Historia de Israel

Historia de Israel

    La Palabra de Dios cobra  nueva vida cuando uno comprende los principales acontecimientos en la historia de Israel, desde los días de Abraham hasta el nacimiento de Cristo. Por ejemplo, pueden verse dentro de una nueva dimensión las profecías bíblicas en cuanto a Israel y su relación con las distintas potencias mundiales.

    En cuanto uno se familiariza con el contexto religioso, cultural y político de los tiempos bíblicos, puede entender mejor el plan de Dios para el género humano y apreciar mejor los tiempos en que vivió nuestro Señor y surgió la iglesia. 

Desde Adán hasta Abraham (El principio-c. 2000 a.C.)

    En el principio Adán y Eva vivían sin pecado, en una relación perfecta con su Creador, hasta que optaron por creer en la mentira y decidieron desobedecer al mandato explícito de Dios. A partir de entonces, todo el género humano habría de nacer en pecado y pagar el precio de este, que es la muerte.

  Sin embargo, un Dios lleno de misericordia y de amor no dejaría que el género humano se hundiera en la desesperación, sino que prometió enviar un Redentor que nacería de la simiente de a mujer. Pasaron más de mil años. Con el paso del tiempo la iniquidad del hombre era cada vez mayor, a tal grado que todos los pensamientos se encaminan al mal. Esto a Dios le dolió mucho y se “arrepintió... de haber hecho  hombre en la tierra”, por lo que decidió borrarlo.. de sobre la faz de la tierra ... "Pero Noé halló gracias ante los ojos de Señor” (Gn 6:6-8), pues era un hombre justo e intachable.

  Vino el diluvio y sólo se salvaron las ocho personas que estaban en el arca, es decir, Noé y su familia. Con todo, no había cambiado la naturaleza pecaminosa de los que sobrevivieron ni de sus descendientes, así que muy pronto  éstos se encontraron en abierta oposición a Dios. Dios sabía que ya que formaban una sociedad con un solo idioma, nada que se propusieran hacer les resultaría imposible.

  Dios intervino una vez más, pero no para borrar al hombre de la faz de la tierra, ya que había puesto en los cielos su arco iris como símbolo de un pacto que jamás quebrantaría.  La intervención de Dios se manifestó en la confusión de las lenguas y en la dispersión de la raza humana por toda la tierra.

  Hacia el año 2000 a.C. Dios llamó a un hombre de Ur de los Caldeos y le ordenó ir a la tierra que Él le mostraría. De ese hombre, llamado Abram, Dios no sólo haría una gran nación sino que, por medio de  él, bendeciría a todas las familias de la tierra. Fue así como Dios hizo un pacto eterno con Abram, y para sellar ese pacto le cambió el nombre: Abram se convirtió en Abraham, “padre de multitud”. En ese pacto Dios prometió darles a los descendientes de Abraham la tierra de Canaán como su posesión eterna.

  La Simiente prometida a Adán y Eva, Aquel que redimiría al género humano, vendría no solo a través de la simiente de la mujer sino también por medio de Abraham y de sus descendientes, Isaac y Jacob. Isaac tendría un hijo, Jacob, y éste tendría doce hijos. Cuando Dios confirmó su pacto con Jacob, le cambió el nombre y le puso Israel. Este fue el padre de las doce tribus. Así dio origen Dios a la nación de su pacto. Cuando viniera el cumplimiento del tiempo, el Redentor,  el mensajero del pacto, surgiría de la tribu de Judá.                              

  Pero no todo iba bien con los hijos de Jacob, pues sentían envidia de José, el hijo preferido de Jacob y el primogénito de su esposa Raquel. Cuando sus hermanos tramaron matarlo, Rubén y Judá intervinieron en su favor,  de modo que Josué fue vendido como esclavo y llevado a Egipto. Si bien la intención de los hermanos de José había sido perjudicarlo, Dios cambió para bien el curso de los acontecimientos: de un esclavo que era en la casa de Potifar, y luego de haber estado en la cárcel,  José llegó a ser gobernador de Egipto. Dios, en su soberanía, usó el alto puesto que ocupaba José en Egipto para salvar a la familia de Israel del hambre que había en Canaán. Y vivieron los israelitas cuatrocientos treinta años en Egipto,  la mayor parte de este tiempo como esclavos. Hacia el año 1525 a.C dos de estos esclavos, Amram y Jocabed, tuvieron un hijo llamado Moisés.        

Desde el Éxodo bajo Moisés hasta la Monarquía bajo Saúl 

(1445-1051 a.C.)

            Habían pasado unos cuarenta años desde el nacimiento de Moisés cuando, terriblemente afligidos, los israelitas clamaron al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Dios escuchó el clamor del pueblo y se apareció a Moisés en una llama de fuego en medio de una zarza. El gran YO SOY los librará de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, y los llevaría a la tierra que había prometido a Abraham. Moisés serviría como vocero de Dios, como el libertador humano de su pueblo, y recibiría de Dios el diseño del tabernáculo. Dios usaría ese tabernáculo no solo para enseñarles a los israelitas a adorarlo a Él, sino también para prefigurar al Redentor que habría de venir.

            Después de andar los israelitas cuarenta años por el desierto a causa de su incredulidad, Josué los condujo al otro lado del Jordán, a la tierra prometida: Mientras vivieron Josué y los ancianos, los israelitas sirvieron al Señor. Pero surgió una generación que no había conocido a Josué, y los israelitas comenzaron a adorar a los dioses cananeos y a hacer lo malo ante los ojos del Señor. Por eso el Señor los entregó en manos de sus enemigos. Pero el pueblo, angustiado, clamó al Señor, y de entre ellos Dios levantó jueces, a quienes sostuvo todos los días de su vida. Pero al morir cada juez, el ciclo de pecado y esclavitud volvía a repetirse. No había entonces rey en Israel, y cada quien hacia los que mejor le parecía. Israel debió haber sido una teocracia, con Dios como su Rey, pero el pueblo no quiso obedecer a su Dios.

            Finalmente, en los días del profeta y juez Samuel, los israelitas insistieron en tener un rey, como las otras naciones. Tal petición ofendió a Samuel, pero Dios les dio lo que pedían ,ya lo habían despreciado.     

