Arqueología

Apocalipsis

Arqueología de Apocalipsis

SITIOS ARQUEOLÓGICOS

Apocalipsis 1. “Patmos”

Con solo 40 km de circunferencia, Patmos es una pequeña isla a poca distancia de la costa de Asia Menor, aproximadamente 58 km al suroeste de Mileto.

Posee un terreno vacío y montañoso con el Monte Elías, a 243 m sobre el nivel del mar, como su punto más alto. Patmos sirvió como un lugar de destierro durante el periodo romano. La tradición sostiene que el apóstol Juan, ya un anciano durante esta época, fue exiliado a Patmos durante el decimocuarto año del reinado del emperador Domiciano (Eusebio, Historia eclesiástica, 3:18-20). Ya que fue en esta isla que Juan recibió su revelación (Ap 1:9-10), muchos cristianos desde el periodo romano hasta hoy día ven a Patmos con intimidación. En 1088, el santo Cristodoulos construyó el claustro de San Juan sobre el sitio de la gruta de Juan. Hoy, una gran biblioteca bizantina guarda las obras  producidas por los numerosos monasterios e iglesias que han existido en Patmos a través de los siglos. La isla ha cambiado de control político varias veces a través del tiempo; desde 1947 pertenece a Grecia.

LA VERACIDAD DE LA BIBLIA

Apocalipsis 2. “Literatura Apocalíptica”

Parte de la literatura religiosa de fuentes judías y cristianas antiguas, es considerada como «literatura apocalíptica». Tales escrituras se caracterizan por visiones y revelaciones que recibieron grandes santos por parte de Dios; a menudo estas visiones están llenas de símbolos extraños. La literatura apocalíptica se originó en la época del Antiguo Testamento y se puede ver en algunas porciones de Ezequiel y Zacarías, y especialmente en Daniel. Apocalipsis es el último gran libro apocalíptico de la Biblia, pero existen varios textos apocalípticos no bíblicos, los cuales son referidos como «seudoapocalípticos» porque son imitaciones de las obras apocalípticas bíblicas, tales como Daniel y Apocalipsis. Ejemplos importantes son los libros de Enoc, los oráculos sibilinos, 2 Baruc, 4 Esdras y el Apocalipsis de Abraham:

La palabra apocalíptico viene de la palabra griega que significa «descubrir». La característica clave de la literatura apocalíptica, la cual era común en el temprano judaísmo, era el descubrimiento de secretos por mediadores celestiales. Con frecuencia estos secretos tenían que ver con el fin de los tiempos, cuando vendría Dios a juzgar al mundo, pero en textos no bíblicos estas visiones también podían incluir cuestiones tales como descripciones seudocientificas de las trayectorias de las estrellas u otros «misterios» del mundo natural. A veces el receptor de los secretos visionarios se encontraba a sí mismo en medio del cielo, mientras que en otras ocasiones un ángel podía descender con la revelación (p.ej., 2 Baruc 6:5-6). Aunque imágenes vividas y a veces hasta extrañas aparecen en la literatura apocalíptica judía, el libro de Apocalipsis es especialmente digno de atención por su gran concentración de tal simbolismo.

La revelación de Juan no es una obra aislada; está claro que es en cierto modo similar a la literatura no bíblica descrita anteriormente. Por otra parte, Apocalipsis no se inspira en el material apocalíptico no bíblico, aunque sí se apropia directamente de otras imágenes apocalípticas bíblicas, especialmente aquellas de Daniel. La pregunta clave, por supuesto, no es si Apocalipsis es único es su estilo, sino si refleja revelación auténtica. Algunos libros simplemente imitan un estilo bíblico al incluir imágenes fantásticas o repiten algunas frases de la Biblia. La mayoría de las obras seudoapocalípticas también eran seudoepigráficas, y alegaban falsamente que héroes antiguos tales como Abraham y Baruc eran sus autores. No obstante, en originalidad, en amplitud de visión, en la manera sutil en que une una cantidad enorme de teología del Antiguo y del Nuevo Testamento y en la naturaleza profunda de sus visiones, Apocalipsis no tiene un equivalente.

