Exposición

Efesios

Exposición de Efesios

TEXTO, EXPOSICIÓN Y AYUDAS PRÁCTICAS

I.     EL SALUDO APOSTÓLICO, 1:1, 2

La epístola a los Efesios comienza de la misma manera que las otras cartas paulinas, con lo que llamaremos el “saludo apostólico.” El autor se identifica por nombre (Pablo) y rango (apóstol), siguiendo la forma de encabezar una carta de aquella época en contraste con la práctica moderna de poner el nombre del escritor al final de la carta. Se identifica como Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios (v. 1).

El único título que se atreve atribuir es el de apóstol, aunque bien podría haber usado otros, como alude en Filipenses 3:5. En cambio, prefiere identificarse sencillamente como apóstol y considera todos los demás títulos que podría usar como pérdida a causa de Cristo (Fil. 3:7). El único privilegio que Pablo estimaba de valor fue el de ser apóstol de Jesucristo. Lo consideraba un alto honor y defendía tenazmente su apostolado al escribir a los cristianos de Corinto en sus dos cartas (1 Cor. caps. 4 y 9 y 2 Cor. 10).

Con esta expresión, indica a quién pertenece como apóstol y de quién proviene su autoridad: Jesucristo. Señala, además, que fue hecho apóstol por voluntad divina y no humana. La palabra apóstol (apóstolos 652) significa uno que ha sido enviado o despachado con un mensaje. Un apóstol, pues, es un mensajero. Este término tiene el significado de “representante con la comisión y autoridad de actuar en el nombre y de parte de aquel quien lo ha enviado; no es simplemente uno que entrega un mensaje y nada más” (Bratcher y Nida, A Translator’s Handbook on Paul’s Letter to the Ephesians, p. 3).

Respecto a esto, Pablo conocía bien la práctica del Sanedrín, la corte de los judíos. Al llegar éste a una decisión, despachaba a un apóstolos (mensajero) para transmitir el mensaje al interesado y verificar su cumplimiento. Esto lo hacía con la plena autoridad y respaldo del Sanedrín mismo. Así que, al identificarse como apóstol de Jesucristo, Pablo está declarando a los que leen esta carta que ha sido enviado con la autoridad de Cristo y que el mensaje que transmite tiene urgencia divina.

Joya bíblica

Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (Ef. 1:2).

Pablo se consideraba apóstol con una satisfacción humilde. Se refería a sí mismo como apóstol no con jactancia, sino contándolo como un privilegio de ser mensajero al mando de Jesús. Al decir por la voluntad de Dios, enfatiza que él fue escogido y colocado en el ministerio apostólico por Dios mismo y no por elección propia, ni por la de otros seres humanos (ver 1 Tim. 1:12).

En seguida, identifica a los destinatarios de la carta: A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso. El texto en el idioma original en que fue escrito esta carta, el griego, dice lit.: A los santos que están en Efeso y fieles en Cristo Jesús. Nos parece que a Pablo le gustaba reiterar sus pensamientos con expresiones dobles y paralelas, casi como lo hallamos en los Salmos. Menciona tanto el estado como la condición espiritual de los destinatarios. Estos fueron primeramente santos (ágios 39 y 40) apartados por Dios y consagrados a su servicio. Esto se refiere al estado espiritual en que se hallaron por la gracia de Dios y desde el punto de vista de Dios. La palabra santos se refiere al hecho inicial y el estado actual del creyente como apartado por Dios y consagrado continuamente a su servicio. Como dicen Bonnet y Schroeder: “Santos es la designación del carácter de los cristianos como miembros del pueblo de Dios y de su destino final.”

EFESIOS: Epístola de una nueva cultura

La literatura es comprobación de la madurez cultural de un pueblo. En la época de Pablo, en cuyo cerebro se entrecruzaban hilos culturales hebreos, grecohelenísticos y romanos, la literatura romana mostraba sus obras maestras con brillantez. La ciencia de la naturaleza y la conducta moral eran los énfasis de los escritores que eran contemporáneos del Apóstol. La literatura griega tiene al geógrafo Estrabón, al médico Dioscorides, al biógrafo Plutarco y al moralista Epicteto. Este último entregaba enseñanzas morales y Plutarco ofrecía caracteres humanos, para motivar conductas mejores.

La prosa latina muestra al geógrafo Pomponio Mela y al médico Celso; la ciencia romana tiene a Plinio el Viejo. Pero hay que fijarse en el destacado Séneca, contemporáneo exacto de Pablo, y en Plinio el Joven, quienes fueron maestros del género literario epistolar y a la vez maestros clásicos de las relaciones humanas.

La cultura madre de Pablo, la judaica, brinda al historiador Josefo, que entre otros tópicos narra las dolorosas guerras de los judíos entre los años 66 y 70 d. de J.C. Los judíos lucharon contra sus dominadores romanos. En el trasfondo de estas guerras yacía la dolorosa esperanza y la emocionante búsqueda del Mesías anunciada por Moisés y los profetas. La sinagoga rabínica rechazó a Jesús como el Mesías o el Cristo.

La iglesia de Jesucristo, recién asomándose a la historia, tiene a un puñado de autores desconocidos de Evangelios, a Lucas, el médico amado y a Pablo, anteriormente Saulo de Tarso. Pablo es el Séneca de la iglesia cristiana. Toda su prosa es epistolar, y todo su énfasis es un tema moral: La reconciliación universal y la realización de "las buenas obras..." en la conducta diaria de los hombres. La semejanza entre algunas enseñanzas de Pablo y de Séneca ha inducido a pensar que hubo correspondencia escrita entre ambos. Pero lo que nosotros debemos subrayar es la naturaleza última de las culturas que representan aquellos colosos. Hablando de comunicadores de principios morales (como, por ejemplo, los profetas bíblicos) el Señor de la iglesia dice: Por sus frutos los conoceréis. Apliquemos este principio a las culturas de los tiempos paulinos: Algún estudiante universitario puede que conozca la Geografía de Estrabón; el discípulo más famoso conocido de Séneca, el emperador Nerón, incendió Roma y acabó con la vida de su maestro, ordenándole cortarse las venas para morir. Pablo, con sus ideales y doctrinas morales de raíz espiritual, escritos en epístolas como la de los Efesios, ha llenado los paisajes humanos hasta lo último de la tierra. ¿Dónde está la explicación? Según Efesios, está en que Pablo escribe de parte de el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (1:3). El buen éxito de esta "epístola moral" de Pablo radica en que somos creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras (2:10). En pocas palabras, Efesios es la epístola de una nueva cultura: La cultura celestial, historizada en Jesucristo; ésa es la cultura de la iglesia cristiana.

En segundo lugar, se refiere a la condición espiritual activa de los destinatarios desde el punto de vista de los hombres como fieles en Cristo Jesús. Los fieles (pistós 4103) son los que han puesto su fe en él como Salvador y lo demuestran a través de su vida. Todo creyente es un santo, apartado, hecho santo por la obra y gracia de Dios, e íntimamente relacionado con él por medio de la fe activa en Cristo Jesús que se manifiesta en una lealtad de servicio activo. Estas dos son características esenciales de los seguidores de Jesús y, por consiguiente, de los destinatarios de esta carta.

Ya hemos considerado la expresión en Efeso en la Introducción. Algunos manuscritos, incluyendo los antiguos, omiten la referencia a un lugar, mientras que otros la incluyen. Aunque seguimos considerando esta epístola como destinada para Efeso, la mayoría de los comentaristas están de acuerdo que en Efeso no estuvo en el original. Esta conclusión se debe a la evidencia que hallan en la mayoría de los manuscritos más antiguos. Es probable que estas palabras fueron insertadas por algún copista en una copia hecha para la iglesia en Efeso.

A la vez, es probable que esta epístola fuese escrita como una carta circular. Bien podría ser ésta la epístola perdida a los laodicenses mencionada en Colosenses 4:16. Esta es una buena posibilidad, puesto que Pablo no había visitado Laodicea tampoco, y faltan menciones de personas conocidas, saludos y recados personales.

Aunque nos pueda quedar un poco de duda en cuanto al lugar geográfico específico, no cabe duda alguna con respecto a la esfera espiritual donde se encontraban los lectores: en Cristo Jesús. Esta expresión se refiere al hecho de que los lectores son salvos por fe en Cristo Jesús, la que los ha unido a él en una unión vital y santificadora. El hecho que son santos y fieles depende de su fe en Cristo.

Después del saludo, Pablo pronuncia una bendición doble sobre los que reciben la epístola: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (v. 2). Gracia y paz es una bendición compuesta de los mejores sentimientos que Pablo podría sentir y los más altos deseos que podría tener para los creyentes. Refleja las raíces judeocristianas de la fe. Gracia (cáris 5485) es una expresión que refleja la cultura griega y es la esencia de la fe cristiana; y paz (eiréne 1515) fue el saludo tradicional entre los judíos y es una expresión que refleja la condición que es el resultado de la fe de los creyentes.

Efeso, sede del templo de Diana y el misterio de la diosa madre

La arqueología ha recuperado datos interesantes sobre el templo de Diana en Efeso, una de las grandes maravillas del mundo antiguo:

El templo mismo tenía 55 mts. de ancho y 115 mts. de largo. El techo estaba sostenido por 117 columnas de 18 mts. Estas columnas tenían 2 mts. de diámetro y 36 fueron esculpidas en su base con figuras de tamaño normal. El templo se edificó sobre una plataforma de 73 mts. de ancho y 127 mts. de largo. El lugar santísimo era aparentemente abierto al cielo y contenía un altar de 38 mts. cuadrados, detrás del cual estaba sin duda la estatua de Artemisa. Artemisa o Diana era comparada con la Cibeles de Asia Menor, la diosa madre... la diosa era una deidad de la fertilidad considerablemente orientalizada. Su estatua era una figura con muchos pechos (o como algunos piensan, con una fachada de huevos de avestruz que significaban fertilidad)." El teatro desde donde Pablo oía gritar: "¡Grande es Diana de los efesios!" (Hech. 19), estuvo al oeste del monte Pión, medía 151 metros de diámetro y tenía capacidad para unos 25.000 espectadores (datos y cita de Diccionario Bíblico Arqueológico).

El sentido religioso enraizado en el hecho sublime de la maternidad natural ha jugado un papel cardinal en el hecho religioso de la humanidad. María de Nazaret, madre de Jesús según el plan divino de poner la carne natural al servicio del Espíritu, convertida filosóficamente hablando en "Madre de Dios" por un gran sector de la cristiandad, es exaltada de modo monumental en Hispanoamérica y España. El fenómeno mariano se da muy parecido a lo que se hizo con "Diana de los efesios".

La gracia es la obra bondadosa de Dios en Cristo Jesús, un favor amoroso en beneficio del hombre, aunque no lo merezca. La paz es el resultado de ésta. Según Vaughan, paz es la consecuencia de haber experimentado el favor de Dios. Significa no sólo la ausencia de conflicto, sino la presencia de bendiciones positivas.

Las dos palabras siempre van unidas y siempre se encuentran en este orden en los escritos de Pablo. La gracia produce paz y no viceversa; la paz procede de la gracia. La una es la obra y la otra es el resultado. Las dos juntas en el saludo apostólico constituyen una doble bendición, reuniendo así lo mejor de los dos mundos en que vivía la comunidad cristiana: el grecocristiano y el judeocristiano. Según Barclay, gracia significa “encanto” y siempre se refiere a un don, algo recibido. Se refiere al origen y la calidad de la vida cristiana. La vida cristiana tiene su fuente en Dios y produce un encanto inmensurable en la vida del que cree.

Ambos, la gracia y la paz, son de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Uniendo a estas dos personas de la divinidad de esta manera, el Apóstol presupone una relación íntima y única entre ellas, que son de la misma esencia. Así, la doble bendición de la gracia y la paz provienen igualmente del Padre y del Hijo.

II.     SECCION DE VERDADES DOCTRINALES: LA GLORIA DE DIOS REVELADA POR CRISTO EN LA IGLESIA, 1:3-23

Habiendo expresado este breve saludo, el apóstol se eleva a las alturas celestiales con un cántico de alabanza que no tiene igual en las Escrituras. Prorrumpe en una declaración elocuente sobre el maravilloso y eterno propósito de Dios. Esta declaración consiste en un himno de alabanza (vv. 3–14) y una acción de gracias con un rogativo pastoral (vv. 15–23). El tema de esta meditación devocional podría ser: La gloria de Dios en la iglesia.

    1.     Himno de alabanza por la obra redentora de Cristo, 1:3-14

Parado en la cima de sumo gozo y admiración, Pablo con una sola mirada vislumbra hacia atrás hasta la eternidad infinita y hacia adelante hasta la eternidad venidera. Señala en una sola alocución el panorama admirable del propósito divino de proveer en Cristo Jesús una salvación completa, gratuita y eterna para toda la humanidad. Expresa sus sentimientos profundos en una oración larga, que en el griego se extiende desde el v. 3 hasta el 14. En la RVA esta oración larga ha sido dividida en siete oraciones más breves.

Comienza con una doxología que celebra las múltiples bendiciones de Dios en Cristo Jesús para con nosotros: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (v. 3). Esta declaración es como un resumen de todo lo que sigue. Emplea tres formas de la misma palabra (eulogéo 2127) para dar énfasis sobre la grandeza de estas bendiciones.

Con esta declaración Pablo indica que Dios debe ser alabado, o merece ser alabado por lo que ha hecho a través de la historia, culminando en la persona y la obra de Jesucristo. Establece la relación íntima que existe entre Dios y Jesús. Indica que Dios es a la vez “el Padre de Jesucristo (quien es nuestro Señor) y su Dios” (Bratcher y Nida, p. 9). Señala que Dios mismo es el autor de todas las bendiciones espirituales que son nuestras en Cristo. Estas bendiciones son de carácter espiritual y no deben ser confundidas con bendiciones materiales. Bonnet dice que “bendecir a Dios es alabarle, glorificarle en un sentimiento de adoración, de reconocimiento, de amor”.

En lugares celestiales (v. 3) puede referirse a la esfera de las operaciones divinas, donde mora Dios por la eternidad en contraste con lo terrenal. Dios en consejo celestial decidió hacer todo lo que la Biblia nos revela que hizo. A la vez, puede entenderse por esta expresión que el creyente en Cristo ya es ciudadano del cielo y que las bendiciones espirituales en lugares celestiales pueden referirse a la cualidad de las bendiciones que disfrutamos aun en esta vida por medio de Jesucristo. La expresión bendición espiritual indica que las bendiciones provienen del Espíritu.

Es interesante notar que la expresión en lugares celestiales se halla solamente en esta epístola (1:3, 20; 2:6; 3:10 y 6:12). ¿Será que la bendición espiritual en los lugares celestiales describe la experiencia presente del creyente en compañerismo con los demás cristianos que forman la iglesia? ¿Podrá esto sugerir que la Iglesia como la conocemos en la tierra es un anticipo ideal de cómo ha de ser en la eternidad?

Semillero homilético

Las marcas de una iglesia apostólica

1:1, 2

Introducción: Una pretensión eclesiástica sana de nuestro tiempo es el ser una iglesia "apostólica", tanto en doctrina como en forma. En algunos países de América Latina hay denominaciones evangélicas que llevan el adjetivo "apostólica" junto con su nombre propio. La iglesia tradicional de la América española, la llamada "católica, apostólica y romana", trae ese nombre desde antaño.

     La iglesia apostólica es una iglesia:

I.     Relacionada con un apóstol de Jesucristo (v. 1a).

1.     Pablo es un apóstol de Jesucristo.

(1)     Jesucristo lo convirtió en su siervo (Hech. 9; Fil. 1:1).

(2)     Pablo recibió el apostolado de Jesucristo (Rom. 1:5; Gál. 2:8).

2.     Pablo es apóstol por la voluntad misma de Dios.

(1)     Dios tomó la iniciativa de revelarle a Jesús (Gál. 1:15, 16).

(2)     Dios concentra su buena voluntad en Cristo (Ef. 1:9).

II.     Constituida por personas relacionadas con Jesucristo (v. 1b).

1.     Tales personas son apartadas para Dios por medio de Cristo (santos... en Cristo Jesús) .

(1)     No son perfectos ahora, pero avanzan con la esperanza de ser cada vez mejores (1:18).

(2)     La calidad de su santidad no radica en ellos mismos, sino en el carácter de Jesucristo (son santos... en Cristo Jesús).

2.     Los miembros de tal iglesia son fieles en Cristo Jesús.

(1)     Esto significa que han hecho de Jesucristo el objeto absoluto y único de su fe (1:13).

(2)     Esto significa que son auténticos creyentes en Jesucristo (1:13).

3.     La militancia de la iglesia apostólica es histórica (que están en Efeso).

(1)     La iglesia apostólica existe en el tiempo presente (santos y fieles que están...).

(2)     Esta iglesia está en el espacio (... en Efeso).

III.     Participantes de la gracia y la paz divinas (v. 2).

1.     Los miembros de la iglesia participan como receptores de la gracia y de la paz.

(1)     La gracia y la paz son: el favor inmerecido de parte de Dios, y la reconciliación con Dios y con los hombres (2:8, 14–18).

(2)     La gracia y la paz para la iglesia son de parte de Dios... y del Señor Jesucristo.

2.     La iglesia participa como instrumento de Dios en el plan misionero mundial.

(1)     El plan de Dios es extender su gracia y paz en Cristo a todo el mundo y en todo el universo (1:9, 10).

(2)     El plan de Dios está en acción y enrola a la iglesia apostólica como medio de proclamación de la gracia y de realización de la paz (1:12, 19; 3:10).

Conclusión: Estas son las marcas de una iglesia apostólica según Efesios. ¿Muestra su iglesia evidencias de estas marcas apostólicas? Su iglesia debe y puede adquirir, o hacer más notables, tales marcas de fidelidad a la Palabra apostólica del Espíritu Santo.

El autor procede a enumerar estas bendiciones por medio de un himno de alabanza. Señala claramente la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu por medio de una estrofa cada uno, seguido con el refrán para la alabanza de su gloria (vv. 6, 12, 14). Señala el pasado, el presente y el futuro de la salvación que tiene el creyente en Cristo.

La primera estrofa de este himno de alabanza se halla en los vv. 4–6, donde señala lo que ha hecho Dios. Nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo (v. 4). Esto habla de un acto soberano del Dios eterno quien no conoce límites ni de tiempo ni de espacio. Efectuando el propósito eterno y divino en la elección, Dios inició una cascada de bendiciones espirituales en lugares celestiales. Esta primera bendición consiste en la elección divina: Dios nos escogió para sí en Cristo. La elección es un hecho. Fue objetivo y con un propósito definido. Este acto corresponde a la amorosa voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús y es para la salvación del escogido. No depende de la capacidad para escoger de los escogidos, ni de los méritos que estos tuviesen. En cambio fue una expresión independiente de la libre voluntad divina. La elección constituye la base de todas las demás bendiciones espirituales.

Las formas culturales de la iglesia

Uno de los desafíos ineludibles para la iglesia en misión ha sido y es el hecho de las formas culturales (y los contenidos) de los pueblos. Casi todas las iglesias cristianas contemporáneas han tomado conciencia de esto. Las formas culturales son los modos en que las diversas naciones expresan o grafican sus ideas religiosas, morales y artísticas.

La misión de la iglesia, hoy y siempre, nos exige una investigación respetuosa de las variadas formas y contenidos culturales de los pueblos a evangelizar (o reevangelizar, como lo dicen los misionólogos católicos y protestantes de la actualidad). No se trata del respeto por el respeto mismo; más que eso, se trata de una estrategia respetuosa, con el fin de comunicar el evangelio, organizar y fortalecer nuevas iglesias locales y rendir culto a Dios. Esta riqueza de formas de expresión cultural se da, y de modo notable, en las culturas autóctonas de las tres Américas, o en las subculturas de las sociedades criollas, rurales y urbanas del continente.

Con la palabra escogió (eklégomai 1586) Pablo comienza a definir quiénes son los que componen la verdadera iglesia de Cristo, el pueblo escogido de Dios. Aunque la palabra iglesia (ekklesía 1577) no aparece hasta el v. 22, el autor va gradualmente descubriendo palabra por palabra el propósito divino al formar en la iglesia a un pueblo particular para rendirle a Dios la gloria. Es importante recordar esta palabra y otras en forma acumulativa para comprender lo significativo de la iglesia en el propósito de Dios.

¿Quiénes son los bendecidos? Son los elegidos en Cristo; nosotros los creyentes, tanto los judíos como los gentiles. Nos escogió en él aclara los objetos de la elección divina y el medio por el cual se realizó. Nos se refiere a todo el pueblo de Dios, los cristianos. Hemos sido escogidos en Cristo, el Mesías, el ungido de Dios. En él es una expresión favorita de Pablo y aparece más de veinte veces en esta epístola y expresa la relación especial que existe entre el creyente y Cristo. Es una unión íntima y mutua. Las bendiciones espirituales se fundamentan en él y dependen de una relación vital. Dios es el gestor de las bendiciones espirituales, Cristo el mediador y nosotros los beneficiarios.

En la expresión desde antes de la fundación del mundo, Pablo manifiesta el carácter eterno de Dios, y su soberanía y poder para tomar decisiones. Dios es eterno y no conoce límite de tiempo. Por esto, esta frase señala que la decisión fue tomada por el Dios soberano antes de la creación, sabiendo bien todas las implicaciones y consecuencias, los resultados y también el veredicto final de tal decisión. Nuestra salvación en Cristo Jesús es el resultado de una decisión que data desde la prehistoria humana. Es tan segura como Dios es eterno: En quien no hay ni cambio ni sombra de variación (Stg. 1:17).

La razón de esta elección se expresa con la frase para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. Esta expresión nos recuerda las palabras de Dios al pueblo de Israel: Porque tú eres un pueblo santo para Jehovah tu Dios; Jehovah tu Dios te ha escogido para que le seas un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra (Deut. 7:6). Nuestra elección ha sido con el propósito de poner a los elegidos aparte del resto del mundo y dotarlos de cualidades espirituales que los distinguen de éste e identificarlos como pertenecientes a Dios.

Sin mancha nos hace recordar la condición perfecta que debía tener un animal traído para el sacrificio. Estas palabras también aparecen en 5:27 con referencia a la iglesia. Así, podemos concluir que los elegidos han sido escogidos para formar la iglesia de Cristo. Los que forman parte de este cuerpo selecto tienen que ser santos y sin mancha delante de él. Dios nos ha elegido en Cristo con un propósito muy especial y la única forma de ser santo y sin mancha es estar “en Cristo”.

Revolución cultural versus cultura celestial

China es la nación más grande de la tierra. En 1966 el comunismo implantó la llamada "revolución cultural". El manual literario de dicha revolución fue el "Libro Rojo", de Mao Tsetung. Con inteligencia política, el régimen marxista se lanzó contra los líderes y misioneros cristianos. De modo especial realizó una cruzada de destrucción de literatura cristiana, a la cabeza de la cual estaba la Biblia. Jonathan Chao, en la revista Misión, dice: "En Amoy, los Guardias Rojos juntaron todas las Biblias que encontraron e hicieron con ellas un montón en la plaza central. Luego obligaron a los cristianos a arrodillarse frente al montón y prenderle fuego. La hoguera quemó severamente los rostros y los cuerpos de los creyentes... algunos de los cuales huyeron a los edificios contiguos. En Pekín a una asidua lectora de la Biblia se la mató a golpes en una de las iglesias... La China se transformó en una ’sociedad no religiosa’. "

Ahora, más de veinte años después, sabemos que los cristianos nunca dejaron de reunirse para adorar a Dios, incluso durante el clímax de la "revolución cultural". La Biblia, aunque mutilada y escasa, y la oración, no dejaron de palpitar en el corazón de la fe en reuniones secretas. Mao murió, la política ha sufrido fuertes cambios, y desde 1979 unas 300 iglesias locales adoran a Dios con permiso estatal. La misión de la iglesia continúa siendo difícil, pero un hermano chino afirma que "la iglesia evangélica ha crecido allí casi cincuenta veces. En 1950 había casi un millón de evangélicos... Hoy el Centro de Investigación de la Iglesia China calcula que hay cerca de cincuenta millones de creyentes".

Casi al terminar la década de 1980 los cristianos de Occidente están empeñados en reunir una gran cantidad de ayuda financiera para poner en China millones de ejemplares de las Sagradas Escrituras. ¿Cuál será el impacto del mensaje reconciliador de Efesios hacia el siglo XXI? Sólo Dios lo sabe.

Habiendo señalado la bendición de la elección divina, el Apóstol procede a explicar cómo Dios la hizo: En amor nos predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad (v. 5). Utiliza dos términos descriptivos del proceso, predestinó y adopción; y otros dos para describir la motivación divina, amor y beneplácito de su voluntad.

Tanto la RVA como la RVR incluyen las palabras en amor como parte del v. 5, mientras otras versiones las toman como parte del v. 4. Según Bratcher y Nida el sentido puede ser interpretado igualmente junto con lo que precede o junto con lo que sigue. Si se interpreta con lo que precede podrá significar amor humano, o el amor mutuo de los cristianos. Si se toma con lo que sigue, el significado tiene que ver con el amor de Dios. Bonnet y Schroeder lo toman junto con lo que sigue: Habiéndonos predestinado en amor para la adopción. Puesto que no había divisiones de versículos en el texto original, nos quedamos con este problema, aunque de ningún modo se quita valor del mensaje que Pablo quiere transmitir.

Es más razonable que en amor se refiere al amor divino que se revelaba en todo el hecho descrito. Dios estaba mostrando su amor al ejercer su soberanía al predestinarnos para la adopción como hijos.

Nos predestinó explica el proceso de la elección. La palabra “predestinar” es proorízo 4309, y significa “definir o decidir de antemano”. Lit. quiere decir “determinar los horizontes de antemano”. Dios en su sabiduría perfecta ha predeterminado los horizontes de nuestra salvación en Cristo. Los límites y las condiciones han sido demarcados en Cristo Jesús. Bratcher y Nida dicen que esta palabra se usa solamente con referencia a Dios y sirve para enfatizar la iniciativa y la autoridad que le compete ejercer única y completamente a Dios en relación con la experiencia de la salvación. La independencia de acción de Dios se basa en una decisión ya hecha en el pasado.

La herencia

1:5

La valoración de bienes y beneficios es algo tan antiguo como la humanidad. El libro de Génesis nos relata la lucha por la subsistencia y la dignidad sociales de los patriarcas de Israel. Jacob y Labán lucharon por tales valores. Raquel, la primera esposa en los afectos de Jacob, hurtó los ídolos (los terafim) que desde la milenaria cultura sumeria se usaban también como documentos notariales que garantizaban el derecho a posesiones adquiridas por contrato (Gén. 31:17–42). Para tener derecho a heredar el gobierno del clan y de sus posesiones materiales, los patriarcas adoptaban a una persona estimada digna por el jefe de familia, si es que no tenía un hijo de sangre. El adoptado pasaba a ser considerado un hijo (Gén. 15:1–4).

La ley de Moisés legisló el derecho de las familias hebreas a la herencia de la propiedad inmueble (la najaláh: Núm. 27:1–11). Si dicha heredad se hipotecaba, había varias maneras de recuperarla. Una de éstas era "la redención". Cuando se realizaba el proceso redentor de la propiedad, el redentor, o el nuevo poseedor, recibía una sandalia de manos del tenedor de la tierra, como sello de garantía de la posesión adquirida de hecho más tarde. Un caso muy gráfico es el de Booz, redentor de Rut (ver Rut 4:1–10).

La adopción

El derecho romano elaboró de modo muy acabado la adopción de personas notables o muy estimadas del Pater Familias, como hijos. La ley romana daba reglas bien precisas para que el padre escribiera o hiciera escribir su testamento. Como regla era post mortem y, como excepción, antes de morir el testador. Hubo emperadores que fueron hijos adoptivos de un padre emperador. Un famoso hijo adoptivo fue Josefo, hijo de Matatías. Se hizo adoptar como hijo de la familia imperial de los Flavios, los que destruyeron el templo de Jerusalén en el año 70 d. de J.C. Las tablillas del testamento que entregaba herencia y gloria o prestigio político o social, eran selladas como garantía del derecho al beneficio.

El propósito de Dios fue destinarnos como hijos suyos, adoptándonos por medio de Jesucristo en el nuevo nacimiento. La expresión para adopción como hijos suyos traduce el verbo uiothesía 5206, que representa un proceso legal característico del derecho romano. En este proceso el hijo de un padre podría ser adoptado por la familia de otro como hijo con todos los derechos y privilegios de un hijo natural. Hasta las deudas de la antigua familia se cancelaban y el hijo adoptivo se convertía en heredero legítimo del padre adoptivo. Hijos suyos traduce la forma reflexiva que significa para sí mismo, como hijos propios.

Esta adopción ha sido completamente intencional y voluntaria de parte de Dios, no dependiendo de los méritos del adoptado. Según el beneplácito de su voluntad demuestra la magnanimidad y bondad de Dios al elegirnos, predestinándonos y adoptándonos como hijos de Cristo. Como dice Vaughan: “La elección de Dios es un acto de parte de su bondad pura, de su soberanía benevolente.”

La primera estrofa del himno de alabanza celebrando la obra del Padre llega a su final con el coro: Para la alabanza de la gloria de su gracia (v. 6). El Apóstol declara que todo lo que ha hecho Dios merece el elogio del hombre. Pablo canta loores o alabanzas a la magnificencia de Dios. Celebra la bienaventuranza de la bondad y el favor gratuito o gracia concedido en el Amado (Jesús).

De esta manera vemos que el plan de Dios desde antes del comienzo ha sido formar un pueblo particular que cumpla con este gran propósito. En Cristo Jesús él ha elegido a este pueblo especial, lo ha bendecido en manera particular y lo ha preparado específicamente para su alabanza y su gloria. Sólo Dios es digno de nuestra alabanza y merece nuestra adoración por quien es y lo que nos ha hecho. La alabanza es una expresión de adoración a Dios, y la adoración a Dios es la primera responsabilidad del hombre. El fin principal del hombre es glorificar a Dios. Este es el sentido de este estribillo que se repite en los vv. 12 y 14.

La gloria de su gracia se puede interpretar como la manifestación de su favor (amor) no merecido. Gloria (dóxa 1391 representa el resplandor de la presencia divina y su excelencia manifestada. Gracia (cáris 5485) es el favor inmerecido de Dios hacia el hombre. “El ejemplo supremo de ello se halla en el amor redentor de Dios hacia el género humano” (Erdman).

La frase que nos dio gratuitamente en el Amado se refiere a la gracia que es la obra de Dios en Jesucristo en nuestro beneficio. Expresa la generosidad de esta obra y señala el medio divino por el cual fue manifestada en el Amado, o sea Cristo. El título el Amado se halla sólo aquí en el NT. Este traduce agapáo 25 que significa amor. Nos recuerda la relación íntima que existe entre el Padre y el Hijo. De esta manera comprendemos que la obra de gracia del Padre consiste en habernos escogido en Cristo desde antes del comienzo del mundo, predestinándonos en amor para ser adoptados como hijos por medio de Jesucristo. Este pensamiento provoca al apóstol Pablo a elevarse con una alabanza gloriosa.

La segunda estrofa de este himno de alabanza (vv.7–12) se refiere a la obra del Amado. Con respecto a ésta W. O. Carver sugiere que en este punto el pensamiento de la epístola señala “la mayordomía de la historia por medio de la obra redentora del Hijo Amado”. Esta obra de Jesús se describe con varias expresiones que merecen nuestra atención.

La estrofa comienza con en él (v. 7), que se refiere a el Amado, o sea aquel quien es la fuente de nuestras bendiciones. Este es Jesús, el Hijo de Dios ya mencionado en vv. 5 y 6. La condición necesaria para gozarse de ellas es estar en él. Continúa se-ñalando que tenemos redención por medio de su sangre. Es decir, en el Amado nosotros (todos los creyentes en Jesús, inclusive) poseemos redención por su muerte en la cruz. La redención es nuestra posesión por la muerte de Jesús.

La palabra traducida redención (apolútrosis 629) señala el resultado del acto libertador de Jesús al derramar su sangre. Se refiere tanto a lo que hizo Jesús, como al resultado de ello. Según Bratcher y Nida la palabra hace énfasis en el resultado de la acción de liberación de Jesús. Por ello, nuestra redención es una posesión experimentada, procurada para nosotros y experimentada por nosotros por medio de su sangre. La palabra redención, como adopción, es un término legal y se refiere a un aspecto externo de nuestra salvación. Jesús cumplió todos los requisitos necesarios para nuestro rescate.