Desde el Reino Unido hasta el Reino dividido 

(1051-931 a.C)

    Saúl, primer rey de Israel. Ofreció a Dios sacrificios más bien que obediencia, por lo que Dios escogió a David, hijo de Isaí, de la tribu de Judá, para que fu

era rey de Israel. David era un hombre conforme al corazón de Dios, y reino del 1011 al 971 a.C.

  Durante su reinado, David tuvo el vehemente deseo de construir para Dios un templo en Jerusalén. Dios conocía las intenciones de David pero, éste había sido hombre de guerra, reservó la construcción del templo para Salomón, su hijo y sucesor, cuya madre fue Betsabé. 

  En día en que se llevó al arca del pacto al interior del templo y se dedicó éste el Señor; Salomón se postró ante Dios y le recordó las promesas de su pacto. Del cielo cayó fuego, el cual consumió los holocaustos, y la gloria del Señor llenó el templo.    

  Pero Salomón desobedeció a Dios, pues se casó con mujeres extranjeras y erigió ídolos en los lugares altos de Jerusalén. Ya entrados en años Salomón,  sus mujeres lo indujeron a rendir culto a otros dioses. A diferencia de su padre David, que se mantuvo buscando al Señor, el corazón de Salomón se alejó del Señor.

  Al morir Salomón, Dios dividió en dos el reino de Israel        

Desde 931 a. C. Hasta el Nacimiento de Cristo

   En el año 931 a.C. las tribus de Judá y Benjamín formaron el reino del sur, o de Judá, cuya capital era Jerusalén. Las otras diez tribus formaron el reino del norte, o de Israel, cuya capital llegó a ser Samaria. Muy pronto el reino de Israel se entregó a la adoración de los ídolos, por lo que en el año 722 a.C. Dios permitió que los asirios se los llevarán cautivos.

  Aunque los profetas del Señor advirtieron al reino del sur que ellos también serían llevados cautivos si no se arrepentían de su desobediencia e idolatría, Judá no les hizo caso. En el año 605 a.C., Nabucodonosor, poco antes de llegar a ser rey, atacó a Jerusalén y llevó cautivos a Babilonia al rey de Judá y a algunos de sus príncipes. Entre los cautivos iba Daniel (Dn 1:1-2). En el año 597 a.C. Nabucodonosor volvió a atacar al reino de Judá, y esta vez se llevó a Babilonia diez mil cautivos, uno de los cuales era Ezequiel. Para el 586 a.C. Babilonia, que ya era la potencia mundial predominante de aquellos tiempos, conquistó a Judá, destruyendo no sólo la ciudad de Jerusalén sino también el bello templo que Salomón había construido durante su reinado. 

  Lejos de Jerusalén y de su templo, los exiliados israelitas establecieron sinagogas para poder preservar su fe. Esas sinagogas se convirtieron en centros de enseñanza y de adoración, donde los Judíos recitaban el Shema (Dt 6:4), leían la Ley y los Profetas, oraban, y daban mensajes.  

  A los amanuenses que tomaban nota de todo acontecimiento y de toda decisión se les conocía como escribas. Era su responsabilidad copiar y preservar, e incluso enseñar, la Palabra de Dios en las sinagogas. En le época del Nuevo Testamento se les reconocía autoridad para interpretar la ley y enseñarla, por lo que también se les llamaba “intérpretes de la ley”.

  Luego de sufrir en carne propia las maldiciones a causa de la desobediencia, tal y como las expresa el libro de Deuteronomio, los exiliados judíos comenzaron a mostrar renovado aprecio y reverencia por la Palabra de Dios. Habían aprendido que Dios cumple su palabra y que no modifica sus propósitos ni siquiera por el pueblo de su pacto.

  Algún tiempo después de la invasión del reino y el cautiverio de Judá, los exiliados llegaron a ser conocidos como los hombres de Judá, es decir Judíos.

El Periodo Medo-Persa (539-331 a.C.)

    En el año 539 a.C. los Medos y los Persas conquistaron Babilonia y ocuparon su lugar como potencia mundial predominante. El capítulo 5 de Daniel narra la historia de esa invasión. 

    Unos 175 años antes del nacimiento de Ciro, rey de Persia, Isaías profetizó  que Dios levantaría a Ciro para cumplir el propósito divino (Is 44:28). Efectivamente, tal como lo narra 2 Crónicas 36:22-23, Ciro emitió un decreto mediante el cual se les permitía a los exiliados de Judá volver a Jerusalén y reconstruir el templo. Así, tal como lo había profetizado Jeremías y Daniel (Jer 29:10 y Dn 9:2), exactamente setenta años después del primer ataque de Babilonia contra jerusalén, se les permitió a los Israelitas volver a su país. 

    A ese grupo que volvió del destierro las Escrituras lo llaman el remanente, y a los Judíos que permanecieron exiliados entre las naciones se les conoce como de la Diáspora, término Griego que significa "dispersión".

    El libro del Escriba Esdras recoge en sus páginas la historia del retorno de  ese remanente y la reconstrucción del segundo templo en tiempos de Hageo y Zacarías. El libro de Nehemías, quien contemporáneo de Esdras, narra la reconstrucción de las murallas de Jerusalén. 

    El libro de Malaquías contiene la  última profecía dada a conocer por Dios en el Antiguo Testamento. Después de ella, y durante 400 años, Dios no volvería a inspirar ninguna otra escritura canónica. Esos 400 años de silencio que siguieron el libro de Malaquías son conocidos como el período intertestamentario. Aunque durante todo ese tiempo Dios permaneció en silencio - en el sentido de que habló por medio de sus profetas -, los acontecimientos históricos registrados en esos cuatro siglos dan testimonio de que muchos de lo escrito por el profeta Daniel en efecto se cumplió.  

    Eso años pueden dividirse en los siguientes tres períodos: el Griego, el Macabeo y el principio del imperio Romano.    

El Periodo Griego (331-165 a.C.)

Durante este periodo Jerusalén estuvo sometida a cuatro diferentes reinos, uno de los cuales fue el de los Macabeos.

 

Alejandro Magno (331-323 a.C)

  Al fortalecerse el imperio persa y verse amenazadas las ciudades-estado griegas, Filipo II de Macedonia se dedicó a consolidar Grecia para poder hacer frente al ataque de los persas.

