Comentario

1 Juan

Comentario de 1 Juan

Jesús el Hijo de Dios

Quienes Le siguen, han de hacer justicia

Si somos de Él, nos amaremos unos a otros

   Esta Epístola, así como la de Hebreos, no nombra ni a su autor ni a los destinatarios, aun cuando es intensamente personal, tal como lo indica el uso reciente de "yo" y "vosotros". Desde el comienzo ha sido reconocida como carta circular del apóstol Juan a las iglesias alrededor de Efeso, para subrayar los hechos esenciales del Evangelio y para amonestar contra herejías nacientes que luego produjeron una forma corrompida y paganizada de cristianismo.

Juan

    Según una tradición largamente difundida, Juan hizo de Jerusalén su centro principal de trabajo, y cuidó de la madre de Jesús hasta la muerte de ella. Después de la destrucción de Jerusalén se estableció en Antioquía, que al cerrarse la edad apostólica ya era el centro numérico y geográfico de la población cristiana. Allí vivió hasta una edad muy avanzada. Cuidaba en especial de las iglesias de Asia Menor. Entre sus alumnos se cuentan a Policarpo, Papias e Ignacio, que llegaron a ser obispos respectivamente de Esmirna, Hierápolis y Antioquía. En su vejez escribió  su Evangelio, tres Epístolas y el libro de Apocalipsis, a fines del primer siglo.

Fondo de la Epístola

    El cristianismo ya tenía unos 60 ó 70 años de existencia, y en muchas  partes del Imperio Romano ya era una religión importante y una influencia poderosa. Naturalmente, se habían presentado toda clase de intentos de amalgamar el Evangelio con filosofías y sistemas de pensamiento existentes. Una forma de gnosticismo que perturbaba a las iglesias de los días de Juan exageraba el valor del intelectualismo, y sostenía que en la naturaleza humana había un irreconciliable principio de dualismo: que el espíritu y el cuerpo eran dos entidades separadas y hostiles entre sí. E pecado residía en el cuerpo solamente; el espíritu podía tener sus raptos, y el cuerpo podía hacer lo que quisiera. Una piedad mental elevada y mística era del todo compatible con una vida sensual y voluptuosa.  Negaban la encarnación, y afirmaban que Cristo era hombre en apariencia solamente, un fantasma; y que ellos al descartar el concepto materialista de que Dios se había hecho carne, podían alcanzar a un conocimiento más espiritual de Dios. En Efeso era dirigente de este culto un tal Cerinto. Reclamaba tener místicas experiencias interiores y un elevado conocimiento de Dios, pero era voluptuoso como los maestros de error que perturbaban a las siete iglesias (Apoc 2.2, 6, 14, 15, 20, 21). En toda esta Epístola, parece que Juan haya tenido en mente a estos herejes, insistiendo siempre en que el conocimiento verdadero de Dios ha de producir una transformación moral, y en que Jesús era la manifestación verdadera, material y auténtica de Dios e la carne.     

Capítulo 1. Dios es luz

    El Autor Conocía Personalmente a Cristo (1-4) Era íntimo amigo y asociado de El. "Palparon nuestras manos" (1); expresión quizás provocada por la ampliamente difundida herejía de que Jesús era un mero "fantasma." ¿Acaso se "palpa" a un fantasma?  

    Dios es luz (5-10). Así comienza el Evangelio de Juan (1:4). Jesús lo había dicho (Juan 8:12). Mucho de esta Epístola nos recuerda palabras de Jesús. La "luz" representa el reino de Dios, de verdad, justicia, pureza, gozo y gloria inefable. Las "tinieblas" son este mundo de error., mal, duda, sombra, ignorancia y maldad. En un sentido más real y literal, quizás la "luz" sea un atributo de Dios más allá de la comprensión de los ojos terrenales. Dios "habita en luz inaccesible" (1 Tim 6:16); "se cubre de luz como de vestiduras" (Sal 104:2).  "Padre de luces" es uno de Sus nombres (Sant 1:17). En la Transfiguración los vestidos de Jesús  se volvieron "resplandecientes" (Mar 9:3).  En a resurrección, el vestido de los ángeles era "blanco como la nieve" (Mat 28:3). Los dos que se manifestaron en Su ascensión tenían "vestidos blancos" (Hech 1:10). En la visión de Apoc 1:14-16, "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la nieve". (Apo 3:4) 

Capítulo 2.  Andando en la luz. El Anticristo

    Andando en la Luz (1-17).  Andar con Dios no quiere decir que estamos exentos al pecado. Hemos pecado en lo pasado, y todavía tenemos el pecado en nuestra naturaleza. Tenemos comunión con Dios, no en virtud de nuestra impecabilidad, sino en la muerte de Cristo por nuestro pecado. Al momento que estemos conscientes de algún acto pecaminoso, si en ese mismo momento en verdadera humildad lo confesamos, nuestra comunión con Dios permanece ininterrumpida. Una de las condiciones del perdón de nuestros pecados es, que "guardemos Sus mandamientos" (4-6). Y sin embargo, el pecado mismo es el dejar de guardar Sus mandamientos. Es una de las paradojas de Juan. Hay cierto sentido en el cual puede considerársele a un hombre justo y bueno. Pero esto no quiere decir que esté completamente libre del pecado. Los más santos siempre han sido profundamente consciente de su propia pecaminosidad. (3:1-12) 