Semillero homilético

La alabanza cristológica de la iglesia

1:3–14

Introducción: El culto a Dios es la principal y más santa actividad de la iglesia. La epístola a los Efesios, que contiene el evangelio de Jesús cual sinfonía ejecutada para todos los rincones del universo, comienza con el corazón del servicio de adoración. En la iglesia latinoamericana la alabanza a Dios tiende a darse con más énfasis en "el espíritu" (en lo emotivo) que en "el entendimiento" (en lo inteligente). En este pasaje, el Espíritu Santo entrega una palabra de corrección. La iglesia alaba a Dios:

I.     Porque nos ha bendecido en Cristo (v. 3).

1.     La extensión de su bendición es sin límites (Con toda bendición...).

2.     La naturaleza de su bendición es de origen celestial (... en los lugares celestiales...).

II.     Porque nos ha escogido en Cristo (vv. 4–8).

1.     Desde antes de la fundación del mundo fundamentó en Cristo nuestra plena santidad (v. 4).

(1)     Así sabemos que su plan es eterno.

(2)     Así entendemos que el fundamento del universo es espiritual y moral, no material.

2.     De antemano decidió adoptarnos, según su amorosa y soberana voluntad (v. 5).

(1)     Si fue por su voluntad soberana, nada ni nadie le obligó.

(2)     Si fue por amor, a nadie obliga: Y habiendo creído (voluntariamente) en él... (v.13).

(3)     Esto resulta en la alabanza de la gloria de su gracia (ver Mat. 3:17).

3.     Para agraciarnos con la redención o la libertad total (vv. 7, 8).

(1)     Hecha posible por la sangre expiatoria de Jesucristo (v. 7a; ver Heb. 9:22 y Juan 8:36).

(2)     Ofrecida según las riquezas de su gracia (v. 7c).

(3)     Su acto de gracia redentora sobreabunda en sabiduría y fe (ver 1 Cor. 1:18–30).

III.     Porque nos ha revelado el misterio de su voluntad en Cristo (vv. 9–14).

1.     Lo que sólo Dios sabe y puede hacer para salvar al hombre, es dado a conocer a los hombres (v. 9; ver 6:19c).

2.     Su voluntad hace que la iglesia sea heredera de las riquezas de la gracia hecha eficaz en la persona de Jesucristo (v. 11: en él) .

3.     Su voluntad es que la iglesia exista para la alabanza de su gloria (v. 12).

4.     "El misterio de su voluntad" se cumple en la misión de la iglesia, por el don del Espíritu Santo (vv. 13, 14).

Conclusión: Como bien señala el autor del comentario expositivo, los vv. 3–14 son "un himno de alabanza". La alabanza áurea para Dios es la de la iglesia de los sellados con el Espíritu Santo. No se alaba con legitimidad a Dios en "comunión" con el público electrónico de un programa extemporáneo de televisión; la alabanza auténtica es la expresión "en vivo y en directo" hacia el Señor, por la iglesia de carne y hueso en un lugar de la tierra (ver 1 Cor. 14:23).

¡Aleluya! ¡Qué grandeza espiritual y doctrinal hay en la alabanza de la iglesia!

Algunos estudiosos de la Biblia piensan que esta palabra significa el precio que pagó Jesús y lo que compró con ello; esto es, el precio de nuestro rescate. Este concepto se encuentra en Levítico 25:47–52, y se refiere a lo que debiera ser pagado por un pariente de un hombre que se había vendido a la esclavitud por causa de alguna deuda que no podría pagar. En un sentido más amplio se refiere a la liberación de los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto. W. Barclay dice que el hombre es redimido y libertado de una situación de la que era incapaz de liberarse por sí mismo o de una deuda que jamás hubiera podido pagar por sus propios medios.

En vista de esto, pues, nuestra redención es el precio de nuestro rescate pagado por Jesús, librándonos de la esclavitud del pecado. Este precio fue su sangre. No se debe pensar que Jesús tuvo que pagar esto a alguien como Satanás, sino que es lo que le costó librarnos de las garras de Satanás.

En el NT la sangre es un símbolo bíblico que representa la muerte de Jesús sobre la cruz. Esta idea también se encuentra en Levítico 17:11: Porque la vida del cuerpo está en la sangre, la cual os he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras personas. Jesús dio su sangre para expiar nuestros pecados. Esto recuerda lo que dice Hebreos 9:22b: Sin derramamiento de sangre no hay perdón.

En nuestro texto va unida estrechamente a la idea de nuestra redención la expresión el perdón de nuestras transgresiones, pero no son conceptos idénticos. Este último concepto significa la remisión de nuestros pecados en el sentido de despedirlos. Transgresiones (paráptoma 3900) aquí son todos nuestros actos pecaminosos tales como errores y ofensas acumulados junto con su culpa. Estos son remitidos, despachados por completo por medio del acto redentor de Cristo. En una sola obra bondadosa Jesús despidió nuestros pecados junto con su culpa, y rescató nuestras almas de las manos del diablo. Vemos así las acciones paralelas y simultáneas del perdón y la redención.

La medida de esta redención está expresada con la frase según las riquezas de su gracia. Esto significa que la gracia de Dios es abundante, amplia y más que suficiente, y que no depende de los méritos de los hombres. Es inmensurable e inmerecida.

La alabanza

Pablo enseña a la iglesia a recibir los magnos beneficios divinos no con codicia sino con alabanza, cuya fuente es la gratitud. Al escuchar con fe la lectura del testamento eterno afirmado por el testigo fiel y redentor al precio de su sangre (Apoc. 1:5), los antes desheredados del reino de Dios, sin esperanza y sin Dios en el mundo, reciben el Espíritu Santo como sello de fuego. Así viven o mueren absolutamente seguros de ser herederos de toda bendición espiritual en los lugares celestiales. La iglesia responde siempre confiando y alabando la gloria y la gracia de Dios.

Esta gracia divina es la que hizo sobreabundar con nosotros en toda sabiduría y entendimiento (v.8). Pablo trata de comunicar el sentido profuso con que Dios nos ha proporcionado los componentes intelectuales y prácticos necesarios para una vida correcta y una conducta apropiada de acuerdo a su propósito. Hizo sobreabundar sugiere una cantidad prodigiosa, con profusión, o rebosante. La consecuencia de esta gracia divina obrando en nosotros resulta en toda sabiduría y entendimiento que nos capacita “para comprender algo del propósito de Dios para el universo” (Vaughan). Sabiduría (sofía 4678) y entendimiento (frónesis 5428) son palabras que nos hacen recordar la preocupación con la filosofía en el mundo griego en que vivía la comunidad cristiana de aquel tiempo. Pero Pablo señala que la fuente de ello (sabiduría y entendimiento) no es humana, sino divina.

Por sabiduría podemos entender conocimiento, “el objeto de la mente que busca, de la mente que cuestiona, de los alcances del pensamiento humano” (Barclay). Conoce la sustancia y penetra al corazón de las cosas. Es conocimiento intelectual; mientras entendimiento significa prudencia, discernimiento, sabiduría práctica. Podríamos decir que el sabio conoce, mientras que el prudente sabe por qué. El entendimiento es la aplicación prudente de lo conocido. Se trata del qué y el porqué del propósito de Dios. Barclay resume este pensamiento de la siguiente manera: “Pablo afirma que Jesús nos trajo sofía: el conocimiento de las cosas eternas, el conocimiento intelectual que satisface la mente; y que nos trajo fronesis: el conocimiento práctico que nos capacita para tratar y resolver diariamente los problemas de nuestra vida diaria.”

Con la sabiduría y el entendimiento Cristo nos ha capacitado para comprender las verdades últimas de la eternidad y resolver los problemas de cada día. De esta manera somos habilitados por él para comprender su próposito.

Con esto llegamos al corazón de esta epístola. Además de esto, es quizás el pasaje más difícil de entender, como dicen Bratcher y Nida: “Es éste uno de esos pasajes de Pablo difíciles de entender porque la inmensidad del pensamiento hace que los términos sean un poco vagos, a fuerza de generalizarlos.” El autor expresa verdades eternas y profundas con palabras sencillas que a la vez vibran con sentido. En los vv. 9 y 10 Pablo expone la tesis de este tratado circular: La unidad de todas las cosas en Cristo para la gloria eterna de Dios. Lo que no había sido posible a través de la historia antigua, ni con el pueblo de Israel, en Cristo ha sido logrado de acuerdo con el plan que Dios se había propuesto. Esto es lo que Pablo está celebrando y explicando en esta carta. A la vez, amplifica las implicaciones de todo ello a manera de aplicación.

La expresión él nos ha dado a conocer (v. 9) indica lo que Dios nos ha revelado; Dios nos ha permitido saber el contenido de algo muy importante. Pablo reconoce este algo importante como el misterio de su voluntad. Este misterio encierra el propó-sito eterno de la voluntad divina que ha sido revelado en Cristo. No es algún secreto escondido y oscuro, dado a conocer sólo a los iniciados como en las religiones secretas y de misterio del Medio Oriente de aquel tiempo. Al contrario, es la verdad divina que, hasta ahora, ha sido revelada en Cristo y ha de ser divulgada por todos lados y para toda gente. Para Pablo lo maravilloso es que Dios nos lo ha dado a conocer, nos lo ha permitido saber.

La seguridad de la herencia en Cristo

En la época de Pablo, un poeta llamado Horacio aconseja un paliativo para la codicia de los posibles herederos: "Cuando te den a leer un testamento, acuérdate de rechazarlo y de apartar lejos de ti las tablillas, de tal modo, empero, que comprendas, mirando a hurtadillas la cera (o el sello, paréntesis nuestro), la voluntad expresada (ver Ef. 1:9) en el segundo renglón; reléelo rápidamente para saber si tú eres único heredero o si hay varios." Carcopino aporta un comentario interesante: "El poeta quiso simplemente desacreditar, ridiculizándola, la hipocresía interesada del heredero que fingía fiarse de la buena fe del testador con los ojos cerrados, pero que, pese a sus aparentes protestas, se las arreglaba para sondear sus disposiciones."

Según el uso de la palabra misterio (mustérion 3466) se refiere a lo que era secreto y que podría ser conocido solamente por medio de revelación. De modo que el misterio de la voluntad de Dios antes fue un secreto, escondido del conocimiento popular y sólo dado a conocer por revelación a los profetas y patriarcas, y ésto aun parcialmente. Ahora, este misterio ha sido dado a conocer de manera general en Cristo Jesús. Ya no es un secreto guardado; es un hecho, una verdad expuesta y divulgada como Pablo explica más adelante (3:3–9).

Este misterio revelado se refiere a la obra redentora en su totalidad. Es la explicación de todo lo que Dios propuso hacer en Cristo ejerciendo su propia voluntad. Es lo que no podía ser explicado ni comprendido hasta que en el propósito de Dios fuese sacado a la luz por medio de la revelación divina. Así es el carácter de la gracia que Dios extiende a los pecadores.

Esto, la revelación del misterio, Dios lo hizo a manera de plan para el cumplimiento de los tiempos (v. 10). Desde antes de la creación Dios había venido desarrollando un plan específico a través de la historia; al comienzo por medio de la primera familia, Adán y Eva, luego con Abraham y sus descendientes; y por último por medio del pueblo de Israel, pero sin lograr el objetivo de su gloria. Este plan secreto ahora ha sido dado a conocer en Cristo para toda la humanidad. Algunas versiones como la RVR incluyen en el v. 9 las palabras según el beneplácito... mientras otras contienen la frase se propuso en sí mismo (ver nota de RVA). La revelación de este plan corresponde a la bondad del corazón de Dios. El plan de Dios expresa su voluntad y refleja su propósito que ahora alcanzan en Cristo su perfecta expresión.

Aquí hay un pequeño giro en el pensamiento del autor entre lo que dice en el v. 9 y en el v. 10. El uno se refiere a lo hecho ya en el pasado reciente, mientras que el otro mira hacia adelante y anticipa el cumplimiento de los tiempos. Identifica a Cristo como aquel alrededor de quien este plan ha de ejecutarse. Mas bien, es él quien lo ha de dirigir. Cristo, como el “custodio de los tiempos” y “el gran administrador” de la casa del Padre, “conducirá toda la operación a una meta fijada y fechada por la misma presciente sabiduría de Dios” (Moule). Así entendemos el cumplimiento de los tiempos, que traduce una expresión que significa administración, mayordomía o dispensación. Cristo es el administrador o el mayordomo de la historia, la que ahora halla su plenitud y logra su último destino en él. Con el cumplimiento de los tiempos en Cristo como cabeza, el último destino del universo queda en las manos de él y ha sido encomendado a los cristianos, los que forman su iglesia. Dios es Dios de la creación y de la historia, del presente y del futuro, y en Cristo ha de ser glorificado por medio de su iglesia.

El cumplimiento de los tiempos habla de cuando fuese apropiado el tiempo, sea este pasado, presente o futuro. De la manera que Cristo vino cuando fue apropiado el tiempo, así será cuando venga por segunda vez. Con la venida de él toda administración previa se acabará en el sentido que han alcanzado en él su clímax.

La cruz de Cristo no fue el fin del plan divino, sino el inicio del plan eterno revelado y puesto al alcance de toda la humanidad. Así que, este plan “se extiende más allá de la cruz hasta el propósito último de Dios en el sentido absoluto” (Summers). La cruz y la tumba vacía marcan el fin de una administración anterior y señalan el inicio de una nueva administración que se proyecta hacia el futuro. Mientras tanto, este plan ha sido puesto en acción por Dios por medio de la iglesia (v. 22) con Jesucristo a la cabeza. Esta sigue adelante hasta la venida de Cristo en el futuro cuando todo será culminado. Con Cristo al frente, la iglesia sigue su marcha a través de la historia actual rumbo a su destino último que ha de alcanzar con la venida gloriosa de su Señor. Así podemos entender la expresión para el cumplimiento de los tiempos.

El autor inspirado continúa expresando una verdad profunda con las palabras que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas. Esta verdad habla de la unidad y la reconciliación en Cristo. Sean reunidas... todas las cosas significa ser resumidas o recopiladas en Cristo. De acuerdo con Summers, la idea es lo mismo que sucede después de una batalla cuando el capitán recoge a los diferentes integrantes de su ejército. Es decir, en Cristo todos los aspectos esparcidos del universo entero serán reunidos bajo una sola administración, tanto lo celestial como lo terrenal. Con Dios esto ya es una realidad actual; el cristiano sólo debe esperar el futuro cuando todo esto sea manifestado en victoria y gloria.

El ideal de Dios de juntar todas las cosas en Cristo no se refiere a una redención universal en la cual todos hayan de lograr la salvación. Más bien, se refiere a recuperar bajo la administración de una sola autoridad la armonía y la concordia que habían sido interrumpidas por la rebelión entre los seres angelicales y por la entrada del pecado al mundo terrestre y humano con todas sus tristes consecuencias. Cristo, como Señor de la iglesia, es también el soberano del universo. Como dice Stott: “Pablo parece estar refiriéndose a la renovación cósmica, aquella rengeneración del universo, aquella liberación de la creación que gime que ya había mencionado en Romanos.”

Así, la reunificación de todas las cosas tanto en el cielo como en la tierra bajo Cristo como cabeza contempla también la reconciliación entre los judíos y los gentiles en la iglesia. Descubrimos esta idea en los pronombres usados en los vv. 11, 12 y 13 donde se refiere a nosotros (los judíos creyentes) y vosotros (los gentiles creyentes). Pero antes de explorar esta idea, continuamos con la estrofa que recuenta la maravillosa obra de Cristo (vv. 11 y 12).

Ya hemos descubierto que en Cristo tenemos una redención maravillosa y que en él nos ha sido revelado el misterio bondadoso de las edades que Dios se había propuesto. En él, es decir en Cristo, quien es la Cabeza unificadora recibimos herencia como hijos adoptivos (v. 5). Esta idea traduce kleróo 2820, que se halla solamente aquí en el NT. Significa ser escogido como (su) heredad o porción y se deriva del concepto en el AT (Deut. 9:29; 32:9, 10; Sal. 74:2) de las tribus de Israel que fueron escogidas por Jehovah para ser su pueblo.

Algunos comentaristas lo interpretan en el sentido pasivo como lo hacen Bonnet y Schroeder: “En el cual también fuimos hechos herederos.” Como hijos adoptivos heredamos todo lo que el Padre dispone. Esta herencia es una posesión presente y recíproca. Con todo, si fuimos hechos herederos o si fuimos escogidos como herencia de Dios, como hijos adoptivos somos igualmente herederos de las bendiciones divinas y somos la porción escogida. Es una relación bienaventurada de cualquier modo. Esto ha sido hecho posible por medio de aquel en quien todas las cosas son reunidas, Cristo. La iniciativa y la acción son exclusivas de parte de Dios.

Esta idea está reforzada con el pensamiento que sigue, habiendo sido predestinados. La herencia (porción) ha sido definida y determinada de antemano y nosotros hemos sido demarcados como sus recipientes. Los límites y las condiciones habían sido predeterminadas en el consejo celestial antes de la creación del mundo. Los que responden de acuerdo a lo que ya ha sido determinado son los que se gozan de esta herencia y son ya la porción escogida de Dios, aunque en parte, hasta que se realice plenamente este plan divino cuando venga Cristo en el cumplimiento definitivo de los tiempos.

Aquel que realiza se refiere a Dios, quien hace todo de acuerdo al propósito que determinó en Cristo (v. 9). Dios propone y dispone; hizo planes y los lleva al cabo. Nuestra condición como herencia y herederos depende del cumplimiento último y absoluto de todo lo que Dios ya propuso y ahora se esta llevando a cabo en Cristo por medio de la iglesia. Todo esto Dios lo realiza conforme al consejo de su voluntad. Esta expresión contiene dos palabras neotestamentarias básicas relacionadas con la voluntad de Dios: consejo (boulé 1012) y voluntad (thélema 2307). “La primera lleva la idea de un plan; la segunda lleva la idea de un deseo” (Summers). En resumen, todo lo logrado en Cristo es la realización de un plan divino y la satisfacción de un deseo santo. Podríamos llamar a esto el libre albedrío de Dios. Todo ha sido hecho por un ser autónomo que hace todo de acuerdo con un plan que él propuso llevar a cabo y porque él quiso hacerlo con un fin específico. A continuación veremos este fin.

Este fin contempla a dos grupos de personas. En primer lugar, Pablo habla de nosotros, que primero hemos esperado en Cristo (v. 12). Se refiere a los de extracción judía que habían oído el evangelio y creído en Jesús como el Mesías prometido a quien había esperado tantos siglos el pueblo judío. Ellos vieron cumplidas en Jesús sus esperanzas mesiánicas. Este grupo incluye a los que fueron añadidos a la iglesia en el día de Pentecostés y durante la primera etapa de la extensión de ella en toda Judea y Samaria. A ellos vino primero el evangelio y Pablo reconoce que sobre ellos descansa la responsabilidad de transmitirlo también a los gentiles para la gloria de Dios (3:3–13).

Termina aquí la segunda estrofa del himno (vv. 7–12) que relata la obra redentora de Jesús con el refrán para que nosotros... seamos para la alabanza de su gloria. Este refrán se halla también en los vv. 6 y 14. La alabanza de Dios es el primer deber del ser humano, y fue el propósito principal del pueblo de Israel. La gloria de Dios es el motivo y el objeto de esta adoración. Relacionando esta doxología con la obra redentora de Cristo, Pablo la eleva al mismo nivel de la obra soberana de Dios (vv. 3–6).

Algunos piensan que este estribillo formaba parte de algún himno cantado entre las congregaciones de Asia y Roma. Otros escritores sugieren que debe haber formado parte de la liturgia u orden del culto de la iglesia del primer siglo. Sea así o no, nadie dudará que da expresión elocuente y profunda al sentimiento del autor y provee al lector de Efeso, Asia y aun de hoy mismo un vehículo bello para rendir su alabanza a Dios.

A continuación el Apóstol elogia la obra del Espíritu Santo y señala su papel salvífico como tercera persona de la Trinidad. Aunque el término Trinidad no se halla mencionada como tal, es el consenso de los estudiosos de la Biblia que este pasaje nos presenta uno de los enfoques más claros de la Trinidad: su composición, su relación mutua y su obra complementaria. La obra de Jesús depende de la del Espíritu Santo y viceversa. Esto se ilustra en el v. 13: ...habiendo creído en él [Jesús], fuisteis sellados con el Espíritu Santo...

Algunos comentaristas dicen que una característica distintiva de Efesios es la estructura trinitaria de su pensamiento. Esta incluye la participación de las personas de la Trinidad en la obra de la redención: La determinación de parte del Padre de reconciliar a los hombres consigo (vv. 3–6), la redención lograda por medio de lo que hizo el Hijo (vv. 7–12) y la aplicación de esta obra por el Espíritu Santo (vv. 13, 14). Lane dice que el pensamiento clave de Efesios es “que Dios ha reconciliado a ambos los judíos y los gentiles por medio de la cruz de Cristo”. Este es el sentido del v. 11.

La tercera estrofa del canto de alabanza comienza con la expresión en él también vosotros... En él ubica al creyente en Cristo, designa su estado espiritual y una nueva relación estrecha y vital de fe. Hasta aquí hemos encontrado esta expresión por lo menos diez veces en una forma u otra (vv. 1, 3, 4, 6, 7, 9, 10, 11, 12 y 13). Habla de la condición esencial y el requisito indispensable para la vida cristiana, esto es, estar en Cristo Jesús. Fuera de él no hay vida. Pero ahora observamos que esta relación se extiende al segundo grupo mencionado arriba, más allá de los judíos.

También vosotros se refiere a los recipientes de esta carta. Estos son los creyentes que vivían en Laodicea, Efeso y otras ciudades del valle del río Lico: los gentiles. Esta frase implica el alcance universal e inclusivo del evangelio. Además de los judíos, los gentiles pueden ser salvos también. Pablo indica la manera en que éstos habían sido salvos. Habían oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación y habían creído en él. La palabra de verdad es el evangelio. Jesús dijo: Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:32). También dijo: Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad (Juan 17:17). Los gentiles habían recibido el evangelio de la salvación al oír la palabra libertadora de Cristo. Habían creído esta buena noticia. Tal como Pablo escribió a los cristianos en Roma: La fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo (Rom. 10:17); así fue con aquellos a quienes Pablo escribe ahora. El evangelio había sido proclamado en esa zona y muchos habitantes creyeron y fueron libertados por esta palabra de verdad.

En este v.13 tenemos los ingredientes esenciales para la evangelización mundial: La proclamación del evangelio, la recepción del mismo por el oír, la afirmación de él por fe (creer) y la confirmación del hecho por la obra selladora del Espíritu Santo.

Dos verdades se destacan en el pensamiento siguiente: Fuisteis sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido. La primera es que al ser salvos por creer en Cristo recibieron al Espíritu Santo. La segunda es que esto había sido conforme a lo prometido por Cristo. Jesús dijo a sus apóstoles: He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre sobre vosotros (Luc. 24:49a). Esta promesa se reitera en Hechos 1:8 cuando dice: Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros y se cumple en los acontecimientos en el día de Pentecostés (Hech. 2). Pablo reconoce que los creyentes que recibieran esta carta daban evidencia de la presencia del Espíritu Santo en sus vidas, de acuerdo con la promesa de Cristo.

F. B. Meyer opina que “el Espíritu Santo es la promesa especial del Padre a aquellos que pertenecen al Hijo por medio de una fe viva”. Dios cumple sus promesas. La promesa del Espíritu Santo imprime en el creyente en Cristo la imagen de Cristo en quien cree, marcándolo, identificándolo como suyo, apartándolo del mundo y separándolo para el cielo. Ser sellado con el Espíritu Santo es ser declarado como uno que pertenece a Dios. Con razón dice Pablo: Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él (Rom. 8:9b).

El sello usado en el tiempo del Apóstol significa una marca de identidad, de autenticación, de propiedad. Fue la costumbre de un monarca o una persona de autoridad fijar su sello sobre documentos y artículos de valor. Mateo nos da un ejemplo de esta práctica cuando menciona que Pilato mandó sellar la tumba de Cristo (Mat. 27:66). En círculos legales y diplomáticos de hoy en día el sello oficial se usa de la misma manera. Pensar en ser sellados con el Espíritu Santo significa que hemos sido identificados y autenticados como pertenecientes a Dios por fe en Cristo. La presencia del Espíritu en los creyentes es la garantía de este hecho.

No debemos pensar que ser sellados con el Espíritu Santo es algo aparte de y en adición a la experiencia de la redención. Al contrario, debemos considerarlo como una prima o un depósito en anticipación de todo que ha de ser cumplido en nosotros por la gracia de Dios. El ser sellados con el Espíritu Santo es el mero comienzo en nosotros de aquella obra buena que siendo la obra de Dios ha de ser perfeccionada en Cristo Jesús en su debido tiempo (Rom. 8:23). Coincide con el hecho de creer y es las primicias de la presencia divina en nosotros en la persona del Espíritu Santo. El hecho de ser sellados con el Espíritu Santo al creer en Cristo cumple la promesa hecha por Jesús en Juan 14 y Hechos 1:8 y es el anticipo de lo que ha de ser en el futuro.

Esta idea se amplía con las palabras quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido (v. 14a). La persona del Espíritu en nosotros es el depósito divino como anticipo de aquella plena herencia que hemos de recibir en su debido orden y tiempo. El hecho de ser sellados con el Espíritu Santo por ser creyentes es como el primer pago o el anticipo que se deposita para asegurar la compra de algo. Este asegura la intención del comprador de pagar por completo lo que así ha separado. La palabra garantía (arrabón 728) se traduce en otras versiones con la palabra arras que es un término legal y comercial que representa un depósito o pago inicial. Es como un anticipo de nuestra herencia para la redención de lo adquirido.

El uso de la palabra nuestra es inclusivo tanto de los judíos como de los gentiles, todos reunidos en Cristo por una fe común y salvadora. El propósito divino siempre había sido que todos se gozaran de la salvación. Compare el v. 11, donde dice: En él también recibimos herencia, con el v. 13 donde dice: En él también vosotros... Ambos se incluyen en la herencia de Dios. Herencia es un concepto que nos hace recordar de la tierra prometida al pueblo de Israel, que aquí representa lo que Dios tiene preparado para dar a los que creen en él.

Para la redención se trata del cumplimiento eventual de la redención de la posesión propia de Dios (de lo adquirido). Pertenecemos a él por derecho de creación y también porque nos ha redimido comprándonos por la sangre de Jesús. Por esto hemos sido redimidos, pero aún hemos de ser redimidos. Como dice Vaughan: “En el presente nuestra redención es incompleta” (Vaughan, p. 34). Continúa con la siguiente explicación: “No se completará hasta que cada uno de nosotros tenga un cuerpo resucitado y glorioso, y esté delante de Dios sin mancha alguna. Es precisamente en este punto donde el pasaje en consideración da una gran seguridad. La presencia del Espíritu en nuestra vida es una garantía de que lo que Dios ha comenzado, lo cumplirá a su debido tiempo.”

El haber sido sellados con el Espíritu es la garantía que el creyente tiene de que algún día recibirá plena y completamente la herencia que Dios le ha preparado. Lo que ahora tenemos es sólo un anticipo de lo que hemos de tener y conocer eventualmente, pero es un anticipo seguro.

El Apóstol termina con la frase que ya ha usado dos veces y que parece ser un refrán que canta la alabanza de la gloria de Dios por la obra complementaria del Espíritu Santo. El pensamiento grande respecto a la obra maravillosa de Dios en Cristo es un motivo de alabanza. Así termina este pasaje majestuoso dando la gloria debida a Dios quien nos eligió en su amor, nos redimió por su gracia y nos identificó con su Espíritu.

Lo que no logró hacer el pueblo de Israel se está realizando por medio de la iglesia que advierte su misión (v. 10). El propósito de Dios para Israel fue que publicara sus alabanzas (Isa. 43:21). Para la alabanza de su gloria (v. 14) expresa este propósito divino para el pueblo de Dios. Para esto existe la iglesia. Alabarle es dar la gloria debida a su persona y su nombre. Stott lo expresa elocuentemente: “La gloria de Dios es la revelación de Dios, y la gloria de su gracia es su autorrevelación como Dios de gracia. Vivir para alabanza de la gloria de su gracia es adorarlo con nuestras palabras y obras como el Dios de gracia. También significa hacer que otros lo vean y lo alaben.”

Pablo había comenzado bendiciendo a Dios y termina alabándolo. Lo que se halla entre estas dos acciones encierra la verdad asombrosa de que pertenecemos a Dios por su amor, que figuramos en su propósito eterno por su gracia y que tenemos la seguridad de una herencia gloriosa. Así termina un pasaje que incluye en su pensamiento una estructura trinitaria, o sea la participación de las personas de la Trinidad en la obra de la redención. Lane habla de la cooperación mutua en la reconciliación de los hombres de parte de las tres personas de la Trinidad: La determinación de parte del Padre de reconciliar a los hombres consigo (vv 3–6), la redención lograda por medio de lo que hizo el Hijo (vv. 7–12) y la aplicación de esta obra a nosotros por el Espíritu (vv. 13–14).

    2.     Acción de gracias y rogativa pastoral por la iglesia, 1:15-23

Después de alabar a Dios tan elocuentemente, el Apóstol procede a elevar una acción de gracias (vv.15, 16) y una plegaria (vv. 16–23) a favor de los efesios. Una parte importante en las epístolas de Pablo son las oraciones que expresan profundos sentimientos y encierran grandes verdades. Esta intercesión no es una excepción. Comienza haciendo referencia a lo que provoca la oración: había recibido noticias de los hermanos de Asia.

Por esta razón (v. 15) relaciona lo que sigue a lo que se ha dicho en los versículos anteriores. Podría expresarse con la frase “por causa de todo lo que Dios ha hecho” (Bratcher y Nida). Se refiere a lo que acaba de expresar respecto a las bendiciones de Dios en Cristo. Estas ocasionan que él sienta una profunda gratitud, habiendo oído de la fe que tenéis en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos. Esta frase sugiere que Pablo acaba de recibir noticias desde Efeso o del sector del río Lico en Asia. Estas noticias le dieron motivo de regocijarse y le movieron a escribirles la presente carta en la cual da gracias a Dios, la fuente de toda bendición. Menciona dos razones por las que dar gracias: La fe que tenéis en el Señor Jesús y el amor para con todos los santos. Estas les identifican como miembros de la familia de Dios. La fe que tenéis en el Señor Jesús es lo que les une a esta familia y se expresa por medio de una fidelidad absoluta al Se-ñor. El amor para con todos los santos resulta de esa fe. Aquí, todos los santos identifica a los creyentes en Cristo como una gente apartada por Dios y para su servicio. Los santos son los fieles creyentes en el Señor.

Podemos sentir algo del corazón de pastor que Pablo tenía, alegrándose de la fidelidad de los creyentes y del amor fraternal que ellos manifiestan. Estas cosas son evidencias de su crecimiento espiritual. Fe y amor son dos características complementarias y esenciales de la vida cristiana. Como pastor que era, Pablo se regocija en el crecimiento de los hermanos. Fue una oración de gratitud.

"Hay algo que no puedo comprender"

Este autor tuvo como profesor guía en una titulación académica a un notable profesor de Historia y Literatura Antiguas en la Universidad de Chile. Junto con otro compañero de aulas trabajamos el tema de Jesús como maestro en el género de la parábola, y la incidencia de la cultura helenística en San Pablo. En un diálogo ocasional, el insigne intelectual me comentó su admiración por Pablo como "el más grande propagandista de ideas en la historia universal". También me habló, conmovido, de su admiración por Jesús de Nazaret. De él me dijo: "Admiro a Jesús, comprendo algo de su originalidad como maestro y de su sabiduría práctica y profunda a la vez, en relación con la vida cotidiana de la gente. Pero hay algo en él, según me informo en los Evangelios, que aún no puedo comprender."

Mi respuesta fue: "Señor... ¿recuerda al gran rector de la Universidad de Salamanca, España, don Miguel de Unamuno? El dijo una vez que el Dios de la filosofía (es decir, la primera causa no causada, etc.) en el fondo de las cosas no sirve para nada. Dijo además que a Jesucristo sólo lo entienden los que se ponen ’de rodillas’ delante de él." Luego agregué: "No sabemos si Unamuno se arrodilló definitivamente delante de Jesús, pero nosotros podemos hacerlo mientras tengamos oportunidad." La respuesta del profesor fue: "Puede ser... puede ser..."

Este recuerdo me vino a la mente mientras leía los motivos de oración de Pablo por los hermanos de Efeso (1:15–23), especialmente cuando afirma: Habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento. Y en 3:14, cuando, de rodillas ante el Padre celestial, solicita más comprensión del misterio de Cristo de parte de la iglesia, compuesta de gente de muy variado coeficiente intelectual y de muy diverso nivel académico. El catedrático chileno tiene razón: es imposible comprender, con la mente natural, la persona de Jesucristo. Sin el auxilio de Dios los ojos del entendimiento permanecen ciegos; cuando el hombre se vuelve a Dios y pone su fe en Jesucristo, el Espíritu Santo le da luz a esos ojos para ver a Dios en la faz de Jesucristo (2 Cor. 4:3–6).

Además, fue una oración continua: No ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones. Dar gracias es una característica de las oraciones de Pablo. Se señala que esta expresión se encuentra veintiséis veces en sus escritos. ¡Qué noticia tan alentadora!