  En el año 336 a.C. Filipo fue asesinado, con lo que su hijo Alejandro, de apenas veinte años de edad, llegó a ser rey del imperio griego. En el término de dos años Alejandro se dispuso a conquistar Persia, que se había extendido hacia el accidente y ya dominaba toda el Asia Menor (hoy en día Turquía).

  En los dos años siguientes Alejandro había conquistado ya todo el territorio que se extendía desde el Asia menor hasta Pakistán y Egipto, lo que incluía el territorio de los judíos. Cuenta el historiador judío Josefo, quien vivió entre los años 37-100 d.C. aproximadamente, que al marchar Alejandro hacia Jerusalén  salieron a su encuentro Jadúa y otros sacerdotes judíos, ataviados con sus vestimentas sacerdotales, y también los habitantes de Jerusalén, vestidos con túnicas blancas.  

  Jadúa había tenido un sueño en el que se le ordenaba poner guirnaldas sobre los muros de la ciudad para darle la bienvenida a Alejandro. Éste, por su parte, también había tenido un sueño parecido. Al entrar Alejandro en Jerusalén,  se le mostró la profecía de Daniel 8, donde se habla de la destrucción del imperio medo persa por parte de un macho cabrío con un cuerno enorme (interpretándose este como símbolo de Grecia). Sintiéndose aludido por esta profecía, Alejandro ofreció darles a los judíos cuanto quisieran. Los trató bien, y  no hizo estragos en Jerusalén ni en el templo reconstruido. Este relato de Josefo no cuenta con la aceptación general de otros historiadores, pero vale la pena considerarlo como un enfoque histórico particular entre los judíos.

  Al fundar la ciudad de Alejandría en el delta del Nilo, Alejandro invitó a los judíos a colonizar la ciudad. Conforme iba conquistando Alejandro nuevos pueblos, iba también estableciendo nuevas ciudades y colonias griegas, con lo que fueron extendiéndose la cultura, el pensamiento y el idioma de los griegos. Alejandro se propuso consolidar su imperio mediante un modo de pensar y de vivir común a todos, lo que llegó a conocerse como helenización. La lengua común a todos los pueblos gobernados por Grecia era el griego koiné. Todavía en tiempos de Jesús seguía siendo ésta la lengua principal. El Nuevo Testamento fue, en efecto, escrito en griego koiné.

  Hacia el año 331 a.C. Alejandro había conquistado Persia, pero en el 323 a.C., cansado de tanta campaña militar, el y su ejército volvieron a Babilonia. Cuenta la historia que Alejandro, uno de los más grandes genios militares de todos los tiempos, al volver a esa ciudad se echó a llorar porque ya no había más territorios por conquistar. Murió en Babilonia ese mismo año, a la edad de treinta y tres años.

  Muerto Alejandro, su reino cayó en un estado caótico, ya que no había nombrado heredero alguno. Siguieron veintidós años de luchas e intrigas entre sus generales, lo cual terminó en la división del reino entre cuatro de ellos: Lisímaco, Casandro, Ptolomeo I Sotero y Seleuco I Nicátor.

División del imperio de Alejandro Magno

Lisímaco

Rey de 

Tracia y Bitinia

Casandro

Rey de

Macedonia

Ptolomeo I Sotero

Rey de

Egipto

Saleuco I Nicátor

Rey de

Siria

Ptolomeo I Sotero y Seleuco I Nicátor iniciaron una serie de dinastías rivales cuyas  luchas afectaron la paz y estabilidad de Israel

Los Ptolomeos de Egipto (323-204 a.C.)

    Ptolomeo I Sotero, que se quedó  con Egipto, también recibió Jerusalén y Judea. A los judíos les fue bien, pues se les permitió gobernarse y practicar su religión sin ninguna interferencia. Bajo el gobierno de los Ptolomeos, que hicieron de Alejandría la capital de Egipto y el centro de su comercio y del conocimiento, se les permitía a los judíos viajar a Egipto. Algunos de ellos fueron invitados a asentarse en Alejandría y llegaron a ser grandes eruditos, ya que podían usar la biblioteca de esa ciudad, famosa por ser la más famosa de su tiempo. Muchos judíos se enamoraron de la filosofía y de la lógica griegas, y bebieron hasta la saciedad de la copa del Helenismo. 

  Se cree que la traducción del Pentateuco al griego koiné fue ordenada por Ptolomeo II Filadelfo. La traducción al griego de todo el Antiguo Testamento(o la Versión de los Setenta), se termin hacia el año 100 a.C. Varios escritores del Nuevo Testamento citaron pasajes de esta versión.

  Otros escritos de este periodo intertestamentario fueron los libros Apócrifos, los Pseudoepígrafos y los Rollos de Qumrán (también conocidos como Rollos del mar muerto). Los libros Apócrifos son un conjunto de escritos que incluyen literatura apocalíptica, sapiencial e histórica. De uno de estos libros, 1 Macabeos, los historiadores han obtenido valiosa información acerca del período que va desde la revuelta macabea hasta los días de Juan Hircano. Los libros Apócrifos forman parte del canon de la versión Septuaginta, aunque no del canon de las Escrituras hebreas.    

  Los libros Pseudoepígrafos son una colección aún más extensa que la de los Apócrifos, aunque no hay acuerdo general entre los estudiosos en cuanto a cuáles obras forman parte de esta colección de escritos, atribuidos a personajes tan célebres como Adán, Enoc, Abraham, Esdras y Baruc. En lo que concuerdan los estudiosos es en que la paternidad de tales personajes no puede avalarse. 

  Los Rollos de Qumrán, o del mar Muerto, son manuscritos que al parecer fueron escritos o copiados entre los años 200 a.C. y 70 d.C. por una secta judía conocida como los esenios. Todo parece indicar que la comunidad esenia que vivía cerca del mar Muerto practicaba el celibato y una rigurosa disciplina comunitaria, la cual los obligaba a vivir aislados. Estos rollos describen la vida y las creencias del grupo, el cual vivió durante los últimos dos siglos antes de Cristo. Entre ellos se encuentran los manuscritos más antiguos que se conozcan del Antiguo Testamento. Reciben su nombre del hecho de que fueron preservados, y más tarde hallados, en unas cuevas cercanas a la excavación arqueológica conocida como Khirbet Qumrán, en la ribera occidental del mar Muerto.

Los seléucidas reyes de Siria (204-165 a.C.)

