieron realmente?

Cuando finalmente fueron exploradas las tierras del Cercano Oriente, particularmente lo que es actualmente Turquía central, donde estaba la sede del imperio heteo, los arqueólogos encontraron abundantes pruebas de la existencia de ese pueblo. Sus hallazgos correspondían precisamente a los heteos mencionados en la Biblia.

            Su imperio había existido durante siglos, junto a los otros pueblos mencionados en las Escrituras. Sufrió altibajos, al lado de otros reinos e imperios como Siria, Egipto y Asiria, hasta que se debilitó y desapareció por completo poco después de su última mención en la Biblia.

Salmanasar V

El borde de este altar tiene grabada la inscripción: “Dedicado (al) dios Sibitti por Sargón”.

 

Tiglat-pileser murió en el año 727 a.C. y fue sucedido por Salmanasar V. Al retomar el relato en 2 Reyes 17:3, nos enteramos de que Salmanasar marchó en contra del rey israelita Oseas, quien le pagó tributos. Unos cuantos años más tarde, Salmanasar regresó y asedió durante tres años a Samaria, la capital de Israel, hasta que ésta cayó en el año 722 a.C.

            A continuación, este rey exilió a los israelitas que sobrevivieron enviándolos a otros territorios controlados por los asirios (vv. 5-6).

            Esto marcó el final del reino de Israel; como consecuencia, su pueblo exiliado perdió su identidad y llegó a ser conocido como “las 10 tribus perdidas”.

Inscripción del túnel de Ezequías

Esta antigua inscripción hebrea detalla la construcción de un túnel por el rey Ezequías con el objeto de proteger su suministro de agua ante la invasión asiria.

 

            Aunque es bastante común encontrar inscripciones u otra información acerca de personas y lugares mencionados en la Biblia, es mucho más difícil hallar verificación arqueológica de sucesos específicos registrados en las Escrituras. Por su misma naturaleza, los sucesos son transitorios y rara vez se registran de manera que puedan sobrevivir a los estragos del tiempo.

            No obstante, en el Museo Arqueológico de Estambul se pueden apreciar las pruebas de un suceso en tiempos del rey Ezequías. En 2 Reyes 20:20 leemos el siguiente relato: “Los demás hechos de Ezequías, y todo su poderío, y cómo hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?”

            Hoy en día, quienes visitan Jerusalén pueden caminar a través de este mismo túnel que los ingenieros de Ezequías usaron para desviar las aguas de los manantiales de Gihón, que normalmente corrían fuera de la ciudad. Para ello, cavaron un túnel por debajo de Jerusalén, de manera que el agua pudiera fluir y caer en una pileta dentro de sus muros.

            El túnel, de unos 500 metros de largo, construido aproximadamente en el año 701 a.C., es una de las grandes maravillas de la ingeniería del mundo antiguo. Descubierto en 1838 por el afamado arqueólogo estadounidense Edward Robinson, este túnel reveló uno de los secretos de su método de construcción cuando un muchacho árabe encontró tallada en una de sus paredes una antiquísima inscripción hebrea, que explica cómo dos equipos de hombres, trabajando desde extremos opuestos, cavaron simultáneamente hasta encontrarse en el medio. La inscripción fue llevada más tarde a Estambul por orden de los gobernantes otomanos de la ciudad.

Nabucodonosor II de Babilonia

Este cilindro de arcilla registra algunos de los proyectos de construcción del rey babilonio Nabucodonosor II.

 

Después de la milagrosa destrucción del ejército de Senaquerib durante el reinado de Ezequías, los asirios nunca más invadieron Judá. Desde ese momento Asiria comenzó a declinar mientras un nuevo imperio se levantaba para convertirse en la nueva superpotencia del Cercano Oriente: Babilonia.

            El gobernante más grande del Imperio Babilónico es una figura muy conocida para los lectores de la Biblia, el rey Nabucodonosor, quien reinó del año 605 al 562 a.C. Nabucodonosor es mencionado 88 veces en la Biblia, en los libros de 2 de Reyes, 1 y 2 de Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Nabucodonosor marchó contra el reino de Judá en diferentes ocasiones. La primera fue en 605 a.C., cuando sacó un ejército egipcio de Siria y lo obligó a regresar a Egipto, como parte de su derrota del Imperio Asirio. La segunda vez lo hizo porque el rey Joaquín rehusó pagar tributo a Babilonia. Nabucodonosor despojó el templo de Jerusalén de muchos de sus tesoros y los llevó de vuelta a Babilonia.

            Cansado de las repetidas rebeliones, Nabucodonosor decidió darle una solución definitiva al problema. Después de sitiarla aproximadamente por dos años, Jerusalén cayó en el 586 a.C. y fue completamente destruida, junto con sus muros y su templo. Casi todos los judíos que sobrevivieron fueron llevados cautivos a Babilonia, donde permanecerían hasta la caída de ésta, ocurrida varias décadas más tarde.

            Se han descubierto muchos documentos babilónicos que describen en detalle el reinado de Nabucodonosor. Varios de los relatos bíblicos que hablan de él se encuentran en el libro de Daniel, cuando éste ocupó un puesto importante en el gobierno babilonio. Daniel 4:30 relata cómo en cierto momento Nabucodonosor llegó a jactarse:

“¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” Y efectivamente, Babilonia era magnífica, una de las grandes ciudades del mundo antiguo.

            Entre sus características más notables se hallaba la puerta de Istar, nombrada así en honor a la diosa que mencionamos al comienzo, y la vía procesional que llevaba hasta ella. La puerta verdadera ha sido reconstruida en Berlín, donde los arqueólogos alemanes que la excavaron la reconstituyeron usando los ladrillos originales, de colorido esmalte brillante. Sin embargo, algunas secciones de la vía procesional pueden apreciarse actualmente en el Museo de Estambul.

 

La historia de Sansón y del templo filisteo

    La arqueología ha podido comprobar la veracidad de otra de las historias bíblicas: la del poderoso Sansón y su muerte en un templo filisteo. Sansón fue un héroe israelita cuya fuerza era legendaria. Engañado, capturado y cegado por sus enemigos los filisteos, fue obligado a trabajar moliendo grano, como si fuera una bestia de carga.

            La historia de Sansón concluye en Jueces 16:23-30: “Entonces los principales de los filisteos se juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios y para alegrarse . . . Y aconteció que cuando sintieron alegría en su corazón . . . llamaron a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas . . .“Asió luego Sansón las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida”.

   Muchos críticos han puesto en duda esta historia y la han considerado sólo un mito. Arguyen que es imposible que un templo filisteo haya tenido dos columnas centrales como soporte del techo, ya que este diseño no corresponde a la arquitectura de los templos en el Cercano Oriente.

            Pero después de que han sido excavados los restos de dos templos filisteos, ¿qué es lo que nos han revelado? Que ambos tenían dos columnas principales para sostener el techo.

Documentos de Arqueología Bíblica