Estudio por Temas

El Estudio de la Biblia según sus temas

El estudio de la Biblia encierra tres graves peligros.

1) El primero consiste en el empeño de conocer su contenido apoyándose solamente en la inteligencia, y dependiendo del esfuerzo propio. Quien así lo hace, se encuentra en el camino seguro del fracaso. Es absurdo tratar de sustituir con nuestro recursos humanos el ministerio eficaz del Espíritu Santo. Él es el auténtico Autor de este volumen sagrado, y nos ha sido dado como un Maestro divino para guiarnos “a toda verdad” (Jn 16:31). El mejor método de estudio bíblico se volverá una decepción, y el más brillante estudiante terminará frustrado, si se olvida o se hace a un lado al Espíritu Santo de Dios en su ministerio de iluminarnos al escudriñar su Palabra.  

2) Un segundo peligro reside en estudiar la Biblia por un sentimiento de deber religioso. Hay quienes la estudian creyendo  almacenar méritos, y en esa forma agrada a Dios. Otros lo hacen movidos por la creencia de que es su deber destilar toda la información posible contenida en sus páginas. Y no falta quien lo haga imaginándose que a manera de amuleto, puede acarrearle prosperidad y protección. Cuando se hace con cualesquiera de estos propósitos, el estudio de las Escrituras se convierte en la labor más tediosa, aburrida e insípida. El autor del Eclesiastés escribió: “El mucho estudio es fatiga de la carne” (Ec 12:12) y Pablo agregó: “la letra mata…” (2Co 3:6). La Biblia no se debe estudiar como un fin en sí misma, sino como un medio para un fin. No es un libro que tan solo se tenga que leer y aprender, sino más bien, uno que se tiene que vivir. Los métodos de estudio bíblico pretenden enseñar al estudiante la manera de adentrarse en la Escritura, con el propósito de que aprenda a vivirla y no solamente a recitarla.

3) Y el tercer peligro grave consiste en estudiar la Biblia olvidando que fue escrita concierto propósito primordial: revelarnos a Jesucristo como Salvador del hombre. El apóstol Pablo declara que el evangelio de Dios es “acerca de su Hijo” (Ro 1:1, 3); y especialmente el ministerio del Espíritu Santo se encuentra enfocado en este mismo fin. Cristo declaró: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío y os lo hará saber” (Jn 16:14). Todas la Escritura apuntan a Jesús resucitado. “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación; en él fueron creadas todas las cosas…; Todo fue creado por medio de él y para él, y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col 1:15-19). Los métodos deben ser herramientas para acrecentar nuestra destreza en la labor de descubrir al Hijo de Dios en las páginas de la escritura. La monotonía y la confusión se desvanecen, y la Palabra de Dios cobra vida y eficacia cuando entendemos que nos fue dada para que por medio de ella lleguemos a conocer a Jesucristo.   

Consideremos, pues, en este capítulo otros cinco métodos que además de reportarnos beneficios positivos, nos evitarán caer en una de estas tres trampas.

A. El Tema Biográfico

Alguien ha dicho que éste es el método más sencillo de estudiar la Biblia, y que la prueba de ello es que así se procura enseñar a los niños. Tal vez sea verdad, pero si tenemos la intención de hacer un estudio a fondo, no resultará tan fácil como se piensa. Lo que sí podemos asegurar, es que este puede resultar un estudio altamente provechoso e inspirador. Se ha calculado que la Biblia menciona cerca de tres mil personajes diferentes, cada uno de ellos con sus características específicas.     

Quizá una de las razones por qué resulta tan fructífero este sistema, sea debido a la variedad de los personajes bíblicos. Se habla tanto de hombres como de mujeres y niños; los hay valientes y cobardes, perversos y santos; algunos alcanzaron gran renombre, otros permanecieron en la oscuridad; de algunos se narran extensas e interesantes biografías, mientras que otros prácticamente se pierden en el anonimato. Pero lo que de ellos se narra, constituye una rica fuentes de conocimiento en relación con el plan de Dios para la humanidad.

Existen algunos puntos clave sobre los cuales debemos basar el estudio de un personaje bíblico. No en todos los casos lograremos la información necesaria correspondiente a cada aspecto, pero sí debemos hacer un esfuerzo por buscarla, puesto que ello completaría la información biográfica. Los pasos son los siguientes:

1. El nombre. Lo primero que nos interesa es el nombre. Es necesario indagar su significado y para esto haremos bien en tener a la mano un  buen diccionario bíblico. Así se nos facilitará descubrir, por ejemplo, que Jorán quiere decir “exaltado por Jehová”; que la palabra Urim significa: “la luz de Jehová”, etc. También nos interesa saber si en la Biblia se menciona algún apodo por el cual se conocía a la persona, como en el caso de Jacobo y Juan, llamados por Cristo “hijos del trueno” (Mr 3:17) o el apóstol Tomás., apodado “dídimo”。Por último se deben localizar todos los pasajes en la Escritura conde aparezca el nombre. Para esto hay que emplear una concordancia, debiendo tener cautela y no confundir a un personaje con otro, y a que no es raro que varios individuos se llamen igual. Así sucede en casos como Natán, Zacarías, Jonatán, María, etc.      