    Los gobernantes de Siria,  a quienes el libro de Daniel llama “reyes del norte” (Dn 11), ambicionaban poseer la hermosa tierra de Israel. Cuando Antíoco III el Grande venció a Ptolomeo V Epífanes de Egipto, Jerusalén y Judá quedaron bajo el dominio sirio. Fue durante este periodo que la tierra de Israel quedó dividida en las provincias de Judea, Samaria, Galilea, Perea y Traconite.

  Después de haber establecido su dominio sobre los judíos, Antíoco fue derrotado por los romanos, a los que tuvo que pagar tributo durante muchos años. Para asegurarse de que Antíoco pagará este tributo, los romanos retuvieron en Roma a su hijo Antíoco IV, en calidad de rehén.  

  Antíoco III el Grande fue sucedido en el trono por su hijo Seleuco IV Filopátor, quien gobernó del 187 al 175 a.C. Antíoco IV Epífanes (el hijo de Antíoco III que había sido retenido en Roma como rehén) mató a su hermano y usurpó el trono, teniéndolo hasta el año 163 a.C. Su sobrenombre Epífanes significa  “manifiesto” o “espléndido”.

  Hasta ese momento en la historia de Israel, el sacerdocio se había ejercido por derecho de nacimiento, y el oficio era vitalicio. Sin embargo, durante su reinado Antíoco IV Epífanes vendió el sacerdocio a Jasón, hermano del sumo sacerdote. Además de esto, Jasón pago a Antíoco una fuerte suma de dinero para construir un gimnasio griego cerca del templo. No fueron pocos los judíos que en este periodo se rindieron al influjo del estilo de vida helénico, lo cual provocó grandes conflictos entre los judíos ortodoxos y los judíos “helenistas”.

  Este conflicto se agudizó cuando Antíoco IV Epífanes intentó apoderarse del trono de Egipto pero se encontró con la oposición de Roma. Por esto, y por lo que considero una revuelta entre los sacerdotes, Antíoco dio rienda suelta a su enojo en contra de los judíos que no buscaban su favor ni adoptaban del todo el helenismo. Dispuesto a acabar con el judaísmo, Antíoco prohibió la circuncisión, y quienes desobedecían eran condenados a muerte. Las copias de la ley eran profanadas con símbolos paganos, o arrojadas al fuego, y a quien se hallaba con alguna copia de la ley se le condenaba a muerte. También se prohibió la observación del sábado. Y por si esto fuera poco, Antíoco sacrificó un cerdo sobre el altar del templo y erigió en el Lugar Santo una estatua de Zeus, la abominación desoladora mencionada en Daniel 11:31. Por último, Antíoco envió a sus oficiales por todo el país para obligar a los judíos a ofrecer sacrificio a Zeus.  

       

El Periodo Macabeo (165-63 a.C.)

  Cuando el oficial de Antíoco IV llegó a Modín (pequeño poblado entre Jerusalén y Jope) y ordenó al sacerdote Matatías que ofreciera sacrificio a Zeus, jamás se imaginó que esta seria la ultima orden que daría en su vida. Al negarse Matatías a cumplir la orden, un joven judío se dispuso a tomar su lugar. Pero Matatías, furioso, no solo hundió su cuchillo en el pecho del impetuoso judío sino también en el del oficial sirio, después de lo  cual huyó a las montañas, acompañado de sus cinco hijos. Fue así como se inició la revuelta macabea bajo el mandato del tercer hijo de Matatías, a quien apodaban Macabeo, es decir “cabeza de martillo”.

  Tres años después de la profanación del templo por Antíoco IV Epífanes, los judíos retomaron Jerusalén. Derribaron la estatua de Zeus, restauraron el templo y establecieron los sacrificios instituidos por la tradición judía. El 25 de diciembre celebraron una fiesta de dedicación (Jn 10:22), que a partir de entonces se celebra como fiesta de las luces o Hanukkah.

  Así se originó la dinastía asmonea, durante la cual los descendientes de Matatías gobernaron a Israel hasta el 63 a.C., año en que los romanos conquistaron Jerusalén.

  Al morir asesinado Simón, último hijo sobreviviente de Matatías, su hijo Juan Hircano se proclamó rey y sacerdote, y reino del 134 al 104 a.C. Destruyó el templo samaritano del monte Gerizim, y desde entonces los judíos no volvieron a tener tratos con los samaritanos. Después Juan Hircano se dirigió al sureste y conquistó la tierra de los idumeos, que descendían del antiguo reino de Edom. A los habitantes de este reino se les dio a elegir entre emigrar o convertirse al judaísmo. De aquí provenía Herodes el Grande, a quien los romanos habrían de nombrar rey de los judíos.

    Durante el reinado de Juan Hircano nació la secta religiosa Judía conocida como los Fariseos, la cual viene del Hasidismo. El Hasidismo, que se distinguía por su militancia religiosa en la obediencia a la ley y en el culto a Dios, se inició por el año 168 a.C. y formó parte activa de la revuelta Macabea. El término Fariseo significa "separado", y probablemente se usó para referirse a los que se apartaban del arrollador influjo Helenista. En los tiempos neotestamentarios la mayoría de los escribas pertenecían a los Fariseos. 

Dinastía Asmonea

    En cuanto a la doctrina de los Fariseos reconocían la autoridad del Antiguo Testamento, aunque también concedían la misma autoridad a la tradición oral. Para los Fariseos, el estudio de la ley equivalía a un verdadero culto de adoración; creían en la vida después de la muerte, en la resurrección, y en le existencia de ángeles y demonios. Aunque enseñaban que el camino a Dios se hallaba en la observancia de la ley, la interpretación que de ella hacían era más literal que la de los Saduceos. Los Fariseos constituían la secta religiosa más numerosa, aunque menguaron en número cuando perdieron el favor de Juan Hircano.   

    

    Los Saduceos era una secta religiosa más pequeña, compuesta en su mayor parte por hombres de clase alta, a menudo pertenecientes al linaje sacerdotal. Tenían, por lo general, mayor poder económico que los Fariseos. Por su parte, los Fariseos pertenecían mayormente a la clase media de comerciantes y mercaderes. Los Saduceos sólo reconocían la autoridad de la Torá (es decir, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento). Aunque rígidos en la observancia de la ley y apegados a su interpretación literal, negaban la divina providencia, la resurrección, la vida después de la muerte, la existencia de ángeles y demonios, y la recompensa o el castigo después de la muerte. Negaban la obligatoriedad de la ley oral, y eran materialistas.   