En una ocasión este autor tuvo la oportunidad de visitar una iglesia donde hacía más de treinta años había sido miembro. Durante el breve espacio entre la hora de la escuela bíblica dominical y la hora del culto de adoración se encontró en el pasillo con una ancianita que le abrazó y le dijo con emoción: “He estado orando por ti todos los días desde que saliste de aquí para ir a la universidad para prepararte para el ministerio.” ¿Quién no quisiera tener un ejército de intercesores como ella orando por él todos los días? Pablo fue el intercesor por excelencia.

Recordándoos... significa hacer mención de ellos en sus oraciones. Los nombra cada vez que ora. El cuerpo de Pablo estuvo en prisión; sus viajes misioneros habían terminado. Sin embargo, su misión no había acabado. Aun en sus prisiones él llevó a cabo un ministerio activo de testimonio, consejos e intercesión. El viejo guerrero de Cristo continuó su lucha, utilizando el arma más poderosa que tuviera a su alcance, la oración.

La sustancia de esta oración consiste en una petición específica a favor de los receptores (vv. 17–20). Se dirige al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria (v. 17). Este es un título de respeto y reverencia y reconoce que toda oración válida se conduce a través de la persona de Jesús. Padre de gloria reconoce que Dios “es el Padre que posee gloria (esplendor), el Padre cuya gloria es una de sus características” (Vaughan). En la oración pide para los lectores que Dios les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él (v. 17). Los traductores han puesto espíritu con minúscula. Algunos piensan que significa una actitud de mente o disposición y por esto sugiere una actitud mental mediante la cual puedan comprender la verdad divina.

Otros comentaristas opinan que es más probable que la mención del espíritu se refiere al mismo Espíritu Santo, el espíritu que da Dios. Si este es el caso, podemos notar otra vez que este versículo tiene una estructura trinitaria. A la vez, reconoce al Espíritu de Dios como la fuente de sabiduría y quien nos da a conocer plenamente a Dios.

El deseo fervoroso de Pablo para los efesios es que conozcan en verdad quién es Dios como se revela en Jesucristo. Pide una cosa en particular con dos características, o sea el espíritu que se caracteriza por sabiduría y que revela pleno conocimiento de Dios. Para sabiduría Pablo emplea la palabra sofía 4678, que aquí significa “la sabiduría de las cosas profundas de Dios” (Barclay).

La idea de revelación (apokálupsis 602) conlleva la idea de dar a conocer o descubrir algo o alguien antes no conocido. Aquí significa que ellos puedan descubrir nuevos conocimientos para conocer más y más de la verdad divina revelada en Cristo Jesús. Pablo reconoce que el verdadero conocimiento de Dios viene del Espíritu y resulta en un cambio de vida. Por esto, ora que Dios los haga sabios en las cosas espirituales, y que ellos tengan pleno conocimiento de él. Sin la ayuda del Espíritu no es posible conocer a Cristo. Esta no es una experiencia secundaria o de poca importancia. Es el resultado y la extensión de una experiencia primaria, la de creer en Cristo (v. 13) y de ser sellado con el Espí-ritu Santo (v. 14b). Teniendo al Espíritu Santo como garantía de una herencia eterna nos lleva a un conocimiento más pleno y completo de Cristo cada día.

Esta no es una oración frívola. Con toda sinceridad Pablo pide los más ricos tesoros espirituales para los efesios. A continuación el Apóstol señala la manera que el objeto de esta oración sea posible: Habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento (v. 18a). La palabra entendimiento se usa en la RVA en vez de la palabra literal que es corazón (kardía 2588; ver la nota de RVA). Se habla de todo el entendimiento, todas las “facultades interiores, a la vez de afectos, pensamiento y voluntad, de modo que sobre todo el ‘hombre interior’ brille la sonrisa del ‘Padre de Gloria’ ” (Moule).

Semillero homilético

Un modelo apostólico de oración

1:15–23

Introducción: Si trazáramos la historia de la oración o del rezo a Dios en Hispanoamérica, descubriríamos tres cosas: a. Ha predominado el pedir; b. el sector más religioso de la iglesia pide milagros de socorro divino; y c. el sector más secularizado de la iglesia pide cosas antes que valores. Incluso muchos pastores de iglesias estamos presionados a pedir, por ejemplo, trabajo, y mejores trabajos, para nuestros miembros.

En Efesios, Pablo ofrece más de un ejemplo de oración. Aquí está el primero de ellos. ¿Cuáles son los contenidos modelo de esta oración? Nos hará mucho bien el conocerlos.

I.     Contiene teología.

1.     Se dirige a Dios, manifestado en Jesucristo (v. 17a; ver 1 Tim. 3:16a).

2.     Se dirige a Dios como el Padre de gloria (v. 17b; ver Mat. 6:9 y Ef. 3:14).

II.     Contiene agradecimiento.

1.     Da gracias a Dios por la fe cristocéntrica de la iglesia (v. 15a: las buenas nuevas y un buen presupuesto son fruto de tal fe).

2.     Da gracias por el amor universal entre los creyentes (v. 15b: este amor evita ser exclusivista o sectario).

3.     No da gracias por bendiciones materiales, sino por personas amadas en Cristo (v. 16a).

III.     Contiene peticiones.

1.     Pide espíritu de sabiduría y de revelación para un conocimiento más profundo y completo de Dios (v. 17b).

2.     Pide que el iluminado entendimiento de los creyentes comprenda con profundidad el significado de la esperanza del evangelio (v. 18a, b; ver Ef. 1:7, 11; Col. 1:12).

3.     Pide que el iluminado entendimiento de los creyentes comprenda cuáles son las riquezas de la herencia de los santos (v. 18c; ver Ef. 1:7, 11; Col. 1:12).

4.     Pide que el iluminado entendimiento de los creyentes comprenda más del gran poder de Dios que actúa en la historia (v. 19).

IV.     Contiene doctrinas.

1.     La doctrina del Dios que actúa poderosamente en el mundo (v. 19).

2.     La doctrina de la resurrección de Jesús (v. 20a).

3.     La doctrina del señorío universal de Jesucristo (vv. 20b–22a).

4.     La doctrina del señorío especial de Jesucristo: El es la cabeza de la iglesia (v. 22b).

5.     La doctrina de la naturaleza y el papel de la iglesia: Ella es el cuerpo pleno y activo de Cristo en el mundo (v. 23).

Conclusión: Las iglesias contemporáneas, junto con sus pastores, debieran volver a pedir al Señor Jesús lo que solicitaron sus novatos apóstoles: Señor, enséñanos a orar. Jesús nos enseñó el nivel primario sobre cómo orar en Mateo 6 (el Padrenuestro). El Espíritu Santo guió a Pablo a orar en el nivel superior, en la epístola a los Efesios. Traigamos nuestras oraciones públicas y privadas a la luz de este modelo paulino; aprenderemos que orar no es sólo pedir, sino también es dar gracias.

Con el Espíritu viene iluminación espiritual; con el crecimiento espiritual entendemos mejor las cosas de Dios. Ahora Pablo hace tres peticiones en particular que representan tres dimensiones de esta nueva experiencia espiritual con Dios. El Apóstol ora: Para que conozcais... y a continuación especifica tres elementos de este conocimiento, cada uno iniciado con la palabra “cuál”.

Cuál es la esperanza a que os ha llamado, es el primer objetivo pedido. Esperanza (elpis 1680) puede tener un significado objetivo con respecto a las cosas anticipadas. En el caso del creyente éstas son las cosas que se esperan como consecuencia o resultado de la redención, tal como la herencia que recibimos en Cristo (1:11). También la palabra puede tener un significado subjetivo como una actitud expectativa. Vaughan sugiere que en el caso actual hay una combinación de los dos sentidos, que es a la vez una esperanza objetiva consecuente de nuestra relación con Dios en Cristo y una actitud consciente del corazón que espera en Dios. Esta esperanza nace en el hecho de nuestra vocación cristiana, habiendo sidos llamados por Dios. El nos ha llamado a algo y este “algo” es la expectación del creyente que ha respondido al llamamiento de Dios. Esta idea se expresa otra vez en 4:4.

El segundo elemento grande del pleno conocimiento de él es cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. Para entender mejor esta frase debemos dividirla en tres partes: Cuáles las riquezas, de la gloria de su herencia, en los santos. Ya hemos visto estos conceptos en la primera parte del cap. 1. El pensamiento central de esta breve porción es la gloria de su herencia. Riquezas (plóutos 4149) es una palabra calificativa y en los santos ubica la gloria de su herencia riquísima en los creyentes. Riquezas se menciona en el v. 7, donde se habla de la gracia. Aquí se habla de la gloria maravillosa de Dios en abundancia rebosante. La gloria de Dios es su resplandor. Esta expresión se halla repetida en los vv. 6, 12 y 14. Herencia también se menciona en v. 14.

Surge la pregunta: ¿De quiénes son esas riquezas de tal herencia gloriosa? ¿Son de los santos para quienes Dios tiene reservada una herencia gloriosa? O ¿son de Dios para quien los santos son la preciosa posesión adquirida y que constituyen esta herencia riquísima y gloriosa? El texto permite ambas interpretaciones, pero me inclino hacia la segunda. En otras palabras, Pablo está orando que los creyentes puedan lograr comprender qué grande es la estima que Dios ha puesto en los santos creyentes en él por fe en Cristo Jesús.

El tercer elemento de esta petición se halla en las palabras cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza (v. 19). Pablo desea que conozcan cuán grande es el poder de Dios. Usa palabras superlativas para expresar esa grandeza. El poder de Dios para con nosotros los creyentes es extraordinario e indescriptible. Excede el pequeño concepto humano. Debido a esta dificultad, Pablo emplea casi todas las palabras que puede para enfatizar esta potencia tan grande.

En primer lugar habla de la inmensurable grandeza de este poder. La palabra poder (dúnamis 1411) significa energía. De esta misma palabra tenemos las palabras “dínamo” y “dinamita”. Sugiere una potencia enorme que describe con las palabras inmensurable y grandeza. Inmensurable quiere decir superabundante, que excede toda imaginación y que va más allá de la esperanza. La palabra griega que usa para grandeza es mégethos 3174 que da en nuestro idioma de hoy la palabra “megatón”. Es un término que se usa para valorar la potencia de las bombas atómicas.

Este poder es el recurso que Dios ha puesto al alcance del creyente conforme a la operación del dominio de su fuerza. La palabra operación (enérgeia 1753) significa fuerza o energía en acción. A la vez, dominio (krátos 2904) sugiere potencia o imperio, significando el alcance de esta fuerza, que desde luego ha de ser ilimitada. Otro término que utiliza es fuerza (iscús 2479) que significa a la vez potencia o fortaleza, un baluarte potente. En otras palabras, este poder de que habla y que quiere que conozcan los lectores de esta epístola en su magnitud es una fuerza indescriptible, incalculable e ilimitada siempre en acción en beneficio de los que creen en Cristo. El énfasis es para que sepan bien que el poder de Dios es infinito, seguro y efectivo.

Para que los creyentes de Efeso conozcan mejor este poder grandísimo Pablo procede a citar tres ejemplos de la operación en los versículos siguientes (vv. 20–23). Estos están en forma de cuatro acciones sucesivas: (1) lo resucitó de entre los muertos; (2) le hizo sentar a su diestra en lugares celestiales; (3) todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y (4) le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia.

Pablo afirma que el soberano y omnipotente Dios demostró terminantemente este gran poder en el acto de la resurrección de Jesús de entre los muertos. Aunque fue increíble para muchos, este fue un hecho testificado por gran número de sus discí-pulos y que constituye el objeto de fe de los que creen en él para su salvación. Creer en la resurrección de Cristo es clave en la fe cristiana. Aquí, Pablo señala a este hecho como el eje pivotal del evangelio, lo cual anhela que los creyentes de Efeso puedan comprender plenamente. Puesto que la muerte de Jesús puso fin a una etapa triste de la historia humana —el dominio del pecado y la muerte— fue necesaria la resurrección para dar comienzo a una nueva etapa de vida y esperanza por la gracia de Dios.

La segunda acción se refiere a la exaltación y entronización de Cristo, la de hacerle sentar a su diestra en lugares celestiales (v. 20). Como consecuencia de la resurrección, Cristo es exaltado a un lugar de honor y poder y como participante de su trono. Casi simultáneamente con la resurrección tenemos el acto de la ascensión. Podemos considerar a estas acciones como complementarias, describiendo la manera en que fue ejercido el poder de Dios en Cristo. Stott dice que estas dos acciones “fueron una demostractión decisiva de poder divino”.

La esfera de esta exaltación y entronización está en los lugares celestiales. Ya consideramos los lugares celestiales en el v. 3. Basta decir aquí que Cristo ya está reinando en el cielo, lo que sirve como base segura de la esperanza del creyente, tanto este hecho como el de la resurrección.

Consecuente a su exaltación es la sujeción de los demás dominios y poderes, porque el dominio de Cristo esta más arriba de cualquier otro, por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera (v. 21). Esto abarca toda potestad concebible y en todos los tiempos. Otra vez el autor agota su vocabulario reuniendo palabras casi sinónimas, pero cada una con un significado particular. Por ejemplo: Principado (arcé 743) significa jurisdicción; autoridad (exousía 1849) significa potestad o facultad; poder (dúnamis 1411) iguala a potencia o fuerza; y señorío (kuriótes 2963) se refiere a dominio o potestad. No deja fuera a ningún elemento de fuerza en todo el universo, ni del bien ni del mal. Todos estos han sido sujetados bajo el dominio de Cristo para la eternidad. Los vv. 20 y 21 nos recuerdan las palabras del salmista: Jehovah dijo a mi señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies (Sal. 110:1).

Complementando el hecho de sentarse a la diestra de Dios está el de someter todas las cosas... bajo sus pies (v. 22). En el v. 10 el autor ya mencionó que todas las cosas fuesen reunidas bajo una cabeza, Cristo. Todas las cosas se refiere a la totalidad del universo terrenal y celestial. Sobre este dominio universal, es decir las potencias tanto buenas (angelicales) como malas (satánicas) está Jesús como cabeza absoluta.

Ahora, Pablo intoduce el organismo que Cristo encabeza, sobre y por medio del cual ejerce su dominio, la iglesia. Esta idea está introducida por medio de una cuarta acción: Y le puso a él por cabeza sobre todas las cosa para la iglesia (v. 22b). La cabeza de cualquier organismo lo controla y da coordinación. Cristo como cabeza gobierna y coordina la iglesia. Esta palabra aparece hasta aquí, pero se sobreentiende en todo el texto anterior. La palabra iglesia (ekklesía 1577) significa asamblea o concurrencia y aquí toma un nuevo sentido, reuniendo a todos los creyentes en él como comunidad universal de fe congregados en un solo cuerpo bajo una sola cabeza. La cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo (v. 23). El cuerpo complementa la cabeza. Cristo reina por medio de la iglesia, y ella es la expresión de su influencia en el mundo. El actúa por medio de ella.

La palabra cuerpo se usa como una figura metafórica para la iglesia. Le da el sentido de un organismo que tiene vida, carácter y propósito. Subraya el hecho de la unidad de la iglesia como un cuerpo compuesto de varios y diferentes miembros, cada uno cooperando armoniosamente como una sola unidad. Como tal, es la plenitud de aquel que todo lo llena en todo.

Cristo llena con abundancia a la iglesia para todas sus necesidades y para cada oportunidad. Así también la iglesia, representada como el cuerpo del Cristo resucitado, exaltado y soberano sobre todo, se goza de cada uno de estos beneficios como un anticipo en la tierra de su reinado celestial.

La figura de la iglesia como un cuerpo pone énfasis en una relación orgánica, vital y complementaria. La iglesia no existiría sin Cristo y si no existiera la iglesia, en vano vivió, murió y resucitó Jesús. La relación mutua e íntima que existe entre cabeza y cuerpo ilustra la interdependencia e interacción vital de su existencia. Este concepto enfatiza la importancia de la iglesia pero como subordinada al Señor.

Con este precepto doctrinal Pablo termina su intercesión a favor de la iglesia. Su deseo es que los creyentes puedan tener una comprensión amplia y profunda con respecto a quién es Dios y qué ha hecho para ellos en Cristo Jesús, a quien ha puesto sobre todo el universo y en particular como soberano sobre la iglesia. Así logramos percibir el glorioso panorama espiritual del propósito de Dios desde antes del comienzo del tiempo y proyectándose hacia la eternidad venidera. Pablo introduce lo que este autor considera como el tema central de la epístola: “La iglesia: expresión máxima del propósito divino”; o, por decirlo de otro modo: “La gloria de Dios en la iglesia.”

III.     PABLO DESCRIBE A LA IGLESIA COMO UNA NUEVA COMUNIDAD EN CRISTO, 2:1-22

    1.     Una comunidad salvada por gracia, 2:1-10

Pablo ahora dirige la atención a los creyentes gentiles que forman las iglesias a las cuales escribe con la expresión en cuanto a vosotros (v.1a). Con lo que ha dicho en la primera parte de esta epístola como base y trasfondo, procede a describir el proceso divino que los ha traído hasta este punto admirable. En la manera típica de Pablo, los primeros siete versículos del texto en consideración constituyen una sola oración larga y compleja en el original. La RVR (1960) la divide en dos oraciones y la RVA lo hace con cuatro oraciones para ayudar al lector a comprender el verdadero significado. Hay dos pensamientos clave en los vv. 1 al 7: Estabais muertos (v. 1) y Dios... nos dio vida (vv. 4, 5).

Comienza señalando con una metáfora su estado antes de creer en Cristo como estábais muertos en vuestros delitos y pecados (v. 1b). Estas palabras indican una condición anterior y continua. Describen su condición como muertos, que aquí significa no la muerte física, sino la muerte espiritual en cuanto a su capacidad de responder a Dios. Quiere decir, estar separados o alienados de Dios. La muerte espiritual se refiere a un estado de rebeldía en el cual el rebelde se ha separado de la única fuente de vida y está bajo condenación.

La causa de esta muerte espiritual se describe como vuestros delitos y pecados. Delitos (paráptoma 3900) significa pasos equivocados o faltas cometidas como actos de la voluntad. Barclay dice: “El término significa literalmente resbalón o caída. Se usa para describir al hombre que pierde el camino o se extravía, o de aquel que no logra adquirir la verdad o se aleja de ella.” La segunda palabra que Pablo usa para definir la causa de la muerte espiritual es pecado (amartía 266) que significa “errar o perder el blanco” como en el tiro al blanco. Pecar significa no alcanzar la meta deseada. Incluye los errores intelectuales y los fracasos morales. Las dos palabras son prácticamente sinónimas y usadas juntamente enfatizan la condición triste y desesperante del pecador.

Los delitos y pecados representan las malas obras del viejo hombre en que los lectores antes se ocupaban. El autor usa dos expresiones para describir cómo se ocupaban de ellas. En los cuales anduvisteis en otro tiempo (v. 2a) es la primera y se refiere a la conducta moral habitual de ellos, o como diríamos hoy en día, su estilo de vida. “Es un hebraísmo originalmente relacionado con la figura de la vida como una senda en que uno anda” (Vaughan). Incluye las actitudes, relaciones, acciones y metas de uno.

Este estilo de vida rebelde era conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire (v. 2b). Es decir, la vida desobediente y pecaminosa de los gentiles seguía las normas pecaminosas de su edad y las costumbres malas de este mundo. Además, estaba bajo la influencia de Satanás, el gobernador del reino del error. Según Bonnet y Schroeder, la expresión “príncipe de la potestad del aire” se encuentra sólo aquí y se usa para “designar el imperio del demonio”. Esta expresión refleja el sentir de la época de Pablo que creía que el aire estaba tan plagado de demonios malignos.

Pablo describe a éste mismo príncipe como el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia (v. 2c). Es un espíritu maligno que ejerce su influencia sobre los que viven en el pecado y se caracterizan por una rebeldía contra Dios. Con esta expresión Pablo señala a Satanás como el que reina sobre los demonios y otros agentes de la maldad. Aun Jesús lo describe en Juan 16:11 como el príncipe de este mundo. Este mismo espíritu es el que está actuando en la vida de los hijos de desobediencia. De esta manera Pablo da a entender que la influencia de Satanás se manifiesta en las actividades pecaminosas y corruptas de la humanidad de hoy en día. Estos son los que no reconocen a Dios ni lo obedecen. El que influye en el mundo para que reine la maldad, el crimen, las guerras, la corrupción moral, las enfermedades sociales, la destrucción, la desintegración del hogar y todos los demás males que pudiéramos mencionar es Satanás. Los sujetos de él son los ladrones, los estafadores, los mentirosos, los homicidas, los inmorales, y así una lista sin fin.

El cuadro pintado no es nada agradable, pero no se detiene allí. Lo amplía a continuación (v. 3) para hacerlo universal. En los vv. 1 y 2 habla de vosotros (los gentiles) pero en el v. 3 habla de nosotros (los judíos). La expresión en otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos... incluye a los judíos entre los muertos en... delitos y pecados y, más específicamente, los hijos de desobediencia. La conducta de éstos antes de conocer a Cristo no era nada bueno ni recomendable.

El autor emplea dos expresiones para describir este estado pecaminoso y perdido. La primera de estas es vivimos... en las pasiones de nuestra carne (v. 3a). Las pasiones (epithumía 1939) son los deseos malos o los impulsos naturales del hombre carnal. Otra palabra que expresa la misma idea es concupiscencias. La segunda expresión caracteriza esta vida como haciendo la voluntad de la carne y de la mente (v. 3b). Esta vida anterior estaba sujeta a los impulsos y deseos naturales del cuerpo físico y gobernada por los malos pensamientos. Fue una vida controlada en cuerpo y mente por los impulsos bajos de la naturaleza. La vida habitual obedecía a los deseos de la naturaleza pecaminosa y los pensamientos pecaminosos.

La consecuencia de este estado moral se describe con la expresión por naturaleza éramos hijos de ira (v. 3c). Según Vaughn “la ira de Dios representa la hostilidad divina a todo lo que es malo”. Por naturaleza implica que esta sentencia divina se debe más a lo que uno es y no solamente a lo que uno hace como pecador. Las obras malas del pecado provienen de una condición natural del ser humano sin Cristo. Los pecados no hacen al pecador; el pecador hace pecados, malas obras. Con las palabras como los demás Pablo incluye a los judíos en esta acusación como sujetos a las influencias malignas de Satanás y por consecuencia los objetos de la ira de Dios.

Después de mencionar la situación triste y trágica de la humanidad, el autor cambia el tono de la misiva y habla de lo que Dios ha hecho a pesar del cuadro desolador del hombre. Parece que Pablo vuelve en el v. 4 al pensamiento que quiso iniciar al comienzo de este capítulo, una descripción de lo que Dios ha hecho para nosotros (vv. 4–10). Menciona la solución divina al dilema humano.

Comienza con una descripción de la naturaleza de Dios: Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó... (v. 4). Así Pablo introduce a Dios en el v. 4, quien es el sujeto del verbo principal dio vida en el v. 5. Menciona dos características de Dios, su misericordia y su amor. En contraste con lo que ofrece el hombre pecador, el autor presenta a Dios como rico en misericordia a causa de su gran amor. Rico en misericordia sugiere la circunstancia o razón por la que Dios nos dio vida.

El Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española VOX dice que misericordia es la “virtud que inclina el ánimo a compadecer las miserias ajenas y a tratar de aliviarlas debidamente”. Un segundo sentido dado es: “Atributo divino en cuya virtud Dios perdona y remedia los pecados de sus criaturas.” Los dos sentidos caben aquí. Dios se compadece de la situación miserable del pecador y toma la iniciativa en perdonar los pecados causantes y los pecadores resultantes. Esta misericordia es grande, abundante y generosa.

Esta misericordia es el resultado de su gran amor con que nos amó. El amor es la esencia del carácter divino y Pablo lo repite de dos maneras para énfasis: amor como sustantivo y amor en forma verbal. Este gran amor es el amor compasivo que se da de sí mismo en Cristo (ver 1:5) con que él nos ha amado, en contraste con la ira de Dios mencionada en el v. 3. Este amor es para las mismas personas que éramos los objetos de esa ira divina. El nosotros del v. 3 se convierte en nos en el v. 4 como el objeto del amor y la misericordia de Dios. Este amor no se ciega al pecado, sino que responde a la altura que demanda la gravedad de la causa de la ira. ¡Qué glorioso es ser amado con un amor tan compasivo que a pesar del estado anterior que merecía la indignación de Dios nos dio otra oportunidad!

Este es el sentido del conjunto de palabras que componen los vv. 4 y 5. El resultado de esta misericordia y amor se da en el v. 5, donde también se menciona la condición del pecador, estando nosotros muertos en delitos ante la operación de estas cualidades de Dios. Esta condición o estado moral se describe con la palabra muertos dando énfasis a la total incapacidad del hombre y la separación de éste de Dios por causa de sus delitos. A la vez, enfatiza el gran poder de Dios que operó cuando nos dio vida juntamente con Cristo. Es el mismo poder de la resurrección de Cristo que resulta en nuestra salvación. Pablo une nuestra salvación con la resurrección de Jesús. Motivado por la misericordia y el amor, Dios obró nuestra salvación por medio de y junto con la resurrección de Jesús. El mismo poder que operó para levantar a Jesús de la muerte ha operado en nosotros para vivificarnos juntamente con él.

Las palabras nos dio vida juntamente con Cristo interpretan una expresión griega compuesta por Pablo que significa “nos vivificó juntamente con Cristo”. Según Taylor este verbo compuesto fue acuñado por Pablo para dar “más énfasis a que la salvación es el resultado de la unión con Cristo. La resurrección de Cristo no es nada más la seguridad de la regeneración espiritual; también es el medio de la regeneración”. Esta fue la obra de Dios en el Espíritu Santo, la regeneración espiritual de los pecadores muertos. La muerte espiritual responde positivamente al Espíritu de Dios quien obró en la resurrección de Cristo, dándonos vida espiritual. Pablo inserta aquí una exclamación: ¡Por gracia sois salvos!, anticipando el pensamiento que trata más extensamente más adelante. Recalca que la salvación viene de una fuente fuera del hombre y no corresponde a ningún mérito ni valor que tuviese. Tanto la resurrección de Jesús como la regeneración de nuestras almas es obra de la gracia de Dios, la que se manifiesta por medio de su misericordia y amor. Uno de los temas favoritos del apóstol Pablo es la gracia y no se cansa de mencionarla (ver 1:2, 7, 8). Todo lo que Dios hace y el creyente recibe es por gracia.

Complementando la idea de la vivificación, o sea la regeneración espiritual, Pablo continúa diciendo: Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales (v. 6). Como en el versículo anterior encontramos aquí dos verbos compuestos que lit. quieren decir: Nos resucitó con él y nos sentó con él. La regeneración espiritual sigue con dos acciones divinas más: la resurrección espiritual y la unificación espiritual juntamente con Cristo Jesús. Acto seguido de ser resucitado, Jesús salió de la tumba. Así, al recibir nueva vida el creyente se levanta de su lecho entre los muertos, sale de ellos y entra en una nueva relación y una nueva comunión con Cristo Jesús. Esta referencia nos recuerda lo que Pablo escribe en 1:20, donde menciona la resurrección poderosa y victoriosa de Jesús. Todo esto confirma la obra completa de la salvación por fe en Jesucristo. Tenemos una salvación totalmente terminada y segura. Esto describe el nuevo estado en el cual se halla el creyente en contraste con el estado pasado descrito en los vv. 1–3.

Clave en esta nueva relación y estado del creyente es la expresión juntamente con Cristo Jesús. Para dar más énfasis a esta relación La Biblia de las Américas interpreta estas acciones de la siguiente manera: “Con él nos resucitó y con él nos sentó.” Donde está Jesús, allí está el creyente gozándose de la victoria y los beneficios logrados por él. En los lugares celestiales sugiere que espiritualmente ya disfrutamos del cielo. En un sentido podemos decir que el cielo ha venido a nosotros en Cristo quien mora en nosotros. Y esto a pesar de las limitaciones temporales y terrenales que aún experimentamos en este cuerpo físico.

Las palabras que siguen (v. 7) son una explicación de la razón divina y del propósito eterno de Dios en la obra salvadora que hizo en Cristo Jesús. Resume lo que Pablo ha descrito tan elocuentemente en la primera división de esta carta (1:3–14). Para mostrar señala propósito y podría ser interpretado como “con el fin de demostrar” o “como evidencia de”. Se refiere a las tres acciones mencionadas en vv. 5 y 6, las cuales darán evidencia de o demostrarán en las edades venideras las superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús (v. 7).

Semillero homilético

Los tiempos de la iglesia

2:1–10

Introducción: En este párrafo epistolar tenemos un resumen de la historia de la salvación de los seres humanos. Pablo habla aquí del pasado, del presente y del futuro de los hechos de salvación del Señor en favor de la iglesia. Se justifica, entonces, que hablemos de "los tiempos de la iglesia". ¿Cuáles son, precisamente, esos tiempos?

I.     El tiempo de la muerte: el pasado sin Cristo (vv. 1–3).

1.     Los efesios estaban muertos, porque estaban separados de Dios a causa de su conducta pecaminosa (v. 1).

(1)     "Muerte" significa separación. El pecado enajena al hombre de su creador y Señor (Isa. 59:2).

(2)     El efecto real del pecado es la muerte moral del pecador.

2.     Los efesios estaban condenados a muerte por causa de la culpa (vv. 1 y 3): muertos en vuestros delitos.

(1)     Los delitos determinan culpabilidad (Rom. 1:32).

(2)     Las transgresiones requieren castigo (Rom. 3:5).

3.     Los efesios manifestaban su estado de muertos en su conducta diaria (vv. 2 y 3).

(1)     Una conducta rebelde contra Dios por estar bajo el señorío de lo demoníaco (v. 2).

(2)     Una conducta impulsada por bajos deseos sensuales según una voluntad carnal envilecida (v. 3a).

(3)     Una conducta merecedora de la ira o castigo de Dios (v. 3b).

II.     El tiempo de la vida: el presente con Cristo (vv. 4–6a, 8, 9).

1.     Tiempo concedido por la misericordia (compasión) y el amor de Dios (v. 4).

(1)     Porque Dios es rico en misericordia (compasión).

(2)     Porque Dios ama con un amor muy grande.

2.     Vida concedida solidariamente con Cristo (vv. 5a, 6).

(1)     Juntamente con Cristo sufrieron el justo castigo por los delitos (v. 5a; 1:7; Cristo murió por asumir la culpa de los que estaban muertos en sus delitos y pecados).

(2)     Juntamente con Cristo los creyentes han vencido la muerte (v. 6a).

(3)     Juntamente con Cristo comparten la gloria celestial (v. 6b).

3.     Vida donada por gracia y recibida por medio de la fe (vv. 5b, 8, 9).

(1)     La gracia es igual para todos (vv. 5b, 8a ; de iguales en su indignidad de la gracia [Rom. 3:23], a iguales en la opción a la vida eterna por la sola gracia).

(2)     Si es por gracia no puede ser por obras (v. 9b; Rom. 11:6).

(3)     Si es por las obras no puede ser por la fe (vv. 8a, 9a; Gál. 3:10–12; Rom. 4:4, 5).

III.     El tiempo de la acción: el futuro con Cristo (vv. 7 y 10).

1.     Dios actúa "para mostrar en las edades venideras las superabundantes riquezas de su gracia" (v. 7a).

2.     La iglesia actúa las buenas obras para llevar adelante el plan del reino de Dios bajo el señorío de su cabeza, Jesucristo (v. 10a, b; 1:20–23).

3.     En este presente en acción futura, Dios muestra que su inmensa bondad es concedida en Cristo Jesús y se concentra en los que son de Cristo (v. 7b).

Conclusión: Es impresionante la valorización que Dios hace de la iglesia. La notable historia espiritual de la iglesia, sin embargo, deriva de la historia de la salvación "en Cristo". El tiempo pasado debiera mover en gratitud a la iglesia; pero los tiempos presente y futuro son los de la evangelización creadora con el Espíritu Santo, y tiempos del servicio en beneficio de todos los hombres, mayormente aquellos de "la familia de la fe".

 

En las edades venideras, lit. por los siglos, habla del futuro y podría entenderse con “por todo el tiempo venidero”. Lo que Dios ha hecho (vv. 4–6), lo ha hecho para poder continuar demostrando su gracia abundante a través de las edades venideras. Vaughan sugiere que “los creyentes son trofeos de la gracia de Dios, y su designio es exhibir en ellos la incomparable riqueza de esa gracia”. Esta frase contiene un mensaje misionero y señala el propósito misionero que Dios tiene para su iglesia.

No pudiendo contenerse, Pablo prorrumpe en palabras superlativas para describir las superabundantes riquezas de su gracia. Superabundante (uperbállo 5235) significa una abundancia que sobrepasa, y usado con riquezas implica una riqueza que no tiene medida ni límites. Pablo ya había mencionado las riquezas de Dios respecto a su gracia en 1:7, la gloria de su herencia en 1:18 y de su misericordia en 2:4. Esta gracia tan abundante es una manifestación de su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. Podríamos entender la bondad de Dios como su benevolencia o su buena voluntad para con nosotros en Cristo Jesús.