    El Anticristo (18, 22; 4:3; 2 Juan 7).  La palabra no aparece en ninguna otra parte de la Biblia. Comúnmente se le identifica con el "hombre de pecado" de 2 Tes 2, y con la "bestia" de Apoc 13.  Pero la Biblia misma no hace esta identificación. El lenguaje implica que se les había enseñado a los lectores de Juan, a que esperaran a un anticristo en relación con los últimos días de la era cristiana. Sin embargo, él aplica la palabra, no a una sola persona sino al grupo entero de los maestros anticristianos (v. 18; 4:3). La idea del N.T parece ser que la apostasía se presentaría dentro del cristianismo, se manifestaría de muchas maneras, y por fin culminaría en una sola persona o institución, o ambos.       

Capítulo 3. La justicia. El amor

    La justicia (1-12). Este capítulo contiene expresiones muy fuertes acerca del pecado. "El que peca, no Le conoce"; "el que hace pecado, es del diablo"; "todo aquel que es nacido de Dios, no hace pecado" (6, 8, 9). Sin embargo, en el capítulo 1:8, 10, Juan acaba de decir que "si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos", y "si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso". ¿Cómo explicaremos estas paradojas?

    El amor (3:13-24). La nota dominante de esta Epístola es el amor. "El amos es de Dios." "Dios es amor." "El que permanece en amor, permanece en Dios"; "El que ama conoce a Dios." "El que no ama, no conoce a Dios"; "El que no ama permanece en muerte"; "El que aborrece a su hermano es homicida"; "Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso"; "Sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos"; "El que no ama a su hermano a quien  ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" "El que viere a su hermano tener necesidad, y le cerrare su corazón, ¿cómo puede permanecer el amor de Dios en él?"; "Nosotros le amamos, porque él nos amó primero"; Amados, amémonos los unos a los otros"; "El amor echa fuera el temor". El amor no riñe con las virtudes varoniles. Juan el apóstol del amor era muy hombre.  

Capítulo 4.  Los falsos profetas. El amor

    "Probad los Espíritus" (1-6). ¿Qué significa esto? En la era apostólica había dones especiales del Espíritu Santo (1 Cor. 12), y también había falsas pretensiones de tener tales dones. La prueba de su legitimidad era el contenido de su mensaje - si reconocía la deidad de Cristo.   

    El amor (7-21). Juan vuelve a su tema favorito. Una de las historias que se cuentan de Juan es, que cuando ya era demasiado anciano y débil para poder caminar, se le llevaba a la iglesia. Cuando hablaba, siempre decía: "Hijitos, amaos los unos a los otros." Cuando se le preguntó por qué siempre repetía estas palabras, contestaba, "Es el mandamiento del Señor, y cuando se obedece este solo mandamiento, se ha hecho todo. " 

    "Mentiroso" (20). El apóstol del amor era hombre de palabras muy claras. "El que dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso." "Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos." "El que dice: Yo le conozco, y no guarda Sus mandamientos, es mentiroso." "¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?" Tales personas niegan las verdades eternas de la existencia. 

Capítulo 5. La seguridad

    Sabemos que Tenemos la Vida Eterna (1-21). "Sabemos" es una de las palabras claves de esta Epístola. "Le conocemos." "Sabemos que estamos en Él." "Sabemos que seremos semejantes a Él." "Sabemos que hemos pasado de muerte a vida." "Sabemos que somos de la verdad." "Sabemos que Él mora en nosotros." "Sabemos que permanecemos en Él." "Conocemos el amor que Dios tiene en nosotros." "Sabemos  que Él nos oye." "Sabemos que somos de Dios." "Os he escrito para que sepáis que tenéis vida eterna." Puede ser que haya hecho énfasis especial en la palabra a causa del gnosticismo reinante, cuya palabra predilecta era el "conocimiento." En sus sueños de cosas de que eran ignorantes, "sabían" tantas cosas que era verdad. Juan repite una y otra vez algunas de las cosas que el cristiano sí sabe, y que son verdad.  

    La Vida Eterna (13). Esta palabra se emplea repetidamente en el Evangelio de Juan. Comienza esta vida cuando la persona se hace cristiana, y jamás termina. Es vida de naturaleza divina y de duración sin fin. El objeto de esta Epístola era dar la seguridad de que es nuestra. Muchos cristianos se desaniman porque no se sienten seguros de estar salvos. A veces oímos decir que si no sabemos que estamos salvos, no lo estamos. Creemos que esto es un aserto extremista. Es un error al identificar la seguridad con la salvación. Un niño recién nacido apenas sabe que ha nacido; pero ya nació. La seguridad viene con el crecimiento. Creemos que es posible que la fe del cristiano se fortalezca más y más hasta que tenga, cuando menos para sí mismo, la plena seguridad del conocimiento.  

    El Espíritu, el Agua y la Sangre (6-9) Este pasaje misterioso debe de haberlo motivado alguna circunstancia para nosotros desconocida, la cual lo hacía significativo cuando se escribió. Ya que la epístola provino de una atmósfera de negación de la Encarnación, puede aludir al hecho de que Jesús fue realmente bautizado, en cuya ocasión el Espíritu habló en alta voz; y realmente murió.