    Los Saduceos tenían en sus manos el control del templo y de sus servicios, aunque su inclinación por el Helenismo les había ganado impopularidad entre el pueblo judío.

    La morir Juan Hircano, lo sucedió en el trono su hijo Aristóbulo I, quien se casó con Salomé Alejandra. Sin embargo, cuando murió Aristóbulo, su hermano Alejandro Janneo, que en el año 103 a.C. llegó a ser rey y sacerdote, se casó con Salomé. Este matrimonio le creó muchos enemigos, ya que el sumo sacerdote sólo debía casarse con una virgen. 

    Alejandro Janneo murió en el 76 a.C. y Salomé Alejandra ocupó el trono en su lugar. Pero no pudo ejercer como sumo sacerdote por ser mujer, así que su hijo mayor, Hircano II, asumió ese cargo. 

    Al morir Salomé se desató una gran lucha interna, ya que Aristóbulo II, su hijo menor, que contaba con el apoyo de los Saduceos, trató de derrocar a Hircano II estaba dispuesto a renunciar al trono, pero el Idumeo Antipáter (padre de Herodes el Grande) trabó amistad com Hirano y lo indujo a buscar ayuda externa para mantener su posición como heredero legítimo. Las fuerzas de Hircano se enfrentaron a las de Aristóbulo y las derrotaron, por lo que Aristóbulo se vio forzado a huir, haciendo del templo en Jerusalén su fortaleza, pero fue sitiado por las fuerzas de Hircano.  

    A principios de este período los Asmoneos habían firmado un tratado con Romas para mantener a jaque a Siria, su país vecino del norte. Ahora bien, el ejército Romano se hallaba en Siria, bajo las órdenes de Escauro, en vista de que el reino Seléucida había caído. Escauro se enteró de la lucha interna en Judea y acudió allí. Ambos hermanos en pugna se disputaron el apoyo de Escauro, quien tomó el bando de Aristóbulo y ordenó que se levantara el asedio a Jerusalén. La lucha, sin embargo, continuó. Se apeló entonces al general Romano Pompeyo, quien se comprometió a poner fin a la disputa y ordenó que se depusieran las armas hasta su llegada. A  pesar de esto, Aristóbulo volvió a Jerusalén y se preparó a resistir, lo que hizo que Roma optara por apoyar a Hircano. Cuando llegó  POmpeyo, tomó prisionero a Aristóbulo y a su familia, y asedió la ciudad durante tres meses.  

El Periodo Romano (63 a.C.-70 d.C.)

  En el año 63 a.C. Pompeyo conquistó Jerusalén y, escoltado por algunos de sus soldados, penetro en el Lugar Santísimo. Aunque no tocaron ninguno de los utensilios, provocaron el rencor de los judíos, que  nunca perdonaron a Pompeyo tal acción. Durante el sitio romano contra Jerusalén, cuyo supuesto objetivo era ponerle fin a una guerra civil, murieron aproximadamente doce mil judíos.

  Roma puso fin a la dinastía asmonea y redujo su territorio. Las fronteras de Judea se vieron reducidas y su independencia se perdió; ahora era territorio romano. Hircano II podría ser el sacerdote legítimo, pero no el rey pues se hallaba supeditado al gobernador de Siria, que era provincia romana. Escauro fue nombrado gobernador, y Aristóbulo y muchos otros judíos fueron llevados a Roma. Poco tiempo después tomó el control Gabinio, gobernador romano de Siria, quien puso el templo en manos de Hircano y cambio el gobierno de Judea.  

  El estado judío quedó dividido en cinco distritos, gobernados por un consejo bajo la jurisdicción del gobernador de Siria. Hircano, el sumo sacerdote, gobernaba a Jerusalén, y Antipater era su magistrado en jefe.  

  El sumo sacerdote presidía el sanedrín, un concilio integrado por setenta y un miembros pertenecientes a los fariseos y los saduceos, los cuales gobernaban a los judíos bajo la autoridad de Roma. Aunque el sanedrín parecía tener autonomía en cuestiones civiles y penales en el gobierno de los judíos, al parecer no podía ordenar la pena capital sin la autorización del procurador romano. En los Evangelios y en el libro de Hechos algunas veces se llama al sanedrín “el concilio”.

  En el año 55 a.C. el gobierno de Roma estaba en manos de tres hombres: Pompeyo, Craso (que era gobernador de Siria) y Julio César. Craso, que se creía otro  Alejandro Magno, se dispuso a conquistar el mundo. Antes de lanzarse a tal conquista, saqueo los tesoros del templo de Jerusalén. Más tarde,  Craso y su ejército fueron derrotados por los partos. Partia era un reino al sureste del mar Caspio, que había pertenecido al imperio persa hasta ser conquistado por Alejandro Magno. Roma no lo conquistaría hasta el año 114 d.C.         

  Después de la muerte de Craso, Julio César se apoderó de la Italia y se dispuso a terminar con Pompeyo; pero este huyó a Egipto, donde fue asesinado. Mientras tanto Antipáter, que había estado apoyando a Julio César, fue nombrado “procurador de Judea”, título que le confirió Julio César en gratitud por sus servicios.

  Antipáter nombró gobernador de Judea a su hijo Fasael, y gobernador de Galilea a su hijo Herodes. Hircano II siguió siendo sumo sacerdote, aunque Antipáter y sus dos hijos lo despojaron de su autoridad.

  En el año 43 a.C. Antipáter fue asesinado y Antígono, hijo de Aristóbulo, invadió el país, apoyado por los partos. Herodes acudió en auxilio de Hircano, el cual, como señal de gratitud. Le entregó una bella mujer llamada Miriam. Herodes no se casó con ella hasta cinco años después.

  Después de esto Bruto y Casio fueron derrotados por Marco Antonio y Octavio (este último sobrino de Julio César y más tarde conocido como César Augusto). La región oriental quedó bajo el gobierno de Marco Antonio. En el año 40 a.C. los partos invadieron Palestina, y Herodes huyó a Roma. Ese mismo año, a instancia de Marco Antonio y Octavio, Herodes fue nombrado rey de los judíos. Le tomó tres años arrojar de la región a los partos y establecer su reino en Judea. Poco antes de sitiar a Jerusalén, Herodes se casó con Miriam (también conocida como Mariane), pensado que este vinculo con la familia asmonea lo haría más aceptable para los judíos.  