2. Los rasgos físicos. No hay que abrigar esperanzas de encontrar mucho información a este respecto. Más bien será necesario poner a trabajar nuestra imaginación. Aun cuando es posible equivocarse, conviene que el estudiante se forme una imagen mental del personaje: Su complexión, facciones, estatura, tono de voz, forma de vestir, personalidad, ademanes, etc. En algunos casos, la Escritura es más explícita y detalla ciertos rasgos físicos del personaje, como en la descripción que hace de Saúl (1S 9:2) o en la de Absalón (2S 14:25), etc. Mientras que en otros tendremos que recurrir a nuestra imaginación.    

3. Antepasado y Descendientes. En esta sección la búsqueda tiene que ver con las características de los antepasados y los descendientes del personaje. En algunos casos será posible retrocede varias generaciones, mientras que en otros no se mencionan ni siquiera sus padres. El estudio debe abarcar también a sus descendientes, tanto los inmediatos, hijos y nietos; como los lejanos, de los cuales en algunos casos las Escrituras dan varias generaciones.    

4. Su niñez y juventud. Aquí se estudia ya directamente la vida del individuo, buscando acontecimientos o influencias que en una forma u otra moldearon su carácter e influyeron decisivamente en la trayectoria posterior de su vida. Tres aspectos de este período nos interesan particularmente. Primero, el hogar donde nació y pasó los primeros días de su vida - la ocupación del padre, la influencia de su madre y su condición social, económica y espiritual. Segundo, los estudios realizados - quiénes fueron sus maestros, cuáles sus intereses, etc. Y por último qué  otro tipo de preparación adquirió durante esta etapa de su vida, que haya podido influir seriamente sobre su vocación y actividades posteriores. Aquí cobran significado e importancia datos tales como los días que Nehemías pasó en la corte real, los cuales seguramente le ayudaron a desarrollar un agudo sentido de organización; los años que David pasó cuidando el ganado del ataque de las fieras, que le prepararon para el tiempo en que tuvo que andar como guerrero errante, etc.

5. Su ocupación. Estudiemos ahora su trabajo. Encontraremos que éste encierra buen número de facetas diferentes; por ejemplo, los lugares donde trabajó. En el caso del apóstol Pablo, lograremos una extensa lista de provincias y ciudades que recorrió en su ministerio misionero. También los individuos con quienes trabajó - así como los que hayan sido sus enemigos. Su ocupación seguramente le ocasionó diversas crisis en su vida; valdrá la pena detenerse a analizar y hasta donde sea posible, será útil tratar de determinar la edad que nuestro personaje tenía, en la ocasión de los varios acontecimientos que se narran en la Biblia sobre su ministerio.

6. Carácter. Lo que más importa de un hombre no es lo que hace, sino lo que es; por lo tanto, su carácter es un aspecto clave del estudio. El Diccionario de la Real Academia Española define el carácter como? !Conjunto de cualidades psíquicas y afectivas, heredadas o adquiridas, que condicionan la conducta de cada individuo humano distinguiéndose de los demás”. No debemos por tanto abrigar ninguna esperanza de conocer a un personaje bíblico, hasta que hayamos considerado su carácter - sus virtudes, sus hábitos, su influencia sobre los demás, las características que le permitieron vencer las dificultades a su paso, etc. Y también los defectos, las hábitos negativos y cualquier otro rasgo de carácter que nos ayude a conocerlo mejor.

7. Su vida espiritual. En gran parte elegimos a un personaje para estudio por las lecciones que su vida espiritual nos pueda ofrecer. El beneficio en este caso lo podemos derivar al estudiar en detalle su relación con Dios. Encontraremos elementos positivos, como su obediencia, su madurez, su vida de oración, su fe en Dios, su testimonio, su dedicación, etc. En algunos, sus experiencias con Dios, sueños, visiones, manifestaciones, etc. Y algunas de las más importantes lecciones en el plano espiritual, las constituirán ciertos elementos negativos opuestos a los anteriores.

8. Influencias en su vida. Aquí dedicaremos tiempo a la consideración de todas aquellas influencias ejercidas sobre la vida de nuestro personaje por individuos, circunstancias y fuerzas que modelaron su vida, y al final jugaron un papel definitivo en sus decisiones. Ejemplo de esto sería la influencia que Eva ejerció sobre Adán; la de Dalila sobre Sansón; la de Elías sobre Acab; la de Moisés sobre Josué; o la de Cristo sobre sus discípulos.

9. Su influencia sobre los demás. Los hombres no son sólo receptores pasivos de los efectos de circunstancias, fuerzas o personas, sino que voluntaria o involuntariamente ejercen también una influencia definida sobre quienes los rodean. De gran provecho será estudiar, por ejemplo, la influencia de Acán o de Abraham sobre sus respectivos hogares; la de Moisés o Samuel sobre el pueblo; la de Pedro o Pablo sobre el mundo de su época. Su conducta y palabras dejaron huellas dentro de su esfera de acción, y por medio de las Escrituras nos legaron valiosas lecciones.

10. El pecado en su vida. Parte de la experiencia espiritual del individuo es, claro está, sus luchas con el pecado. De algunos aprendemos cómo evitarlo y vencerlo, mientras que de otros son advertencias solemnes de lo que acarrea ceder a él y encubrirlo. Debemos observar cuál fue el mayor pecado en su vida, los pasos que le llevaron a él y sus consecuencias, y otros pecados que también hayan influido en él.