NOTAS CULTURALES E HISTÓRICAS

Apocalipsis 3. “Las siete iglesias de Asia Menor”


Las siete iglesias que se mencionan en Apocalipsis 1 -3 estaban todas ubicadas dentro de la provincia romana de Asia (en Turquía occidental), opuesta a la isla de Patmos donde Juan recibió su revelación. Aunque seguramente existían otras iglesias en el área durante esta época, parece ser que Juan eligió esas siete porque formaban una ruta natural para el recorrido de un jinete, comenzando en Éfeso y continuando en una dirección en sentido contrario a las agujas del reloj a través de Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Al mismo tiempo, dado el interés de Juan en los números, es difícilmente una casualidad que él escogiese siete iglesias. El número siete es a menudo simbólico en la Escritura para significar totalidad y plenitud (como los siete días de la creación), y la implicación aquí es que el mensaje de Juan no tenía la intención de alcanzar simplemente a estas siete iglesias individuales, sino que era relevante para la iglesia universal.

Se han hecho esfuerzos para ligar puntos en los siete mensajes con el entorno histórico preciso de cada ciudad. En su mayor parte el lenguaje de Juan es demasiado general (y demasiado cargado con imágenes del Antiguo Testamento) para permitir tal identificación exacta. Sin embargo, la arqueología y la historia arrojan luz sobre algunas cuestiones:

TEXTOS Y ARTEFACTOS ANTIGUOS

Apocalipsis 5. “Rollos, sellos y códices”

¿Cuál es el «libro» mencionado en Apocalipsis 5? Los códices (singular códice) son similares a los libros actuales, con lomos y hojas. Existían durante la época en que Juan escribía y eran particularmente populares dentro de la comunidad cristiana. Hojas ya sea de papiro o de pergamino se doblaban y se cosían juntas para producir el códice.

Pero en la época de Juan, un libro aún se refería generalmente a un rollo, hecho de papiro o de pergamino, y es casi seguro que esto es a lo que se refería Juan en Apocalipsis 5. Hojas de papiro (casi siempre unas 20) se pegaban juntas para formar un rollo de aproximadamente 9 m de largo. De la expresión «escrito por ambos lados» (v. 1; cf. Ez 2:10, al cual aludía Juan), podemos deducir que esto era un opistógrafo (un rollo con escritura en ambos lados).

Para prevenir alteraciones o lecturas no deseadas, los rollos a menudo se sellaban con arcilla impresa con la marca del dueño. Juan pudo haber tenido en mente los testamentos romanos, los cuales a veces eran atestiguados (y sellados) por siete testigos y entraban en vigor sólo después de la muerte del testador. También es posible, sin embargo, que el número siete («siete sellos»; Ap 5:1) en este contexto pudo simplemente haber permitido el desarrollo dramático de acontecimientos.

NOTAS CULTURALES E HISTÓRICAS

Apocalipsis 7. “Ramas de palma de Israel”

Las ramas de la palma del dátil aparecen en el simbolismo de las culturas griegas, romanas y judías:

Las ramas de palma de este modo vívidamente representaban la victoria de Dios y la liberación de su pueblo. Apocalipsis 7:9 describe a los cristianos que han superado las persecuciones de este mundo mientras agitan ramas de palma y visten ropa blanca. El simbolismo de las ramas de palma hubiera sido significativo para cualquier lector antiguo, pero en especial para uno familiarizado con el lugar que ocupaban las ramas de palma en la tradición y alabanza judía.

NOTAS CULTURALES E HISTÓRICAS

Apocalipsis 8. “Trompetas en el mundo antiguo”

Tanto la cultura judía como la greco-romana, usaban las trompetas, las cuales jugaban una gran variedad de papeles en el mundo antiguo. Además de su función musical, las trompetas podían usarse para señalar varias reuniones públicas, desde representaciones de teatro y coronaciones hasta servicios de adoración.