  En el año 20 a.C. Herodes inició la reconstrucción del templo. Era tan pequeño el que había construido Zorobabel después del exilio babilónico, en comparación con el primer templo, que Herodes se propuso hacerlo más grande y más imponente que el de Salomón. Aunque se terminó el templo mismo en un año y medio, la construcción y ornamentación de sus atrios externos tomó muchos años más; de allí que en el año 26 d.C. los judíos dijeran: “En cuarenta y seis años fue edificado este templo” (Jn 2:20).            

  Bajo Juan Hircano, al pueblo de Herodes, Idumea, se le había obligado a convertírsela judaísmo; Herodes, sin embargo, lo practicaba solo cuando estaba en Judea. Aunque Roma le confirió el título de “rey de los Judíos”, Herodes nunca fue aceptado como tal por parte de sus súbditos. Posteriormente, “en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” (Mt 2:1-2).

  Había llegado el verdadero Rey, el Gobernante que pastorearía a Israel, pueblo de Dios (Mt 2:6)

  Herodes murió en el año 4 a.C.; pero los que vivían en Judea y Galilea vieron una gran luz, y con sus propios oídos escucharon la voz de Dios, el Rey de reyes. Se había roto el silencio de 400 largos años.    

Por Qué se Fecha el Nacimiento de Cristo el 4 a.C.

    La indicación a.C. y d.C., se comenzó  a usar desde el siglo seis, y no fue ampliamente adoptada sino hasta el siglo ocho. Esta indicación fue creada por un reconocido erudito entendido en matemáticas, astronomía y teología, Dionisio el Exiguo (Dionysius Exigius). Dionisio nació en Escitia y fue a Roma en el 496. En el año 523, el consejero papal Bonifacio (bajo el Papa Juan I) le pidió a Dionisio que hiciera una tabla de las Pascuas. Una tabla que cubriría un período de diecinueve años entre 228-247, contando los años a partir del reinado del emperador Romano Diocleciano, como era la costumbre. En lugar de honrar a DIocleciano, perseguidor de los cristianos, Dionisio ajustó el nacimiento de Cristo en relación al reinado de Diocleciano de tal forma que coincidiera con el 25 de diciembre (o 25 de marzo) del año 753 desde la fundación de Roma. Y de esta forma, esos 19 años fueron nombrados, Anno Domini Nostri Jesus Christi 532-550. Por eso el Anno Domini 532 de Dionisio es equivalente al Anno Diocleciano 248. Bajo el esquemas de Dionisio, el año que comenzaba una semana después del nacimiento de Cristo era el año 1 de la era "del Señor", o Anno Domini 1. De acuerdo a los cálculos de Dionisio, el año 1 d.C. sería el año del nacimiento de nuestro Señor. Y al no haber año "cero" el año anterior es el 1 a.C.

    Sin embargo, las investigaciones desde el tiempo de Dionisio indican que Cristo debió haber nacido antes del año 1 d.C. Partiendo del libro de Mateo sabemos que Jesús nació bajo el reinado de Herodes el Grande, y la historia confirma que Herodes el Grande murió en el año que conocemos como 4 a.C., lo que significa que Jesús no pudo haber nacido mucho antes de esa fecha. No hay un año universalmente aceptado para el nacimiento de Cristo, pero el 4 a.C. es usado con mucha frecuencia, siendo la fecha que empleamos en todos los cuadros de tiempo de la Biblia de Estudio Inductivo.    

Desde Cristo hasta los Tiempos Modernos

    Aunque muchos de los líderes judíos eran muy religiosos, en realidad no conocían a Dios. Cuando Jesús vino a revelarles el Padre, no lo recibieron. Desecharon a la preciosa piedra de ángulo que envió Dios(Sal 118:22), por lo cual volverían a sufrir el destierro.

  Jesús había advertido:”Cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado...porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lc 21:20,23-24). Dios había hablado. Si la gente hubiera escuchado, no habría sido tomada por sorpresa. Pero no quiso escuchar.

La Destrucción de Jerusalén (Año 70 d.C.)

  Se intensificó el conflicto entre los judíos y sus gobernantes romanos. El historiador romano Tácito cuenta que los judíos soportaron la situación hasta que Gesio Floro fue procurador. Al levantarse los judíos contra el ejército de Floro, se hizo inevitable la guerra. Nerón ordenó entonces a Tito Flavio Vespasiano que apaciguara  los Judíos. Vespasiano logró someter la zona norte de Palestina y mantener a raya al resto del país, salvo Jerusalén, Masada y dos fortalezas más. 

  Por aquellos días se suicidó Nerón, y se desató una guerra civil en Roma. Galba, Otón y Vitelio se sucedieron como emperadores. Más tarde las legiones orientales de Roma proclamaron emperador a Vespasiano, y Vitelio fue asesinado. Luego de poner la guerra con los judíos en manos de su hijo Tito, Vespasiano se embarcó para Roma. En el año 70 d.C. Tito sitió a Jerusalén. En cinco meses murieron más de un millón de judíos. EL 6 de agosto las fuerzas romanas irrumpieron en el templo y, tal como lo había profetizado Jesús, no quedó piedra sobre piedra. Luego de incendiar Jerusalén, Tito se dirigió a Roma para celebrar con su padre su victoria.

  Aunque algunos de los judíos huyeron a Masada, el estado judío dejo de existir. Entre los años 72-74 d.C., Masada cayó ante los ataques del gobernador romano Flavio Silva.

Adriano y Aelia Capitolina

    En el año 132 d.C. el emperador Adriano prohibió la circuncisión y la observancia del sábado, e hizo planes para construir el templo a Zeus. Tales acciones llevaron a Simón Barcoquebas a iniciar otra revuelta, que pronto fue sofocada por Adriano. En el año 136 d.C., después de sofocar la revuelta, Adriano reconstruyo Jerusalén y la llamo Aelia Capitolina, prohibiendo a los judíos entrar en la ciudad, bajo pena de muerte. Tal edicto estuvo vigente durante unos quinientos años.  

 

El Periodo Bizantino (324-538 d.C.)