11. Conclusiones. Al estudiar los puntos anteriores, habremos acumulado considerable información sobre el personaje bajo estudio. Ahora será provechoso hacer una lista de las conclusiones obtenidas dividiéndolas en dos secciones:  

a) Los ejemplos que debemos imitar.

b( Los errores que debemos evitar.

Esto no ayudará a aplicar a nuestras vida -  y también a la de los demás -, las lecciones aprendidas.                 

No es difícil darse cuenta de que este método puede resultar altamente provechoso. Pero lo más admirable es que al estudiar los diversos personajes, llega uno a encontrar súbitamente en las páginas de la Biblia, con un individuo igual a nosotros mismos. Alguien con experiencias luchas y circunstancias similares; y llegamos a entendernos mejor a nosotros mismos a la luz de las maravillosas enseñanzas de la Palabra de Dios.    

B. El Tema Histórico

En su extenso prefacio a Historia del Cristianismo, Kenneh Scott Latourette dice: “No nos sorprende que los cristianos eruditos repetidas veces durante siglos , se hayan dedicado a la historia de su fe y que a la luz de la historia hayan tratado de entender la naturaleza del hombre y el curso de la peregrinación de la humanidad”. La Biblia se ha constituido en un infalible libro de historia para esos estudiosos. No fue escrita con ese fin, pero sus narraciones se han verificado a través de los siglos, encontrándoseles siempre veraces.   

Para el progreso en la aplicación de este método, se recomienda un procedimiento similar al sugerido para el Sintético; esto es, principiar con lo general y avanzar paulatinamente hacia lo detallado y  minucioso. En este caso, la primera área de estudio será la Biblia entera. Con eso queremos decir que debemos primero ubicarnos históricamente en relación con todo el período bíblico, antes de concentrar nuestra atención en el pasaje que específicamente nos interesa.

Así por ejemplo, al Antiguo Testamento se le puede dividir en cuatro períodos históricos principales:

1) De la creación, a la muerte de José en Egipto (Gn 1-50).

2) Del nacimiento de Moisés (Ex 1), a la conquista de la tierra prometida (Jos 24).

3) Del período de los jueces (Jue 1), al exilio en Babilonia (Jer 39).

4) Del exilio en Babilonia (Neh 1), a la predicación de los profetas Zacarías y Malaquías al pueblo restaurado después del cautiverio.

Cada una de estas secciones se pueden dividir en otras más pequeñas. Para facilitar la comprensión del desarrollo histórico de las narraciones bíblicas.

Terminado esto, y auxiliados por un diccionario bíblico y por libros sobre historia universal antes de Cristo, podremos elaborar una armonía entre la historia bíblica y la historia de la humanidad durante los mismo períodos. En esta forma sabremos, por ejemplo, qué naciones ocupaban la primacía mundial durante el tiempo en David y Salomón reinaban en Israel, o que circunstancias imperaban en Palestina durante la época cuando los filósofos Platón, Sócrates y Aristóteles vivían en Grecia, etc.    

Una vez que contemos con el cuadro histórico general, podremos realizar un estudio más detallado. Este se puede efectuar de tres maneras principales. Primera, dedicándonos al estudio de un período específico de la historia bíblica. Por ejemplo, el tiempo de los jueces. Aquí es posible adentrarse en los detalles y circunstancias de este lapso de la historia de Israel. El reino de Salomón sería otra época rica en enseñanzas.

Estos períodos históricos pueden someterse a distintos énfasis de estudio. Por ejemplo, a la investigación de los personajes que descollaron durante esa era: quiénes fueron, por qué se distinguieron, sus contribuciones a la humanidad, la duración de su poder público, etc. Se puede investigar el nivel cultural de la época: qué civilizaciones eran prominentes, cuáles fueron los años de su importancia, cuáles sus rasgos culturales, qué influencia tuvieron sobre otros pueblos, etc. Otras veces conviene explorar la senda del estudio político y económico; o escudriñar la situación religiosa; o hacer un análisis histórico-geográfico.  

La segunda forma es estudiar la perspectiva histórica de un solo libro. La comprensión exacta de algunos de ellos, en gran parte depende de los antecedentes que poseamos sobre los eventos que allí se narran. Un ejemplo de esto es el Libro de Ester. La pregunta inicial, y en cierto sentido fundamental al argumento del libro es: ¿Qué hacía una joven judía como Ester en la corte de un rey pagano? No es suficiente contestar que el soberano la había mandado traer a su palacio. La doncella era partícipe involuntaria en corrientes políticas que le llevaron a ocupar un lugar dentro de la historia de la humanidad. Otro ejemplo es el Libro de los Hechos, en el cual auxilia considerablemente efectuar un repaso de las condiciones social, cultural, política y económica de la época, para comprender los diversos movimientos dentro de la narración. Sólo así se entiende por qué Pablo apeló a César (Hch 25:11); y por qué si era judío, dijo poseer ciudadanía romana de nacimiento (Hch 22:38). 

