Lectura
Jueces
Lectura de Jueces
Tiempo de Lectura= 2:00 / Contiene: 21 capítulos, 618 versículos y 18.976 palabras.
Datos de Orientación de Jueces
Contenido: la narración cíclica del tiempo de los jueces, con énfasis en la repetida falta de lealtad de Israel ante el pacto.
Cobertura histórica: desde la muerte de Josué hasta el principio de la monarquía.
Énfasis: los insignificantes resultados de la conquista; el constante rescate de su pueblo por Dios, a pesar del habitual fracaso de ellos de guardar el pacto con él; las condiciones desesperadas y la decadencia en espiral descendente durante este período; la necesidad de un buen rey.
Panorama del Libro de los Jueces
El libro de los Jueces, que narra la historia de Israel entre Josué y el principio de la monarquía (1 Samuel) es una narración compuesta cuidadosamente de tres partes esenciales:
1:1-3:6. Introducción: Una "obertura" que enuncia los temas principales.
3:7-16:3. Ciclo narrativo principal: Una serie de "variaciones" de los temas.
17:1-21:25. Epílogo: Una "coda" que ilustra el tema principal.
Conforme avanza en la lectura, busque las maneras en que estas diversas partes interactúan una con otra de modo que toda la narración presenta un cuadro vívido de los tiempos, que a su vez concluyen con el refrán repetido de que gran parte de esto tiene que ver con que Israel no tenía rey.
La introducción se presenta en dos partes.
La primera (1:1-2:5) que retoma y amplía algunas de las narraciones de la conquista desde Josué. Tiene dos énfasis y dos se encuentran en la conclusión (2:1-5): 1) que Dios no rompió el pacto con Israel, sino que ellos rompieron el pacto con él al no echar fuera a los cananeos (1:21, 27-36) y 2) que Dios ya no vendrá en su ayuda en esta causa. En lugar de eso, los cananeos "os serán adversarios, y sus dioses os servirán de tropiezo" (2:3). Por consiguiente, esta parte de las razones básicas para lo que sigue.
La segunda (2:6-3:6) ensaya en forma resumida cómo la narración se desenvolverá. Aquí se introduce el ciclo deuteronómico:
Israel hace mal a los ojos de Jehová al servir a los Baales cananeos (2:11-13).
Ellos experimentan la ira de Jehová en la forma de fracaso en la batalla y de opresión por sus enemigos (14, 15).
El pueblo clama en su dolor y Dios los rescata enviándoles un juez-libertador (16, 18)
Cuando el juez muere, el ciclo comienza nuevamente (17; 19-23).
El lector notará que el epílogo también está en dos partes y da detalles y ejemplos del sincretismo de Israel, así como de su fracaso en guardar el pacto con Dios.
Entre estas dos secciones estructurales está la narración principal, en la que se repite el ciclo una y otra vez, pero con énfasis en las historias de liberación. Común a todas estas historias es el hecho de que Dios está detrás de toda liberación, !aunque los mismos liberados rara vez brillen como ejemplos de consagración a Jehová!
Esta serie central parece estar cuidadosamente construida, presentando doce "jueces" que corresponden al número de las tribus israelitas. Empieza con Otoniel, cuya historia se cuenta en resumen y como un modelo para el resto. Esta es seguida por las proezas de cinco jueces (Ehud, Débora/Baruc, Gedeón/Abimelec, Jefté y Sansón), esparcidos con lo que suma una lista de otros jueces-libertadores parecidos (Samgar, Tola, Jair, Ibzán, Elón, Abdón). Esta serie es estructurada por dos relatos solitarios (Ehud, un benjamita. Sansón, un danita). En el marco interior de las historias (Débora/Barac, Jefté) la liberación depende de una mujer y de un proscrito fuera de la ley. En el centro está el relato de Gedeón y de su hijo Abimelec (cuyo nombre significa "padre del rey"), y aquí surgen dos asuntos centrales en la narración: ¿quién es el Dios verdadero?, y ¿quién es el rey de Israel? Las narraciones de los libros de Samuel y Reyes parten desde aquí.
