Lectura

Lamentaciones

Lectura de Lamentaciones

Tiempo de Lectura: 0:20 / Contiene: 5 capítulos, 154 versículos y 3.415 palabras.

Datos de Orientación de Lamentaciones

Panorama del Libro de Las Lamentaciones 

    El libro de las Lamentaciones consiste de cinco lamentaciones escritas en respuesta a la caída de Jerusalén en el año 586 a.C. Las lamentaciones, que corresponden a los cinco capítulos, son piezas de literatura cuidadosamente compuesta, similares en su forma y contenido a los Salmos 74 y 79 (Sal 89). Juntas expresan una profunda angustia por la desolación de Sion y el exilio de Israel (reconociendo que son bien merecidos), y lamentan la grave situación de aquellos que quedaron en la ahora desolada y peligrosa ciudad, al mismo tiempo que se presentan preguntas aún mayores en cuanto a la justicia y el futuro. La obra entera está escrita básicamente desde la perspectiva de aquellos que han quedado atrás. 

     Al menos tres voces pueden ser identificadas: el narrador-autor, Sion (Jerusalén personificada)  y el pueblo de Sion (Jehová mismo nunca habla). En los dos primeros poemas (estrechamente relacionados), el narrador y Sion son los que hablan, se lamentan por la caída de la ciudad, reconociendo que esto sucedió por los pecados de ésta, de manera que Jehová mismo había llegado a ser un enemigo. En los dos poemas finales (también relacionados estrechamente), los que hablan son el narrador y el pueblo de Sión, que se sienten angustiados por los que están en Jerusalén que ha sido ocupada. En el poema central (cap.3), Jerusalén es esencialmente personificada, es decir que el único personaje identificable es el autor, cuya angustia personal está tan estrechamente unida a la de Jerusalén que en varias maneras se convierte en una. Aquí también podemos encontrar la única expresión de esperanza, así como una breve discusión acerca del significado del sufrimiento.  

Recomendaciones Específicas para la Lectura del Libro de Las Lamentaciones 

    Para poder entender mejor el libro de las Lamentaciones, se necesita estar consciente de sus características literarias básicas, así como de su trasfondo histórico y su perspectiva teológica. Su característica literaria más sobresaliente es el hecho de que son una serie de acrósticos (ejemplos Sal 34; 119), donde la primera letra de cada verso comienza con una letra sucesiva del alfabeto hebreo (el cual consta de veintidós letras). De manera que los dos primeros poemas tienen veintidós estrofas de tres líneas cada uno, siendo la primera línea en cada caso el acróstico. El tercer poema también tiene veintidós estrofas, pero en este caso las tres líneas de cada estrofa comienza con la misma letra. El cuarto poema vuelve a la forma de los dos primeros, pero ahora con estrofas de dos líneas cada uno, mientras que el quinto, aunque no es un acróstico, está compuesto también de veintidós líneas. Así, el patrón va ascendiendo hacia las angustiadoras descripciones climáticas del capítulo 3, luego disminuye en el capítulo 4 y termina con un gemido en el capítulo 5, un patrón que refleja la destrucción de la ciudad y sus secuelas. Aunque no toda estas características pueden ser transferidas al castellano, el patrón del acróstico sí afecta el número de versos (22, 22, 66, 22, 22) y hasta cierto punto explica porqué estos poemas contienen algunos cambios bruscos de tema (el alfabeto frecuentemente controla lo que puede ser dicho en cierto punto). Pero a través de todo, la forma misma de lamentación implícitamente alienta a la esperanza en medio del sufrimiento, aunque nada está garantizado.

    En cuanto  a la perspectiva histórica y teológica, es difícil para el lector moderno, estando en este punto en la historia, poder apreciar la total devastación de la caída de Jerusalén y lo que ésto significó para el pueblo de Judá. Primero, fue un sufrimiento terrible por el evento histórico en sí mismo, narrado en 2 Reyes 25. El sitio a la ciudad duró dos años, mientras decenas de millares se apiñaban en Jerusalén, esperando que Jehová interviniera. En vez de ello, las tropas babilónicas finalmente derribaron sus murallas, violaron a las mujeres y mataron a muchos de los habitantes. A la luz de condiciones subsecuentes en Jerusalén, el autor se pregunta retóricamente si la muerte no habría sido una mejor opción. Todas estas realidades: el hambre, la sed, el canibalismo, las violaciones, las matanzas, están reflejadas en estos poemas.        

    Pero más allá de todo estaba la cuestión, aun más grande, en cuanto al llamado de Israel y su papel como pueblo de Dios. Aquí estaba un pueblo cuya historia se hallaba singularmente ligada con el Dios que los había redimido de la esclavitud de Egipto, los había creado como un pueblo para su Nombre, había hecho un pacto con ellos en Sinaí, y finalmente había cumplido su promesa que los descendientes de Abraham heredarían la tierra. En el corazón mismo de su entendimiento sobre sí mismos estaba el hecho de que su Dios, el único Dios Creador de todo lo que existe, los había escogido para habitar personalmente entre ellos, primero en el tabernáculo en el desierto, y finalmente en el lugar que él escogió "para hacer habitar allí su nombre" (Deut 12:11; Neh 1:9), Jerusalén misma. Por consiguiente, tanto la tierra como la ciudad eran significativas para Israel en términos de identidad, en contraste con otros pueblos en la historia. De hecho, por esta causa muchos pensaban erróneamente que Sion era inviolable (Jer 7; 26; 28; Eze13-14). Es esta total identificación del pueblo con su ciudad como la propia morada de Dios, la que se encuentra detrás de este gran sufrimiento y que hace que sus súplicas en esta grave situación sean tan conmovedoras. Aun cuando el autor está absolutamente consciente de que el castigo es justo, sus dolorosas descripciones indican lo difícil que era manejar la realidad y la atrocidad de la desolación y el sufrimiento (Lam 2:20-22).    