Por último, se puede someter un solo capítulo al análisis histórico. Cuántos emocionantes descubrimientos nos esperan al estudiar en esta forma, por ejemplo, el capítulo 6 de la profecía de Isaías. Llegaremos a comprender por qué el profeta principia el capítulo aclarando: “En el año que murió el rey Uzías…” ¿Quién era Uzías? ¿Cómo llegó a ser rey? ¿Cuándo murió? ¿Qué importancia tenía esto para el profeta? Estas y otras preguntas a través del capítulo, ampliarán considerablemente nuestro  entendimiento de las Escrituras. Otro capítulo de similar interés es el segundo del Evangelio según Lucas. Se mencionan allí varios personajes y eventos dignos de análisis, por ejemplo: Augusto César (v. 1); Cirenio, gobernador de Siria (v.2); el empadronamiento (v.3); el acto de la circuncisión (v.21); los días de la purificación (v.22), etc. A través de pasajes que también hablen de ellos, o  en el caso de personajes que aparezcan en la historia universal, con la ayuda de libros de consulta, podremos estudiarlos más a fondo.

Cualquiera de las tres formas anteriores que se siga, redundará en un conocimiento más amplio y profundo del pasaje. Por otra parte, cuando se hayan agotado las referencias históricas que dentro de la Biblia se hagan en el área de estudio, será de gran valor emplear libros de consulta.           

C. El Tema Profético

Para muchos cristianos hablar de profecía significa perder el tiempo. A algunos no solo les interesa estudiarla, sino que aún le huyen, temerosos de caer en sutiles trampas de interpretación que los lleven a exageraciones y distorsiones en su comprensión de las Escrituras. Sin embargo, indiscutiblemente cada año que pasa nos acercamos más y más a la consumación de los tiempos. Por lo tanto, sea cual fuere nuestra interpretación profética, es importante y aún urgente, que nos entreguemos a un estudio serio de la profecía bíblica. Además, no menos que una tercera parte de la Biblia está dedicada a asuntos proféticos, de tal manera que si en verdad nos interesa llegar a conocer la Palabra de Dios, irremisiblemente nos veremos obligados a dedicar una buena parte de nuestro tiempo a ellos.

Por otra parte, es seguro que el temor y la desconfianza que generalmente se tiene a los pasajes proféticos, se basan en un concepto equivocado de la naturaleza, el propósito y los fines de la profecía. Hay quienes creen, por ejemplo, que la profecía es puramente la predicción de acontecimientos futuros, lo cual es una estimación incompleta, pues ello es sólo una parte de su contenido. Más correctamente, profecía es lo proclamación  de la voluntad de Dios para los hombres y en ocasiones incluye el anuncio de algún evento futuro como parte del cumplimiento de esa voluntad. Robert Ross dice: “La profecía no es la bola de cristal de Dios dada a los hombres para saciar su curiosidad. Es la proclamación de su voluntad soberana y amorosa para toda la creación y su llamamiento a un pacto de fidelidad con el pueblo que es llamado por su nombre y el cual está listo para seguirlo sin el conocimiento previo de hacia dónde le lleva. La esperanza que se ve, no es esperanza (Ro 8:24). Hoy día, la iglesia necesita la profecía más que nunca, no para condenar a los paganos, ni para satisfacer una curiosidad necia, sino para despertar un sentimiento de insatisfacción con nuestra propia situación y para encender los corazones tibios con una esperanza vital en el glorioso mundo futuro de Dios, el cual será dado a conocer en la aparición de nuestro Señor Cristo Jesús”.

Un elemento muy importante en la comprensión adecuada de la profecía, es la ciencia de la interpretación o hermenéutica, la cual equipa al estudiante con las herramientas básicas, a fin de que logre formarse un criterio sobre el significado del mensaje profético. La falta de espacio y el propósito diferente nos impiden adentrarnos en una amplia orientación sobre las reglas de la hermenéutica, pero no titubeamos en recomendar muy enfáticamente, que para estudiar la profecía bíblica, el estudiante se documente primero sobre las normas de esta ciencia, especialmente por lo que toca a la interpretación de los pasajes proféticos.     

Estudiar la Biblia siguiendo este método significa la lectura repetida del libro o porción deseada. Aun cuando en la primera lectura parezca un confuso laberinto de ideas, personas, lugares, etc., no debemos desmayar, sino seguir leyendo hasta lograr organizar su contenido. El estudio habrá de seguir los siguientes pasos:

1.  Las primeras veces que se lea, hay que buscar asiduamente lo que el pasaje dice sobre las circunstancias reinante. Es de gran importancia ubicarnos en el medio ambiente del profeta: esto nos ayudará a entender por qué dijo lo que dijo.

2. En el principio se buscan también los temas principales del pasaje - los temas en que el autor pone énfasis. Estos se determinan observando las palabras y las ideas que repite con mayor frecuencia.  

3. La descripción de la personalidad y las características del mensajero también interesan.  Su temperamento, edad, nacionalidad, idioma, experiencias espirituales, etc., revelarán la manera cómo pronunció sus mensajes.

4. Durante lecturas subsecuentes anotaremos lo más posible, la cronología del pasaje profético: los años, días o meses en que fue pronunciado o escrito. En el caso de libros enteros, el ministerio de un profeta pudo haber cubierto muchos años y será importante saber en qué épocas pronunció sus profecías.   

5. Ahora enfocaremos la atención sobre los individuos a quienes se dirigió el mensaje de Dios por boca del profeta. ¿Quiénes fueron? ¿Cómo eran? ¿Qué hacían? Estas son preguntas fundamentales para comprender por qué fue necesario que Dios les hablara.    

6. Se deben buscar también los propósitos que Dios haya tenido para enviar a su mensajero. ¿Cuál era el plan de Dios? ¿Cómo pensaba lograrlo? ¿Se lo revela al pueblo? ¿Qué alternativas les presenta Dios en caso de que ellos no acepten seguir sus caminos?, etc.    