  En el año 324 d.C. Constantino logró unir el imperio romano bajo su mando. En el 330 d.C. la capital del imperio pasó de Roma a Bizancio, cuyo nombre se cambió a Constantinopla (hoy día Estambul) en honor del emperador. Cuanta la tradición que Constantino se convirtió al cristianismo luego de haber tenido una visión en la que vio una cruz y oyó una voz que le decía: “Por este signo vencerás.” Constantino proclamó el cristianismo como la religión oficial del imperio romano.

  La emperatriz Elena, madre de Constantino, comenzó a restaurar la ciudad de David, es decir, Jerusalén, y a localizar sitios de la tradición cristiana, sobre los cuales construyó santuarios. Elena y Macario, obispo  de la ciudad, construyeron la iglesia del Santo Sepulcro en el lugar donde se creía que Jesús había sido sepultado. Por el país podían verse iglesias bizantinas.

  En el siglo quinto se dividió el imperio romano y la mitad oriental se convirtió en el imperio bizantino, cuya capital siguió siendo Constantinopla. Roma quedó como capital de la zona occidental del imperio. En ese mismo siglo se les permitió a los judíos orar en el monte del templo durante Tisha B’Av, aniversario de la destrucción del templo. A mediados de ese mismo siglo  Jerusalén fue reconocida como territorio patriarcal, con el mismo rango que Constantinopla, Alejandría, Roma y Antioquía.

  En el año 614 d.C. los persas conquistaron la tierra, masacraron al pueblo y destruyeron las iglesias. En el año  629 d.C. el emperador bizantino Heraclio reconquistó Jerusalén. 

 

El Primer Periodo Musulmán (638-1099 d.C.)

  Nueve años después los musulmanes tomaron el poder. Durante este periodo, tanto los judíos como los cristianos disfrutaban de libertad de culto. Muchos judíos volvieron a Jerusalén. La dinastía omeya reinó del año 660 al 750 d.C. El viaje del profeta Mahoma, de la Meca a Jerusalén, sobre su corcel alado Al-buraq, resultó en que el monte del templo llegará a ser un santuario musulmán. En el siglo siete el califa Abd el-Malik ordenó que en el monte del templo se construyera la mezquita conocida como la Cúpula de la Roca. De este modo Jerusalén se convirtió en la tercera ciudad sagrada del Islam. Los árabes fundaron una sola ciudad, Ramle, que en el siglo ocho Solimán elevó al rango de ciudad capital.   

 

Las Cruzadas (1088-1244 d.C.)

En el año 1099, luego de acudir al llamado del Papa Urbano II, los cruzados atravesaron toda Europa para liberar los lugares sagrados del poder de los musulmanes. Después de sitiar a la ciudad de Jerusalén durante cinco semanas, entraron a ella, convirtiéndola en la capital del reino cruzado de Jerusalén. Nobles y burgueses cristianos de Europa fueron a establecerse en Jerusalén, convirtiendo las mezquitas en iglesias y construyendo nuevos monasterios e iglesias. Durante los ochenta y ocho años siguientes, no se les permitió ni a los judíos ni a los musulmanes vivir en Jerusalén sólo  podían visitarla.

El Interludio Ayyubí (1187-1191 d.C.)

En el año 1187 d.C. Saladino, fundador de las dinastías ayyubí tomó Jerusalén, destruyó la cruz que estaba sobre la Cúpula de la Roca y convirtió las iglesias en mezquitas. Permitió el retorno de los judíos a Jerusalén, y ellos acudieron desde el norte de África, Francia e Inglaterra para establecerse junto con los judíos que ya estaban en Jerusalén.

  En 1192 Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto de Francia restauraron el reino cruzado que Saladino había conquistado. Jerusalén fue dividida, quedando el monte del templo y las mezquitas en manos de los musulmanes, mientras que el resto de la ciudad quedaba en poder de los cristianos. En 1244 los cruzados perdieron la ciudad.

El Periodo Mameluco (1210-1517 d.C.)

  En el año 1260 d.C. Jerusalén fue conquistada por los mamelucos, regimientos militares del Asia central que eran los nuevos gobernantes de Egipto. Los mamelucos establecieron madrazas (institutos de instrucción religiosa) y hosterías para estudiosos y peregrinos musulmanes.

El Periodo Otomano (1517-1917 d.C.)

  El imperio otomano, que incluía Constantinopla, el Asia Menor, algunos territorios de Europa y los Balcanes, Egipto y Siria, en el año 1517 d.C. conquistó Palestina. Jerusalén, que había estado en manos de los mamelucos, cayó en poder de los turcos otomanos. En este tiempo el sultán Solimán el Magnífico ordenó la construcción de los muros que todavía rodean a Jerusalén. Después de la muerte de Solimán, la comunidad judía se consolidó aún más, al construir el barrio judío a lo largo de la Puerta de Sion. Se establecieron centros de erudición judíos en Jerusalén y Safed. Los cristianos se dividieron en varias comunidades orientales.

  En 1832 Mehemet Alí, pachá de Egipto, dejó sin árboles la Tierra Santa a causa de tantos barcos que ordenó construir. Sin embargo, Jerusalén se abrió a la influencia de la cultura occidental al permitir el pachá el establecimiento de escuelas, misiones cristianas y consulados extranjeros, así como la realización de expediciones arqueológicas. A fines del siglo diecinueve surgió en Europa un movimiento político conocido como sionismo, cuyo objetivo era crear en Palestina una patria para los judíos. Los judíos que huían de Europa oriental y de Rusia, tan pronto como llegaban a la tierra de Abraham, adoptaban la visión de Teodoro Herzl de crear un estado libre para los judíos. EL primer congreso sionista tuvo lugar en 1897.

 

El Mandato Británico (1917-1948 d.C.)

   El 9 de diciembre de 1917 llegaron a su fin cuatrocientos años de gobierno otomano. Dos días después el mariscal de campo británico Allenby entró en la Ciudadela, y Jerusalén fue declarada capital del país. La Declaración Balfour prometía el establecimiento de una patria para los judíos. En 1920 y 1929 hubo violentos choques entre árabes y judíos. Entre 1936 y 1939 los árabes se sublevaron, iniciándose las hostilidades entre árabes y judíos por obtener el control de Jerusalén.