Recomendaciones Específicas para la Lectura del Libro de los Jueces
Para que el lector se mantenga concentrado al leer el libro de los Jueces, necesita conocer tres cosas por adelantado:
Primera, la palabra que tradicionalmente se traduce "jueces" (shofetim) en este libro no se refiere primeramente a oficiales judiciales, aunque la palabra sí lleva ese sentido (Éxo 18:13), más bien, eran líderes militares y jefes de clan a los que Dios usaba para liberar a Israel de enemigos que amenazaban a Israel por largos períodos.
Segunda, aunque términos tales como "juzgó a Israel" y a "los israelitas" aparecen regularmente, no se debe imaginar que cada uno (o cualquiera) de ellos era líder de Israel en el mismo sentido en que lo fueron Moisés y Josué. De hecho, conforme se desarrollan las historias, se puede reconocer que parte de la preocupación del narrador es precisamente lo opuesto: que una o varias tribus eran oprimidas y llamaban a otras tribus por ayuda, que algunas veces venía y otras veces no, lo que a menudo resultaba en contiendas entre las tribus. La ironía de la narración es que solamente al final, en un caso de guerra disciplinaria entre tribus, están "unidas" las doce tribus. Fíjese, por ejemplo, en las hirientes palabras del canto de Débora acerca de Rubén (5:15, 16), que en un tiempo de crisis y después de "grandes deliberaciones del corazón" se quedó en casa "para escuchar los balidos de los rebaños".
Tercera, y muy relacionada, está el asunto de la cronología general. El lector se dará cuenta que frecuentemente se emplea lenguaje cronológico ("juzgó a Israel por..." y " la tierra reposó durante ...años"), y que el esquema general refleja la historia de los tiempos, empezando con una opresión esporádica (Moab en el este), y concluyendo con la opresión filistea, que es donde el libro de Samuel retoma la narración. Aun así, no se debe pensar en todos estos acontecimientos en un orden cronológico. La paz e un lugar no significaba necesariamente la paz en otro. Y la nota entre paréntesis en 20:27, 28 pone la historia muy temprano en el período (el sacerdote en Betel es el nieto de Aarón). El punto es que narrador no está interesado en un tiempo lineal como tal, como en el cuadro general de los tiempos que está describiendo.
Pero el asunto cronológico que es crucial a la narración es el deterioro gradual pero implacable de las cosas en Israel hasta el tiempo de Samuel. Esto se describe primero que nada en la estructura misma, con sus historias finales en los capítulos 17-21. También se refleja en la descripción de los seis jueces principales. Las descripciones de Otoniel, Ehud y Débora son básicamente positivos, a pesar de algunos subterfugios de paste de Ehud y Jael (4:18-21). Pero empezando con Gedeón las cosas empiezan a inclinarse. La historia de Gedeón empieza bien, pero se vuelve mala en la forma de un efod idolatrado (8:4-27) y de un hijo asesino, Abimelec (cap. 9). Las historias de Jefté y de Sansón describen un cuadro del Espíritu de Dios usando líderes menos ejemplares. Otra manera en que este tema es conducido es con el uso de "a los ojos de". Observe cómo principia cada uno de estos ciclos de historias: "Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová". Al final se nos dice lo que esta frase significa: "En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos" (17:6; 21:25). El punto álgido en este tema es una expresión idiomática que usualmente se expresa de manera diferente en la traducción castellana, donde Sansón rebeldemente desea a una joven filistea como su esposa porque (literalmente) "ella me gusta" (14:3, 7).
Sin embargo, a pesar de esto, el cuidado de Dios por su pueblo mantiene la historia unida. Esto es especialmente discernible en el aviso repetido de que "el Espíritu de Jehová" (que es mencionado al principio de la historia de Otoniel, pero ausente en los episodios de Ehud y de Débora) viene sobre Gedeón (6:34), Jefté (11:29) y Sansón (13:25; 14:6, 19; 15:14). Aún así, lo que es una ausencia notables de Jueces es la presencia del Señor en medio de su pueblo. El tabernáculo de reunión que Josué estableció en Silo (Jos 18:1) reaparece en el libro de 1 Samuel 2:22. En Jueces se nos dice que la idolatría de la tribu de Dan continuó "todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo" (18:31), pero Israel nunca consulta allí con Jehová para escucharlo. Israel es un pueblo que ha perdido su camino y su identidad esencial, y solamente Dios en su misericordia puede poner orden en este caos.