La voluntad de Dios siempre ha sido hacernos el bien. Esto lo ha hecho en Jesús. Cada nuevo creyente es un trofeo glorioso que exhibe esta bondad divina que nos vivifica (da vida), nos resucita y nos sienta en victoria y gloria juntamente con Cristo. El avance misionero del evangelio aumenta la perspectiva de esta exposición maravillosa.

Uno de los pasajes bíblicos más queridos y que a la vez sirve como base para la evangelización es el que sigue: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe (vv. 8, 9). Con estas palabras Pablo resume todo lo que ha dicho hasta este punto, señalando que la salvación es la obra soberana de Dios y sólo depende de la fe del pecador para hacerla suya. No depende de nada más que el ser humano pueda hacer. Moule llama a este pasaje “esa gran fórmula de bendición”. La gracia es la provisión que Dios ha hecho para la salvación del pecador, pues la situación de éste es tan grave. La fe, y nada sino la fe, es lo que corresponde al pecador como respuesta a la gracia de Dios, pues es la única condición que Dios acepta. La gracia es la fuente divina de la salvación y la fe es el medio por el cual se efectúa.

Cuatro palabras se destacan en el v. 8: gracia, salvos, fe y don. Por gracia (cáris 5485) entendemos la merced, el favor y bondad amorosa de Dios; mientras fe (pístis 4102) es aquella confianza que cree en esta gracia. La salvación es el resultado de estas dos, gracia y fe, y viene como un don gratuito de parte de Dios y no por ningún mérito o esfuerzo del pecador. Las palabras traducidas sois salvos también pueden ser traducidas habéis sido salvados, porque la estructura verbal en el griego da a entender un hecho consumado pero en que el beneficiario continúa y continuará gozando de sus beneficios.

Esto no de vosotros a primera vista sugiere la fe, como parece lógico y correcto pensar que aun la fe proviene de Dios. La mayoría de los comentarios concluyen sugiriendo que “esto” se refiere a toda la obra salvadora, “salvos por gracia por medio de la fe”, como don de Dios. Pablo añade no es por obras, para que nadie se gloríe. La obra salvadora de Dios, dada la condición desesperada del pecador, no deja lugar para la jactancia ni el orgullo. Enfáticamente el Apóstol ha repetido y esto no de vosotros y no es por obras para demostrar que la salvación no viene como resultado de los esfuerzos ni méritos humanos. Sólo hay que creer, tener fe, confiar en Dios.

Filosofía bíblica de la historia

En Efesios, Pablo entrega el corazón de la filosofía bíblica de la historia, enraizada en el AT y sistematizada en Jesucristo. Para medir el sentido de la historia del evangelio en Jesús, y para aplicarlo a nuestra América Latina, conozcamos algo de los sentidos de la historia y el lugar del hombre en ella, del mundo de Pablo y del nuestro:

1.     El mundo helenístico de la época de Pablo pensaba en la historia de modo fatalista. Todo ocurría como moviéndose en un sentido circular; todo era recurrente; no ocurría nada nuevo debajo del sol. La calidad moral y el destino al nacer, son como una pieza con candado cuya llave no está en el mundo del hombre. Ni la persona ni el destino de ella admite cambios. Había sí religiones de "esperanza" (las llamadas "religiones de misterio"), pero una esperanza apenas rasguñada por una elite de iniciados. El optimismo de la época paulina lo brindaba el mundo romano con su éxito político y técnico. Y además con la filosofía estoica. Pero tal optimismo incubaba el fatalismo por medio del despotismo de los señores del poder público, la desigualdad social, la deslealtad creciente al genio y culto romanos, y por la franca debilidad de la mayoría de los ciudadanos para "hacer" los ideales morales dictados por la conciencia natural y enseñados por los grandes maestros de la época (ver Rom. 1:18–2:15).

2.     En Hispanoamérica, desde los días de la conquista, ha cristalizado un sentido mestizo de la historia: Un sentido optimista dominado por el fatalismo. Como prueba nos referiremos al sentido de la historia de una de nuestras altas culturas, la maya-mexicana, mezclada con el sentido histórico-religioso del cristianismo hispanoamericano católico, apostólico y romano. En la cultura maya-mexicana hay dos símbolos centrales: La serpiente enroscada en espiral con la cabeza en el centro y la pirámide escalonada. La espiral maya-mexicana sugiere una concepción más avanzada que el círculo repetidor de los griegos. Los círculos de la espiral, siendo semejantes entre sí, son también diferentes; se desenvuelven de modo indefinido, pero en círculos ascendentes de diferente nivel. Aquí hay cambio en el movimiento de la historia, y el hombre participa en cierta medida de los cambios. Incluso el destino del hombre, según algunos pensadores mayas, puede aspirar a encontrarse con el dios tenido como principal. La pirámide escalonada con su templo en la cumbre, sugiere el modo en que ocurre la historia del mundo: El hombre, que vive sometido a la naturaleza, guiado por sus tradiciones y por el calendario de buen nivel astronómico, va ascendiendo con el ritmo de la historia, escalón por escalón, hacia el ideal divino. Lo divino es distinto de lo humano, así como el templo de la cumbre lo es de la pirámide. Hay una jerarquía rectora en la estructura espiritual del mundo: Muy arriba, lo divino casi indefinido y misterioso; hacia abajo siguen los señores, los sacerdotes, los potentados, hasta llegar al hombre común. Este, de todos modos, es semejante al hombre de más arriba, pues son solidarios en la caminata hacia el templo celestial.

La esperanza de cambio, mayúscula para el orden elitista sacerdotal, estuvo amarrada a la conducta moral. En verdad, como nos lo ha revelado el traductor de la literatura náhuatl, don Miguel León Portilla, la moral de esa gente compite, como la moral de Séneca con la de Pablo, de modo notable con la moral representada por la mayoría de los cristianos de Hernán Cortés. Con emocionante tesón religioso, los maya-mexicanos vivían de sortilegios, sacrificios hasta humanos, oraciones, buenas obras y heroicas, etc. Se proponían ayudar con sus buenas obras no sólo al ascenso personal, sino más bien comunitario. También buscaban ayudar al cambio histórico universal, cuyos modelos eran sus dioses, personificadores de los valores morales.

Cualquier obra, mérito, esfuerzo humano, o aun cualquier jactancia anula la gracia y niega la fe; deja la obra salvadora completa y adecuada de Dios en Cristo expuesta a dudas y abusos; da lugar a muchas doctrinas y prácticas equivocadas que sugieren que el hombre tiene que hacer su parte. Tenemos el caso clásico de los gálatas que cayeron víctimas de los judaizantes que insistían que era necesario circuncidarse para ser salvo, además de creer. Este peligro se extiende en nuestro tiempo hasta aquellos que insisten en que hay que tener otra experiencia posterior a convertirse a Cristo, como “una segunda obra de gracia” para ser verdaderamente salvo. Insisten en que hay que tener tal o cual experiencia (hablar en lenguas, p. ej.) para dar evidencia de haber recibido al Espíritu Santo. Los que insisten en esto se escudan detrás de una interpretación equivocada de la obra del Espíritu Santo en la salvación. El gloriarse de lo que uno hace o podría hacer para salvarse disminuye la importancia de la gracia de Dios, rebaja el sacrificio de Cristo y pone al hombre en un plano similar al de Satanás quien quiso imponerse en el lugar de Cristo y abolir la obra de Dios.

El autor inspirado concluye explicando el propósito de todo esto en el v. 10. Este versículo “es para corroborar la gran verdad de los vv. 8 y 9, y para dar razón de ella” (Vaughan). No es por obras que uno se salva, sino para hacer buenas obras que uno es salvo. En primer lugar, señala que somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús.Hechura (póiema 4161) significa “cosa que es hecha” o sea obra de las manos, en este caso de Dios. Como tal, hemos sido creados en Cristo Jesús o sea hechos en él. El alma salva es de creación divina. Pablo describe esta idea en otra epístola más ampliamente cuando dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Cor. 5:17). El propósito divino es hacer del hombre pecador una nueva criatura completamente de su agrado y que hace las obras que a él le agradan. Que Dios nos ha hecho lo que somos depende de una nueva relación en Cristo con un propósito más elevado. Este propósito se define como las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas en lugar de las malas obras de Satanás mencionadas en los vv. 1–3.

El hombre viejo bajo la influencia de Satanás y sujeto al estilo de vida de esta edad no podría hacer las buenas obras que agradarán a Dios. Nada menos que una nueva creación hecha al estilo de Jesús podría satisfacer este propósito eterno y lograr la voluntad de Dios. Dios ha hecho (preparó de antemano) las provisiones necesarias para un nuevo estilo de vida (para que anduviésemos en ellas). La palabra “andar” en el v. 10 es la misma que se usa en el v. 2 al referirse al andar en los delitos y pecados en otro tiempo, antes de creer en Cristo. Las buenas obras “no son meros accesorios de la vida cristiana, sino parte del plan eterno de Dios para su pueblo” (Vaughan). Como las obras malas formaron parte de la vida anterior del pecador, las buenas obras forman parte íntegra de la vida nueva del creyente. Como antes anduvo el pecador conforme a la corriente de este mundo ahora el creyente anda en una nueva manera de vida.

Así termina Pablo el ciclo de la transformación de la muerte a la vida, de las obras malas a las obras buenas. Vemos el cuadro completo de lo que era uno antes de Cristo, lo que hizo Dios en él, el resultado de ésto en aquel que cree, y el porqué de todo esto. De esta manera Pablo acaba de describir la obra de Dios al convertir a una humanidad pecadora en una nueva comunidad salvada por su gracia.

    2.     Una comunidad reconciliada con Dios, 2:11-22

El autor prosigue describiendo esta nueva comunidad en Cristo como una comunidad completamente reconciliada con Dios. Lo hace en tres párrafos: el primero (vv. 11–13) que recuerda lo que fueron los gentiles antes de conocer a Cristo y ahora lo que son en él y presenta la obra salvadora de Jesús. El segundo (vv. 14–18) presenta la obra pacificadora de Jesús, lo que hizo él para derrumbar todo obstáculo entre los gentiles y los judíos. El tercero (vv. 19–22) explica el glorioso resultado de esta pacificación y presenta a Jesús en su capacidad de edificador.

La expresión por tanto (v. 11) conecta los pensamientos que siguen con lo que acaba de expresar respecto a la obra salvadora de Cristo. Usando ésta como fundamento, llama a los lectores gentiles a recordar su pasado no tan halagador: Acor- daos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en la carne, érais llamados incircuncisión por los de la llamada circuncisión que es hecha con mano en la carne (v. 11). Pablo llama la atención de sus lectores al hecho de que antes eran considerados por los judíos, los fariseos en particular, como inferiores a ellos porque no habían recibido el rito de la circuncisión y por esto fueron llamados despectivamente los de la incircuncisión. Este hecho fue el motivo de una gran discriminación contra los gentiles en la mente de los judíos, quienes consideraban despectivamente a los gentiles como incircuncisos, inmundos y fuera del alcance de la gracia de Dios.

La incircuncisión era como una “cortina de la carne”, una muralla, un estorbo que separaba a los gentiles de los judíos. Los gentiles en la carne se refiere a su condición natural como no judíos. Gentiles es éthnos 1484, que significa “las naciones” o sea las otras naciones que no conocieron a Jehovah como Dios. Estas eran consideradas como paganas y aborrecidas por los judíos. Antes de la venida de Cristo este aborrecimiento fue tal que los judíos consideraban que los gentiles “habían sido creados por Dios para ser combustible para el fuego del infierno. Dios sólo amaba a Israel de entre todas las naciones que había hecho” (Barclay). ¡Tan lejos estuvieron de la verdad! La única diferencia entre los judíos y los gentiles fue una cosa hecha con mano en la carne pero que había recibido un significado desproporcionado.

A continuación Pablo menciona la condición espiritual anterior de los efesios. La describe con tres frases: (1) Sin Cristo, (2) apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, y (3) estando sin esperanza y sin Dios en el mundo (v. 12).

Al decir que estaban sin Cristo señala que los gentiles no conocían a Jesús ni sabían nada acerca de la promesa de Dios de enviar al Mesías al mundo. La palabra Cristo es Cristós 5547, que es sinónima con la palabra hebrea para Mesías y las dos significan el “ungido de Dios”, el Hijo prometido de Dios. Tanto la condición de pertenecer a la incircuncisión, lo que les aislaba de las promesas de Dios, como su condición natural como seres humanos caídos en el pecado los calificaban como sin Cristo. La consecuencia de esta condición fue que no tenían ninguno de los beneficios que son el resultado de conocer a Jesucristo y de su obra salvadora. Además de no contar con la señal en la carne (la circuncisión) que les identificara como pertenecientes al pueblo de Dios (según el pensar de los judíos), los gentiles (desdichados sin Cristo) no tenían salvación.

Pablo agrega a esta situación la de estar apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa (v. 12b). Esta es una expresión doble que enfatiza el hecho de que los gentiles no fueron del pueblo de Dios ni fueron contemplados dentro de su promesa en la cual se amparaban los judíos. De esta manera Pablo describe el estado perdido de los gentiles. Al no pertenecer los gentiles al pueblo escogido de Dios ni conocer nada de la promesa que éste tenía, fueron considerados como enajenados o desposeídos de la ciudadanía de Israel. No se gozaron de los privilegios que pensaban tener los judíos. La palabra griega que se traduce apartados significa alguien que es un extranjero o que es separado de los demás, en este caso, de los judíos. Ajenos (xénos 3581) se puede traducir “extranjeros” y significa que no fueron incluidos en la promesa de Dios con el pueblo escogido. Israel fue el pueblo de los pactos. La palabra “pacto” (diathéke 1242) quiere decir acuerdo, contrato o promesa. La promesa se refiere a la que hizo Dios directamente con Abraham (Gén. 17:1, 2) y había repetido a Isaac y su descendencia en varias ocasiones. Esta promesa abarcaba a la descendencia de Abraham y la identificaba con Jehovah. Los gentiles no fueron contemplados en esta relación íntima y vital.

Como resultado de estar sin Cristo, desposeídos espiritualmente y ajenos a la promesa de Dios los gentiles estaban sin esperanza y sin Dios en el mundo. Aparte de Cristo no había remedio en el mundo para ellos. Esta es la tercera frase que Pablo usa para describir la situación desesperante de los gentiles. No les quedó ninguna salida ni aliento y estaban sin el Dios verdadero que les podría ayudar. Como paganos tenían sus propios dioses pero éstos no tuvieron ningún poder para salvarlos. La expresión sin Dios traduce athéos que también nos da la palabra “ateo”. Aunque tuvieron muchos dioses, éstos no eran el Dios verdadero. El resultado fue que aunque tenían muchos dioses no conocieron al verdadero Dios. Quedaron desprovistos absolutamente de Dios.

La esperanza

El padre de todos los dioses, Zeus, regaló a un piadoso rey una caja preciosa y terrible: la Caja de Pandora, llamada así por su relación con la hija del rey que tenía ese nombre. El honor del rey quedó sujeto al hecho de no abrir jamás dicha caja. Un día, la princesa, no pudiendo contener su curiosidad, entró en la cámara secreta y la abrió. Su espanto fue grande, porque de la caja salían monstruos indeseables como: la mentira, el odio, la deslealtad, el adulterio, el rencor, la venganza, la gula, etc. En otras palabras, de allí salieron todos los males que aquejan a la humanidad. Aclaremos aquí que la palabra pandora significa "todos los dones"; por lo tanto todos los dones de Zeus son sólo males. Sigamos con el mito: Horrorizada, Pandora tapó de nuevo la caja o el don divino. Pero adentro quedó algo, un solo mal, el menor: Elpís.

Con éste término Pablo afirma, con entusiasmo, la esperanza cristiana: ... para que conozcáis cuál es la esperanza (elpís) a que os ha llamado... (Ef. 1:18). Y más adelante presenta la fortísima prueba del sentido positivo de dicha esperanza cristiana: Por gracia sois salvos (2:5); porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús... (2:10). Podemos afirmar, entonces, que la esperanza cristiana es radicalmente distinta a "la esperanza" de la mayoría de los contemporáneos de Pablo. También es así de distinta respecto de ciertas filosofías contemporáneas nuestras. La esperanza cristiana no es una doctrina de lo absolutamente abstracto y futuro; es relativamente concreta y presente. Se da la mano con la fe que hoy podemos poner en Jesús; se hace evidente en la vivencia de regeneración del pecador actual; se da la mano con el amor real con el que amamos al prójimo y al hermano en la fe de Jesús (1 Jn. 3:14). Un teólogo lo expresa así: "Ya, pero todavía no." La esperanza tiene su razón de ser desde el presente de gracia y fe con Jesucristo (Ef. 1:13, 14).

Teniendo presente este recordatorio triste, Pablo procede a señalar en el v. 13 que aquel estado lamentable había sido cambiado en Cristo: Pero ahora en Cristo Jesús. Antes estaban fuera de Cristo, ahora están en Cristo Jesús: Expresión favorita de Pablo que usa para señalar el lugar actual donde está el que cree. Significa que el creyente vive por fe en unión con Cristo en contraste con la situación anterior de estar sin Cristo, muy lejos de Dios y fuera de comunión con él. Los que antes estaban lejos ya han sido acercados por la sangre de Cristo (ver Isa. 57:19). La clave reconciliadora es la sangre de Jesucristo. 

Semillero homilético

Jesús reconcilia

2:11–18

Introducción: En este pasaje hay tres palabras clave. La primera es hostilidad o enemistad (vv. 14 y 16). La segunda es paz, que en griego es eirene y en hebreo y arameo es shalom y shelom, respectivamente. Este término tiene muchos y positivos significados; por ejemplo: Estar bien, bienestar completo, buena salud, felicidad, prosperidad, PAZ, relación pacífica, unión, concordia, paz como opuesto a la guerra, etc. La tercer palabra clave es ó” (v. 17); la frase anunció las buenas nuevas se lee lit. evangelizó la paz. Es decir, que la cosa anunciada como buena nueva es la paz que Jesús hizo.

Conviene tener en cuenta estos términos y sus significados para entender mejor el mensaje de este párrafo de Efesios. Pablo aclara aquí el impacto de la obra salvadora de Jesús en medio del paisaje histórico y social humanos. Veamos qué dice Pablo sobre que Jesús es nuestra paz:

I.     Cómo se daba la hostilidad entre los pueblos (vv. 11, 12, 14b, 15a).

1.     De modo racial y cultural: Los griegos llamaban "bárbaros" a los no griegos; los judíos llamaban "perros" a los no judíos; los romanos llamaban "hijos de asno" a los judíos; los samaritanos no se saludaban con los judíos; los de la circuncisión llamaban "incircuncisos" —comunes, impuros— a los demás (vv. 11, 14; ver Mar. 7:27, 28).

2.     De modo socioeconómico: La práctica ritual del sábado estorbaba las relaciones laborales entre judíos y no judíos (v. 15a).

3.     De modo social: La regla de trato entre judíos y gentiles era el no saludarse ni ayudarse entre sí. El silencio era una barrera de división (v. 14; ver Juan 4:9).

4.     De modo religioso: Si bien los judíos evangelizaban a los gentiles, sus leyes y ordenanzas rituales exigían a éstos saltar altas barreras sabáticas, de comidas, bebidas, fiestas y peregrinaciones a Jerusalén. La barrera religioso-racial de la circuncisión era una barrera de sangre que producía creyentes en Dios de segunda clase: Los temerosos de Dios (vv. 11, 12, 15a).

II.     Cómo hizo Jesús la paz (vv. 13, 14a, 15–18).

1.     Con su palabra golpeó las barreras de división.

(1)     Dijo que el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mar. 2:27).

(2)     Dijo que todo lo que entra en la boca va al estómago y sale a la letrina (Mat. 15:17, 18).

(3)     Dijo que un samaritano que practica la justicia por amor a un judío es mejor que un judío piadoso en reglas rituales (Luc. 10:25–37).

(4)     Dijo que cuando fuera crucificado, atraería hacia él a griegos y judíos por igual (Juan 12:20–24, 32, 33; ver Rom. 15:7–9).

2.     Con su muerte en la cruz derribó las barreras de división.

(1)     Judíos y gentiles se unieron para crucificarlo (v. 13; Hech. 3:15).

(2)     Dando su sangre-vida y orando en favor de sus "enemigos", Jesús anuló el poder de toda clase de hostilidad (vv. 13, 14)

(3)     Con su muerte en sacrificio, Jesús cumplió y agotó el propósito final de toda clase y forma de sacrificios rituales de la revelación bíblica.

(4)     Por medio de su muerte reúne a judíos y no judíos en la común reconciliación con Dios (vv. 15, 16).

III.     Cómo realiza Jesús la evangelización (vv. 17, 18).

1.     Anunciando la paz de la cruz a judíos y gentiles por igual (vv. 13, 17; ver Hech. 11:15–18).

2.     Haciéndose el único mediador de judíos y gentiles en su acceso a Dios (v. 18; un solo Dios, un solo pueblo, un solo culto, un solo bautismo, un solo Espíritu; ver Ef. 4:1–6).

Conclusión: "Reconciliación" sigue siendo el concepto clave para el destino comunitario eterno de toda persona y de todo pueblo. Pero también lo es para el destino histórico de las naciones y tribus de nuestro superpoblado planeta. El mensaje de Efesios es un mensaje de "primera necesidad" en todas las plataformas de intentos de paz social, nacional e internacional.

Cristo. Podemos entender que la expresión “ser acercado” significa ser atraído a, reunido con, o reconciliado con. En otras palabras, la sangre de Cristo obra para quitar de en medio nuestro estado pecaminoso y demoler todos los obstáculos que nos han separado de Dios en el pasado.

La frase la sangre de Cristo es una referencia a la muerte de Jesús en la cruz para conseguir para todos los que creen en él la remisión de sus pecados. Esta obra vicaria quitó lo que nos separaba de Dios y nos acercó de nuevo en una magna obra reconciliadora. Solamente de esta manera ha sido posible que el gentil, tanto como el judío, sea salvo. Comenzamos así a darnos cuenta de cómo Dios ha estado preparando una nueva comunidad espiritual y santa en Cristo. Hemos visto a Jesús en esta porción como el agente reconciliador entre Dios y los gentiles que estábamos lejos de él.

Pablo describe la obra pacificadora de Jesús en la porción que contiene los vv. 14 al 18. En estos identifica a Jesús como nuestra paz quien de ambos nos hizo uno (v. 14). Cristo unificó a los dos pueblos antagónicos, gentil y judío, en uno solo. Moule describe esta acción de la siguiente manera: “Pagano y fariseo nos abrazamos, pues Dios nos ha abrazado a ambos en su amado Hijo.” La palabra nuestra incluye a ambos en la reconciliación uniendo en paz a los dos enemigos.

Cinco adalides en el hecho de la paz

Paz es un concepto muy rico entendido de un modo muy pobre.

1.     Julio César representa la pobreza de significado, por causa de definir la paz sólo como ausencia de guerra. El dijo: "Si quieres la paz, prepárate para la guerra." El era pagano. Sin embargo, casi todos los líderes de nuestros países se consideran cristianos y gobiernan sus pueblos según la definición de Julio César.

2.     Saliendo de una guerra terrible, la llamada Primera Guerra Mundial, Woodrow Wilson guió la creación de la Liga de las Naciones. Fue un intento por mantener la paz en contra de la guerra. El era cristiano.

3.     Mahatma Gandhi, con principios y conducta no violentos, consiguió la emancipación política, social y económica de más de 300 millones de indios que estuvieron bajo el régimen inglés. El era un "pagano" hindú que pudo ser cristiano. Cuando estuvo en la Sudáfrica "cristiana", quiso asistir a un culto cristiano, pero se lo impidieron porque no era blanco de piel y de costumbres. ¿Podríamos decir que las barreras raciales, culturales y religiosas le impidieron conocer mejor a Jesús? (Ver Ef. 2:14, 15.) En Gandhi, paz es reconciliación en justicia.

4.     Martin Luther King, mucho menos blanco que Gandhi, proclamó, vivió y murió por la paz en justicia entre negros y blancos; su sueño por una nueva tierra prometida lo puso en práctica sobre la base del principio evangélico de la "no violencia". El era cristiano.

5.     El cardenal Samoré fue el delegado del Papa de la Iglesia Católica Romana como mediador, de "paz en contra de la guerra", entre Argentina y Chile. Dos naciones "cristianas" enemistadas por motivos geopolíticos. Samoré se entregó sin reservas a su labor de reconciliación. Poco tiempo después de cumplir con éxito su misión, falleció. El era cristiano.

Los cinco tuvieron que ver, en alguna manera, con Jesús. Meditemos en cada caso... pero, sobre todo, traigamos al corazón a Jesucristo, para ofrecerle nuestras vidas como "instrumentos de paz".

Jesús no sólo es el mediador de la paz, El es la sustancia de esta paz. Esta verdad se expresa en la frase que sigue: El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad (v. 14b). El mismo efectuó esta paz por medio de su muerte vicaria en la cruz ofreciéndose a sí mismo. La acción de derribar significa destruir, quebrantar o desatar. Aquí se refiere a que Jesús en su encarnación y su muerte había destruido la barrera de división que separaba a la humanidad de Dios. El mismo se acercó a la humanidad por medio de la encarnación y venció toda oposición del enemigo por su muerte y resurrección.

Es posible que el autor haya tenido en mente la pared que separaba, en el área del templo de Jerusalén, el atrio o patio exterior de los gentiles de los atrios o patios interiores de los judíos (Bratcher y Nida, p. 55). Esta pared midió 1.6 m. de alto y, según Josefo, a cada trecho había avisos para que los gentiles no pasasen. Era una barrera que representaba la hostilidad que sentían los judíos hacia los gentiles. Representaba también en la mente de Pablo la enemistad que había existido en el hombre rebelde hacia el Dios justo. Jesús derrumbó figurativamente esta barrera con su muerte. Lit. fue destruida cuando el ejército romano tomó la ciudad de Jerusalén en el año 70 d. de J.C. y tiró abajo toda la estructura del templo de los judíos.

En nuestra propia época, el mundo entero se quedó a la expectativa y observaba con regocijo cuando en el año 1989 los alemanes orientales derribaron ladrillo por ladrillo y alambre por alambre el infame muro de Berlín que dividía en dos aquella ciudad por más de cuarenta años, Berlín Oriental y Berlín Occidental. Semejante acontecimiento histórico queda muy pequeño ante lo que logró Jesús al quitar de en medio toda pared de división que no sólo nos separa al uno del otro sino que también nos separa de Dios.

Otra acción pacificadora de Jesús se expresa con la frase y abolió la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas... (v. 15a). Esta acción se refiere también a lo que hizo en su carne o sea en su crucifixión (v. 14), la cual derribó completamente la barrera divisoria. El había preparado el camino por medio de una vida perfecta y de sus enseñanzas superiores y preceptos más elevados. Culminó éstas con su muerte en la cruz. Por ella anuló lo que para el judío fue el baluarte de su religión, la ley de los mandamientos formulada en ordenanzas.

En el tiempo de Jesús la ley de Moisés había sido expandida hasta incluir más de 500 ordenanzas y reglas que hacían imposible que uno las cumpliera. Jesús dejó sin efecto la ley de los judíos en cuanto a los cristianos. En cambio, dio un nuevo mandamiento, el del amor hacia el prójimo basado en el amor de Dios (Juan 13:34). El sustituyó en lugar del legalismo un principio más alto, el del amor. El sistema de leyes tendía a separar al hombre de Dios en vez de acercarlo y dividía los hombres entre sí. En cambio, el nuevo sistema implantado por Jesús tiende a juntarlos en el amor de Dios. El resultado de esto es la unidad, para crear en sí mismo de los dos hombres (gentil y judío) un solo hombre nuevo (v. 15b). La muerte de Jesús sirvió para juntar al pueblo judío y las naciones gentiles en un solo pueblo con Dios. En un solo hecho Jesús hizo posible la reconciliación entre toda la humanidad y Dios. Pablo habla de esto como crear en sí mismo... un solo hombre nuevo, es decir una nueva comunidad, un nuevo pueblo. Así, hizo la paz.

La muerte de Cristo en la cruz fue la que logró la reconciliación e hizo la paz. Este es el sentido del v. 16 que dice: También reconcilió con Dios... por medio de la cruz. Esta reconciliación fue hecha a ambos en un solo cuerpo. Ambos se refiere a los dos partidos de la humanidad, los judíos y los gentiles, antes enemigos. Un solo cuerpo se refiere al concepto de la iglesia ya mencionado en 1:22b, 23a (la iglesia, la cual es su cuerpo). El objetivo de esta reconciliación fue formar la iglesia en un solo cuerpo y la manera de lograrlo fue dando muerte en ella a la enemistad. En la iglesia los que antes fueron enemigos ahora son amigos. Por medio de su muerte Cristo puso fin a la enemistad que existía hacia Dios de parte de la vieja humanidad y simultáneamente estableció el reino de la paz mediante la reconciliación. De esta manera creó una nueva humanidad.

Habiendo efectuado su obra salvadora y reconciliadora en la cruz, Jesús vino anunciando el evangelio, el mensaje de la paz. El texto del v. 17 es una cita de Isaías 57:19, lo que usa Pablo aquí para poner énfasis en el contenido del mensaje de Jesús y el propósito de su misión sobre la tierra, traer paz. Este mensaje es paz para vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca. Vosotros que estabais lejos se refiere a los gentiles (v. 13), mientras los que estaban cerca contempla a los judíos que tenían la ventaja por ser el pueblo de Dios. El mismo mensaje de paz es para ambos, equitativamente y sin discriminar. No hay dos evangelios, uno para los gentiles y otro para los judíos. Hay uno solo y este es accesible para todos, porque como Pablo escribe ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu (v. 18). Podemos acercarnos al Padre por medio de la ayuda del Espíritu Santo (ver 3:12). Esto fue hecho posible por lo que hizo Cristo, nuestro pacificador. El Padre es el mismo Dios de ambos en contraste con los muchos dioses locales que antes adoraban los moradores del valle del río Lico.

La salvación

El motivo de "salvación" está en el centro de la historia. Esto está confirmado entre los contemporáneos helenísticos del tiempo de Pablo, entre los maya-mexicanos y entre los cristianos. Efesios es una prueba cardinal del punto de vista cristiano de la historia, que en el fondo es historia de la salvación. Pero el sentido bíblico neotestamentario de la historia no es optimista, porque la historia la hacen reyes y plebeyos muertos en sus delitos y pecados; el hombre histórico es un pecador inhabilitado para ser el señor de la naturaleza y para obrar su propia salvación moral y eterna; por eso la salvación no es por obras, para que ni siquiera una pequeña elite pueda gloriarse. El sentido bíblico de la historia no es fatalista, porque la historia cambia definitivamente. El pecador puede llegar a ser un santo; la injusticia puede ser eliminada por la justicia; las tinieblas pueden desaparecer con el resplandor de la luz. El hombre común puede dejar su miserable morada histórica y llegar a la casa de mi Padre (Juan 14).

Qué es lo que hace posible el antifatalismo cristiano? Esto: Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:10). Es de esperar que con la fidelidad a las Escrituras, fidelidad en recuperación en la Iglesia Católica Romana, especialmente después del Concilio Vaticano II, la cristiandad hispanoamericana recupere, enseñe y practique en todos los planos de la vida histórica el sentido histórico de gracia y fe de la epístola a los Efesios.

Cabe notar aquí que en los vv. 17 y 18 tenemos una referencia clara a las tres personas de la Trinidad, Jesús, el Padre y el Espíritu. Hallamos otra referencia similar en los vv. 21 y 22 con el énfasis sobre la obra de Cristo Jesús en las palabras en él.

Pablo concluye su reflexión sobre la nueva comunidad en Cristo con una serie de figuras que describen a los creyentes como conciudadanos, familia y edificio (vv. 19–22). Las palabras por lo tanto (v. 19a) relacionan lo que sigue con lo que acaba de decir con respecto a la obra redentora, reconciliadora y unificadora de Jesús. Presenta ahora la obra edificadora de Jesús.

Semillero homilético

Un poema paulino de la iglesia

2:19–22

Introducción: "Poema" no es necesariamente una composición literaria en verso, sino también es una obra sublime en otras áreas de la literatura o de la plástica. Entre otras distinciones, Efesios nos motiva a distinguir a Pablo como "el maestro admirador de la iglesia". En estos versículos Pablo elabora unas figuras de lenguaje casi plásticas, en prosa, para enseñarnos lo que es la iglesia de Dios. Pienso que la iglesia fue una especie de "mujer", rival de la posible mujer que el gran Apóstol pudo tener (si hubiera sido un apóstol casado, como Pedro), la legítima esposa de su Señor. Pablo fundó iglesias, enseñó iglesias, pastoreó iglesias, sufrió y lloró por ellas, y fue llorado por pastores e iglesias antes y después de su muerte en Roma.

En este pasaje se trasuntan entusiasmo y amor por la iglesia, que aparece como un precioso género de estructura tornasolada. ¿Cómo ve y describe Pablo a la iglesia?