  Entre 1939 y 1945 seis millones de judíos fueron asesinados sistemáticamente por órdenes de Adolfo Hitler. Después de la Segunda Guerra Mundial la opinión mundial favoreció ampliamente la creación de un estado judíos. Hacia noviembre de 1947 la tensión entre árabes y judíos era tal que las Naciones Unidas decidieron intervenir, poniendo fin al mandato británico y declarando a Jerusalén patrimonio de la humanidad. Se sometió al voto en las Naciones Unidas, y se decidió (con 33 votos a favor y 13 en contra) dividir en dos la zona de Palestina al oeste del rió Jordán{ un sector para los árabes y otro para los judíos. Los judíos aceptaron el plan, pero los árabes lo rechazaron.   

El Estado de Israel (14 de Mayo de 1948)     

  El 14 de mayo de 1948, al retirarse los británicos, los judíos proclamaron la independencia del estado de Israel. Al día siguiente Israel se vio atacado por Iraq, Líbano, Siria, Jordania y Egipto. Para el mes de diciembre Israel había confirmado su independencia, aunque las tropas jordanas permanecieron en la ribera occidental (los territorios) bíblicos de Judea y Samaria). Egipto retuvo la Franja de Gaza. Con el cese al fuego declarado en enero de 1949, la ciudad de Jerusalén fue dividida. Jordania retuvo todos los santuarios comprendidos dentro de los muros construidos por Solimán; a los judíos no se les permitió más la entrada a la antigua Jerusalén.

  Durante los siete años siguientes Israel se dispuso a recibir a más de 800.000 inmigrantes provenientes de 102 países. Las condiciones de vida eran precarias, pero al fin los judíos tenían una patria. Ya para 1957 secaron las zonas pantanosas del Valle de Hula, que habían sido focos de malaria, y las aguas del mar de Galilea comenzaron a fluir hacia el sur mediante una red de tuberías. Con esto, el árido Neguev cobró vida.

La Campaña de Sinaí (1956)

  En 1956, durante la campaña del Sinaí, Israel obtuvo una rápida victoria sobre Egipto. Habiéndose garantizado la libre navegación por el estrecho de Tirán y el golfo de Akaba, Israel retiró del Sinaí sus tropas. Más tarde, sin embargo, los egipcios volvieron a movilizar sus tropas hasta las fronteras de Israel.

La Guerra de los Seis Días  (1967)

  La llamada Guerra de los Seis Días se inició el 5 de Junio de 1967. En sólo seis días, Israel ocupó Judea, Samaria y Gaza, tomó las Alturas de Golán y, por primera vez desde la revuelta de Barcoquebas, dieciocho siglos antes, hizo de Jerusalén una sola ciudad bajo control israelí. Por fin podían los judíos elevar sus plegarias a Dios frente al sagrado muro de Jerusalén, que era el muro del santo monte del templo.

La Guerra de Yom Kippur (1973)

  En 1973, durante la celebración de Yom Kippur, el más importante de los días sagrados de los judíos, Israel fue atacado en las fronteras con Siria y con Egipto. Después de tres semanas, las fuerzas israelíes lograron repeler a sus agresores. Se firmaron tratados de cese de hostilidades entre Israel y Egipto, y entre Israel y Siria.

El tratado de paz Egipcio-Israelí (1979)

  En marzo de 1979 Israel y Egipto firmaron un histórico tratado de paz, mediante el cual los israelitas devolvían el Sinaí a Egipto.

  El 6 de junio de 1982 Israel inició la Operación Paz para Galilea, a fin de expulsar del territorio libanés a la OLP (Organización  para la Liberación de Palestina), que era una constante amenaza para las colonias judías al norte de Israel.

 

La Guerra del Golfo (1991)

    En enero 1991, cuando se inició la guerra entre Iraq y una coalición de naciones dirigidas por los Estados Unidos, Iraq lanzó cohetes teledirigidos contra Israel, aunque Israel no era parte del conflicto y, a instancias de los Estados Unidos, tampoco respondió a los ataques. Esa crisis del Golfo Pérsico llegó a su fin aproximadamente seis semanas después.


El Tratado de Paz entre Israel y la OLP (1993)

    En septiembre de 1993. Israel y la Organización de Liberación de Palestina (OLP) firmaron un acuerdo de intercambio de paz. En dicho acuerdo, Israel se comprometía a ceder a la OLP, antes del 4 de mayo de 1999, el control administrativo de la Franja de Gaza y de ciertas porciones del Banco Oeste. 

    Una fuerza policial armada Palestina debía reemplazar a las FUerzas de Defensa Israelí, a fin de garantizar un continua seguridad en estas regiones. Israel debía liberar algunos prisioneros, y la OLP debia arrestar a los terroristas que actuaran en contra de ISrael. Desde la firma de este acuerdo (conocido como el Acuerdo de Oslo por que fue negociado en Oslo, Noruega), el retiro programado de las fuerzas Israelíes ha procedido más lentamente de lo planeado, y el terrorismo perpetrado contra ciudadanos Israelíes no ha terminado.

    Las palabras de Levítico 25:23 resultan muy conmovedoras en nuestros días:

    "Además. la tierra no se venderá en forma permanente, pues la tierra es Mía; porque ustedes son sólo extranjeros y peregrinos para conmigo"

  Las palabras del profeta Zacarías aún no se han cumplido; pero, todo lo que está sucediendo, cobran hoy día mayor significado que nunca:

    "Viene el día del Señor en el cual serán repartidos tus despojos en medio de tí. Porque Yo reuniré a todas las naciones en batalla contra Jerusalén; y será tomada la ciudad y serán saqueadas las casa y violadas las mujeres. La mitad de la ciudad será desterrada, pero el resto del pueblo no será cortado de la ciudad. Entonces saldrá el Señor y peleará contra aquellas naciones, como cuando EL peleó el día de la batalla.

    Sus pies se posarán aquel día en el Monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, al oriente; y el Monte de los Olivos se hendirá por el medio, de oriente a occidente, formando un enorme valle, y una mitad del monte se apartará hacia el norte y la otra mitad hacia el sur...

    Entonces vendrá el Señor mi Dios, y todos los santos con El... 

    El Señor seré el Rey sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será uno, y uno Su nombre. (Zac 14:1-4, 5, 9)

    Amen. Ven, Señor Jesus (Ap 22:20)