Ezequiel trabajó para Dios exactamente en el lugar en que se encontraba, entre los cautivos en diversas colonias cerca del río Quebar en Babilonia. Jerusalén y su templo quedaban aproximadamente a 800 km, pero Ezequiel ayudó al pueblo a comprender que a pesar de que se encontraban lejos de la patria, no tenían que estar lejos de Dios.
Amón, Moab, Edom y Filistea, a pesar de que en alguna ocasión fueron aliados de Judá en contra de Babilonia, la abandonaron y se regocijaron cuando vieron su ruina. Sin embargo, estas naciones era tan pecadoras como Judá y por lo tanto sentirían el poder del juicio de Dios.