    Al mismo tiempo, sin embargo, el autor lucha con los asuntos presentados por Habacuc y Abdías, por ejemplo, ¿qué en cuanto a los enemigos de Israel que eran igualmente merecedores de la ira de Dios? Esto es lo que se encuentra detrás de las frecuentes imprecaciones (Lam 1:21, 22; 3:61-66; 4:21, 22), al final, aunque Moisés y los profetas predijeron tal desastre como resultado de la infidelidad al pacto, el autor lucha con ello hasta las últimas palabras, donde el futuro prometido es sólo una sombra distante. Pero en el poema central él sostiene un muy importante rayo de esperanza, el carácter de Jehová mismo, quien se ha revelado a Moisés en el Sinaí como lleno de amor y fidelidad (Éxo 34:5-7; Sal 89).

Un Recorrido por el Libro de Las Lamentaciones

1:1-22

Primera lamentación: Sion se lamenta por su destrucción 

    En la primera parte de este poema ( 1-11b), el narrador expone los asuntos básicos, los cuales con repetidos a través de todo el libro: Sion y su templo han sido asolados, su gente ha sido llevada al exilio. Durante el sitio sus amigos la han abandonado, mientras que sus enemigos se han burlado de ella y sus adversarios son ahora sus amos. Aquellos que quedan, tanto los sacerdotes como el pueblo, se encuentran en un espantoso atolladero. Las festividades nacionales son cosa del pasado, para ellos sólo quedan llanto y gemidos. Y todo esto es el resultado de los muchos pecados de Judá.

    Hacia el final de la primera parte, Sion clama a Jehová para que mire su aflicción (9c), lo que luego es repetido al principio de su lamento (11c-22). Clamando a cualquiera que pase "por el camino" (12), básicamente repite los asuntos de los versículos 1-11, pero  ahora con mayor detalle y con creciente dolor y agonía, concluyendo con una imprecación en contra de sus enemigos (21, 22). Note especialmente el papel que Jehová desempeñó en su destrucción; también el que su lamento es, a la mitad del pasaje, momentáneamente aliviado por la propia voz del poeta (17).     


 2:1-22

Segunda lamentación: lamentación y súplica de Sion  

Con aún más intensidad, el poeta habla nuevamente, expresando claramente la causa principal de la destrucción de Jerusalén, es decir, la ira de Jehová. El guerrero divino, quien en el pasado había peleado por Israel, ahora había llegado a ser el enemigo de ellos: de la ciudad,  la tierra, los líderes y del pueblo (1-9). Luego el poeta se concentra en aquellos que han quedado (10-17). Note aquí cómo él habla en primera persona (11, 13), y finalmente convoca a Sion misma a clamar a Jehová (18, 19), lo cual hace con las palabras de los versículos 20.22, recordando a Jehová acerca del hambre y la matanza subsecuente (del sacerdote y el profeta, los jóvenes y los viejos).    


3:1-66 

Tercera lamentación: desesperanza, esperanza e imprecación

    En este poema central, el autor hace propia la desesperanza de Israel y viceversa (1-18, mencionada antes en el 2:11). Lo que aquí parece estar en cuestión es que la caída de Jerusalén significó el sufrimiento  de muchos que eran fieles a Jehová y eran inocentes de sus pecados colectivos, pero que se sentían implacablemente perseguidos por Jehová. Al final, su única esperanza estriba en su fidelidad al pacto de Jehová, cuyo amor y fidelidad (haciendo eco a las palabras de Éxo 34:6) son nuevos cada mañana (19-24). Esto es seguido por una especie de diálogo personal acerca del significado del sufrimiento y su relación con Jehová, concluyendo con un llamado al arrepentimiento (25-42). Fíjese que al final se renueva la lamentación (43-51),  enfocándose finalmente en sus enemigos quienes son los responsables de su sufrimiento (52-62) y concluyendo con una imprecación en contra de ellos (63-66).   


4:1-22 

Cuarta lamentación: búsqueda a ciegas en las calles 

    Con esta lamentación el autor vuelve su atención a las horribles condiciones presentes en Jerusalén, comparándolas con los años de sitio y expresando su convicción de que los muertos son más afortunados (1-11). Luego, se enfoca en la difícil situación y culpabilidad de los profetas y los sacerdotes (12-16). Nótese que en el versículos 17 comienza la lamentación del pueblo mismo, en este caso recordando los últimos días amargos del sitio (incluyendo la huida y captura de los reyes, Jer 52:7-11), mientras que el autor mismo concluye con una imprecación contra Edom (Lam 4:21, 22). 


 5:1-22

 Quinta lamentación: el remanente de Sion llora

    En este poema final, sólo el pueblo habla, calmando a Jehová para que mire su aflicción presente y reflexionando  en que la Judá ocupada es un lugar triste y peligroso para vivir (1-18). El poema y el libro concluyen con una oración pidiendo restauración, la misma que comienza con una afirmación del eterno reinado de Jehová, pero al mismo tiempo con la preocupación de si han sido olvidados o no (19-22).


El libro de las Lamentaciones refleja un significativo giro decisivo en la historia bíblica, la caída de Jerusalén, recordándonos así que Dioses fiel a su palabra acerca de su postura contra la infidelidad, al mismo tiempo que ofrece esperanza para el futuro basado en su carácter.