Un Recorrido por el Libro de los Jueces
1:1-2:5
El problema básico: el fracaso en destruir a los cananeos
Observe el desarrollo de los propósitos del narrador. Después de una reseña de algunas victorias en el sur, dirigidas por Judá (1:1-18), él hace notar el fracaso de Israel para expulsar a todos los cananeos (1:19-21). Lo mismo sucede de nuevo en el norte: victoria en Betel (1:22-26), pero fracasó en su mayor parte (1:27-36). Este fracaso es entonces denunciado como un acto de desobediencia (2:1-5), de modo que Dios ahora dejará a los cananeos en la tierra como espina en los costados de Israel. Y esto significa que los dioses cananeos les "servirán de tropiezo" a ellos (2:3).
2:6-3:6
El patrón establecido
En 2:6-19 se se encuentra el ciclo deuteronómico, que establece el patrón para el resto del libro: el pueblo cesa de servir a Jehová. Él los abandona en manos de sus enemigos. Ellos sufren el sojuzgamiento. El pueblo ora pidiendo ayuda. El Espíritu de Dios viene sobre una persona que los dirige para derrotar a sus enemigos. Entonces el pueblo se vuelve complaciente y repite nuevamente el ciclo. Note que el resto de esta introducción (2:20-3:6) retoma el tema de 2:1-5, pero ahora indicando que Dios mismo ha dejado a estas naciones ya sea dentro o a las orillas de la tierra prometida para molestar a los israelitas.
3:7-11
Otoniel (de Judá, contra los arameos)
Note que en este episodio de juicio inicial, el ciclo (2:6-19) está completamente representado: Israel abandona a Dios (7), incurriendo en su ira y en su sujeción a los arameos (8). Esto resulta eventualmente en oraciones pidiendo ayuda, lo que hace que Dios les envié un libertador (9). El "Espíritu del Señor" le da entonces a Otoniel la sabiduría para dirigir, de modo que la "tierra tuvo paz" (11).
3:12-31
Ehud (de Benjamín contra los moabitas) y Samgar
"Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová", lo que los lleva a la sujeción a un (obeso) rey moabita. Note cómo su obesidad y el hecho de que Ehud era zurdo son la trama sobre la cual gira la historia. Aunque ésta es básicamente la historia de un solitario, Ehud, no obstante, prepara el camino para una victoria israelita (26-30). No se menciona al Espíritu aquí, pero "Jehová" es, no obstante, el responsable de la victoria (3:28). El informe adicional acerca Samgar (3:31) hace mención a los filisteos, que después se convertirán en el peor enemigo extranjero de Israel.
4:1-5:31
Débora (de Efraín contra los cananeos del norte)
La trama de esta historia está enfocada en dos mujeres, Débora y Jael, que hacen sombra a Barac, el verdadero "libertador". Note que Débora inicia la acción en el nombre de Jehová, y que el rechazo de Barac a ir a la batalla sin la dirección de ella lleva a la profecía de que el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer, !pero la mujer no resulta ser Débora, sino Jael! El cántico de Débora (5:7, también cantado por Barac, 5:1) repite la historia con algunos detalles extras, mientras que alaba a Dios y avergüenza a las tribus que no ayudaron.
6:1-10:5
Gedeón (de Benjamín contra los madianitas y amalecitas), Tola y Jair
En este caso el narrador llena las distintas partes del ciclo con más detalle que antes. Como siempre principia con: "Los hijos de Israel hicieron lo malo antes los ojos de Jehová" (6:1). La opresión viene de las hordas orientales, dirigidas por Madián y Amalec, y es particularmente desesperada (6:2-6). De modo que Israel clama a Dios, quien de nuevo les recuerda que han roto el pacto con él (6:7-10). Pero la elaboración más grande es con el libertador y el relato de la victoria. Conforme avance en la lectura, busque las señales del tema del libro la decadencia en especial descendente dentro de la misma narración.
Gedeón es descrito como temeroso y pusilánime (6:11-19), obediente, pero vacilante (6:20-40). Él principia bien, derribando el altar de Baal (6:24-32) y "dirigiendo" una victoria bien orquestada por Dios sobre Madián (cap. 7). Pero luego un Gedeón muy diferente persigue a Zébaj y Zalmuna (8:1-18). No obstante, aunque su celo representa algo de una venganza personal por la muerte de sus hermanos (8:19-21), él todavía es descrito como prosiguiendo la guerra santa. Sin embargo, termina haciendo un efod que llega a ser un ídolo, y su hijo Abimelec llegó a ser un degenerado.