7. Enseguida se debe trabajar exclusivamente en los mensajes proféticos. Primeramente, será bueno aislarlos, ya sea por medio de círculos en la misma página o copiandolos en hojas aparte. El propósito es considerar cada uno por separado, permitiendo que la palabra misma hable sin la influencia de otras ideas.   

8. El siguiente paso será comparar cada mensaje con pasajes similares o paralelos en otras partes de las Escrituras. Hay que observar las diferencias en los varios sitios donde aparece. Un buen ejemplo es el mensaje profético de Cristo en Mateo 24, el cual narran también Marcos y Lucas, pero en distinta forma.

9. Por fin arribamos a la delicada tarea de clasificar el contenido de los distintos segmentos de la porción bajo estudio. Será preciso clasificarlos cuando menos en dos categorías principales:

a. Los pasajes proféticos y los didácticos.

b. Los mensajes que ya se hayan cumplido, o los que aún están por cumplirse.      

10. Una vez formado un criterio sobre el mensaje de la profecía, resta solamente elaborar las conclusiones y aplicaciones personales. No podemos olvidar que el estudio persigue un propósito de carácter personal y no puramente literario ni científico, por tanto, lo que logremos oír de la voz de Dios a través de la investigación, redundará en edificación y madurez propias.  


D. El Tema Teológico

Tarde o temprano, la tarea del estudiante bíblico le llevará a considerar las afirmaciones teológicas en las Escrituras. Como en el caso de la profecía, a muchas personas les espanta tener que enfrentarse al problema de lo teológico. Pero no existe razón para ello. Después de todo, la teología no es más que el estudio de las enseñanzas contenidas en la Biblia. Frecuentemente se le denomina también como la ciencia que estudia a Dios. Sobre este particular Myer Pearlam explica: “¿Por qué es que definimos la teología o doctrina con el nombre de “ciencia”? Se denomina ciencia al arreglo sistemático y lógico de hechos autenticados. Se denomina ciencia a la teología porque consiste en hechos o verdades relacionadas con Dios y las cosas divinas, presentadas en forma lógica y ordenada. ¿Qué relación existe entre la teología y la religión? EL vocablo “religión” se deriva de una palabra latina que significa ligar; en otras palabras, la religión representa aquellas actividades que ligan al hombre a Dios en cierta relación. La teología es conocimiento acerca de Dios. De manera entonces que la religión es una práctica, mientras que la teología es conocimiento. La religión y la teología deben marchar unidas de la mano en la experiencia bien equilibrada; empero en la práctica son separadas a veces, de manera que uno puede ser teólogo sin ser verdaderamente religioso y por otra parte, uno puede ser verdaderamente religioso sin poseer un conocimiento sistemático de las verdades doctrinales.   

Por otra parte, debemos agregar que la teología cristiana no es simplemente especulación sobre la persona de Dios. Si así fuera, no sería de todas las ciencias la más difícil e incomprensible, puesto que no podemos emplear a Dios como sustancia de laboratorio sujeta a análisis o investigación. El material con el cual trabaja la teología es la Escritura. Es la Biblia “la cantera de donde se desprenden las verdades gloriosas utilizadas en la construcción del edificio de la doctrina cristiana”. De allí que los reformadores protestantes acentuaron el papel de las Sagradas Escrituras como la base y fundamento de la teología.  

Lohfink explica la naturaleza del acercamiento de la teología al texto bíblico de esta manera: “Mientras que las ciencias naturales parten, por regla general, de hechos y observaciones no lingüísticas y el lenguaje sólo juega en ellas un papel en el proceso del conocimiento y en la transmisión de los resultados - y aquí sobre todo el lenguaje matemático -; por su parte, las ciencias del espíritu, prescindiendo de nuevo de casos especiales, parten de hechos que son de carácter lingüístico: son textos. Las ciencias que viven de textos tienen como tarea especial la interpretación”. De allí que el estudio teológico consista en descubrir, agrupar, comparar, organizar e interpretar las declaraciones halladas en la Biblia.

Si como hemos dicho antes, la Biblia es la base de la doctrina del cristianismo, es imprescindible que el cristiano, además de otros métodos practique el teológico, buscando cimentar debidamente su fe, y a fin de prestarle un fundamento sólido a sus creencias. Especialmente al pastor, el predicador, el maestro o el misionero, deben familiarizarse con esta forma de estudio, pues de ello dependerá en mucho la solidez de su predicación y enseñanza. René Padilla levanta un dedo acusador en este sentido diciendo: “Una de las características más comunes de la predicación en las iglesias evangélicas en la América Latina, es su falta de raíces bíblicas. Pese al común asentamiento de la autoridad de la Biblia, en la práctica hay una falta pasmosa de seriedad frente a la revelación escrita. El texto es usado a menudo como pretexto, como un trampolín desde cual los predicadores lanzan sus peroratas y exhortaciones sin preocuparse mayormente por establecer la relación entres éstas y el texto escrito”.   

Para estudiar la Biblia de acuerdo con este sistema, se ponen en práctica cuatro pasos definidos. Cada uno de ellos, a la vez que es progresivo, pretende llevar al estudiante a la médula doctrinal de la porción elegida.  