I.     La ve como el nuevo pueblo de Dios (v.19).

1.     Donde no hay extranjeros ni forasteros (v. 19a).

(1)     Los extranjeros son discriminados en todo.

(2)     Los forasteros (o peregrinos) son residentes de segunda clase.

2.     Donde todos son conciudadanos (v. 19a).

(1)     Las diversas etnias están igualadas: Son conciudadanos.

(2)     Los conciudadanos del pueblo de Dios son santos (apartados o distinguidos por Dios mismo).

II.     La ve como el hogar de Dios (vv. 18b, 19c).

1.     Es el lugar donde Dios mora como el Padre (v. 18b; el Espíritu Santo hace posible la paternidad de Dios en nosotros; ver Gál. 4:6).

2.     Es el ambiente que crean las personas hechas miembros de la familia de Dios (v. 19).

III.     La ve como el edificio de Dios (vv. 20–22; ver 1 Cor. 3:9, 10).

1.     En el cual cada miembro es una piedra sobreedificada en los apóstoles y profetas (v. 20a).

2.     En el cual los apóstoles, profetas y demás componentes están edificados sobre Jesucristo, que es la piedra fundamental (v. 20b).

3.     En Cristo, este edificio viviente crece de modo ordenado (v. 21a; ver 1 Cor. 3:10, 11).

4.     El fin del proyecto arquitectónico es que el edificio vaya siendo un templo santo para morada de Dios en el Espíritu (vv. 21b, 22).

Conclusión: Si usted, estimado lector, es poeta, ¿cómo describiría la iglesia? Si usted es misionero en un país extranjero, ¿cómo la graficaría? Si usted es pastor, obispo, diácono, anciano, etc., ¿cómo perfilaría la iglesia? Y si usted es un miembro de ella, sin los calificativos precedentes, ¿qué agregaría a la frase: "Mi iglesia es..."? Para el apóstol maestro, la iglesia es un pueblo universal, hogar filial y templo para Dios.

Comienza señalando a los creyentes en Cristo que ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (v. 19b). La palabra griega traducida extranjeros (xénos 3581) se encuentra también en el v. 12, donde se refiere a los ajenos a los pactos de la promesa. La alusión es a la nacionalidad de uno, o la falta de ella en el caso de los refugiados y expatriados. Podríamos entender a un forastero como peregrino o transeúnte que no tiene paradero o país fijo. Estas dos palabras describen una condición lamentable, sin privilegios ni oportunidades. Políticamente están sin amparo.

Esta condición es similar a la de los gentiles bajo el antiguo sistema de la ley de los judíos, que fueron considerados como extranjeros y forasteros, viviendo, como fuera, en un país pero sin ningún derecho ni privilegio. Esta situación se puede ilustrar con la de los miles y miles de expatriados que viven en países extranjeros sin documentación legal.

A estos que antes fueron excluidos Pablo les otorga la ciudadanía espiritual en Cristo, llamándolos conciudadanos de los santos. Gozan de todos los derechos y privilegios como “legales” igual que cualquier otro. Ya no son solamente tolerados, son ciudadanos plenos. Ejemplo de esta condición sería algún latinoamericano que hubiera logrado ir a los Estados Unidos de América ilegalmente para trabajar. Este pudiera acogerse de la amnistía que se declaró en 1989, y conseguir una documentación provisional que le concediese ciertos privilegios limitados. Con el paso del tiempo y después de algunos trámites este residente temporal podría lograr nacionalizarse, haciéndose ciudadano legítimo de su país adoptivo. Pablo declara que nosotros somos ciudadanos legítimos del reino de Dios.

Difícilmente podría un gentil hacerse ciudadano del pueblo escogido de Dios (Israel), pero ahora en Cristo éstos tienen plena ciudadanía con los demás santos. Santos (ágios 39 y 40) en este contexto se refiere a los santos escogidos (1:4) de entre los judíos y los gentiles que han sido apartados en Cristo para la gloria de Dios. Así, los creyentes son identificados como pertenecientes al nuevo pueblo de Dios formado en Cristo; no son más ni judíos ni gentiles.

La expresión miembros de la familia de Dios enfoca una relación aún más íntima y estrecha. Pablo Bessón, en su traducción El Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo traduce esta idea con la expresión domésticos de Dios. Esta idea da a entender el domicilio particular del ciudadano. Pertenecemos a la familia de Dios por derecho de haber sido escogidos para adopción como hijos suyos (1:5) y por esto cohabitamos con los demás miembros de la familia con iguales privilegios como hermanos en Cristo. Esta relación de ciudadanía y familiaridad enfatiza la paz que tenemos con Dios en Cristo Jesús.

Joya bíblica

Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular (2:20).

La figura de una edificación se introduce en el v. 20. Pablo comienza diciendo: Habéis sido edificados. Estas palabras traducen una sola en el griego que podría ser traducida con la palabra sobreedificados (Lacueva, Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español). Da a entender la nueva situación de los lectores: miembros plenos del reino y de la familia de Dios. Se refiere al resultado de haber sido salvados y reconciliados por Jesús; y ahora hemos sido situados efectivamente como parte integral del nuevo edificio que se está levantando por Dios para ser un templo santo en el Señor (v. 21). El autor inspirado utiliza dos figuras del oficio de la construcción para relacionar a los creyentes íntegramente con esta edificación: el fundamento y la piedra angular.

Indica que esta edificación ha sido hecha sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas (v. 20). Esto significa que la edificación se funde en las enseñanzas de éstos, no como fundamento propio, sino las enseñanzas que éstos habían dado acerca de Jesús, quien en 1 Corintios 3:11 es identificado como el único fundamento. Moule sugiere que esta figura significa “el fundamento que consiste de ellos, por cuanto su doctrina es la base de vuestra fe”. Es decir, que ellos fueron los maestros inspirados y portadores de la autoridad divina. Ellos fueron los que fraguaron el concepto del fundamento de la iglesia, el cual es Jesús.

Los apóstoles, sin duda, fueron aquellos que Jesús comisionó y que la iglesia primitiva reconoció como tales. Había también en la iglesia del primer siglo un grupo especial de personas que tenían la capacidad espiritual de profetizar (3:4; 4:11). Estos fueron los que, en adición a los apóstoles, testificaron a las iglesias del período inmediatamente después del día de Pentecostés de Jesús y de su obra de gracia. Con referencia a esto Moule dice: “Es asunto bien claro que el ‘profeta’ cristiano ocupó un lugar de impresionante importancia en la iglesia primitiva, segundo, pero sólo segundo al apóstol, aparentemente, en que no era necesariamente ‘un testigo de la resurrección’, y en que no ocupaba un lugar prominente en el gobierno.” Ellos pusieron las bases doctrinales tomando a Cristo, su obra y sus enseñanzas como fuente principal y lo que contiene el AT como trasfondo y respaldo autoritativo.

La segunda figura tomada de la construcción es la de la piedra angular (v. 20). Una vez puesto el fundamento, el constructor procede a poner la piedra del ángulo de la cual todo lo demás del edificio parte y toma su forma. En nuestro tiempo los albañiles usan bloques de concreto o ladrillos de arcilla cocida. Colocan uno de estos en la esquina principal y a veces como parte del fundamento, y de allí comienzan a tirar cuerdas para guiarlos al colocar los demás. Cuando es un edificio público o un templo, a veces se celebra la ocasión de colocar este bloque o piedra como el inicio oficial de la construcción. Pablo señala a Jesús como esta piedra o bloque principal que funciona como el punto céntrico del cual toda la edificación se alínea y toma su forma.

Pedro en su defensa ante el Sanedrín, citando el Salmo 118:22, declara: El es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha llegado a ser cabeza del ángulo (Hech. 4:11). Este mismo apóstol en su primera epístola cita a Isaías diciendo: He aquí, pongo en Sion la Piedra del ángulo, escogido y preciosa... (1 Ped. 2:6). Así, tanto Pablo como Pedro identifican a Jesús como la piedra del ángulo del templo nuevo de Dios (v. 21). De igual manera, los dos identifican a los creyentes, incluyendo a los de Efeso, como parte integral de esta nueva edificación.

Al decir habéis sido edificados (v. 20a) Pablo ubica a los creyentes como integrantes de este edificio y los relaciona íntimamente con Jesucristo al decir en el v. 21: En él todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo en el Señor. Pedro llama a los creyentes piedras vivas (1 Ped. 2:5), idea que está implícita en los vv. 20 y 21. Estas piedras vivas están unificadas orgánicamente en él en un edificio bien ensamblado. Estas palabras sugieren la firmeza y estabilidad para permanecer de este edificio, teniendo un buen fundamento en la enseñanza de los apóstoles y profetas, con Cristo como la piedra principal y unificadora y los creyentes salvos por la fe en él como las piedras integrantes. Recuerdan las palabras de Jesús mismo cuando dijo: Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (ver Mat. 16:18a).

Hay dos características que tiene este edificio. Está bien ensamblado; no hay ningún punto débil ni material falso en él, pues, todo ha sido seleccionado, preparado e inspeccionado por el Maestro Constructor quien supervisa la colocación de cada pieza en su debido lugar. La segunda característica es que va creciendo. Cada vez que una nueva alma se convierte al Señor ésta se incorpora en el edificio espiritual en construcción como parte integral de él. Estas dos frases hablan de la unidad y del crecimiento de la iglesia, a las cuales alude este pasaje. La unidad de la iglesia en Cristo es un factor esencial de la naturaleza de ella. Igualmente, la naturaleza de la iglesia es crecer. Como dice Stott: “La unidad y el crecimiento de la iglesia van unidos, y Jesucristo es el secreto de ambos.”

El objetivo de este edificio se revela en la frase que sigue: Hasta ser un templo santo en el Señor (v. 21). Tiene una misión sagrada, la de servir como templo santo para morada de Dios (v. 22). Esto evoca el significado que el templo tenía para los judíos, simbolizando la presencia de Dios en su medio, aunque bien sabían que Dios no se reduce para caber en un edificio hecho con manos, ni se limita a un lugar. Pero como el templo en Jerusalén fue el lugar donde la gloria (shekinah) de Dios se hizo presente en el santuario interior, la gloria de Dios ha de hacerse sentir en el nuevo edificio espiritual que representa la iglesia. Las tres personas de la divina trinidad coinciden en la construcción de la iglesia (v. 22) de igual manera que lo hacen en la salvación del alma de cada creyente. El arquitecto es Dios, el constructor maestro es Jesús, y el residente principal es el Espíritu Santo, y nosotros los creyentes somos los participantes y beneficiarios de todo esto para la alabanza de la gloria de Dios.

Con mucha destreza Pablo describe la obra maravillosa de Dios en Jesucristo al redimir y habilitar a los gentiles, igual que a los judíos, para que formasen parte de la obra maestra que está levantando en la iglesia. Esta ha de ser la morada terrenal de Dios por medio del Espíritu Santo quien vive en el corazón de cada creyente. Este es el sentido de la declaración con la cual concluye esta parte de la epístola: En él también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu (v. 22). Pablo declara que en Cristo los gentiles y los judíos creyentes están siendo unidos en una nueva comunidad espiritual, con una ciudadanía celestial y eterna, y como familia selecta para servir de morada permanente de Dios en el Espíritu. Dios vive en su iglesia por medio del Espíritu Santo quien ha sido dado como sello de garantía (1:13b, 14) a cada uno que cree en Jesús. La tarea de la iglesia como morada de Dios es reflejar su gloria en la vida de los santos que la forman y que han sido redimidos por fe en Jesús y viven por el Espíritu.

Así concluimos que la iglesia de Cristo es la máxima expresión de la gloria de Dios en la tierra y la será en el cielo cuando Cristo venga para llevarla al lugar que está preparando para que donde yo esté, vosotros también estéis (Juan 14:3b). Juan también captó el significado de esta promesa en su visión del cielo nuevo y la tierra nueva donde vislumbra: He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios (Apoc. 21:3). Este tabernáculo es la iglesia, la obra maestra de Dios en Jesús. Aun con sus defectos y deficiencias humanas, la iglesia sigue siendo la obra de Cristo y la morada de Dios en la presencia del Espíritu Santo en cada creyente y en el conjunto de todos los creyentes santos y salvos por la fe en Jesús.

IV.     PABLO EXPLICA EL MINISTERIO QUE DIOS LE HABÍA DADO, 3:1-21

    1.     La misión de gracia hacia los gentiles, 3:2-13

Este capítulo contiene una oración interrumpida (vv. 1 y 14–21) y un paréntesis (vv. 2–13), provocado por el recuerdo de vosotros los gentiles. Es el testimonio de Pablo con respecto al ministerio particular que él tuvo entre y a favor de ellos.

El Apóstol a los gentiles, aprovechando el momento sublime mientras reflexionaba sobre la participación de los gentiles en la familia de Dios, la iglesia, siente el deseo de orar por ellos, de dar gracias por ellos (v. 1). Pero el pensamiento que inicia como una plegaria se desvía momentáneamente para considerar el ministerio que Pablo tenía para con los gentiles mismos (vv. 2–13). No regresa a la oración hasta más adelante cuando inicia de nuevo la intercesión a favor de ellos en el v. 14. La construcción gramatical de esta porción (vv. 1–13) en el texto griego está en forma de una sola oración. El primer versículo es una oración elíptica, un pensamiento incompleto que no vuelve a completarse hasta el v. 14. No hay verbo en el v. 1, para completar la estructura gramatical. Hay que saltar hasta el v. 14 para descubrir alguna palabra que supla esta necesidad. Entre tanto, Pablo da una explicación clara y reverente de cómo él comprendía el ministerio sagrado que Dios le había dado.

Las palabras por esta razón conectan lo que piensa decir y hacer en favor de ellos con el pensamiento que acaba de elaborar con relación a la obra de gracia de Cristo y los gentiles (vv. 11–22) y especialmente con lo dicho en los últimos versículos del cap. 2 (2:19–22). La misma frase se usa al comienzo del v. 14, al regresar Pablo a la oración, con el trasfondo del pensamiento parentético que ahora elabora.

Momentáneamente, el autor cambia el enfoque de la epístola que hasta este punto señala a los gentiles. “Ahora, abruptamente, distrae su atención de ellos mismos para situarla sobre él” (Stott). Ya que había explicado (cap. 2) el alcance del evangelio hacia los gentiles y los múltiples aspectos de ello, se detiene para decirles que a él le había tocado la buena fortuna de ser el portador de tan gloriosa noticia.

La porción que contiene los vv. 2 al 13 nos da un vistazo íntimo de Pablo como el mensajero escogido de Dios para los gentiles y el mensaje precioso que él portaba. En primer lugar, Pablo consideraba su ministerio particular como la administración de la gracia de Dios que le había sido conferida (v. 2). Había recibido ésta por re- velación directa (v. 3) que le fue dada a conocer por el Espíritu Santo (v. 5). El mensaje recibido fue este misterio (v. 3), el misterio de Cristo (v. 4), lo que él expone con un a saber en el v. 6. Este pasaje se caracteriza por un vocabulario poderoso que comunica el alto concepto que él mismo tenía de su ministerio y mensaje.

El autor se identifica por nombre y con una descripción de su estado físico y espiritual: Yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús (v. 1). No hay duda de que quien escribe es Pablo. Aquí y en 1:1 usa su nombre. Dos veces, también se identifica como prisionero, en 3:1 y 4:1. Al escribir estos pensamientos él se encuentra en una prisión romana, encadenado a un soldado que lo guardaba día y noche. Aguardaba la oporunidad de defenderse ante la autoridad máxima, el César. Estaba allí debido a su propia apelación (Hech. 25:10–12). Aunque físicamente estaba bajo la autoridad romana, él sabía que estaba bajo una autoridad más alta, la de Cristo Jesús, no la del César. Lo que más le importaba era el hecho que él, Pablo, estaba en esta condición porque había llevado el evangelio a los gentiles y no por algún delito que había cometido contra Roma (ver Hech. 25:7, 8).

La acusación original contra Pablo se halla en Hechos 21:28. Fue de carácter religioso y no civil. La prisión física que resultó y que ahora guardaba fue inconsecuente con su verdadera relación con Cristo. Esta se describe con las frases prisionero de Cristo Jesús, a favor de vosotros los gentiles (v. 1). La palabra que emplea aquí para prisionero (désmios 1198) significa lit. que estaba preso y da la impresión que estaba encadenado. La palabra désmios proviene del sustantivo desmós que significa “ligaduras”, palabra que se usa para referirse a “prisiones”. Por esta razón, ha de entenderse en forma literal.

El prisionero identifica a su “carcelero” no como un soldado romano, ni el gobierno romano, y menos los que le acusaban; sino, es Cristo Jesús. De esta manera, da a entender que su vida estaba ligada a Cristo y sujetada completamente a él. Desde la experiencia gloriosa que tuvo en el camino hacia Damasco, Pablo se consi- deraba cautivo de Jesús y se refería a sí mismo como siervo, esclavo y prisionero, todas palabras que implican un estado de sujeción al dominio de otro, en este caso Cristo Jesús. Adicionalmente, señala a los beneficiarios de esta situación con las palabras, a favor de vosotros los gentiles.

Los gentiles fueron los beneficiarios principales de esta relación que llevaba Pablo con Cristo. No los culpa, ni los acusa, sino quiere hacerlos conscientes de que lo que él estaba experimentando redundaba en bien de ellos por el evangelio que él les había llevado. Fue por haber hecho esa cosa precisa, predicar el evangelio entre los gentiles, que Pablo ahora sufre prisiones. El Apóstol reconoce que esta fue la obra que Cristo le había asignado al prenderlo por causa del evangelio. Fue por haber cumplido esta comitiva que se halla ahora en la situación en que se encuentra.

Al contemplar esta verdad que siempre le conmovía, Pablo se olvida de la intercesión que apenas comenzaba y se pierde en una digresión larga, profunda e íntima (vv. 2–13). Abre su corazón con respecto al ministerio que Dios le había dado, el misterio que le había sido revelado y su mayordomía de los dos. Vaughan sugiere que esta sección (3:1–13) es “la sección más intensamente personal de la epístola a los Efesios”. Sus pensamientos alcanzan una admiración profunda de lo que le había sido encomendado.

Efeso

Era una ciudad grande en lo político, en lo económico-social y en lo religioso. Unos 150.000 habitantes de conciencia grecorromana convivían con intensidad entre la riqueza, la pobreza y el misterio. Todos debían creer que la ciudad fue fundada por las misteriosas amazonas. Todos debían creer que Zeus había lanzado desde el cielo un meteorito que consideraron la "imagen caída del cielo" de la gran diosa Diana o Artemisa. Era la diosa patrona de la metrópolis de Asia. Entre los cultos de misterio helenísticos, los efesios observaban el culto a Diana, diosa de la fertilidad universal (naturaleza y hombre). Ciudad, templo, teatro y ágora o plaza pública..., todo era monumental. La experiencia evangelizadora de Pablo fue también fenomenal. Allí casi fue despedazado por la fanática multitud. De seguro que jamás olvidó el mi- sionero Pablo la frase desafiante, gritada durante dos horas por miles de enfurecidos adoradores de la diosa de racimos de senos maternales: ¡Grande es Diana de los efesios!

Otra característica del estilo literario del autor es el uso de oraciones largas y estructuras gramaticales complicadas. Esta porción (vv. 2–13) consiste de dos de éstas, vv. 2–7 y 8–13 en el texto griego y en muchas versiones antiguas como la de Pablo Besson, la de Bonnet y Schroeder y en la RVR-1960. Las versiones modernas han tratado de facilitar la lectura dividiendo el discurso en frases y oraciones más fáciles de manejar. Así lo ha hecho la RVA.

El vocabulario que usa Pablo, también merece mención. El movimiento cristiano del primer siglo, como en los siglos sucesivos ha tenido que confrontar a otras religiones y más que todo, un sincretismo religioso que tiende a mezclar conceptos religiosos diversos. El gnosticismo había comenzado a influir en la filosofía de la gente del valle del río Lico donde abundaban las religiones orientales. Pablo era consciente de estas tendencias peligrosas y trata de alertar a los lectores de las cartas que envía a este sector (Colosenses y Efesios). Por esta razón él toma ciertas palabras clave que usaban esas sectas y las emplea con una aplicación netamente cristiana. Habla de la revelación que él había recibido de Dios, en contraste con las que pregonaban los profetas de tantas religiones extrañas. Otra palabra que usa con sentido cristiano es misterio al referirse al mismo como el secreto de Dios dado a conocer a los gentiles en Cristo y el evangelio, que “ahora debe de ser expuesto públicamente para que penetre al mundo” (Lane).

Dicho esto, pasemos ahora a examinar este famoso y profundo paréntesis. Este nos da un vistazo de cómo conceptualizaba Pablo su ministerio. No es una jactancia egoísta, sino es una exposición reverente de lo que él mismo consideraba un encargo divino y un privilegio sagrado. El señala tres aspectos de su ministerio: una dádiva de Dios que administrar (vv. 2–6), un servicio que rendir (vv. 7–12), y un sacrificio personal en bien de los gentiles (v. 13).

Las palabras sin duda habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me ha sido conferida en vuestro beneficio (v. 2) suponen que algunos de los lectores de esta carta no conocían a Pablo directamente y probablemente no tuvieron ningún conocimiento de su ministerio. A pesar del largo ministerio que tuvo en la ciudad de Efeso y el hecho que fue bien conocido en esa región, si esta carta fuese escrita para circular entre otras iglesias habría muchos que sabían de segunda mano del ministerio especial de Pablo. De manera que Pablo se sintió en la necesidad de dar una explicación de su misión a los gentiles.

En esta declaración Pablo describe su ministerio singular como la administración de un encargo sagrado. Administración (oikonomía 3622) equivale a mayordomía o dispensación. Como un mayordomo tiene responsabilidad y cuidado de los bienes de su amo, Pablo se sintió mayordomo de un encargo sagrado. El encargo en este caso es la gracia de Dios que me ha sido conferida. En este pasaje la palabra gracia significa más que un don o un favor de Dios. La gracia se refiere en este contexto a la comisión de proclamar el evangelio a los gentiles. El consideraba que el ministerio que ejercía era una dádiva divina y no algo que él había logrado por algún mérito o esfuerzo. No había buscado ni pedido este ministerio; más bien, había sido llamado abruptamente para ello. La mano de Dios intervino en su vida, apartándolo para este ministerio especial. Pablo reconoce que la gracia conferida fue el acto del Dios soberano y correspondía a un propósito definitivo que tenía como objetivo el ministerio del evangelio entre los gentiles.

Todo esto, la administración de la gracia dada por Dios, fue para el beneficio de los gentiles. Pablo fue el principal portador del evangelio a los gentiles; para esto había sido llamado instrumento escogido para llevar mi nombre ante los gentiles (Hech. 9:15). Así como había sido escogido y llamado, fue fiel al cumplir la comisión sagrada. En la expresión que abarca el v. 2 podemos palpar algo del sentimiento tierno y la satisfacción que tenía al desempeñar su labor misionera entre los gentiles. A continuación elabora este concepto (vv. 3–11).

Semillero homilético

El evangelio como misterio

3:1–12

Introducción: Pablo inició la evangelización de Efeso. Cuando adoctrina a la valiente iglesia de Efeso, inspirado por el sabio Espíritu de Dios, utiliza como figura de lenguaje el concepto de "misterio" (ver Hech. 19). Veamos cómo presenta "el evangelio como misterio":

I.     Es un misterio de fuertes contrastes (vv. 1a, 3, 5–9, 13).

1.     Siendo un secreto en Dios, se hizo revelación para todos (vv. 9, 5, 3).

(1)     Escondido en Dios desde la eternidad; aclarado a los hombres en el tiempo (vv. 9, 5).

(2)     Revelado a los gentiles por mediación de Pablo (v. 3).

2.     Los que no tenían nada, ahora lo poseen todo (vv. 5, 6).

3.     El predicador sirve entre la exaltación conferida por gracia y la autohumillación (vv. 7, 8).

(1)     Pablo fue hecho diácono o servidor, de pura gracia (v. 7).

(2)     Pablo se siente el menor de todos los creyentes testigos del misterio (v. 8).

4.     Las tribulaciones del ministerio en favor de la iglesia producen gloria (vv. 1, 13).

(1)     Pablo fue hecho prisionero por anunciar el evangelio a los gentiles (v. 1).

(2)     Pablo alienta a la iglesia: Mis tribulaciones ... son vuestra gloria (v. 13).

II.     Es un misterio de gracia (vv. 1b, 2, 6–8, 11, 12).

1.     La gracia es a favor de la iglesia (vv. 1b, 2).

(1)     Pablo es mayordomo de esta gracia de Dios (v. 2a).

(2)     Pablo es diácono del evangelio (v. 7a, b; ministro traduce el griego diákonos).

2.     El énfasis de esta mayordomía del evangelio está puesta en los gentiles, (vv. 1b, 2b, 6).

(1)     El ministerio de Pablo tiene ese énfasis (vv. 1b, 2b).

(2)     Es un énfasis de estrategia, no de gracia exclusiva o excluyente de los judíos (v. 6).

3.     La suficiencia del servicio en el misterio de gracia radica en el poder de Dios (vv. 7c, 8).

(1)     La gracia y el poder de Dios empequeñecen incluso al más grande evangelista de la historia (vv. 7c, 8a; ver 1 Cor. 15:10).

(2)     Por gracia es hecho evangelizador de las riquezas de Cristo (v. 8b).

4.     El misterio de gracia se centraliza en Cristo Jesús (vv. 11, 12).

(1)     En él se realiza el propósito eterno de Dios (v. 11).

(2)     Por medio de él los pecadores tienen libre acceso a Dios con mucha confianza (v. 12a).

(3)     Se accede a la gracia de Dios por medio de la fe en él (v. 12b).

III.     Es un misterio de sabiduría.

1.     Sabiduría de revelación divina entendible por los creyentes y por el Apóstol (vv. 3, 4).

(1)     Fue dada a conocer a Pablo por revelación especial (v. 3a).

(2)     Pablo la comparte por escrito con la iglesia (v. 3b).

(3)     La iglesia puede entender la especial comprensión en el misterio de Cristo (v. 4; ver 1 Cor. 2:6–9).

2.     Sabiduría revelada por el Espíritu Santo (v. 5).

(1)     No fue entregada antes a los filósofos (v. 5a; ver 1 Cor. 1:19 y sigs.).

(2)     Ha sido dada ahora a los apóstoles y profetas de la iglesia (v. 5b; ver 1 Cor. 2:10, 12).

3.     Sabiduría multiforme, porque es de Dios (v. 10).

Conclusión: Si como predicadores y maestros de la Palabra recuperamos el sentido del evangelio como misterio, los púlpitos y las cátedras abundarán en emoción, en inteligencia espiritual y en sabiduría práctica. ¡Grande es el evangelio del misterio de Cristo!

El Apóstol afirma en v. 3 que por revelación me fue dado a conocer este misterio. Aquí tenemos dos palabras que describen cómo la recibió y el contenido de esa gracia mencionada en v. 2. Estas son revelación (apokálupsis 602) y misterio (mustérion 5466). Este misterio se refiere directamente a la gracia de Dios que me ha sido conferida en vuestro beneficio (v. 2). Por revelación, puede ser una referencia a la experiencia que tuvo en Damasco y luego en el desierto. No fue una fabricación de su mente, ni fue el resultado del tiempo que había pasado con los otros apóstoles; le fue revelado directamente por Aquel que lo llamó. Pablo no lo buscó, ni lo había descubierto por coincidencia. Tampoco fue porque Pablo fuese alguien especial, sino que fue un acto soberano de Dios en el desarrollo de su plan eterno para darse a conocer a todas las naciones. Bien podría haber recibido esta revelación durante el tiempo que pasó en el desierto después de su conversión. Este retiro al desierto (Gál. 1:16, 17) fue un tiempo contemplativo; le dio una oportunidad de reflexionar y meditar, de tener comunión con Dios. Hay que recordar que Saulo de Tarso (Pablo) fue un hombre preparado, instruido en las Escrituras. Este conocimiento de las Escrituras en una mente fecunda y completamente entregada al Espíritu Santo pudo captar cuál era la intención divina al detenerlo en el camino a Damasco. No obstante, el apóstol a los gentiles reiteraba que él había recibido tanto el llamamiento como el mensaje del evangelio para los gentiles por revelación directa de Dios.

Revelación es una traducción de apokálupsis 602 que significa quitar el velo para dar a conocer o exponer algo que de otro modo no podría ser conocido. Esta revelación fue por intervención divina, dando a conocer el ministerio singular que fue el propósito y la voluntad de Dios para Pablo. El misterio fue el contenido de ella. Pablo fue el instrumento escogido a quien Dios había revelado el misterio divino y por medio de quien Dios lo hacía saber a los gentiles.

El contenido de esta revelación fue este misterio que elabora específicamente en el v. 6. Según el Nuevo Léxico Griego Español del Nuevo Testamento (McKibben, Stockwell y Rivas) misterio significa “verdad divina que se va revelando”. No es algo oscuro, perplejo, ni difícil de comprender, sino algo que fue antes escondido y desconocido, pero ahora ha sido dado para conocimiento de todos. Se distingue este misterio revelado de los “misterios” de muchas religiones prevalecientes en el tiempo de Pablo y los efesios. Se refiere a algo que Dios había guardado en su corazón desde la eternidad hasta el momento dado en que lo hizo conocer primero en la vida de Jesús y luego en el ministerio de Pablo. Este misterio consiste en la incorporación al mismo cuerpo a los gentiles junto con los judíos como coherederos en Cristo Jesús (v. 6) por medio de la iglesia (v. 10), verdad que Pablo ahora proclama. Esta verdad que fue escondida en el tiempo pasado, hasta ahora se está dando a conocer. Pablo fue testigo de primera mano de este hecho histórico-espiritual.

El misterio del evangelio

El racionalismo positivista, aliado de modo involuntario con el anticatolicismo clerical de los evangélicos (que por evitar todo lo que huele a catolicismo hispanoamericano evitamos usar palabras y conceptos bíblicos que los católicos usan; p. ej. "eucaristía", "sacerdote", "misterio") han empobrecido la conciencia religiosa y la predicación cristiana evangélica del sentido de misterio respecto al contenido de los hechos de salvación. Nuestro comportamiento ético, muchas veces, carece de la profunda sabiduría que viene del ministerio del Espíritu, quien aplica la Palabra bíblica.

Pablo no sólo usó los términos misterion (misterio) y sofía (sabiduría) como estrategia de comunicación del evangelio, sino que también, y principalmente, nos expone al evangelio como un auténtico "misterio": "el misterio de Cristo". Este misterio desafía la razón de los griegos y la nuestra; la pone cautiva bajo el señorío de Cristo. El evangelio como misterio nos ofrece en Jesucristo una salvación muy grande, que es posible por gracia y se hace efectiva por la fe. Dicho evangelio nos impresiona al revelarnos que el ministerio de la predicación, realizado como acto de fe obediente, es un trabajo sublime que nos debe mantener humildes y que también es un don de la gracia de Dios.

La palabra misterio, según Stott, es “clave para nuestra comprensión del apóstol Pablo”. Señala que en el idioma griego la palabra mustérion 5466 significa un “secreto” que ya no está celosamente guardado sino está a la vista. En cambio, en el cas-tellano es algo inexplicable y hasta incomprensible. Por esta razón es importante interpretar la palabra según el uso de Pablo y no según el significado común.

La expresión como antes lo he escrito brevemente es una referencia a algo que ya mencionó antes en la misma carta, probablemente lo que dice en 1:9 y ss. Varios comentaristas opinan que no es necesario entender que se refiere a otra carta escrita antes, sino que es una refe-rencia a algo mencionado temprano en esta misma carta. Sugiere en el v. 4 que leyéndolo de nuevo los lectores captarían lo que él mismo comprendía con respecto a este misterio de Cristo que él ahora tiene el privilegio y la responsabilidad de proclamar. De esta manera los destinatarios podrían discernir cómo Pablo percibió no sólo su llamamiento, sino también el mensaje de su misión. Tres veces en esta porción menciona el misterio (vv. 3, 4 y 5), el cual explica en v. 6.

Antes de explicar en qué consiste este misterio Pablo da a entender que el contenido en otras generaciones (v. 5) no había sido dado a conocer en su plenitud a los hombres. Es decir que en otros tiempos ya pasados los hijos de los hombres, o sea el género humano, no había podido conocer plenamente lo que había sido re-velado... por el Espíritu... a los apóstoles y profetas, y que Pablo ahora procede a anunciar. Estos últimos (apóstoles y profetas) constituyeron las columnas de la iglesia del primer siglo y fueron los próceres del avance misionero. Los apóstoles fueron aquellos que habían estado con Jesús, que habían visto al Cristo resucitado. Fueron los primeros misioneros, a quienes Cristo envió al mundo con el evangelio. Los profetas fueron creyentes en Cristo que aunque no fuesen testigos de su muerte y resurrección, habían sido capacitados por el Espíritu para proclamar la palabra de Dios. Fueron los predicadores de la iglesia primitiva. Pablo les da el calificativo de santos, refiriéndose a la condición de estar apartados o consagrados para el servicio de Dios. De esta manera el Apóstol refleja un elevado concepto de los siervos de Dios.

