Arqueología

2 Pedro

Arqueología de 2 Pedro

2 Pedro 3. El Canon del Nuevo Testamento

El proceso de determinar cuáles textos comprenderían el canon bíblico (el estándar de enseñanza normativa y autorizada para la iglesia) ocupó varios siglos. A partir del siglo I d.C., las comunidades cristianas reconocieron la autoridad de ciertos textos los que reunieron en colecciones para circulación y uso en la adoración pública. Segunda de Pedro sugiere una familiaridad con múltiples cartas de Pablo y llega tan lejos como colocarlas a la par de las Escrituras hebreas (3:16). La evidencia revela que durante la adoración pública, los cristianos en los primeros siglos leían de los textos que se convertirían en el Nuevo Testamento, al igual que lo hacían de las Escrituras hebreas.

A menudo, los estudiosos atribuyen la creación del canon del Nuevo Testamento al apóstata Marción, quien aceptó sólo la autoridad de las cartas de Pablo y de Lucas. En realidad, las iglesias previamente aceptaron estos textos como autorizados, y Marción estaba intentando excluir la aceptación de algunos otros. El canon Muratoriano (fecha incierta), el cual fue un primer intento por establecer una lista de los libros canónicos, no incluyó la mayoría de las epístolas generales. Para el siglo IV las iglesias estaban buscando recopilar una lista definitiva de los libros del Antiguo Testamento. Eusebio, Anastasio y los Concilios de Laodicea (363), Hipona (393) y Cartago (397) crearon dichas listas (los últimos dos aceptaron los 27 libros del Nuevo Testamento que la iglesia reconoce actualmente). En algún sentido estas listas solamente ratifican la práctica de la iglesia al identificar los textos que previamente funcionaban de modo autorizado. Veintisiete escritos, incluyendo los evangelios, Hechos, y las cartas del Nuevo Testamento, formaron el canon del Nuevo Testamento y finalmente definieron la identidad de la iglesia.

El proceso de selección consideró tres criterios claves para la aceptación de un texto particular como canónico:

Otros escritos cristianos circularon junto a los textos canónicos. Entre estos, algunos tenían en alta estima a escritos como el pastor de Hermas y la epístola de Bernabé, pero eventualmente se desecharon del canon debido a su distancia de los apóstoles y de la era apostólica. Aunque estos textos no fueron canonizados para leerlos en asamblea pública en la iglesia, no se les condenó como heréticos. Los cristianos siguieron usando textos de este tipo para devociones personales y reflexiones, pero sin la misma autoridad de los escritos canónicos.

(Biblia de Estudio Arqueológica. Vida. p.2070)