1. El Descubrimiento. No es raro que leamos muchas veces algún pasaje bíblico sin percatarnos de que contiene profundas enseñanzas doctrinales. Tómese por ejemplo, las palabras de Pablo a los efesios con relación a la actitud del esposo hacia su mujer: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Ef 5:29). Por concentrarnos en la enseñanza sobre el matrimonio, a veces pasamos por alto la clara indicación sobre Cristo, quien también cuida y sustenta a la iglesia. Por eso decimos que el primer paso del estudio consiste en descubrir las declaraciones teológicas del pasaje.

          Existen tres tipos de enseñanzas doctrinales que hay que descubrir. Primero las explícitas; es decir, aquellas que obvia y claramente aparecen ante nuestros ojos. ¿Quién puede pasar por alto, por ejemplo, las instrucciones doctrinales de Pablo sobre la resurrección en 1 Corintios 15? Observemos cómo en el versículo 20 se declara que el Cristo resucitado “primicias de los que durmieron es hecho”. En el 21, que así como la muerte entró al mundo a través de un hombre, “también por un hombre la resurrección de los muertos”. Y el 22, que así como todos los hombres mueren en Adán o por culpa de Adán, “también en Cristo todos serán vivificados”. Este tipo de enseñanzas las vamos entresacando del texto para agruparlas en una lista. Cuando se estudia un libro entero de la Biblia o un pasaje extenso, es preferible separarlas así, puesto que interesa localizar los principales temas teológicos. Esta forma de trabajo nos llevará, por ejemplo, a descubrir que el tema central de la segunda carta a los Tesalonicenses consiste en una explicación acerca del retorno literal y visible de Cristo al mundo. O podemos encontrar varios temas dentro de un solo libro. Por ejemplo, la primera carta de Pablo a los Corintios, imparte enseñanzas sobre las divisiones en la iglesia (1:10-4:21), los escándalos dentro de la iglesia (5:1-6:20), el matrimonio (7:1-40), la libertad cristiana (8:1-11:1), el atavío de las mujeres (11:2-16), la comunión del Señor (11:17-34), los dones espirituales (12:1-14:40), la resurrección (15), y la ofrenda para los santos (16:1-4).

En segundo lugar, hay enseñanzas implícitas o sean aquellas que se encuentran contenidas indirectamente dentro de declaraciones bíblicas y por los tanto, sin necesidad de explicación. Sobre este particular, el Dr. Tenney señala la manera como Pablo no trata de probar la existencia de Dios en su carta a los Gálatas, pero sus declaraciones sobre el Creador se sobreentiende que existe. Y explica: “La presencia y actividad divinas en el mundo y en la iglesia se dan por supuestas, al igual que su existencia y los atributos de su ser se declaran de un modo implícito en el lenguaje usado”. Abundan en las escrituras las enseñanzas teológicas de esta clase. Entre ellas, está las que se refieren a la inspiración de la misma Biblia, la personalidad de Dios, su interés por la raza humana, su poder, etc. Claro que para descubrirlas el estudiante tendrá que desarrollar práctica en esta tarea y aguzar los sentido para arrancarle al texto todo lo que tiene escondido.      

La investigación nos debe llevar, en tercer lugar, a los elementos teológicos que aparecen en el libro o pasaje, representados en palabras claves, y que en realidad representan temas enteros de interés doctrinal. Tómese, por ejemplo, las palabras gracia, fe, ley. pecado, mundo, amor, justicia, etc. Cada uno de estos términos no solamente encierra un profundo significado, sino que constituye un eslabón en la prolongada cadena de enseñanzas doctrinales sobre el particular, que Dios ha desparramado por toda la Biblia. Preciso será entonces seguirle el rastro a estos vocablos, tratando de encontrar todo lo que sobre ellos se enseña.

2. La Comparación. La lista de enseñanzas doctrinales que hayamos compilado en el proceso anterior, servirá para iniciar la labor de confrontación entre las diferentes declaraciones del texto. Esto significa que no solamente cada tema es importante en sí, sino que adquiere mayor importancia aun cuando tomemos el tiempo para compararlo con otros que aparecen en el mismo pasaje o libro. El capítulo 16 del Evangelio según Juan es un magnífico ejemplo de esto. En él, Cristo combina enseñanzas sobre la persona del Espíritu Santo y sobre sí mismo, de tal manera que al comparar las declaraciones sobre estos dos grandes temas, obtenemos un cuadro más completo, claro y comprensible del mensaje que Cristo trataba de comunicar a sus discípulos. Ese es el caso también de la enseñanza de Pablo sobre la ley y la gracia en Gálatas. Sólo cuando comparamos una doctrina con la otra, podemos arribar a un punto de vista equilibrado sobre lo que la Biblia en esa porción nos enseña, y la comparación se vuelve todavía más interesante si observamos la forma en que los diferentes autores hablan de ciertas palabras o doctrinas. Por ejemplo, la palabra fe no se usa con igual sentido en Romanos que en Hebreos; así en otros casos.         

3. La Organización. Reunidas ya todas las enseñanzas doctrinales de un segmento bíblico, el siguiente paso consistirá en su organización. Una forma de proceder a esto puede ser organizando el material contenido en cada párrafo, para más tarde unir los párrafos en un solo bosquejo general. He aquí un ejemplo de cómo Howard F. Voss bosqueja una parte de la carta a los Colosenses.