La palabra como en el v. 5 sirve para hacer un contraste entre lo que no habían podido conocer los de otras generaciones y lo que ahora se revela por el Espíritu Santo.

El contenido de este misterio revelado, aclarado y ahora comunicado consiste en que los gentiles han sido incluidos en el plan divino al igual que los judíos (v. 6). El mismo cuerpo es una obvia referencia a la iglesia. En esto consiste el misterio, el mensaje que ahora Pablo tiene el privilegio y la satisfacción de proclamar, “lo que no reveló ni el AT ni Jesús” (Stott). Pablo usa tres expresiones compuestas para describir esta nueva condición: coherederos (sugklerónomos 4789), incorporados (súsomos 4954) y copartícipes (summétocos 4830). Cada una de estas palabras en el griego comienza con el prefijo sun que denota que hay algo en común entre aquellos a quienes se refiere. Tienen mucho en común: la misma herencia, el mismo cuerpo y la misma promesa, lo que Moule llama “los caudales espirituales de un Padre común”. Esta declaración triple enfatiza que los gentiles ahora comparten completa e igualmente con los judíos todos los beneficios del evangelio, sin tener que hacerse judíos por la misma puerta de la justificación por la sola fe (Wickham).

Todas estas bendiciones fueron hechas posibles como resultado de la proclamación del evangelio del cual Pablo llegó a ser ministro (v. 7). El poder y el alcance universal del maravilloso evangelio está manifestado en esta triple bendición. Pablo mencionó la herencia del creyente en 1:11: En él recibimos herencia. La idea de ser incorporados en el mismo cuerpo está mencionada en 2:16 como el resultado de la obra reconciliadora de la cruz de Cristo. Copartícipes de la promesa es una referencia a lo que se menciona en 2:12, 13. Todo esto, pues, es lo que Pablo llama “este misterio”, lo que Stott describe en resumen como “la unión completa de judíos y gentiles unos con otros a través de la unión de ambos con Cristo”.

A continuación el Apóstol declara que él llegó a ser ministro (v. 7) de éste. La palabra ministro (diákonos 1249) significa “servidor”. El llegó a ser ministro del misterio conforme a la dádiva de la gracia de Dios. Dadiva (doreá 1431) es un don, un regalo, y en este caso algo gratuito, un gran favor. El nombramiento de Pablo para este ministerio fue obra de la gracia divina y no el resultado de alguna consideración de favoritismo ni de mérito intelectual o político. A pesar de lo que le había costado en sufrimiento, sacrificios y persecución, se sentía muy afortunado y agradecido. Además, reconoce que este nombramiento al ministerio había venido de Dios según la acción de su poder. Esta es una referencia al hecho de que su llamamiento a este servicio especial fue el resultado de la actuación del poder divino en su vida y que él lo ejercería de la misma manera, como acción de su poder. Es posible que tuviera en mente la experiencia en el camino hacia Damasco que resultó en un cambio radical y drástico en su vida y en el rumbo de ella. Pablo se halla sumamente maravillado por este hecho.

No sólo se quedó maravillado. Se sintió humillado por el mismo hecho, porque se daba cuenta de lo indigno que era para tal responsabilidad (v. 8). Se considera menos que el menor de todos los santos al lado de los demás santos y de la grandeza de la gracia de Dios y de la riqueza del evangelio que le había sido encomendado. Stott sugiere que esta expresión puede ser un juego “con el significado de su nombre. Porque su apodo romano ‘Paulus’ es en latín ‘pequeño’ y la tradición dice que era un hombre pequeño de estatura”. No hay en esta declaración nada de orgullo, tampoco de humildad fingida. Refleja una sinceridad y gratitud profundas de que Dios lo hubiera tomado en cuenta para tan elevada misión, la que describe como una gracia (don) que le había sido conferida. Enfoca su misión otra vez como la de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. Anunciar el evangelio traduce euaggelízo 2097, que significa “anunciar buenas nuevas”, la misma que nos da la palabra evangelizar. Describe este evangelio con la expresión las inescrutables riquezas de Cristo. Estas son las que acaba de enumerar en la primera parte de la epístola y las considera insondables y sublimes. Esta expresión enfatiza la plenitud y abundancia de los beneficios que tenemos por fe en Cristo. Son inagotables e interminables.

Su misión no fue sólo anunciar entre los gentiles el evangelio, incluía también el deber de aclarar a todos (v. 9) el sentido de éste. Aclarar (fotízo 5461) significa echar luz sobre algo; en otras palabras, iluminar o esclarecer. Su tarea fue hacer más fácil de comprender cuál es la administración del misterio ahora revelado. Enfatiza otra vez en este versículo lo que había mencionado en 1:3–14 y en 3:2–6 como el próposito divino desde la eternidad. Este próposito guardado en lo íntimo del corazón de Dios, quien creó todas las cosas, ahora es de conocimiento amplio y de fácil comprensión para todos. Pablo autentica su evangelio como procedente del creador de todas las cosas.

En el v. 10 el Apóstol indica cuál es la misión de la iglesia con respecto a lo que él había recibido como misterio revelado y ministerio conferido. Todo esto se refiere al contenido de esta porción (vv. 2–9) hasta este punto, a saber: la administración, la revelación, el misterio, el ministerio y el evangelio. Ya que Pablo había sido fiel en el cumplimiento de su misión, él ahora señala a la agencia que ha de continuar divulgando el evangelio. En esto constituye el misterio, que la multiforme sabiduría de Dios sea dada a conocer... por medio de la iglesia. Dada a conocer traduce gnorízo 1107, que significa “manifestar o hacer notorio”. El papel céntrico y exclusivo de la iglesia se descubre en esta declaración. Para esto había sido constituída la iglesia, no sólo para ser receptora del evangelio y todos sus beneficios, sino para ser transmisora de los mismos. Este hecho nos da suficiente razón de pensar en la preeminencia de la iglesia, con Cristo como cabeza, en el orden presente y hasta que él venga. Decir esto no quita ninguna importancia de Cristo, pues la iglesia es su cuerpo.

Pablo refleja un alto concepto de la iglesia. Esta ha sido designada como el vehículo por el cual sean dadas a conocer ante el universo entero las más elevadas y sublimes intenciones divinas. La iglesia como cuerpo de Cristo figura prominentemente en el propósito eterno (v. 11) realizado en Cristo Jesús. Ella existe para ser el escaparate que exhibe la sabiduría de Dios ante el mundo y particularmente aquellos poderes destructivos que se oponen a los propósitos de Dios.

La palabra traducida multiforme (polupóikilos 4182) es compuesta y significa “grande diversidad”. Se usa solamente aquí en el NT. Usada junto con la sabiduría de Dios, expresa la amplitud, profundidad y diversidad de esta sabiduría incomparable. Este es el mensaje que la iglesia ha de dar a conocer de manera poderosa y convincente a los principados y las autoridades en los lugares celestiales. Estos últimos, principados y autoridades, ya han sido mencionados en 1:20, 21, y se refieren a los seres angelicales que son las fuerzas espirituales que reinan y tienen dominio en los cielos, sobre los cuales Dios ha exaltado a Cristo y su iglesia. Estos respresentan los diversos rangos y órdenes de seres angelicales. Ellos han de tener sumo interés en el desarrollo de la iglesia y los resultados victoriosos de sus esfuerzos.

Por medio de la iglesia compuesta de seres redimidos de entre la multitud variada de gentes y culturas, la bella historia de la redención se está exhibiendo y proclamando aun ante los ángeles. De este modo ellos pueden comprender mejor y claramente cuál ha sido el propósito de Dios por las edades. Se dan cuenta de la obra redentora de Cristo y de la misión salvadora que Dios ha encomendado a la iglesia. Por si acaso estos principados y autoridades incluyesen a las fuerzas malignas, quienes son los enemigos de la iglesia, podemos también pensar que es una advertencia elocuente a ellos del poder redentor del evangelio. El arma más potente que la iglesia tiene contra el enemigo es la palabra de verdad, la multiforme sabiduría de Dios. Este versículo podría ser considerado como una declaración de victoria, la que ganó Jesús en la cruz y que ahora él comparte con todos los que creen en él, tanto gentiles como judíos.

La multiforme sabiduría de Dios comprende el amor divino, la obra redentora de Cristo, la gracia que ha traído este evangelio aun hasta los oídos de los gentiles y, ahora, la misión evangelizadora victoriosa de la iglesia. Todo esto corresponde al propósito eterno que realizó en Cristo Jesús (v. 11). Con esta frase Pablo identifica la misión como parte del propósito eterno de Dios. La iglesia siempre ha sido comprendida dentro del propósito de Dios, y es el último eslabón en una larga serie de eventos al través de la historia que Dios ha supervisado dándose a conocer y revelando su plan divino. La iglesia como cuerpo de Cristo es clave en este plan. Cristo como cabeza de la iglesia es el Señor que corona este plan. Cristo encabeza esta jornada triunfal de proclamar su victoria sobre el adversario y el mal, y nuestra victoria sobre el pecado y la muerte. En ésto percibimos la gloria de Dios en la iglesia.

Además, podemos apreciar la posición favorable del creyente y los beneficios que goza por medio de fe en él (v. 12). En él es una expresión favorita de Pablo. Esta y en Cristo aparecen repetidas veces en esta epístola. No se cansa de expresarla porque ubica al creyente como en Cristo por fe y describe la fuente de los beneficios que él da. Esta situación favorecida del creyente le hace acreedor de un beneficio doble: libertad y acceso a Dios. Este beneficio representa la eliminación de cualquier restricción u obstáculo que antes impedía a los hombres relacionarse con Dios. En el idioma original los sustantivos traducidos libertad y acceso tienen un solo artículo que implica una sola acción, la que podemos entender como acceso libre o franco a Dios. El creyente puede presentarse con audacia en la presencia de Dios con toda confianza. Esto es ejercer el sacerdocio del creyente. Las restricciones antiguas ya no existen en Cristo. Los obstáculos de la ley y de los rituales de los judíos han sido demolidos.

Semillero homilético

Una herencia gloriosa

3:10–13

Introducción: Hay personas que buscan tesoros que han estado escondidos por muchos años en cuevas, montañas y en barcos hundidos en las profundidades del mar. Muchos buscan durante años sin encontrar el tesoro. En cambio, Pablo se refiere a un tesoro que cada persona puede tener con seguridad. Es el tesoro de una salvación eterna.

I.     La libertad es el resultado de nuestra conversión por medio de la fe en Cristo, v. 11.

II.     El privilegio que tenemos se relaciona con el acceso a Dios, v. 12.

III.     Esta relación es una de confianza porque Dios nos ha aceptado en su familia, v. 12.

IV.     Esta herencia nos refuerza en momentos de tribulación, v. 13.

Conclusión: Para gozarnos de esta herencia gloriosa tenemos que confesar los pecados y creer en Cristo como Salvador personal.

Las tres palabras clave de este versículo son libertad (parresía 3954), acceso (prosagogé 4318) y confianza (pepóithesis 4006) y dan fuerza al concepto del estado nuevo y cambiado del cristiano por medio de la fe en él. Hay una apertura sin límites y una seguridad continua entre Dios y el hombre que cree. En Cristo tenemos ventajas y privilegios que sin él no se pueden tener. Este es el punto que Pablo ha querido hacer con esta digresión de la oración que empezó en el v. 1. Gracias a Dios por ésta, porque pone en claro una doctrina importante en cuanto a nuestra relación con Dios, el sacerdocio del creyente. Además, nos ayuda a comprender mejor el ministerio singular de Pablo.

Habiendo dicho esto y con un por tanto (v. 13), el apóstol a los gentiles llega a la conclusión de este paréntesis con una palabra de consuelo para los que recibieron esta carta. Los alienta con un ruego: Os pido que no os desaniméis por mis tribulaciones a vuestro favor, pues ellas son vuestra gloria. Los efesios no deben desmayar o afligirse por lo que Pablo experimenta. La palabra “tribulación” (thlípsis 2347) significa “aflicción o angustia” y describe lo que el Apóstol está sufriendo por causa del evangelio para el bien de ellos. Este sufrimiento fue el sacrificio personal de Pablo en beneficio de los lectores. Por esta razón deben sentirse honrados y orgullosos por lo que Pablo padece en su favor. Estas tribulaciones pierden importancia a la luz de la gloria que es de la iglesia como resultado del evangelio que Pablo les ha comunicado a pesar de muchas pruebas.

    2.     Una intercesión para fortalecer a los santos, 3:1, 14-19

De esta manera termina la digresión que hizo de la oración que apenas comenzó en el v. 1. A partir del v. 14 vuelve a ella y nos deja escrita una de las intercesiones más profundas. Comienza de nuevo con la frase por esta razón (v. 14), dando a entender que semejante idea como la de la misión que tenía y el mensaje que comunicaba le lleva a sus rodillas para orar por la iglesia. Al recordar a los que han sido alcanzados por este ministerio y su mensaje, incluyendo a los gentiles, ora por ellos y la tarea que les corresponde. No es una oración ligera ni pasajera. Es un pensamiento profundo que a la vez sube a la cumbre de la intercesión. Pablo hace uso del libre acceso a Dios que acaba de mencionar en el v.12 y audazmente pide por los creyentes. No pide pequeñeces. Sus peticiones son para bendiciones espirituales que no tienen medida material. Esta oración es considerada por muchos como la más sublime, trascendente y majestuosa de las oraciones que se encuentran en las epístolas de Pablo. Es una oración pastoral a favor de los efesios en particular, y la iglesia en general que había señalado en el v. 10 como la responsable de dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios.

Pablo comienza la oración con la frase doblo mis rodillas ante el Padre (v. 14). El lector puede imaginarse al valiente guerrero espiritual ocupando su puesto de batalla. Con las cadenas que le unen con el guardia romano que le vigila, el Apóstol se pone de rodillas y eleva su corazón en plegarias. La costumbre de los judíos era orar puestos en pie. La expresión doblo mis rodillas enfatiza más la actitud solemne y urgente con que Pablo ora que la posición física en que se halla. Con actitud humilde y voz urgente se dirige hacia el Padre e intercede por la iglesia. Toda oración debe ser dirigida al Padre celestial. Así nos enseñó a orar Jesús y así lo hizo Pablo. No hay necesidad de intermediarios y el que ora va directamente a Dios, a quien describe como de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra (v. 15).

El Padre da su nombre a los que le pertenecen, tanto aquellos en el cielo como en la tierra. Estos son identificados como familia, que en este texto significa de la misma paternidad, el mismo clan, la misma tribu. Toda familia incluye a los hijos nacidos de él y que lo consideran Padre, tanto los que están en los cielos, como los que están en la tierra. Pablo usa ese término para designar “familias espirituales, la de los ángeles, la de los israelitas fieles, la de los gentiles llamados a la fe” (Bonnet y Schroeder). Padre (patér 3962) tiene la misma raíz que la que se traduce como familia (patriá 3965), o sea “patria”. El Apóstol emplea un juego de palabras para enfatizar la íntima relación que existe entre Dios y los que son sus hijos por adopción en Cristo y el absoluto derecho que tienen estos de acercarse a él. Pablo tiene todo derecho de dirigirse al Padre por sus hermanos. Además, funda su petición en una fuente inagotable, conforme a las riquezas de su gloria (v. 16). Esta es la tercera vez que Pablo menciona las riquezas de Dios. En 1:7 habla de las riquezas de su gracia; en 1:18 menciona las riquezas de la gloria de su herencia. En esta ocasión menciona las riquezas de su gloria. Bratcher y Nida indican que la frase significa “recursos espirituales o bendiciones del cielo”. Estos son inagotables, lo que le da confianza al dirigirse a Dios.

En la oración Pablo hace tres peticiones en forma progresiva, cada una dependiendo de la que le antecede. Los comentarios difieren en cuanto a si hay tres o cuatro peticiones. Stott señala que son cuatro: fortalecidos con poder, arraigados y fundamentados en amor, conocer el amor de Cristo y llenos de toda la plenitud de Dios. Vaughan sugiere que la estructura gramatical del griego con respecto a la conjunción griega jina (para que) designa las tres peticiones como “para tener poder interior” (vv.16, 17a), “para tener comprensión” (vv.17b–19a), y “para tener la plenitud de Dios” (v. 19b).

He optado por otra división tomando como base las referencias a las personas de la Trinidad, de manera que la primera petición se halla en el v. 16 y se pide poder en el hombre interior por el Espíritu. La segunda petición incluye los vv. 17, 18 y 19a y tiene que ver con la presencia amorosa de Cristo en el creyente y las múltiples dimensiones de este amor. La última petición está en el v. 19b, y se relaciona con la llenura del creyente de la plenitud de Dios. Esta es la bendición múltiple que pide Pablo por sus hermanos. Es un modelo de perfección espiritual y una meta digna de aspirarse. Es una oración que eleva a los sujetos de ella (los cristianos) hacia el trono de gracia con las mejores intenciones. Pablo pide que Dios colme a la iglesia con las más ricas y sublimes bendiciones para que ésta pueda ser lo que debe ser. Examinemos estas peticiones.

La primera petición (v. 16) es poder espiritual. Creo que podríamos cambiar el orden de las frases que componen el v. 16 para leer de la siguiente manera (sin violar el sentido): “A fin de que os conceda ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior, conforme a las riquezas de su gloria.” Esta última frase, conforme a las riquezas de su gloria se refiere a la fuente o sea el recurso inagotable de donde ha de venir lo que pide. Ora que la iglesia sea fortalecida en el ser interior con potencia proveniente del Espíritu de Cristo, quien reside en el interior del creyente. La palabra traducida fortalecidos (krataióo 2901) significa “ser vigorizado o corroborado”. El agente vigorizante o corroborador es el poder (dúnamis 1411) de Dios mismo en la presencia y la persona del Espíritu Santo residente en los creyentes desde el momento de su nacimiento espiritual. El poder de la iglesia es el Espíritu de Dios quien está presente en cada creyente y actúa y opera por medio de ellos que son la iglesia. La presencia del Espíritu Santo en la iglesia la vigoriza, activa su poder y renueva continuamente sus fuerzas. Dios fortalece a la iglesia con su poder de caudal inagotable por medio de su Espíritu quien radica en el hombre interior. No es una presencia ni potencia superficial. Es el vivo Espíritu de Cristo “interiorizado” dentro del creyente y por ende, de la iglesia.

Pablo no pide que la iglesia reciba al Espíritu como un acto complementario a su conversión, sino que ella (los creyentes) sea continuamente corroborada y fortalecida por este Espíritu ya presente en ella ante la desafiante tarea que tiene, la que acaba de señalar en la porción anterior.

La segunda petición de Pablo por la iglesia tiene que ver con la presencia amorosa de Cristo en el creyente y las múltiples dimensiones de este amor. Tiene dos aspectos: Que Cristo habite en sus corazones por la fe y que los creyentes firmemente establecidos en amor puedan ser capaces de comprender todas las dimensiones de este amor de Cristo y puedan conocer el amor de Cristo.

La cláusula para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de la fe (v. 17) quiere decir que Cristo haga su morada permanente en los corazones de los creyentes, que él tome posesión de los corazones de los que tienen fe en él. Si el corazón del hombre es el asiento de sus sentimientos y pasiones, el corazón del creyente debe de ser el asiento o trono permanente de Cristo. Esto es posible solamente por fe en Cristo. No es que Cristo no esté en ellos todavía, sino que este Cristo en quien han creído sea entronizado como Señor en sus corazones por la fe, que sea el ocupante predominante de estos corazones. Por fe en Cristo creemos y somos salvos, por fe recibimos al Espíritu Santo, y por fe cedemos nuestros corazones para que Cristo ocupe esta sede de nuestra conciencia y centro operacional de nuestro ser.

Simultáneamente con esta petición que la sede de nuestras pasiones y sentimientos sea ocupada por Cristo, el Apóstol pide que los creyentes sean afianzados y bien fundamentados en amor. Stott sugiere que el deseo de Pablo era que los creyentes fueran fortalecidos para amar porque el amor es la virtud preeminente. De modo que (v. 17) se refiere al resultado esperado de la residencia permanente de Cristo en los corazones de los cristianos, y este resultado es que la presencia de Cristo en los hermanos produzca el amor y ayude a éstos a ponerlo en práctica. Arraigados y fundamentados (v. 17) forman una metáfora tomada de la experiencia cotidiana de la gente. La primera palabra, arraigados (rizóo 4492), se refiere a las raíces de una planta bien sembrada, y la otra, fundamentados (themelióo 2311) implica la buena base que un constructor pone para que la casa que edifica permanezca en pie.

Como las raíces de una planta y la base de un edificio están normalmente escondidas de la vista y dan firmeza a lo que soportan, el amor en los cristianos es el elemento esencial para la estabilidad de éstos como iglesia. Este no es un amor superficial, es un amor que proviene del corazón propio de Dios y está transmitido al creyente por fe en Jesús quien es la expresión máxima de este amor divino (Juan 3:16). Con él en el corazón por medio de la fe, el amor de Cristo será la tierra fértil y firme en la cual las raíces y los cimientos del creyente y la iglesia se establecen. De este modo no serán movidos. Además, tendrán suficiente poder para asirse de o agarrar este amor multidimensional (v. 18). Este es el sentido de la cláusula seáis plenamente capaces de comprender.

Con Cristo en el corazón y las bases plantadas en el amor, el creyente será plenamente capaz o estará en óptimas condiciones de comprender todas las dimensiones del amor de Cristo y de conocer verdaderamente este amor. El poder del Espíritu y la presencia de Cristo en el creyente lo habilitan para amar en verdad y lo capacitan para profundizar todas las implicaciones de este amor y para tener un conocimiento íntimo del amor de Cristo. Pablo describe este amor con términos de medida como anchura, longitud, altura y profundidad de tal manera que da a entender que es inmensurable e infinito. Aunque podemos medir cosas materiales, el tiempo y el espacio, el amor de Cristo está más allá de las capacidades humanas para ser medido. Esto requiere la ayuda divina en la forma de la presencia de Cristo y el poder del Espíritu, en compañía con todos los santos. Junto con todos los santos se refiere a todos los creyentes que forman la iglesia de Cristo, e implica que esta capacidad espiritual se desarrolla en compañía con los redimidos, quienes han sido separados del mundo y apartados para con Dios. El ideal cristiano no se puede realizar en aislamiento. La vida del creyente no se vive fuera de contacto con otros creyentes que mutuamente se abastecen en el mismo caudal de bendiciones espirituales. La experiencia cristiana se comparte con los demás que se benefician mutuamente. Como es imposible ser cristiano sin pertenecer al cuerpo de Cristo, es imposible vivir una vida cristiana sin tener contacto íntimo con y ser parte integral de una iglesia local formada de creyentes obedientes a Cristo en un lugar dado.

“La quinta dimensión” (Vaughan) del amor de Cristo se expresa con las palabras que sobrepasa todo conocimiento (v. 19). Este amor es tan inmenso que ni las medidas materiales ni la capacidad mental del hombre pueden sondearlo. No hay facultad humana, ni mental ni intuitiva, que pueda comprenderlo. Pablo desea que los efesios experimenten la presencia de Cristo, aprendan a amar y dejen que Cristo ame a través y por medio de ellos.

La tercera parte de la intercesión de Pablo para la iglesia es para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios (v. 19b). El deseo ardiente del Apóstol para la iglesia es que sea tan llena de todas las cualidades, las características y la pura naturaleza de Dios que sea el reflejo de él en el mundo. Será una llenura que llegue hasta el tope, sin faltar ni sobrar y una de la que los demás se darán cuenta. Con el poder espiritual que proviene de la presencia del Espíritu en el hombre interior y el amor que resulta de la habitación de Cristo en el corazón del creyente, la llenura de la plenitud de Dios es el resultado que tiene que seguir. No podrá ser de otro modo, porque tener a Cristo es tener al Espíritu Santo, y tener a éstos es tener a Dios en todo sentido. Los tres existen en la iglesia en unión y trabajan a través de ella en armonía para la expansión del evangelio en todo el mundo.

    3.     Una bendición apostólica, 3:20, 21

Esta oración paulina está a la par de la doxología hallada en 1:3–14 y es para la iglesia lo que la oración de Cristo fue para sus discípulos (Juan 17), una intercesión para confirmarla, estimularla y fortalecerla. Termina con una recomendación y una bendición. Pablo encomienda a los hermanos a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos (v. 20). Ora al Dios poderoso que todo lo puede. No duda de la voluntad de Dios ni de su capacidad de colmar a su iglesia de toda bendición espiritual. Estas no tienen límites, y hasta sobrepasan cualquier solicitud y aun nuestros mayores sueños. Lo único que lo condiciona es el poder que actúa en nosotros (v. 20). Este poder proviene del Espíritu, quien actúa en nosotros y que se activa con nuestra fe y capacidad de creer en Dios. Nuestro Dios es grande y poderoso sin lugar a duda alguna. ¿Hasta dónde podemos arriesgarnos? A este Dios a quien Pablo llama “Padre” se dirige audaz y confiadamente. ¡Si así fuesen nuestras oraciones!

Semillero homilético

El amor de Cristo: un templo colosal

3:17–19

Introducción: Los efesios convertidos a Jesús estaban permanentemente amenazados por el culto de amor erótico rendido a Diana, diosa de la fertilidad animal y humana. El templo de Diana era símbolo y orgullo de toda el Asia Menor, habitación de la gran estatua de la diosa. Es notable la incidencia del lenguaje arquitectónico de Pablo en la epístola a los Efesios. Pienso que los inmensos edificios (templo, teatro, etc.) y su impacto en la imaginación popular, también impresionaron al culto apóstol a los gentiles. Con sabiduría pastoral oraba por la iglesia y la fortalecía con doctrina usando figuras sacadas del contexto cotidiano de los efesios.

No creemos que sea forzar el texto bíblico el ver en este lugar el amor de Cristo comparado con el templo de la "fecunda" diosa madre de la vida natural. Procedamos a constatarlo:

I.     La iglesia es como una planta y como un templo (v. 17).

1.     Por medio de la fe es habitada de modo permanente por Cristo (v. 17a; notemos que el asentamiento de Cristo en la iglesia lo prepara el Espíritu Santo: v. 16b).

2.     Como una planta viva, la iglesia arraiga en amor agape y como un templo fundamenta en amor agape (¡No en amor eros o erótico!; v. 17b).

II.     La iglesia universal necesita ser capacitada para comprender las dimensiones del amor de Cristo, amor semejante a un templo colosal (vv. 18, 19).

1.     La anchura.

(1)     Alcanza "hasta lo último de la tierra".

(2)     Se extiende hasta abarcar a judíos y a gentiles.

2.     La longitud.

(1)     Su comienzo: Desde antes de la fundación del mundo (1:4a, 5a, b).

(2)     Su duración: Todas las edades, hasta más allá de los siglos de la historia (1:10a; 3:21; ver Juan 3:16: ...vida eterna).

3.     La profundidad.

(1)     Se hizo cimiento de salvación en los niveles infrahumanos (4:9; ver Luc. 1:48a, 52, 53; 2:8, 16; Fil. 2:6–8a, b).

(2)     Se manifestó humillado y triunfante en el Hades, el nivel inferior del universo (infernus, en latín, significa "lugar inferior; 4:9; ver 1 Ped. 3:18 y sigs.; Apoc. 1:18).

4.     La altura.

(1)     El Amado se exalta, con los creyentes, desde el Hades hasta los lugares celestiales.

(2)     Por amor redentor descendió hasta los infiernos, pero fue exaltado por encima de todos los cielos (4:10b; ver Heb. 12:2; Fil. 2:8–11; los cielos es una figura de lenguaje para indicar la visión cósmica que los contemporáneos tenían: a. el cielo de los pájaros; b. el cielo de los astros; y c. el cielo trascendente, angélico y divino. Note la expresión: por encima de todos los cielos).

Conclusión: Los creyentes, gentiles y judíos, son los que Dios amó primero (1 Jn. 4:19) y son aceptos en el Amado (Ef. 1:6). Pablo advierte que en el hecho de la conversión a Cristo la iglesia apenas se inicia en el conocimiento del misterio del amor de Cristo. Por eso dobla sus rodillas para pedir crecimiento en tal ministerio. Dice que las dimensiones de ese amor sobrepasan las dimensiones del templo de Diana; más aún, ese amor sobrepasa las dimensiones de una catedral del tamaño del universo creado.

Recibamos a Jesucristo con fe, para entrar en este templomaravilla absoluta del universo; proclamemos este amor que levanta a los muertos en delitos y pecados y los encamina hacia "los lugares celestiales" (2:1; 1:3); practiquemos este amor entre cristianos de todo paisaje confesional y denominacional "para que el mundo crea" que "Dios es amor", y que nos mostró su amor enviando a su Hijo (no a "su Madre") Unigénito al mundo para que vivamos por él (Juan 17:21; 13:35; Ef. 4:14–16).

Cabe una nota adicional con respecto a esta oración. No tiene absolutamente nada que ver con lo material. Todo es de carácter espiritual. Usar esta oración como modelo podría librarnos de una mentalidad materialista y mundana en nuestras peticiones y testimonios. Sería como buscar primeramente el reino de Dios y su justicia. Lo demás vendría como añadidura. Nada nos faltará.

Al llegar al final de esta oración, que es una doxología, llegamos al clímax de la epístola. Es la cumbre del pensamiento paulino sobre nuestra redención y la iglesia expresado ya en los primeros tres capítulos. En resumen, ellos nos aseguran de que Dios es capaz de llevar a cabo sus planes. Pero, gloria a Dios, estos planes nos incluyen.

Prorrumpe del corazón de Pablo un canto de alabanza. Este canto, a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús (v. 21), expresa el sentimiento más elocuente y sublime del Apóstol y refleja la comprensión máxima que había conceptualizado sobre qué es la naturaleza de la iglesia, cuál es su tarea y quién es su Señor. El esplendor, la refulgencia y la magnificencia de Dios deben de ser expresados en la iglesia con Cristo como su cabeza en toda la tierra por cada generación en todas las etapas de la historia hasta que venga Cristo. Esta es una orden muy grande; pero es el propósito eterno de Dios: la gloria de Dios en la iglesia. Pablo bendice a Dios por la visión clara y brillante que había captado de la iglesia como Dios la conceptualiza.

¡Qué conclusión tan emocionante para la primera parte de esta epístola! Pablo ha expresado su tesis doctrinal sobre la maravillosa obra redentora de Dios en Cristo y la misión de la iglesia de difundir este mensaje. Esta sirve como base para hacer las aplicaciones prácticas en la segunda y última parte de la epístola, caps. 4–6.

Cristología, matrología y sexualidad

Los efesios de ayer y los católicos romanos de hoy apelan al hecho maternal, a la figura preciosa de la madre, para cimentar una cristología mariana como la quintaesencia del amor divino. La cristología paulina lucha por sacar a los hombres de esa prisión de naturalismo y de sicología de la religión. Desde la idea de la "maternidad" es fácil reforzar el fundamento de tal "prisión" con la idea de "la sexualidad de Dios", o sea "la sexualidad teológica". Varios teólogos contemporáneos, católicos y protestantes, lo están intentando. Dos signos gráficos contemporáneos son: La lucha de la reivindicación femenina y la caída del siglo en una especie de neurosis sexológica.

Una cosa es ver en la Biblia la preciosa dimensión de la sexualidad, como creación especial (varón y hembra los creó), y como misteriosa modalidad de la encarnación redentora de Dios; pero otra cosa es llevar tan lejos el concepto de la "imagen y semejanza" que desemboquemos en el sexualismo teísta griegohelenístico de los efesios.

Por otra parte, la extensión piadoso-filosófica o intelectiva en la interpretación de la verdad bíblica de que Dios hizo mediar una madre natural para darnos la naturaleza humano-corporal de Jesucristo, ha creado una Madre de Dios, justificada a todo nivel, especialmente a nivel popular con los argumentos del naturalismo religioso y de la sicología de la maternidad. En América Latina se dice: "¿Cómo Jesús se va a negar a escuchar un ruego en mi favor de su propia madre?"

Salid del templo de Diana!, dice Pablo a los efesios. ¡Entrad en el templo del amor de Cristo! ¡Salid de la prisión de la religión natural! ¡Entrad en la libertad de la religión revelada en Cristo! ¡Mirad lo que Dios ha hecho en el plano de la revelación a sus apóstoles y profetas! ¡Fijaos en el amor de Cristo: Sobrepasa todo conocimiento! Pues, es como un templo de dimensiones infinitas. El amor de Dios en Cristo no brota ni siquiera de las más sublimes fuentes de la naturaleza creada (como son el amor eros, o el amor mater). No se justifica de modo alguno en la sicología de la maternidad. El hecho de Cristo Jesús vino del Dios SANTO. Jesucristo es Dios humillado en forma de Hijo (Heb. 1:2); la maternidad cristológica es una etapa mediadora; la meta es poder decir: Este es mi Hijo amado... A él oíd (Mat. 17:2–5).