El Antiguo Testamento, más que la cultura greco-romana, provee los orígenes del uso de la «trompeta» en el Nuevo Testamento. Antes del nacimiento de Jesús, Israel usaba dos tipos básicos de trompetas: instrumentos largos y metálicos y el cuerno de carnero (shofar). El Nuevo Testamento usa una palabra para traducir ambos tipos. Los usos comunes para la trompeta en el Antiguo Testamento eran los siguientes:

La trompeta en el Nuevo Testamento está relacionada con Mateo 24:31,1 Corintios 15:52 y 1 Tesalonicenses 4:16 con la aparición de Dios en el mundo al final de la historia (ya anticipado en Is 27:13 y Zac 9:14). De manera similar, las siete trompetas en Apocalipsis 8-11 sirven como advertencias para la gente en la Tierra y señalan la llegada del reino de Dios. El paralelismo con las siete trompetas durante la caída de Jericó es sorprendente en vista del «colapso» de la gran ciudad en Apocalipsis 11:13.

LA VERACIDAD DE LA BIBLIA

Apocalipsis 10. “¿Quién escribió Apocalipsis?

A diferencia de obras apocalípticas no bíblicas, Apocalipsis no se le atribuye a algún héroe de un pasado lejano. El autor se identificó a sí mismo como Juan (1:1) y le informó a sus lectores que él estaba escribiendo desde la isla de Patmos, donde había sido aparentemente exiliado debido a su testimonio de Cristo. El autor claramente era judío, si se toman en cuenta las numerosas citas y alusiones del Antiguo Testamento que hace y su evidente familiaridad con el mundo simbólico del judaísmo del Segundo Templo. La opinión tradicional, mantenida desde principios del siglo II en adelante, es que este era el mismo Juan (Juan el apóstol) que escribió el evangelio de Juan, así como 1,2 y 3 Juan.

Sin embargo, la opinión común de que Juan el apóstol escribió Apocalipsis fue cuestionada, en el siglo III por Dioniso, el obispo de Alejandría, porque él estaba preocupado con el milenarismo (una creencia de un reinado de mil años de Cristo en la Tierra; 20:2) que había surgido en su iglesia como resultado de la lectura literal del libro. Buscando, tal vez, reducir la autoridad de Apocalipsis, él alegó que el apóstol no pudo haberlo escrito, observando que el autor de Apocalipsis no alegaba ser el querido apóstol, que el estilo del libro es considerablemente distinto al del evangelio de Juan y que había existido, de hecho, otro líder antiguo de la iglesia cristiana llamado Juan. Eusebio (Historia eclesiástica, 339.1-7), en una cita del padre de la iglesia Papías, afirmó que habían existido dos líderes de la iglesia con este nombre, el segundo de los cuales se conocía simplemente como «Juan el Viejo». Juan era, en efecto, un nombre común en círculos judíos, y no hubiera sido sorprendente encontrar dos figuras importantes de la iglesia primitiva con el mismo nombre (algunos hasta han atribuido Apocalipsis a Juan Marcos, autor del evangelio de Marcos). Como resultado de estas críticas, la autoridad del libro de Apocalipsis en las iglesias orientales fue enormemente reducida, hasta el punto que algunos llegaron a negar que fuese canónica.

Otra razón para negar que Juan el apóstol escribió Apocalipsis es 21:14, que declara que los cimientos de la Nueva Jerusalén tienen inscritas en ellas los nombres de los 12 apóstoles. Esta redacción puede sugerir que el autor mismo no era un apóstol y que la época de los apóstoles, en efecto, ya había pasado. No obstante, existen razones fuertes para mantener la opinión tradicional:

Solo tenemos la cita de Papías (aprox. 130 d.C.), encontrada en Eusebio (aprox. 263-339 d.C.), para analizar. Es cierto que la declaración de Papías parece implicar la presencia de un Juan secundario, pero la evidencia sería más convincente si no se encontrará solamente en una cita secundaria.

  El autor de Apocalipsis nunca se llamó a sí mismo «el anciano», un hecho sorprendente si él fuera de verdad este segundo Juan, conocido en las iglesias por esta designación.

 Juan el apóstol, generalmente considerado el autor de 2 y 3 Juan, se refirió a sí mismo como «el anciano» en ambas epístolas. Por lo tanto, puede ser que Juan el Viejo y el apóstol Juan sean en realidad el mismo individuo.