En este episodio es clave la demanda de los israelitas para que Gedeón gobierne sobre ellos (8:22), lo cual él rehúsa (un rechazo que incluye a sus hijos) en favor del gobierno de Jehová (23). Note cómo la historia llega a un descenso con Abimelec, el hijo de Gedeón, que se erige él mismo como rey después de matar a casi todos sus hermanos, menos uno. Vea también la ironía: una mujer anónima lo mata con una piedra de molino (9:50-53). ! Israel es así librado de uno de los suyos! Las menciones acerca de Tola (10:1, 2) y Jair (3-5), que representan a Isacar (a Efraín) y Galaad (a Manasés oriental), concluyen el ciclo de Gedeón y preparan el camino para Jefté. Al mencionar tan brevemente a Tola y a Jair, el narrador recuerda que sus historias con electivas a propósito, en vez de relatos exhaustivos de todo lo que ocurría.
10:6-12:14
Jefté (de Manasés oriental contra los amonitas), Ibzán, Elón y Abdón.
La decadencia en espiral descendiente continúa. Jefté es una especie de proscrito exitoso (11:3-6) en el tiempo en que sus conciudadanos galaaditas acuden a él para que los ayude contra los amonitas. Él es descrito como impetuoso y egocéntrico, un hombre para el que el voto es más importante que una hija. Él es exitoso en batalla porque el Espíritu del Señor estaba sobre él (11:29), pero él es responsable también de la muerte de millares de israelitas (12:1-6). Los relatos de Ibzán, Elón y Abdón (12:8-15) son breves recordatorios por parte del autor de que Dios continúa obrando mediante los jueces en varios lugares.
13:1-16:31
Sansón (de Dan contra los filisteos)
El ciclo final de la historia es el más trágico y ambiguo de todos. Sansón en su propia persona representa todo lo que es malo en Israel durante el período de los jueces: nacido de una mujer estéril, es dedicado para ser siervo especial de Jehová desde su nacimiento (cap. 13). Invencible cuando el Espíritu de Jehová está con él, pero que rompe sus votos (ver los comentarios sobre Números 5:1-6:27): al tomar miel de un león muerto (filisteo), al casarse con una extrajera (Jue 14) y por divertirse con una prostituta (cap 16). Note cómo todo esto refleja la propia historia de prostitución de Israel con los Baales y Astartés. No obstante, el Espíritu de Dios continúa viniendo sobre él para derrotar a pequeños grupos de filisteos. Ciego y prisionero, Sansón es capacitado por Dios para matar a todos los filisteos que llenaban un templo, mientras él mismo muere en el proceso (16:23-30). Esta narración también arma el escenario para la larga lucha con los filisteos que marca las futuras historias de Saúl y David, pero que inmediatamente sirven como transición de los pecados de Israel como un pueblo a los pecados de individuos narrados en los capítulos 17-21.
17:1-21:25
Dos historias que ilustran la degeneración de Israel
Fíjese en la manera en que esta conclusión está arreglada cuidadosamente en torno a la frase: "En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ente sus propios ojos" (17:6; 21:25; 18:1; 19:1). Con estas palabras el narrador le da al lector la perspectiva desde la cual toda la historia ha sido narrada: Israel está en anarquía, no tiene un liderazgo central, y no aceptó un santuario central, como había sido ordenado en el libro de Deuteronomio.
Por consiguiente, el primer episodio (cap. 17) en la primera historia ilustra el sincretismo de Israel (la madre de Micaías consagra su plata a Jehová para que su hijo haga un ídolo), mientras que la segunda (cap. 18) ilustra tanto el contexto danita del cual salió Sansón y las desordenadas condiciones en Israel debido al fracaso de la conquista con la que inicia el libro. Ambos episodios ilustran el fracaso de la verdadera adoración en Israel.
La terrible naturaleza de la segunda historia (caps. 19-21) ilustra tanto la profundidad de la recordada decadencia moral de Israel (ver Oseas 9:9, 10) como la realidad de que él se tambalea regularmente al borde de una guerra entre tribus. Israel necesita un rey designado por Dios.
El patrón trágico en el libro de Jueces señala hacia la siguientes fase de la gran historia de la redención de Dios, que empezá a moverse considerablemente mediante las historias de Rut y de sus bisnieto David.