I. Sus Nombres

A. Cristo Jesús, 1:1- significa misión y humanidad.

B. Señor Jesucristo, 1:3- significa señorío, misión, humanidad.

C. Cristo el Señor, 3:24.

D. Amado Hijo, 1:13.

E. Cabeza del Cuerpo, 1:18, 24

II. Sus Atributos

A. Personalidad

1. Creador, 1:16

2. Hijo 1:13

3. Primogénito de entres los muertos, 1:18

4. Perdonador, 2:13

5. Objeto de nuestro servicio, 3:24

B. Omnisciencia

1. Todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, 2:3

C. Santidad

1. Imagen del Dios Invisible, 1:15

2. Objeto de la fe, 2:5

3. Él es perfección, 1:28.         


4. La Interpretación. El último paso en el método teológico, consistirá en encontrar el significado de las palabras del escritor. A esto le llamamos interpretar. Este es un procedimiento imprescindible en todo estudio bíblico serio, ya que existe una notable diferencia entre lo que el escritor ha dicho y lo que quiso decir. Por ejemplo, Cristo dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5:14), pero quiso decir: que vuestra vidas brillen y se destaquen entre los demás. Por eso Bernard Ramm nos advierte: “En nuestra interpretación debemos descubrir el significado de un pasaje y no atribuirle uno. Feliz el hombre que puede acercarse a su Biblia tan libre de predilecciones, prejuicios y predisposiciones como le sea posible, humanamente hablando. La tarea del intérprete es determinar el significado de la Biblia y no verificar sus prejuicios personales”

La manera de obtener el significado de las palabras en el pasaje, es por medio del contexto. Es necesario familiarizarnos lo más posible con él. Como hemos explicado antes, este comprende los versículos, párrafos y aún libros y divisiones situados antes y después del pasaje que estudiaremos. En este caso sin embargo, es estratégico que como parte de este contexto tomemos también muy en cuenta otros pasajes o libros que el mismo autor haya escrito. Sus pensamientos sobre el mismo tema o temas afines, nos auxiliará notablemente para interpretar o descubrir el significado de sus palabras.

Tras de la interpretación y con los resultados de nuestro estudio a la mano, procederemos finalmente a la aplicación de la verdad teológica descubierta. Ya leímos lo que el escritor dijo, con la ayuda del contexto hallamos lo que quiso decir y ahora reflexionaremos en las circunstancias prevalecientes y determinamos en qué área de nuestra vida se aplican esas enseñanzas.


E. El Tema Devocional

En el capítulo anterior se ha sugerido que no todos los métodos son adecuados para todas las personas en todas las circunstancias y por tanto, un estudiante no debe pretender utilizar todos para realizar su estudio de la Biblia. De acuerdo con el propósito que se tenga, algunos métodos le serán más útiles que otros. Pero lo cierto es que en un sentido muy real, todos los métodos anteriores no viene a ser sino únicamente preparación para que el estudiante arribe a esta última forma de estudiar las Escrituras. A ellos se debe que a este sistema de estudio se le ha llamado “la coronación de todo estudio”.    

Se conoce este método con el nombre “devocional”, porque acentúa el estudio con el fin de producir la edificación de la vida espiritual del cristiano, llevándole a una experiencia más real de su conocimiento de Dios y de su entrega personal a Él. Naturalmente que a través de los otros métodos ya explicados, también podremos derivar inspiración y edificación interior, pero los demás nos auxilian más para comprender diferentes aspectos del texto bíblico o para poner atención a detalles que de otra manera pasarían desapercibidos, mientras que en éste, el objetivo único es producir una mayor devoción de nuestro ser a Dios y a su Hijo Cristo Jesús.    

El gran predicador escocés Roberto Murray McCheyne (1813-1843); escribió: “Lee tu Biblia regularmente, por supuesto; pero trata de entenderla y aún más, de sentirla. Lee varias partes, y no tan solo una vez. Por ejemplo, si estás leyendo Génesis, lee también un Salmo; o si Lees Mateo, lee también un poco de una epístola. Haz de las palabras de la Biblia una oración. En esta forma, si estuvieras leyendo el Salmo 1, coloca tu Biblia sobre la silla ante tí, híncate y ora, Oh, Señor, concédeme la bienaventuranza del hombre que “no anduvo en consejo de malos”. Esta es la mejor forma de conocer el significado de la Biblia y de aprender a orar”. Este tipo de estudio lo podemos practicar cuando menos de cuatro diferente maneras:

1. Progresivo.  Para un gran número de cristianos, estudiar la Biblia significa únicamente leerla progresivamente de Génesis a Apocalipsis. Desgraciadamente, no se puede con justicia llamar a esto un estudio si lo único que se hace es leer, subrayando algunos versículos o palabras que edifican o llaman la atención. Indudablemente que el hábito de leer de esta manera es loable, pero si la persona no se detiene periódicamente para estudiar distintos pasajes importantes, de poco provecho le será tal práctica. Por eso es recomendable para los que leen progresivamente la Escritura, que cuantas veces sea posible haga una pausa en la lectura y dediquen varios días o aun semanas, si fuere necesario, a la consideración, investigación, meditación y estudio de ciertos pasajes importantes.      