V.     SECCION DE VIRTUDES PRACTICAS: LA GLORIA DE DIOS REFLEJADA EN LA IGLESIA POR MEDIO DE UNA VIDA SANTA Y VICTORIOSA, 4:1-6:20

Con la majestuosa oración al final del cap. 3 Pablo concluye la exposición doctrinal que hace en esta epístola. La siguiente parte refleja un giro de énfasis para tocar algunas aplicaciones prácticas y éticas. Al igual que hizo el autor en otras epístolas, ésta contiene dos divisiones principales. La primera parte es un enfoque doctrinal o teológico de la enseñanza que quiere impartir con respecto a la iglesia. La segunda parte, basada en esta enseñanza, es una exhortación a una conducta ética y práctica dentro de la iglesia, la nueva comunidad cristiana. Una teología, por buena y correcta que sea, no tiene sentido si no hay una aplicación lógica en la vida del creyente o si no se pone en práctica. Pablo ha manifestado el ideal de la iglesia como la expresión máxima de la gloria de Dios en la tierra al través de la historia subsecuente. Ahora, habla de la vida y el comportamiento de la iglesia.

Hay que recordar que cuando el Apóstol escribió esta carta no la dividió con capítulos y versículos. La escribió tal como escribimos una carta en nuestro día, pasando de un pensamiento a otro en forma lógica y progresiva. Aun, el uso de puntuación y párrafos no fue tan desarrollado en el tiempo de Pablo como lo es ahora. Por esta razón, los estudiosos de la Biblia han señalado primero las divisiones de capítulos y versículos y luego los párrafos. La RVA procura reunir los pensamientos del autor en porciones breves conforme al movimiento del pensamiento que se expresa. Se han agrupado en párrafos los versículos en el orden que tratan del mismo tema. Además, los redactores de esta versión han facilitado la comprensión procurando usar oraciones cortas que captan el mismo sentido que quiso dar el autor en lugar de algunas de las oraciones extensas que aparecen en el idioma griego.

La continuidad del pensamiento del escritor y la conexión que existe entre los párrafos se señalan con el uso de frases como por eso, por tanto, por lo demás u otra expresión que sirve como conjunción. Por esta razón, hay que entender cualquier porción como parte del todo y a la luz de lo que se dice antes y después, y del sentido general de toda la epístola.

    1.     El ideal divino: La iglesia como cuerpo de Cristo, 4:1-5:5

(1) Características de la iglesia: su unidad corporal y espiritual, sus capacidades y su propósito, 4:1–16. Con esto dicho pasemos ahora a considerar la sección de virtudes prácticas. Consideraremos dos características de la iglesia: su unidad corporal y espiritual, sus capacidades y su propósito (4:1–16), y la conducta moral de la iglesia como nuevo hombre en Cristo (4:17–5:5).

Si bien en la primera parte de la epístola Pablo trata del propósito eterno de Dios de reunir en Cristo todas las cosas, el autor procede ahora a hacer un llamado a la fidelidad de parte de los creyentes. Esta fidelidad será expresada por medio de una conducta digna como respuesta a la vocación cristiana (4:1–6). La fidelidad de los miembros de la iglesia es esencial para que haya unidad en el cuerpo.

Con un por eso Pablo señala todo lo que ha dicho hasta este punto como base para lo que sigue. El sentido de lo que dice a continuación depende del concepto espiritual expresado antes en los caps. 1–3. Otra vez se identifica con el título prisionero en el Señor (v. 1). Emplea la misma palabra que usó en 3:1, con la diferencia que aquí (4:1) es prisionero en el Señor y en aquel es prisionero de Cristo Jesús. Bonnet y Schroeder llaman la atención al uso en el griego del artículo definido el con la palabra prisionero que lit. debe leerse el prisionero. Sugieren ellos que Pablo usa esta expresión “a fin de dar a entender que tiene derecho a ese título doloroso en un sentido especial, que él es por excelencia ‘el prisionero en el Señor’”. De esta manera el Apóstol llama la atención a su condición para inspirar a sus lectores. Tanto la situación física como la actitud mental y espiritual de Pablo bajo las condiciones en que se hallaba le daban un nuevo grado de autoridad para exhortar a sus hermanos. En verdad él fue un prisionero en el servicio del Señor. Su ministerio consagrado trasciende las cadenas que le amarran.

Habiendo establecido así su autoridad, el autor procede a exhortar a sus lectores: Os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados. En este versículo corto usa tres formas distintas de la misma palabra, “llamar” con una cuarta forma en mente. A saber: parakaléo 3870 (llamar), klésis 2821 (llamamiento), kauléo 2564 (fuisteis llamados), y la cuarta insinuada es ekklesía 1577 (iglesia, 3:21). Este uso repetido al estilo paulino establece el hecho de la vocación cristiana, que es la respuesta humana al llamamiento divino. El llamado cristiano es una vocación sagrada que compete a cada creyente todos los días. Corresponde a la respuesta individual al llamado de Jesús en Lucas 9:23: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.

La idea de exhortar es la misma de suplicar, rogar o llamar. Pablo exhorta a los cristianos de Asia con respecto a su conducta cristiana. No tiene ningún sentido negativo de acusar o regañar como algunos equivocadamente piensan cuando usan las palabras exhortar o exhortación. Por lo que dice a continuación la exhortación de Pablo tiene que ver con la conducta cristiana en respuesta a la vocación divina. El implora a los creyentes a que andéis como es digno del llamamiento (v. 1b). Ya hemos visto el concepto de “andar” en 2:2 y 10, y lo encontraremos más adelante en este capítulo y en el cap. 5. Como vimos antes, tiene que ver con el estilo de vida del cristiano, cómo vive éste y qué hace. Este estilo de vida debe alcanzar la medida elevada del llamamiento a que responde. No sólo tiene que ver con ¿quiénes son los llamados?, tiene que ver también con ¿quién ha llamado? Aquí está en juego no sólo el creyente, sino aquel de quien los cristianos toman su nombre, Cristo. La conducta cristiana debe alcanzar la altura de la persona que nos ha amado, escogido, redimido y unido, Dios mismo.

Además, esta conducta y el llamamiento a que responde tienen que ver con la iglesia. Los llamados son los miembros de la iglesia y el que hizo el llamamiento es Cristo, la cabeza de la iglesia. No sólo es la conducta del creyente individual y por separado, sino es la conducta de cada creyente como parte integral del cuerpo que ya describió. El andar cristiano en el mundo es el único testimonio que éste puede ver de la iglesia en su medio. La conducta cristiana, por buena o mala que sea, es lo que el mundo ve de la iglesia. Pablo exhorta a los creyentes de Efeso y de Asia a que su comportamiento cristiano esté a la altura de la vocación cristiana que profesan.

A continuación, el Apóstol nos da una receta para ello (vv. 2–4). Esta receta contiene dos pares de ingredientes íntimamente relacionados: Con toda humildad y mansedumbre y con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor (v. 2). El elemento que une o consolida estos cuatro ingredientes en uno es el esfuerzo diligente de guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de paz (v. 3).

La naturaleza nos da una ilustración apropiada de esto. Cerca de la ciudad de Tela, en Honduras, está el reconocido parque botánico llamado Lancetilla, donde se han reunido muestras de plantas y árboles tropicales de todo el mundo. Al visitar este bello lugar los guías conducen a las visitas por los senderos entre los árboles y plantas señalándoles las características de las muchas plantas, y explicando el uso de sus variados productos. Entre las plantas hay un árbol mirística originario de la India que produce dos condimentos distintos dentro de la misma cáscara, la nuez moscada y la macis. Nacen y crecen juntas dentro del mismo ambiente pero son distintas. La una es la semilla y la otra es el arilo, o sea una membrana que se forma alrededor de la nuez misma, ambos dentro de la cáscara de la fruta del árbol. Las cocineras expertas en la confección de pasteles y otros bocaditos sabrosos saben que cada uno de estos condimentos tiene su propio sabor y que se puede usar por separado. Saben también que sin condimentos la comida es simple. Se agrega un condimento y el sabor cambia. Con más condimentos el sabor es exquisito.

La vida cristiana representada en el v. 1 como un andar digno del llamamiento es una combinación de varios ingredientes complementarios que resultan en algo que da buen gusto al mundo en donde se halla y se desarrolla. La falta de cualquiera de los ingredientes hace más simple el gusto que da la iglesia al mundo. Mientras hay más de ellos y adecuadamente combinados hacen que el testimonio de la iglesia de Cristo sea más aceptable.

Consideremos ahora estos ingredientes que dan buen gusto a la iglesia en el mundo donde se desarrolla. Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia son los primeros ingredientes de este “andar digno” o el comportamiento cristiano. La palabra toda significa “sumo” o “completo” y aquí pone énfasis sobre la importancia de humildad y mansedumbre completas. Estas son las virtudes cristianas básicas. La humildad (tapeinofrosúne 5012) describe la actitud de una justa estimación de sí mismo sin orgullo ni arrogancia en relación con los hermanos. Estima a los demás de igual valor y derecho delante de Dios. Jesús es nuestro ejemplo de la humildad. Como dice Stott “hasta la venida de Jesucristo no se conoció la humildad verdadera.” La humildad va acompañada de la mansedumbre (praútes 4240) que es la dulzura de espíritu. Tiene que ver con la gentileza con que uno se trata con otros y está vinculada con la humildad.

La paciencia (makrothumía 3115) es la capacidad de aguantar hasta lo último y complementa la humildad y mansedumbre. Según el Nuevo Léxico Griego Español del Nuevo Testamento (p. 178) se puede interpretar también como mansedumbre, tolerancia y paciencia.

Esta paciencia se manifiesta con una actitud de tolerancia amorosa hacia los demás: Soportándoos los unos a los otros en amor. Este otro ingrediente es la capacidad de aguantar las pruebas en las relaciones humanas en la iglesia sin contrariarse o impacientarse. El amor (agápe 26) es la característica cristiana clave y significa “una benevolencia invencible”. Sin el amor no se pueden tolerar las imperfecciones que aún preservan los demás hermanos en la iglesia por ser éstos todavía humanos e imperfectos, aunque son regenerados y redimidos en vía hacia la santificación igual que uno mismo. El amor cristiano es la predisposición de aceptar y querer a los demás “con verrugas y todo” tales como ellos son y no como “yo” pienso que deben ser. Este tipo de amor no viene por nacimiento, viene como el resultado del encuentro personal que uno haya tenido con Cristo y la presencia permanente de su Espíritu.

Este andar cristiano no sólo refleja un carácter o actitud cambiada de uno que antes fuera impulsivo, impudente y orgulloso, también representa un esfuerzo positivo. Este esfuerzo resulta en una unidad corporal caracterizada por la paz (v. 3). Procurando con diligencia describe la búsqueda afanosa y el esfuerzo constante de lograr el objetivo de la unidad espiritual. Guardar la unidad del Espíritu equivale a conservar la unidad. Se supone que la iglesia como un cuerpo ya representa una unidad corporal y espiritual. Ya hay unidad en Cristo y por el Espíritu. Ahora, compete a cada individuo y a todos en unión preservar esta unidad. Esta unidad depende del aporte de cada miembro y es el resultado del comportamiento apropiado de cada uno.

No está hablando de una unidad ecuménica organizacional y visible como algunos piensan. Está hablando de la unidad que viene de ser los discípulos de Cristo unidos a él y de este modo juntados el uno al otro por el mismo Espíritu. El deseo ferviente de Pablo es el mismo que Jesús expresó en su oración pastoral (Juan 17). El oró al Padre: Guárdalos en tu nombre que me has dado, para que sean una cosa, así como nosotros lo somos (Juan 17:11). Esta unidad depende de la paternidad de Dios, la obra de su gracia en Cristo Jesús, y la fe única que nos relaciona con Dios en Cristo por medio de la salvación y sellada por el Espíritu. No depende de ninguna estructura filosófica, política ni ecuménica que los hombres puedan negociar.

Esta unidad se mantiene en el vínculo de la paz. Vínculo (súndesmos 4886) es el ligamento que junta o consolida. Nuestra paz con Dios por fe en Cristo se manifiesta en paz con y entre los hermanos en la iglesia. La paz espiritual es el pegamento que junta a todos en la unidad espiritual y tiene que ser conservada con todo ahínco.

A continuación Pablo expone las bases del andar digno al cual el creyente ha sido llamado y la unidad del Espíritu que la iglesia debe preservar. Lo hace usando una fórmula bien ordenada alrededor de la esencia de la Trinidad (vv. 4–6). Quizá estos versículos forman parte de un credo o fórmula bautismal antigua. Si es así, tenemos otro coro posiblemente usado en la iglesia en el tiempo de Pablo como aquel que mencionamos en 1:3–14. O bien cantado o recitado, es una confesión que expresa la esencia de la fe cristiana. Se la puede comparar con la confesión judía (Shema) que se halla en Deuteronomio 6:4: Escucha, Israel: Jehovah nuestro Dios, Jehovah uno es. Lane así la identifica y dice que “la confesión de la iglesia, la cual forma un contrapunto exacto a la confesión de Israel, amplifica el ‘shema’ para hablar del único Espíritu, el único Señor, el único Padre”.

La importancia de la unidad de que habla el Apóstol está enfatizada por la repetición de la palabra un o una, que aparece siete veces en los vv. 4–6. Cada uso señala las facetas que corresponden a la misma esencia de la Trinidad. El carácter único del trino Dios da más fuerza a la unidad espiritual que tiene el cuerpo de Cristo y pone una responsabilidad grande sobre los creyentes que formamos parte de la iglesia.

Hay un solo cuerpo (v. 4) se refiere aquí a la iglesia en general y no una congregación en particular. Este concepto que introdujo usando la figura del cuerpo en 1:22 y 23 y mencionó en 2:16 y 3:6 implica que es un organismo vivo. El uso de esta expresión junto con la que sigue, y un solo Espíritu, sugiere que el cuerpo está integrado por y recibe su vida del Espíritu que lo habita y vivifica. Aparte del Espíritu, el cuerpo no tiene vida; sin la iglesia, el Espíritu estaría desincorporado. En el milagro del Pentecostés Cristo dotó definitivamente a su iglesia con el poder y la presencia vivificante para que ella pudiera cumplir con su divina misión. Esta presencia espiritual en el cuerpo lo sella con una sola esperanza, la cual es el objetivo del llamamiento o la vocación cristiana. La única esperanza eterna para la humanidad es la que aguarda el cuerpo de Cristo en el Espíritu. Fuera del cuerpo de Cristo, sin el Espíritu no hay esperanza. En el v. 4 Pablo presenta a la iglesia de Cristo como incorporada por el Espíritu, moviéndose en una sola dirección hacia la esperanza a la cual ha sido llamada, la gloria de Dios (1:18).

En forma progresiva y ascendente el Apóstol habla luego del único Señor (hay un solo Señor), la única manera de pertenecer a él (una sola fe) y la forma en que uno se identifica con él (un solo bautismo). El único Señor de la iglesia es Jesucristo (1:20–23) y como tal es el objeto de nuestra fe. Los cristianos que forman la iglesia son los que han recibido el mensaje de Jesús y le han reconocido por fe como Señor. Aquí fe representa por un lado el único mensaje cristiano, o sea el evangelio apostólico, y por otro lado la única respuesta del creyente a ello. Fe, pues, equivale a creer y lo que se cree; el acto de creer y el objeto creído. Esta fe se simboliza en el acto del bautismo en agua en obediencia a Jesús. Representada en forma gráfica por la inmersión habla de la realidad espiritual de haberse sumergido por fe en Cristo. El bautismo es el acto o rito público en el cual uno toma el paso inicial de seguir a Cristo. Es el testimonio público del resultado de la fe en el Señor y de la decisión de pertenecer a él. Hemos sido bautizados en el nombre de Cristo porque hemos oído su mensaje y hemos creído en él como Señor.

Con la expresión un solo Dios y Padre de todos (v. 6a) Pablo llega al clímax de esta lista de unidades espirituales. Dios es único (Deut. 6:4b) y esta verdad era repetida muchísimas veces por los judíos devotos. Ahora vale la pena afirmarla de nuevo, pero con un nuevo sentido. No sólo es el Dios soberano de los judíos, es también el Dios de los gentiles creyentes. Además es el Padre de todos. La paternidad de Dios se extiende a incluir a los gentiles creyentes al igual que incluye a los judíos creyentes que lo reconocen como soberano y han sido adoptados por él como hijos (1:5). Esta idea sugiere otra figura que usa Pablo para describir a la iglesia, la familia de Dios (2:19).

El autor concluye esta afirmación de fe señalando las dimensiones de la relación de Dios con su iglesia. Lo hace con tres frases preposicionales: sobre todos, a través de todos y en todos (v. 6b). La primera de estas se refiere a Dios como la autoridad máxima que reina sobre todos (¡Jehovah reina!, Sal. 97:1a). Como el Dios creador, reina soberano sobre toda la creación. Como Padre amante, es él quien da orden y unidad a su familia. La segunda frase, a través de todos, representa la “inmanencia de Dios, de su presencia que penetra, controla y sustenta todas las cosas” (Vaughan). La influencia de Dios se expresa a través de todos y en todo lugar. El obra a través de todos sus hijos. La iglesia es su esfera de acción y los que componen la iglesia son los instrumentos de Dios por los cuales él opera. Finalmente, en todos indica que Dios mora en los creyentes por su Espíritu en una relación personal e íntima. Es esta presencia divina la que da a los creyentes una cohesión indestructible por pertenecer a Cristo por la fe y ser vivificados por su Espíritu. La unidad de la iglesia toma las características de la unicidad del Dios trino que adora y sirve.

Semillero homilético

Las virtudes de la vocación celestial

4:1–6

Introducción: Según la epístola a los Efesios, el carácter cristiano es una novedad ética en el mundo. La novedad radica en que la motivación de la conducta es la alabanza de la gloria de su gracia (1:6, 12). Con plena propiedad de lenguaje afirmamos que es en virtud del llamamiento ("vocación" significa también "llamamiento") celestial, o divino, que un cristiano posee y pone en actividad social . Consideremos esto de "las virtudes de la vocación celestial":

I.     Son virtudes para las relaciones fraternales (vv. 1, 2; 2:19).

1.     El cristiano posee un carácter familiar (2:19).

2.     La humildad y la mansedumbre (4:2a).

(1)     La humildad es una actitud de pobreza ante el hermano: "Hermano, que yo no te cause amargura alguna."

(2)     Humildad y mansedumbre son las cualidades del carácter del Señor de la iglesia: Jesucristo (Mat. 11:29).

3.     La paciencia (4:2b).

(1)     Es lo opuesto de la intolerancia.

(2)     Es el "aguante" o es la cualidad salvadora de Dios (2 Ped. 3:9).

4.     La tolerancia activa (4:2c: soportándoos... en amor) .

(1)     Soportar al hermano es pagar el costo en favor suyo (implica el sufrimiento).

(2)     A esto lo llamamos la tolerancia activa, producto del amor.

II.     Son virtudes para la unidad de la iglesia (4:3–6).

1.     La diligencia (procurando con diligencia, v. 3).

(1)     Una disposición firme y hasta vehemente por la unidad y la paz del cuerpo de Cristo.

(2)     Una cualidad al servicio de la voluntad de unidad del Espíritu de Cristo (ver Rom. 8:9).

2.     El sentido doctrinal de la unidad (vv. 4–6).

(1)     Tal sentido se adiestra con la enseñanza apostólica (note la autoridad con que Pablo enuncia las virtudes doctrinales que siguen; se implica en la palabra Hay...).

(2)     La unidad de la iglesia se mantiene con las siguientes doctrinas respecto a unicidad:

a.     Para el creyente hay un único cuerpo (la iglesia de Cristo) al que incorporarse (v. 4a).

b.     Para el creyente hay un único Espíritu Santo (v. 4b).

c.     Para los creyentes hay una misma y única esperanza, determinada por el llamamiento de Dios (v. 4c).

d.     Para los creyentes hay un mismo y único Señor Jesucristo (v. 5a; ver 1 Cor. 8:6).

e.     Para los creyentes hay una misma y sola fe: la fe cristocéntrica (v. 5b).

f.     Para los creyentes hay un mismo y único bautismo (v. 5c; ver Ef. 1:13; 4:30; 1 Cor. 12:12; Rom. 6:3, 4).

g.     Para los creyentes hay un mismo y único Dios y Padre, soberano universal (v. 6)

III.     Son virtudes de la vocación celestial (3:20, 21).

1.     Tienen a Dios todopoderoso y generoso (v. 20a).

2.     Cuentan con el poder activo de Dios en el carácter cristiano real (v. 20b: ... según el poder que actúa en nosotros; incluye a los miembros de la iglesia en Efeso y a los apóstoles; por eso el carácter cristiano es "virtuoso").

3.     La creciente y activa realización de la vocación celestial (el llamado a la salvación y al servicio) tiene como fin glorificar a Dios (v. 21).

Conclusión: ...Que andéis como es digno del llamamiento (vocación) con que fuisteis llamados. Esa dignidad, hemos visto, se recibe por gracia (como la vocación misma). Pero se adquiere por la iniciativa personal y grupal de los miembros de la iglesia.

En medio de hablar de la unidad de la iglesia el autor cambia de tema. Pasa de hablar de todos (v. 6) a hablar de cada uno en el v. 7, de hablar de la unidad de la iglesia a hablar de la diversidad de los miembros. Señala la particularidad de cada miembro, especialmente con respecto a lo que ha recibido de Dios para servirlo y ser una bendición para la iglesia. Se refiere primero a lo que cada uno ha recibido para este fin (v. 7). Lo identifica como una gracia que le ha sido conferida. Cada uno, cada creyente sin excepción, ha sido el recipiente de alguna gracia de parte de Cristo. Cristo es el que la confiere. Lo conferido es la gracia que entendemos mejor como alguna capacidad o algo especial y apropiado conforme a la medida de la dádiva de Cristo. La palabra gracia es la misma que se encuentra en 2:3, 7 y 8 y se refiere a un acto de la bondad y generosidad divinas. Es una dotación de acuerdo con la capacidad y la voluntad del dador y no del recipiente. Esta ha sido conferida de acuerdo con el servicio o los ministerios que cada uno ha de realizar.

En los vv. 7–10 el Apóstol describe al Cristo ascendido como el dador de dones y lo compara con el Dios triunfante subiendo al monte Sinaí. Pablo cita una versión antigua del Salmo 68:18, que según Lane (p. 16) fue una traducción al arameo hallada en el Targum, versión aramea de las Escrituras que usaban los hebreos. Esto puede explicar en parte la diferencia entre la lectura en 4:8 y la del Salmo 68:18. Con esta cita presenta a Cristo como el rey que asciende: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad y dio dones a los hombres. El Salmo 68 presenta a Dios como un rey que ha sido victorioso en la conquista de su enemigo y que regresa a su reino llevando los cautivos y tomando el botín de guerra (tributo) de los súbditos. En cambio, Cristo ascendió llevando consigo a un gran séquito de almas cautivas de su gracia que había libertado del cautivero del pecado. En vez de tomar tributo, repartió dones a los hombres.

Los vv. 9 y 10 hablan de la humillación y la exaltación de Cristo. Son una explicación parentética en la cual Pablo prueba que Cristo es aquel a quien se refiere el Salmo 68:18. Esto de que subió implica que éste mismo hubiera descendido también a las partes más bajas de la tierra. Para Pablo, es Cristo el que ha ascendido en victoria, el mismo que había bajado hasta la tierra. No se refiere necesariamente a algún movimiento espacial, sino al hecho de la encarnación y la humilliación de Cristo al bajar a lo mas bajo de la tierra. El se despojó de su gloria, tomó la forma de hombre, vivió en su medio y murió en su lugar. Aunque algunos intérpretes opinan que las partes más bajas de la tierra se refiere al infierno, nos parece que Smith está en lo acertado: “Puede tener referencia a aquella condición de bajeza y humildad en que nació nuestro Señor, y especialmente las condiciones en que su vida terrenal llegó a su fin.”

Europa lo aconseja, Israel lo afirma, América Latina lo necesita

Arnold Toynbee, un filósofo de la historia de Inglaterra, visitó varios países de América Latina en la década de 1960. Impresionado por la notable cantidad de monumentos a la guerra y sus héroes dijo que, si él pudiera, haría fundir todos los monumentos bélicos, para con el mismo material fabricar estatuas de la Virgen de Guadalupe. ¿Qué quiso sugerir? Que lo que más necesitamos para salvarnos, históricamente hablando, son los valores espirituales.

David ben Gurión, padre del Israel moderno, que a los sesenta años de edad aprendió griego para leer a Platón, afirmó: "... nosotros tenemos la Biblia, que no es nada inferior a Platón... creo que la hora actual necesita mucha espiritualidad; es demasiado materialista..." Según él, "se trata de combinar los altos valores éticos, sin los cuales no puede existir ninguna sociedad humana". ¡Que la iglesia reaccione con eficacia ético espiritual!

Este mismo que descendió es el que ascendió victorioso y glorioso a los cielos para llenarlo todo (v. 10). Su misión en la tierra cumplida, Cristo volvió al cielo que había abandonado por un tiempo y fue exaltado para tomar de nuevo el lugar y la gloria que son suyos. Al hacer esto, Cristo equipó a su iglesia con los dones que ella necesitaba para cumplir la tarea que se le había dejado. Con el equipamiento de la iglesia Cristo asumió de nuevo su lugar debido en los cielos. Ahora, la iglesia así equipada y auxiliada por el Espíritu Santo puede cumplir su misión y servirlo hasta que él venga otra vez.

Los vv. 11–13 nos dan una idea de las provisiones que Cristo hizo para dotar a la iglesia con el liderazgo específico que necesitaba. Pablo menciona cuatro oficios o cargos que ejercían miembros de la iglesia debidamente dotados. Los dones del v. 8 que Cristo dio a su iglesia son estos hombres equipados para cargos dentro de la iglesia. Además de mencionar estos cargos (v. 11), señala cuál fue su propósito (v. 12) y la meta que esto tenía (v. 13).

El mismo (v. 11) se refiere al Cristo ascendido y glorificado que confirió a cada uno una gracia (v. 7), o sea una capacidad espiritual. Este Cristo ascendido por encima de todas las cosas constituyó a unos para ciertas funciones o ministerios dentro de su iglesia. El verbo constituyó (dídomi 1325) equivale a “dar”. Coincide con dadiva en el v. 7 y dones en el v. 8. Otra vez vemos el énfasis de Pablo en que estos ministerios son obra de la gracia de Dios.

El primer cargo en la iglesia fue aquel de los apóstoles, un grupo pequeño, pero muy significativo. Estos fueron en primera instancia los doce, incluyendo a Matías, nombrado en lugar de Judas y fueron escogidos, entrenados y enviados por Cristo. Además, Pablo y varios otros fueron identificados como apóstoles: Bernabé, Hechos 14:14, 17; Jacobo, 1 Corintios 15:7 y Gálatas 1:19; Silvano, 1 Tesalonicenses 2:6; Andrónico y Junias, Romanos 16:7. Todos tenían dos cosas en común, habían visto al Cristo resucitado y habían recibido su comisión directamente de él (ver Hech. 1:21, 22). Estos daban testimonio de Cristo e instruyeron a los primeros creyentes en las enseñanzas de él (Hech. 2:42; 6:4). Fueron los primeros maestros de la iglesia del primer siglo. Sus enseñanzas dieron sustancia a la fe de los creyentes y por consiguiente contribuyeron a la formación del cuerpo doctrinal de la iglesia. Aunque pocos, ellos tuvieron la autoridad y la responsabilidad de guiar la formación de la iglesia naciente.

El segundo cargo en la iglesia primitiva fue el de los profetas. Los profetas fueron aquellas personas inspiradas que no sólo predijeron acontecimientos que Dios les reveló; ellos dieron expresión contemporánea a la voluntad de Dios. Fueron ambulantes e itinerantes entre las iglesias. Similares a los profetas del AT, los del NT fueron los voceros de Dios que habían recibido su palabra por revelación y que hablaban bajo la impresión del Espíritu Santo. Estos son mencionados en 3:5 junto con los apóstoles como aquellos que durante la vida formativa de la iglesia concretaron la revelación divina como dada en Cristo Jesús y dieron orden a las enseñanzas de ella. Fueron hombres y mujeres santos escogidos por Dios para hablar en su nombre bajo el impulso del Espíritu Santo. Su papel, igual al de los apóstoles fue durante los años formativos de la iglesia mientras ésta todavía no tenía los escritos que ahora componen el NT.

Estos dos oficios parecen haber sido limitados a la primera generación de cristianos. Poco a poco disminuyeron en importancia e influencia y eventualmente desaparecieron de las páginas históricas de la temprana iglesia. Al comienzo de la iglesia del primer siglo funcionaban los primeros dos, pero gradualmente y con el paso de la historia fueron desapareciendo.

W. Barclay señala tres razones para esto en cuanto a los profetas. Fueron perseguidos y entre los primeros en morir por su fe, se convirtieron en problemas para la iglesia, y este ministerio fácilmente se prestaba al abuso. Otra explicación parece tener validez, también. Estos dos cargos cumplieron su misión inicial al establecer la iglesia y solidificar su doctrina durante el primer siglo antes que existieran los escritos del NT. Hecho esto, surgió la necesidad de otros oficios que perpetuaran lo que ellos habían comenzado.

Semillero homilético

El ministerio y los ministerios

4:7–16

Introducción: Nos parece que en Hispanoamérica el mundo cristiano evangélico, influido por el diccionario y la alta política, ha entendido por "ministro" sólo a un obispo o pastor, o solamente a un alto funcionario del Estado. Lo mismo sucede con "el ministerio": se piensa sólo en "el ministerio pastoral" (con extensión al "ministerio de la música").

En la eclesiología efesina de Pablo, "el ministerio" es "la obra" o "el trabajo" de la iglesia como cuerpo de Cristo, y "el ministro" es cada uno de los miembros de la iglesia que sirve al Señor con su "ministerio" calificado según los dones que ha recibido del Espíritu Santo. Por lo cual "los ministerios" son el conjunto de servicios, carismáticamente diversificados, que la iglesia realiza en el mundo. Este pasaje de Efesios enseña con gran claridad sobre el noble ministerio de la iglesia.

I.     El ministerio es un regalo de Cristo a la iglesia (vv. 7–10).

1.     Conferido a cada uno de los miembros (v. 7a).

2.     Es un regalo de pura gracia y de acuerdo a la medida que ha dado Cristo (v. 7b).

3.     Es el regalo de un soberano victorioso (vv. 8–10a).

4.     Es el don del soberano del universo (v. 10b: para llenarlo todo).

II.     Los ministerios han sido históricamente constituidos (v. 11).

1.     Cristo mismo preparó y constituyó a algunos como apóstoles (v. 11a; para recordar los requisitos históricos del apostolado ver Hech. 1:21 y sigs; y 1 Cor. 9:1c).

2.     Cristo mismo constituyó a algunos como profetas (v. 11b). Esto fue un servicio necesario en la etapa en que se estaba formando la palabra escrita de Jesucristo (el NT); los profetas comunicaban mensajes de Dios, para edificación y para advertencias orientadoras de los hermanos (ver Hech. 2:17; 21:9; 1 Cor. 14:22b, 24, 29–32).

3.     Cristo dio a otros el ser evangelistas (v. 11c; un ejemplo del ministerio de evangelista lo vemos en Felipe: se ve dotado de la especial destreza para evangelizar a grupos masivos y a individuos; ver Hech. 8).

4.     Cristo concedió a otros miembros el ser pastores y maestros (v. 11d; es decir: pastores-maestros; el obispo, o el presbítero, apacienta el rebaño del Señor dotado con la aptitud de "enseñar" la palabra de Dios; ver 1 Tim. 3:2: "apto para enseñar", y 1 Ped. 5:1–3).

III.     Los fines del ministerio dado a la iglesia (vv. 12–16).

1.     El fin general: Crecimiento de la iglesia como el cuerpo de Cristo (vv. 12b, 15, 16).

(1)     Crecimiento en magnitud y calidad, como un cuerpo desarrollado en fortaleza (v. 12b; el verbo "edificar" significa también "fortalecer": griego oikodomeo; la iglesia, como cuerpo, es la residencia de Dios).

(2)     Como cuerpo, la iglesia adquiere su magnitud de crecimiento integral conforme a su cabeza: Cristo (v. 15).

(3)     Un cuerpo vivo cuyo crecimiento en magnitud y en calidad se produce gracias a la actividad proporcionada a cada miembro (quien la proporciona es la cabeza: Cristo; la esencia del crecimiento es el amor-ágape; v. 16).

2.     El fin especial: La plena madurez de cada miembro, hacia la medida de madurez según la plenitud de Cristo (vv. 12–14, 15a).

(1)     Cada miembro, capacitado para la obra del ministerio en vista a la edificación del cuerpo de Cristo (v. 12).

(2)     Cada miembro capacitado para aportar su parte hacia la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios hasta lo máximo según Cristo (v. 13; la acción y el efecto son correlativos entre "cada uno" y "todos" los miembros; la meta es llegar a ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo). El miembro individual necesita del cuerpo, y el cuerpo necesita del miembro individual.