 Si este libro profundo fue escrito por este posterior «Juan el Viejo», este individuo debió ser bien conocido y reverenciado en las iglesias de Asia y sería sorprendente que hubiese quedado olvidado casi por completo hasta que su nombre fue recuperado por la diligencia escolar de Eusebio.

 Ni Papías ni Eusebio alegaron que el segundo Juan escribió Apocalipsis. La cita de Papías no dice nada acerca de Apocalipsis, y Eusebio solamente declaró que si uno no estaba dispuesto a atribuir Apocalipsis a Juan el apóstol, alternativamente podía optar por atribuírselo al segundo Juan.

NOTAS CULTURALES E HISTÓRICAS

Apocalipsis 17. “La temprana persecución de la iglesia”

La persecución era un hecho inevitable para los antiguos cristianos. El libro de Hechos documenta los martirios de Esteban (Hch 7) y Jacobo, el hermano de Juan (Hch 12:2), y describe a Saulo/Pablo como respirando «amenazas de muerte» contra la iglesia antes de su conversión (Hch 9:1). Fuera de la Tierra Santa la oposición frecuente hacia el cristianismo por los judíos que iban a la sinagoga fue igualada por la preocupación creciente entre los no judíos. El monoteísmo incondicional de los antiguos cristianos hubiera ofendido a muchos paganos, quienes estaban acostumbrados a ser complacientes de muchos dioses de alrededor de todo el mundo. Cuando la manera en que se ganaban la vida los religiosos practicantes paganos era retada por el testimonio del Evangelio, la persecución era la consecuencia (Hch 19). Judíos persiguieron a los primeros cristianos que alegaban que Jesús de Nazaret era el Mesías y algunos cristianos judíos también los persiguieron por aceptar conversos gentiles sin requerirles que se convirtieran en prosélitos judíos; los gentiles

criticaban a estos primeros cristianos por su monoteísmo (los gentiles habían aceptado al judaísmo como una religión legítima, aunque peculiar, y por lo tanto no participaban en la persecución oficial de los judíos).

La confesión central cristiana, «Jesús es el Señor» era un problema particular en el imperio romano porque la afirmación de la soberanía de Jesús era un reto directo al gobierno absoluto del emperador romano. Cuando el emperador o sus representantes le pedían al pueblo honrar al emperador como una deidad, los cristianos no lo podían cumplir con la conciencia tranquila. Era inevitable que la lealtad de los cristianos hacia Jesús molestara a las autoridades romanas, y la situación finalmente estalló bajo el emperador Nerón en 64 d.C. Buscando un chivo expiatorio para los incendios que habían plagado a la ciudad, Nerón se agarró de los cristianos. El historiador romano Tácito (Anales, 15.44) reportó que se arrestaron y asesinaron grandes cantidades de cristianos; algunos fueron vestidos con pieles de animales y desgarrados por perros, otros fueron crucificados e incendiados para servir como lámparas exteriores. El abuso fue tan severo que hasta aquellos hostiles al cristianismo, criticaron las acciones de Nerón.

Después de Nerón, la persecución de la iglesia parece haber sido más esporádica. Mientras que a veces se culpa al emperador Domiciano por ataques generales a la iglesia, la evidencia de una persecución extensa durante su reinado es inconsistente. (Tales persecuciones sistemáticas, sin embargo, sí ocurrieron durante los siglos posteriores hasta la época de Constantino).

No obstante, se reporta por lo menos un martirio en el libro de Apocalipsis (el de Antipas en Ap 2:13), con una implicación fuerte de que más muertes estaban por ocurrir. Pocas décadas después de que se escribió Apocalipsis, el gobernador romano Plinio le escribió al emperador Trajano pidiéndole instrucciones sobre los parámetros para castigar a cristianos confesos. Aunque la respuesta de Trajano se enfocó en los procedimientos y no especificó el grado del castigo, está claro que el cristianismo se percibía como una amenaza seria para el orden social del imperio romano de inicios del siglo II.