Parece ser quienes así estudian la Biblia han adoptado el plan de leerla en un año y de allí su interés de continuar leyendo regularmente sin interrupciones todo los días. El plan es bueno, mientras no nos impida profundizar los más posible en las Escrituras. Por lo tanto, si el estudiante practica este tipo de lectura, se recomienda cualesquiera de estos dos procedimientos:

a) Que el tiempo que se dedica cada día para la lectura, se divida permitiendo la oportunidad tanto de continuar la lectura regular, como de regresar al pasaje que hemos elegido para estudiar.

b) Que se prolongue el tiempo asignado para leer toda la Biblia y en lugar de limitarnos a un solo año, fijemos un lapso más amplio, quizá de tres años, avanzando sólo conforme vayamos estudiando pasajes interesantes que vayan dejando provechosas enseñanzas para nuestro espíritu.    

2. Práctico. Una segunda forma de realizar el estudio devocional, consiste en analizar pasajes que sean adecuados a nuestro interés o a nuestra necesidad espiritual. Es por todos sabido que en ocasiones se despiertan dentro de nuestra alma inquietudes, sobresaltos o angustiosa hambre espiritual, que nos orilla a buscar a Dios con una dedicación y ansiedad fuera de lo común. En tales ocasiones sería absurdo entregarnos a una lectura progresiva de la Biblia de Génesis a Apocalipsis, pues las genealogías u otros pasajes complicados producirían hastío o decepción. Otras veces pueden ser problemas en el hogar o en los negocios los que nos agobian; o dificultades con los hijos, escasez económica, enfermedad, molestas dudas, tentaciones y cuántas experiencias más. Y por si no fuera poco, no sólo experimentamos lo negativo, sino que en ocasiones también sentimos la necesidad de un mensaje para las épocas de bonanza y oportunidad; cuando vamos a iniciar un viaje, cuando principiamos un nuevo trabajo, cuando los hijos comienzan un ciclo escolar, cuando estrenamos casa, cuando cumplimos años, cuando hay un aniversario, etc.

Con la ayuda de una concordancia o de las referencias en los márgenes de la Biblia, podremos localizar innumerables pasajes que nos produzcan aliento, paz, serenidad o fe para los vaivenes de la existencia humana.

3. Pastoral. La vida cristiana no es una emoción momentánea; es un procesos que dura toda la vida. Por eso los cristianos necesitamos el constante cultivo de la experiencia interior con Dios. Para obtenerlo, nada mejor que “el buen Pastor” nos conduzca a “aguas de reposo” y nos lleve a descansar en “lugares de delicados pastos”. Hay un libro que Dios parece haber incluido en la Biblia con ese solo propósito: el libro de los Salmos. Si el cristiano no comprende todo el resto de la Escritura, este libro sí lo entiende. En la mayoría de las Biblia, otras páginas pueden aparecer en blanco y sin uso, pero las de los Salmos se encuentran marcadas, ajadas y aun frecuentemente con las señales de lágrimas vertidas por el impacto de la Palabra de Dios sobre el cuidado corazón humano.        

El Dr. Billy Graham constantemente dice a los cristianos en sus cruzadas, que hace muchos años se formó al hábito de estudiar una porción de los Salmo, además de su lectura o estudio en alguna parte de la Biblia. Ha encontrado produce la invariable edificación del alma y les exhorta a que hagan los mismo. Naturalmente que otros libros, además de los Salmos, se prestan también para un estudio de esta naturaleza. Entre ellos están Deuteronomio, 1 y 2 de Samuel, Nehemías, Proverbios, Isaías, Jeremías, Oseas, los Evangelios y las Epístolas; y de esta últimas particularmente la dirigida a los Hebreos.   

Este tipo de estudio puede realizarse, por ejemplo, observando y clasificando todas las promesas contenidas en un pasaje. Es conveniente en ocasiones asignar diferentes categorías como promesas personales; para la familia; para la nación; en relación con necesidades económicas, persecución, enfermedad, etc. También resulta provechosa la observación y el estudio de las oraciones o la vida de oración de los personajes en el libro bajo estudio. Resulta de gran utilidad escribir las oraciones enteras como aparecen en el texto bíblico y sujetarlas a un meticulosos examen. Naturalmente que al finalizar nuestra investigación, concluiremos formando las aplicaciones pertinentes a nuestra vida personal.

4. Personal. Las Escrituras serán a nuestro corazón “dulce como la miel”, solo en la medida en que logremos localizar entre sus páginas a Jesucristo, el Hijo muy amado del Padre, en el cual él tiene su contentamiento. Este tipo de estudio devocional consiste en la consideración de la persona de Jesucristo y no de aplicar la Biblia a nosotros en lo personal. El himnólogo escribió: “Cristo es el tema de mi canción”. Y también es el tema central, principal y supremo de las Escrituras. Decía Robert Murray McCheyne: “La única medicina para un corazón frío es una mirada al corazón de Cristo”. Y el escritor de Hebreos nos instruye diciendo: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (He 12:3). Será preciso entonces estudiar lentamente cada versículos, cada frase, cada palabra, en busca de alguna sombra de la persona de Cristo sobre las páginas sagradas.

Una vez elegida la porción que deseamos estudiar, la cual puede ser un libro, capítulo,párrafo o un versículo, procedemos a establecer primero la similitud entre las circunstancias en que vivían los personajes y las de los tiempos de Cristo. También podemos anotar las características personales del Señor Jesús que se encuentran reflejadas en las vidas de los personajes que nos encontramos estudiando. Y por último, es posible establecer paralelos entre los acontecimientos en la vida de Jesucristo y los de la porción bajo estudio.      


(Estudio de la Biblia en profundidad.  p. 316)