Aplicación

Mateo

Aplicación de Mateo

Aplicación de Mateo

    1. ¿Se ha postrado ya usted ante Jesucristo, reconociéndolo como Rey de su vida? Lea Mateo 7:21-27, y reflexione sobre la diferencia que hay entre solamente oír algo, y oír y vivir conforme a lo que se ha oído. ¿De qué lado está usted?

    2. ¿Pudiera explicar usted a otra persona, partiendo de las Escrituras, porque Jesucristo es el Rey del reino prometido? 

    3. ¿Está consciente de que las palabras finales de Jesús a sus discípulos  (Mt 28:19-20) van dirigidas también a usted? ¿Qué está  haciendo para cumplir con la Gran Comisión de Jesús?  En su diario andar, ¿está haciendo discípulos? Si es así, ¿les está enseñando a cumplir con todo lo que Cristo nos ha ordenado?

Aplicación final de Mateo

    1. ¿Cuáles son las verdades básicas de Mateo?

    2. ¿Cómo se aplican estas verdades a mi vida?

    3. ¿En vista de estas verdades, qué cambios deberían hacer en mi vida?

    4. ¿Cómo pienso llevar a cabo estos cambios?

    5. ¿Cuál será mi oración personal referente a esta verdad, y los cambios que debería efectuar en mi vida?

Aplicación práctica

    El Evangelio de Mateo es una excelente introducción a las enseñanzas centrales del cristianismo. El estilo lógico del esquema, permite la fácil localización de la discusión de varios tópicos. Mateo es especialmente útil para entender por qué la vida de Cristo fue el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento.

    La audiencia a quien se dirigía Mateo eran sus compatriotas judíos, muchos de los cuales –especialmente los fariseos y saduceos – tercamente se rehusaron a aceptar a Jesús como su Mesías. A pesar de siglos de haber leído y estudiado el Antiguo Testamento, sus ojos estaban ciegos a la verdad de quién era Jesús. Jesús mismo les reprocha la dureza de sus corazones y su negativa a reconocer a Aquel que supuestamente ellos habían estado esperando (Juan 5:38-40). 

    Ellos querían a un Mesías bajo sus propios términos, uno que cumpliera sus propios deseos e hiciera lo que ellos querían que Él hiciera. ¿Con cuánta frecuencia nosotros buscamos a Dios bajo nuestros propios términos? ¿No lo rechazamos al atribuirle sólo aquellos atributos que encontramos aceptables, aquellos que nos hacen sentir bien –Su amor, misericordia y gracia- mientras que rechazamos aquellos que encontramos objetables –Su enojo, justicia e ira santa? No nos atrevamos a cometer el mismo error de los fariseos, creando un Dios a nuestra imagen y luego esperar que Él viva de acuerdo a nuestros estándares. Tal dios no es más que un ídolo. La Biblia nos da información más que suficiente acerca de la verdad, naturaleza e identidad de Dios y Jesucristo, como para justificar nuestra adoración y nuestra obediencia.

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