Los primeros cristianos sin duda experimentaron problemas por confesar su fe también en la vida diaria. En la provincia de Asia, por ejemplo, los gremios de comercio a menudo adoptaban a un dios pagano como su patrón. Las reuniones del gremio hubieran por lo tanto involucrado la alabanza de esta deidad, y los cristianos que se negaban a participar en esa alabanza podían comprometer su medio de subsistencia. Muchos eruditos creen que este es el entorno de Apocalipsis 13:17, en el cual aquellos que no tenían la marca de la bestia no podían ni vender ni comprar. La burla de los vecinos, las tensiones entre la familia y la preocupación del hostigamiento por parte del gobierno sin duda contribuyeron al temor que sentían los primeros cristianos de ser maltratados o algo peor.

NOTAS CULTURALES E HISTÓRICAS

Apocalipsis 18. “Comercio y mercantilismo en el imperio romano”

La ganancia económica era la fuerza motriz de la expansión imperial de Roma. Egipto, por ejemplo, suministraba la mayoría del cereal para Roma, mientras que Judea proveía artículos tales como pescado procesado y bálsamo. El gobierno colonial, los esfuerzos militares para mantener la paz y el extenso sistema de carreteras romano, todos se habían diseñado para el beneficio material de Roma. La personas del lugar que se unían a Roma también obtenían beneficios de la empresa imperial. Por lo tanto, Apocalipsis 18:11 observa que los comerciantes llorarían y lamentarían sobre Babilonia (Roma) porque ya nadie quería comprarles sus cargamentos.

En Apocalipsis, Juan estaba especialmente preocupado por la explotación económica romana a través del comercio de bienes de lujo. La lista que hace Juan de los bienes en los versículos 18:12-13 estaba inspirada en la lista de cargamentos mencionada en el lamento para la ciudad de Tiro en Ezequiel 27, pero él adaptó su lista a las realidades del imperio romano. Artículos como el oro, la plata, la canela y las maderas de cedro eran lujos, no necesidades, para la élite romana. Leído desde este punto de vista, Apocalipsis no era solo una predicción de condena para el malvado reino de «Babilonia», sino también un reto a cualquier nación que se enfoca en riqueza y lujo mientras rechaza el gobierno de Dios.

NOTAS CULTURALES E HISTÓRICAS

Apocalipsis 22. “El árbol de la vida en el imaginario judío”

El árbol de la vida en Apocalipsis 22 representa la curación de la humanidad de los efectos de la caída, siendo la propia muerte el peor de ellos. Esta imagen se encuentra en otras partes de la Biblia y es ampliamente indicada en el temprano lenguaje y arte religioso judío. El árbol de la vida en Génesis 2-3 representaba la vida eterna que la humanidad perdió en la caída. En Ezequiel 47, los árboles con frutas curativas crecían junto al río que corría desde el templo en el reino de Dios. La menorá, el candelabro colocado en el templo, pudo haber sido una representación abstracta del árbol de la vida. En los textos bíblicos sapienciales como el Salmo 1, los justos se comparan a un árbol sembrado junto a ríos. Y en Proverbios 3:18, la sabiduría se describe como un árbol de vida para aquellos que se unen a ella.

Fuera de las fuentes bíblicas judías abundan las referencias al árbol de la vida:

Un texto llamado el Targum Neofiti dice, “la ley es un (o el) Árbol de la vida para todos aquellos que la estudian, y aquellos que cumplen con sus mandamientos vivirán y se elevarán como un Árbol de la vida en el mundo venidero”.

En 4 Esdras 51-52 se le dice a Esdras que Dios abrirá el paraíso para los justos: Es para ellos para quien se sembró el árbol de la vida.

En 1 Enoc 24-25, Enoc vio al árbol de la vida mientras viajaba a los confines de la tierra; estaba sembrado en el trono montaña de Dios y era maravillosamente bello y aromático.

La tradición rabínica sugería que el árbol de la vida era tan alto que requería un viaje de 500 años para escalarlo y alcanzar su cumbre.

Existen muchos otros textos semejantes del judaísmo. Colectivamente estos textos nos dicen que el símbolo del árbol de la vida poderosamente invocaba el anhelo por la vida y la curación espiritual entre los judíos antiguos, proveyendo un símbolo bíblico que ellos fácilmente aceptaron. Juan, en efecto, estaba diciendo que el único camino hacia el verdadero árbol de la vida es a través de Jesucristo.

(Biblia de Estudio Arqueológica. Vida. p. 2093)