(3)     Cada miembro y todos los miembros, con adultez doctrinal, deben librarse de las artimañas del error (v. 14).

(4)     La plena madurez se consigue practicando la verdad con amor (v. 15a).

Conclusión: Reiteramos: (1) El ministerio de la iglesia es un regalo del Señor de ella; (2) los diversos ministerios han sido dados según su necesidad en el proceso histórico del desarrollo de la iglesia. Algunos fueron irrepetibles (el apostolado, los profetas de la época apostólica pre-revelación escrita del Nuevo Testamento); otros han sido permanentes (evangelistas; pastores-maestros); (3) los grandes fines del ministerio dado a la iglesia son: a. El crecimiento en magnitud y calidad moral espiritual; y b. El crecimiento en madurez.

A continuación Pablo los menciona: a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros. Los evangelistas fueron los que anunciaban las buenas nuevas o sea el evangelio. Estos también iban de un lugar a otro, particularmente a lugares nuevos donde no había sido anunciado el evangelio. Equivaldrían en función a los misioneros de nuestro tiempo. Al usar la palabra evangelistas, Pablo enfoca la función que cumplían, la de ser portadores del evangelio. En este sentido serían apóstoles de segunda instancia, enviados con el encargo de anunciar las buenas nuevas de salvación. Fueron evangelistas que buscaban nuevos horizontes e iban abriendo brecha en el mundo que no conoció el evangelio.

Pablo completa esta breve lista con un oficio de función doble, el de pastores y maestros. El hecho que hay sólo un artículo definido en este texto en el griego “implica que la misma persona ha de desempeñar ambas funciones” (Bratcher y Nida). Entendemos este oficio como uno que tiene doble responsabilidad (pastores-maestros), la de cuidar el rebaño como pastor y la de instruirlo en la verdad divina como maestro. El cuidado pastoral de la iglesia incluye la enseñanza. El pastor debe ser un buen discipulador de su rebaño. Esta función implica una estabilidad en cierto lugar, firme y fijo, en vez de ser itinerante. Puesto que las iglesias en diversos lugares iban creciendo y sus miembros representaban diferentes necesidades espirituales, el papel de pastor-maestro iba aumentando en importancia. Su tarea fue la de defender al rebaño de los enemigos y de las doctrinas dañinas, y de instruir a su grey en la doctrina pura del evangelio recibido de los apóstoles y profetas.

No debemos pensar que la lista del v. 11 es exhaustiva ni restrictiva en cuanto a los dones dados a la iglesia. Acaso menciona a cuatro de entre un total de más de 20 que Pablo menciona aquí y en otros dos lugares (Rom. 12:6–8 y 1 Cor. 12:8–10, 28). Aquí ha sido selectivo para señalar a aquellos que aseguraran la consolidación de la iglesia y los que contribuyesen a su extensión. Aun así, podemos ver que hay una diversidad de las capacidades espirituales que el Señor dio a su iglesia en medio de la unidad espiritual que ella representa por fe en él.

La razón de esta provisión divina para la iglesia se expresa muy claramente en los vv. 12 y 13. Tiene una finalidad doble: A fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo. El ha dotado a algunos en particular para que éstos capaciten a todos en general. El efecto de esto se hace sentir directamente en la vida de los santos y en el crecimiento de la iglesia. Todos los santos (miembros de la iglesia) deben ser equipados para algún aspecto de la obra del ministerio, o sea, para el servicio cristiano. Además, este servicio de parte de miembros equipados resultará en la edificación o el crecimiento del cuerpo de Cristo.

La palabra capacitar (katartismós 2677) significa hacer apto o perfeccionar. Barclay dice que viene de un verbo que tiene dos usos en los documentos del tiempo de Pablo. En primer lugar se usa con relación a un procedimiento quirúrgico para atender a un miembro del cuerpo que ha sido fracturado. También se usa en el área política para señalar un acuerdo entre diferentes facciones del gobierno para asegurar su buena marcha. En el NT se refiere al hecho de remendar las redes (Mar. 1:19) y a una amonestación para corregir algún miembro que haya cometido un error que afecta la armonía (Gal. 6:1). En el v. 12 se trata de la tarea de hacer que los miembros que habían salido de una vida equivocada sean acondicionados y equipados adecuadamente para servir al Señor. ¡Qué trabajo tan importante!

El fiel cumplimiento de estos oficios (apóstoles, profetas, evangelistas y pastores-maestros) resulta en un continuo proceso de acondicionar y equipar a los miembros para servir en la obra. Esto redunda a la vez en la edificación del cuerpo de Cristo en cuanto a lo espiritual tanto como lo numérico. La meta de ésto se expresa con tres cláusulas progresivas (v. 13) que comienzan con la palabra hasta. La primera faceta de esta meta es la unidad espiritual que resulta de una sola fe, la cual es la doctrina común de la iglesia, o sea el contenido del evangelio creído. No se refiere a la fe inicial de creer por primera vez, sino aquella fe que resulta de abrazar a Cristo y todo lo que él representa. El conocimiento del Hijo de Dios es el resultado de una relación íntima y cada vez más profunda con Cristo y en su palabra.

Estos conducen hacia la madurez espiritual que es la segunda faceta de la meta. Hombre de plena madurez quiere decir una persona completa en todo sentido, una persona cabal. El ideal de la iglesia como un solo organismo es avanzar hacia una madurez espiritual cada vez más completa. No se refiere aquí al crecimiento espiritual del individuo, sino aquella madurez corporal de todo el cuerpo. Esta madurez no se mide con reglas ni criterios humanos, sino la estatura de la plenitud de Cristo. Estatura aquí traduce elikía 2244, que se usa para pedir o calcular la edad de alguien. Usada aquí en relación con la plenitud de Cristo implica una medida enorme e incalculable. La plenitud de Cristo ha sido mencionada en 1:10, 23 y 3:19, y se refiere a la abundancia y las riquezas de las cualidades de carácter que hay en él que son perfectas, inagotables e inmensurables.

Además de la unidad y madurez espirituales, el efecto de la obra de gracia de Cristo en la vida de su iglesia resulta en la estabilidad doctrinal. Este es el enfoque del v. 14. La madurez espiritual del v. 13 se contrasta con el niño fluctuante en el v. 14. La frase para que ya no seamos niños es un advertencia contra la inmadurez. Esta falta de madurez se ilustra con una experiencia común de la naturaleza, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina. Como el niño que no ha logrado una madurez es inestable, así son aquellos creyentes que no demuestran una madurez espiritual; son fluctuantes y víctimas fáciles de las maniobras de los maestros del error, en este caso, los maestros del gnosticismo que se habían infiltrado en la iglesia. Pablo usa una ilustración gráfica de unos botecitos sueltos en un mar agitado y sacudido por vientos huracanados que los ponen en peligro. Se refiere a aquellos que no tienen convicciones firmes. En cambio, tienen conceptos e ideas errados y egoístas y son fácilmente influidos por cualquier doctrina novedosa.

El autor usa otra expresión gráfica para enfatizar el peligro de la inestabilidad doctrinal. Es por estrategema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error. Estrategema (kubéia 2940) viene de la práctica de jugar a los dados y significa astucia o artimaña. Artima-ñas (methodéia 3180) quiere decir artificios o asechanzas. La idea es que los maestros del error son muy ágiles y sutiles en los métodos que usan para disfrazar su doctrina mala y para engañar a los desprevenidos. Uno de los propósitos de los diferentes oficios (ministerios) en la iglesia es precisamente conducirla hacia una estabilidad doctrinal.

Ante semejante peligro de ser arrastrados por doctrinas equivocadas y de ser seducidos por los maestros engañosos, el Apóstol sugiere un solución: seguir la verdad con amor (v. 15a). La verdad del evangelio de Cristo junto con la cualidad más alta, el amor, deben ser el afán del cuerpo de Cristo. La verdad y el amor son esenciales para que la iglesia crezca en todo hacia aquél que es la cabeza: Cristo (v. 15b). La verdad (el evangelio) es la sustancia y el amor es el ambiente que contribuye al crecimiento espiritual. La verdad sin amor no es suficiente; el amor sin verdad es decepción. Doctrina sin amor llega a ser rígida, y amor sin doctrina sana resulta insípido. Unidos los dos contribuyen a un crecimiento sano. La meta de este crecimiento es ser perfectamente como Cristo en todo sentido de la palabra, porque él es la cabeza del cuerpo. En él la iglesia llega al ideal de unidad y madurez espirituales, estabilidad doctrinal y crecimiento pleno.

El autor usa una metáfora (v. 16) para describir la unidad del cuerpo con Cristo como la cabeza y el funcionamiento de éste como la iglesia. De parte de él todo el cuerpo hace énfasis en que el cuerpo depende de la cabeza y recibe el poder y la dirección que necesita para su existencia. Los miembros debidamente juntados (concertado y entrelazado por la cohesión) también aportan al cuerpo los elementos necesarios para su desarrollo. Esto es una referencia al empleo apropiado de los dones con que han sidos dotados. Para esto cada miembro, cada órgano, cada parte del cuerpo es importante y tiene que estar en su lugar debidamente unido y entretejido con los demás, y cada uno contribuyendo a esta unión lo que le corresponde para que pueda funcionar y crecer sanamente. Mientras los miembros no estén unidos, no estarán en posición de recibir de Cristo la provisión que él da para mantener el funcionamiento y el crecimiento de todo el cuerpo. Tampoco pueden contribuir lo que potencialmente ofrecen. El amor es aquella fuerza unificadora. En Cristo y en amor parece ser la formula del éxito de la iglesia.

    (2) La conducta moral de la iglesia como nuevo hombre en Cristo, 4:17–5:5. 

Con esta descripción de la unidad del cuerpo Pablo termina la exhortación a la iglesia a un andar digno del llamamiento que obedece. Pasa ahora a considerar el tema de la nueva vida que tiene en Cristo. La unidad de la iglesia (vv. 1–16) depende esencialmente de la calidad de la vida de los miembros (4:17–5:5). La primera parte trata de la armonía en el cumplimiento de las diversas responsabilidades dentro de la iglesia, mientras la segunda enfatiza la importancia de una conducta moral y correcta de parte de todos los miembros, especialmente con relación al mundo. Un andar digno (v. 1) del hombre cristiano resultará en una conducta cambiada (v. 17) y esta conducta será distinta de la de los no creyentes. La sección que sigue introduce un nuevo énfasis en la epístola sobre el comportamiento de los cristianos, en forma de un contraste entre ellos y los gentiles incrédulos.

La mente renovada

Mente se usa en los vv. 17 y 23, en un caso hablando de la mente vacía y en el otro de la mente renovada. La única forma de “convertir” la mente es rendirla a Cristo y vivir en una renovación constante de nuestra manera de pensar (Rom. 12:2). ¡Demanda esfuerzo!

Comienza con las palabras: Esto digo e insisto en el Señor. Así, Pablo se dirige a los efesios con insistencia, invocando su autoridad como Apóstol junto con la del nombre del Señor Jesús (en el Señor) para implorarles que no continúen conduciéndose como los gentiles (vv. 17, 18). Las palabras que no os conduzcáis más hablan de una conducta que refuerza la exhortación del v. 1: A que os andéis como es digno. La palabra conduzcáis usa una forma del mismo verbo que se traduce en v. 1 con andéis. Esta misma expresión se halla en 2:2 y 10 y la encontraremos de nuevo en 5:2, 8 y 15. En cada lugar se refiere a la conducta del individuo, o su comportamiento personal. El autor hace hincapié sobre un estilo de vida completamente cambiado. Indica que éste debe ser radicalmente diferente de aquel de los inconversos. Esta exhortación tiene tres divisiones: una exhortación general (vv. 17–24), algunas cualidades que el creyente debe cultivar en lugar de aquellas que son del viejo hombre (vv. 25–32) y una serie de recomendaciones (5:1–5).

En la exhortación general (vv. 17–24) Pablo describe la conducta de los gentiles sin Cristo que los creyentes deben evitar. Esta conducta incluye la vanidad de la mente, el entendimiento entenebrecido, la alienación de Dios, la ignorancia, la dureza de corazón, la sensibilidad perdida, la sensualidad y toda clase de impureza. Esta lista es un catálogo progresivo y feo de las faltas y errores de la vida de aquellos que no tienen a Cristo. Resultan en la confusión (vanidad de la mente y entendimiento entenebrecido), el enajenamiento (alejados de Dios e ignorancia), y la callosidad (sensibilidad perdida, sensualidad e impureza). Así fue la vida anterior de los lectores de esta carta (2:1–3) que recientemente habían salido del paganismo al convertirse en cristianos. Suena muy parecida a la descripción de la conducta de los impíos que Pablo hace en Romanos 1:18–31. Tal estilo de vida ya no conviene más al creyente.

La vanidad de sus mentes (v. 17) significa una mente que abriga pensamientos vacíos, sin valor e indignos. Vanidad es igual a presunción, vanagloria o fatuidad. Mente (nóus 3563) significa también sentido o entendimiento, o sea la facultad intelectual del ser humano. Andar en la vanidad de la mente es estar sin sentido moral ni espiritual. Tiene un resultado trágico, un entendimiento opacado o entenebrecido que produce pensamientos cada vez más bajos y actitudes inmorales. Van junto con esta confusión intelectual la ignorancia y la dureza de corazón que alejan a uno del ideal que Dios ha diseñado para la humanidad. La vida de Dios (v. 18) es la vida que Dios da. La ignorancia es la consecuencia de una mente vacía y envanecida y de un corazón sin sensibilidad moral. La fatuidad de la mente y la terquedad del corazón producen una vida que no conoce a Dios ni da cabida a sus cosas.

Así es la descripción de la conducta de los gentiles que Pablo amonesta a los efesios a abandonar definitivamente, porque resulta en la pérdida de toda sensibilidad moral y conduce a un fin vergonzoso (v. 19). No hay sentido ni conciencia de moralidad. Al contrario, y peor aún, hay un abandono completo a la disolución y la desvergüenza. Se entregaron a la sensualidad para cometer ávidamente toda clase de impurezas expresa la inclinación insaciable y con avaricia hacia una conducta muy baja de lascivia y libertinaje.

La clase de vida que todo esto describe (vv. 17–19), la cual Pablo condena (v. 17), no es la que uno aprende como cristiano (v. 20). Es ajena a las enseñanzas de la iglesia: Pero vosotros no habéis aprendido así a Cristo (v. 20) indica que al recibir a Cristo en la experiencia de la conversión lo habían creído a él como Maestro y sus enseñanzas como la verdad (v. 21). Las enseñanzas del Maestro son diametralmente opuestas a las de los gentiles que anteriormente ellos habían seguido. La mención de esto sugiere que en las iglesias que recibieron esta carta se habían introducido ciertas nociones de los gnósticos que fomentaban un desenfreno moral. Ellos enseñaban que lo que uno hacía en el cuerpo no era de alguna consecuencia para el espíritu, que la vida moral no tenía nada que ver con la vida espiritual.

Pablo quiere aclarar el asunto, señalando que tal comportamiento no cabe ni en la vida individual ni en la de la iglesia. El conocimiento a Cristo como Salvador (como objeto conocido) proscribe tales pensamientos y actos ya mencionados. Conocer a Cristo es ser un discípulo atento para oír sus enseñanzas y ávido para seguir sus instrucciones, y no vivir como los gentiles. La verdad de Cristo (v. 21) en la vida de uno y uno en Cristo excluyen la conducta disuelta que caracterizaba a los gentiles inconversos (vv. 18 y 19). El haber oído a Cristo y sido instruidos en él es haber sido enseñados en la verdad. Con la expresión si en verdad le habéis oido y habéis sido enseñados en él (v. 21) Pablo no está sugiriendo que no habían oído a Cristo y sido enseñados en él, y que así estuvieran desprovistos de la verdad. Al contrario, está afirmando con cierta ironía que sí lo habían oído y habían sido enseñados en él y por esto tenían mayor razón de no hacer las cosas vergonzosas. Podríamos decir enfáticamente: Puesto que sí han oído y han sido enseñados en él tienen la verdad. Siendo poseedores de la verdad como creyentes en Cristo ellos tienen mayores razones por las que abandonar una conducta contradictoria a la fe que profesan y que, más bien, caracteriza la de los gentiles.

En vista de este dilema espiritual, el conflicto entre la antigua manera de vivir y la nueva vida que poseen en Cristo, Pablo sugiere tres acciones (vv. 22–24) que describen lo que sucede cuando alguien se convierte al Señor: abandonar la vieja forma de vida, renovar la mente en el espíritu y adoptar un nuevo y verdadero estilo de vida apropiado para el nuevo hombre en Cristo. La primera acción tiene que ver con vuestra antigua manera de vivir. Con respecto a ella, Pablo emplea una metáfora que sugiere la acción de quitarse la vieja ropa para poder ponerse la nueva. Despojaos del viejo hombre sugiere la acción de rechazar o deshechar lo viejo que no sirve, en este caso el viejo hombre viciado por los deseos engañosos. Viciado quiere decir corrupto. Esta corrupción se alimenta de los deseos engañosos, la codicia y la concupiscencia seductora. La relación que tiene el nuevo hombre en Cristo resulta en un despojo del viejo hombre sin Cristo junto con todos los vicios y la corrupción que éste tuvo.

Además, los regenerados demostrarán una nueva disposición mental y espiritual: Pero renovaos en el espíritu de vuestra mente (v. 23). Esto representa más que un sencillo cambio de parecer, representa un cambio profundo de corazón. Es una completa renovación intelectual y espiritual. Representa no sólo un cambio del modo de pensar, es un cambio del contenido de los pensamientos. Esta es la segunda acción de los que conocen a Cristo, que han oído y han sido enseñados en él; una renovación espiritual de todas las facultades intelectuales. Sería como un lavado positivo del cerebro que antes estuvo ocupado con pensamientos bajos y vacíos, sustituyendo en lugar de ellos pensamientos dignos y elevados que edifican a la persona y glorifican a Dios. La mente del creyente debe ser la sede de pensamientos constructivos que iluminan y no oscurecen.

La tercera acción es opuesta a la que mencionó en el v. 22. Habiéndose despojado de los harapos del viejo hombre, sigue el hecho de vestirse de nuevo. El despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo hombre es el acto decisivo y terminante de cambio espiritual. Es un acto acabado. En cambio, la renovación de la mente en el espíritu debe ser comprendida como una experiencia continua, de acuerdo con el verbo que expresa en tiempo presente el hecho de estar renovándose. Todo esto habla de una renovación espiritual. Este hombre nuevo ha sido creado a la semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad (v. 24). El creyente así renovado por la regeneración ya es una nueva criatura con las características principales de Dios, la justicia y la santidad. El nuevo hombre es obra de Dios, verdaderamente justo y santo, el resultado de la obra creadora de Dios y no de uno mismo. Donde antes andaban en la rebeldía y la corrupción, ahora caminan en la justicia y la santidad. Estos son el fruto de haber abrazado la verdad en Cristo y están en contraste con los frutos de una vida sin Cristo.

Pablo pasa ahora a mencionar algunas cualidades que el creyente debe cultivar en lugar de aquellas que son del viejo hombre (vv. 25–32). Señala algunas cosas del viejo hombre que no convienen en la vida del creyente, tales como la mentira, el enojo, el robo y la obscenidad (vv. 25–29). Hay otra lista en el v. 31. No constituyen una lista completa, pero son suficientes para destacar el comportamiento que el creyente debe dejar. En cambio, destaca la clase de comportamiento que conviene, como la verdad, la cordura, el trabajo honesto, la limpieza en el hablar (vv. 25–30) y otras tres cualidades selectas que menciona en el v. 32 que sí son propias del nuevo hombre.

Con el despojo del viejo hombre uno también se despoja de la mentira. Habiendo dejado en el v. 25 traduce una forma del mismo verbo usado en el v. 22 para despojaos. En otras palabras, la mentira que fue un atavío del viejo hombre ya no lo es del nuevo. Mentira (pséudos 5579) significa seudo o falso. De modo que la imitación superficial y la falsedad no deben formar parte del carácter del cristiano. En cambio, los creyentes deben ser conocidos como aquellos que siempre hablan la verdad sin engaño y decepción tanto entre los hermanos como con los del mundo. Esta es una cita de Zacarías 8:16. El contexto de hablar la verdad es la propia iglesia. Esto es lo que implica al decir que somos miembros los unos de los otros. Esta última frase es una alusión a la composición de la iglesia como un cuerpo físico que depende de la unión entre los miembros y el funcionamiento armonioso de éstos. La mentira rompe la unidad de la iglesia. Pablo menciona este pecado en primer lugar posiblemente porque es la falta humana más prevaleciente y más fácil de cometer.

Oí a un pastor decir en una ocasión: “Nosotros, los... (usó aquí el término popular para los naturales de ese país), pedimos algo prestado, sabiendo que no tenemos intención de devolverlo. Esperamos hasta que el dueño venga a reclamarlo.” El cristiano debe ser conocido como una persona honesta que habla la verdad y cumple su palabra, incluyendo lo prestado, en vez de ser mentirosa.

Otra característica viciada de la que hay que tener cuidado es el enojo. Al decir enojaos, pero no pequéis (v. 26a) Pablo reconoce que el enojo puede ser una reacción natural en la vida de todos y que uno puede enojarse con justificación. Pero aquí condiciona esta reacción tan natural con la advertencia de no permitir que el enojo conduzca al pecado. El enojarse sin causa, airarse con vehemencia o venganza, el llenarse de rabia y el desquite conducen al pecado, y esto debe evitarse. Es posible enojarse con cordura y justicia, pero el enojo incontrolado abre la puerta a una sucesión de males. Pablo brinda dos sugerencias para no dejar que el enojo nos domine. La primera es no se ponga el sol sobre vuestro enojo (v. 26a). Quizá este dicho es un adagio de su tiempo para recordar que no es saludable prolongar el enojo y peor es acostarse a dormir con ello. Los científicos médicos han comprobado que el enojo incontrolado contribuye a la alta presión y muchas enfermedades cardíacas. Además, esta actitud de vivir enojado no da lugar al perdón. El cristiano debe ser presto en perdonar las ofensas de su prójimo. Si no, uno está abrazando algo peligroso para su vida espiritual, el enojo no perdonado.

La otra recomendación es ni deis lugar al diablo (v. 27). El enojo es como una puerta abierta por la que, si uno no tiene cuidado, Satanás entra sigilosamente como huésped indeseable y provoca caos y vergüenza para el cristiano descuidado. El dar rienda suelta al enojo es dar lugar al diablo quien es un calumniador y adversario.

Otro atavío repugnante de la vida antigua es el robo. En su lugar, el Apóstol insta a que cada uno debe trabajar honesta y diligentemente para ganarse la vida. Esta composición sugiere que el robo es el hijo de la pereza. La indigencia económica con frecuencia es el producto de la pereza y contribuye a una ética muy baja que conduce al hurto. Hay muchas maneras de robar además de ser ladrón o atracador, tales como el “tortuguismo”, los brazos cruzados, los descansos o recreos indebidos durante el horario de trabajo, el hacerse chapucero, el despilfarro de los bienes ajenos, y mucho más. El cristiano no vive de lo ajeno, sino se esfuerza para trabajar cumplidamente. Da pena cuando se oye de un hermano que uno haya recomendado que no rindió honestamente en el trabajo. Al contrario, alegra saber que ciertos empresarios buscan a los creyentes por poder confiar en ellos en hacer bien y honestamente su trabajo.

En el v. 28 Pablo agrega un valor más a la buena ética del trabajo honesto, y es que resulta ésto en la capacidad humanitaria cristiana de tener qué compartir con el que tenga necesidad (v. 28). Posiblemente Pablo está recordando el ministerio que había tenido hacia la iglesia de Jerusalén al recibir ofrendas para ayudar a los necesitados (1 Cor. 16:1–3).

Semillero homilético

Dos retratos de un mismo hombre

4:17–32

Introducción: "Retrato" llamaban nuestros antepasados a las fotografías. Con razón, pues los fotógrafos de aquella época retrataban la foto ya sea para mejorarla, ya sea para dejar una mejor imagen del fotografiado (re es una partícula que significa "otra vez" o "de nuevo": Retratar es retocar para arreglar).

     Pablo dice que una misma persona puede presentarnos un doble retrato moral con sus respectivos títulos: El viejo hombre y El nuevo hombre. Dice, además, que el fotógrafo es Dios, y que los presenta así: Elimina el retrato viejo y crea un nuevo retrato. Contemplemos, pues, "los dos retratos de un mismo hombre":

I.     Retrato del viejo hombre (vv. 17–19, 22, 25a, 26b, 27, 28a, 29a, 31).

1.     Rasgos mentales.

(1)     Una mente vacía de instrucciones divinas (v. 17).

(2)     Una mente entenebrecida y endurecida; que determina un ateísmo práctico, por la ignorancia de la voluntad y poder de Dios (v. 18).

2.     Rasgos sensoriales.

(1)     Carencia de sensibilidad moral (v. 19a).

(2)     Avidez sensual por la impureza moral (v. 19b).

(3)     Perversión en deseos engañosos (v. 22).

3.     Rasgos sociales.

(1)     Hábito de la mentira (v. 25a).

(2)     Hábito del rencor (v. 26b).

(3)     Gusto por los chismes y la malicia, bajo el señorío del diablo (v. 27).

(4)     Hábito del robo, hermano de la pereza (v. 28a).

(5)     Hábito del hablar obsceno (v. 29a).

(6)     Un carácter habituado al trato amargo, al enojo, a la ira, al griterío, a la calumnia y a toda clase de maldad (v. 31).

II.     Retrato del nuevo hombre (vv. 20, 21, 23, 24, 25b, 26a, 27, 28b, 29b, 30, 31, 32).

1.     Rasgos mentales.

(1)     Una mente enseñada por la verdad que está en Jesús y cuyo modelo es el carácter de Cristo (vv. 20, 21 ver Mat. 11:29).

(2)     Una mente renovada en la raíz misma del espíritu o de la conciencia moral personal (v. 23; ver Sal. 51:10; Eze. 36:26).

2.     Rasgos sensoriales.

(1)     Presencia de una nueva sensibilidad moral-espiritual: Es la sensibilidad moral del nuevo hombre (v. 24a).

(2)     Un carácter nuevo, creado por Dios y semejante a él; revestido de justicia y santidad de verdad (v. 24).

3.     Rasgos sociales.

(1)     Hábito de la verdad con sentido de solidaridad (v. 25b).

(2)     Práctica de la reconciliación que deshace el enojo (v. 26a).

(3)     Rechazo firme del chisme y la malicia diabólicos (v. 27).

(4)     Rechazo del robo y hábito del trabajo abnegado que provee para la generosidad con el necesitado (v. 28b).

(5)     Práctica de un lenguaje limpio, inteligente y generoso con el interlocutor (v. 29b).

4.     Rasgos espirituales.

(1)     Sensibilidad obediente al Espíritu Santo (v. 30).

(2)     Un carácter alerta en contra de toda clase de amargura, de rencor, de la ira neurótica, de la calumnia y de toda clase de maldad, en la iglesia y en la sociedad (v. 31).

(3)     La bondad o benignidad fraternal (v. 32a).

(4)     La tierna compasión fraternal (v. 32b).

(5)     La semejanza con el carácter perdonador de Dios (v. 32c).

Conclusión: En medio de estos dos retratos morales-espirituales de una misma persona está, según Efesios, la explicación de la radical diferencia entre el retrato del "viejo hombre" y el retrato del "hombre nuevo": pero vosotros no habéis aprendido así a Cristo (v. 20). Todo ser humano, cuyo "retrato de hombre viejo" es enfocado por la verdad que está en Jesús (v. 21c), puede ser cambiado por el "retrato del nuevo hombre". La misma persona, reconociendo la necesidad del cambio y decidiendo entregarse al tratamiento espiritual de su ser, debe "escuchar" el llamado de Jesús (Juan 7:37–39) y rendirse por fe a él como el Maestro transformador y formador del Nuevo Hombre, parecido a Dios en justicia y santidad de verdad (v. 24; ver Mat. 11:28–30).

La obscenidad hablada es un atavío más que es indeseable y que no debe caracterizar al cristiano (v. 29). La palabra traducida obscena (saprós 4550) también significa torpe, corrupta o podrida. Traduce la misma palabra que usó Jesús para describir los frutos malos de un árbol malo (Luc. 6:43). Podemos incluir las vulgaridades y palabras soeces que son las acostumbradas de la gente de baja moralidad que ofenden al oído como las aguas negras ofenden al olfato. Estas no edifican. La conversación del creyente, en cambio, debe ser apropiada y edificante a los oyentes: Para que imparta gracia a los que oyen es la norma del habla del creyente. Esta agrada y beneficia al oyente. El lenguaje del creyente debe ser apropiado para la ocasión y debe satisfacer las necesidades de aquellos con quienes habla. La boca del creyente no debe ser usada para el mal, sino para el bien; no para rebajar, sino para edificar.

El comportamiento indecoroso y las obscenidades en la boca de un creyente entristecen al Espíritu Santo de Dios y en efecto contradicen el hecho de que uno ha sido sellado para el día de la redención (v. 30). El creyente que vive así causa tristeza al Espíritu de Dios quien es santo y nulifica la presencia de él en su vida. La mentira refleja una valorización baja de la dignidad del prójimo. El robo refleja una actitud netamente materialista hacia los bienes de otros. La inmoralidad refleja un concepto rebajado de uno mismo y los demás. Son vicios que promueven la discordia en la iglesia. Ni la deshonestidad, ni la pereza y el robo, ni la inmoralidad convienen en la vida cristiana que ha sido marcada con la identidad de su nuevo due-ño, el Espíritu Santo de Dios. Pablo termina esta admonición recordando que el creyente ha recibido al Espíritu Santo como la garantía para el día esperado cuando Cristo venga para redimir a los salvos. Usa la misma figura de un sello autenticador que usó en 1:13.

En medio de estas recomendaciones (vv. 25–30) recalca algunas actitudes indecorosas que hay que eliminar: amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad (v. 31). Estos son como prendas desagradables que distraen y desfiguran al carácter del creyente. Vamos a examinarlas brevemente. Amargura (pikría 4088) significa disgustos y resentimientos que difícilmente se reconcilian o despiden. Enojo (thumós 2549) es el enfado o disgusto intempestivo. Ira (orgé 3709) es igual a la cólera o la furia habitual y destructiva. Gritos (kraugé 2906) son los insultos y argumentos clamorosos. Calumnia (blasfemía 988) se refiere a la difamación del carácter que algunos equivalen al asesinato del carácter. Maldad (kakía 2549) es la malicia intencional o la perversidad moral. Estos demuestran una disposición egoísta y tienen que ser quitados del carácter y comportamiento del creyente porque no caben en una nueva vida.

En lugar de ellos Pablo recomienda tres virtudes cristianas: la bondad, la misericordia y el perdón (v. 32). Ellas describen el carácter regenerado del creyente y reflejan una disposición altruista hacia los demás. La bondad y la misericordia son parte de la naturaleza de Dios y se expresaron en el perdón que Dios manifestó a los pecadores. Ahora, éstas deben ser parte de la naturaleza del cristiano.

El reverso del retrato de Dorian Gray

Oscar Wilde, famoso novelista inglés, creó una representación clásica de lo que Pablo llama "el viejo hombre". En su novela "El retrato de Dorian Gray", presenta al apuesto joven con este nombre, quien consigue con malas artes permanecer joven y hermoso, a pesar de llevar una vida entregada "a la sensualidad para cometer ávidamente toda clase de impurezas". Pero la procesión de corrupción de su retrato moral iba dentro de su imagen física. Un día, Dorian (quien había cubierto con un paño oscuro su retrato físico, porque iba adquiriendo rasgos de corrupción y fealdad) quitó el paño que cubría su bello retrato. ¡Estaba destilando materia putrefacta! Así, el retrato del viejo Dorian sufrió el proceso de un retoque diabólico según la fórmula "de mal en peor". Satanás es el técnico de este laboratorio. Pero, volviendo a Efesios 4:17 y sigs., Pablo presenta "el reverso del retrato" de Wilde: Es el retrato vivo de una persona creada a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad (v. 24), que va retocando el Espíritu Santo (v. 30), según la fórmula "de bueno a mejor", o como el mismo Pablo lo dice en 2 Corintios: ...somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen (imagen de la “gloria del Señor”), como por el Espíritu del Señor (3:18).

Pablo continúa esta sección de consejos prácticos para los hermanos de las cercanías de Efeso con una serie de recomendaciones (5:1–5). Las palabras conectivas por tanto (v. 1) toman en cuenta lo que ha dicho en los vv. 17–32, y señalan hacia lo que ahora quiere recomendar. La primera recomendación es afirmativa y consta de dos imperativos. El primer imperativo es sed imitadores de Dios como hijos amados (v. 1). Esto llama la atención al hecho ya asentado en 1:5, 6: Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos amados. Somos el objeto del amor de Dios. Puesto que existe esta relación paternal y amorosa, ésta debe determinar el modelo de vida que debemos imitar. La palabra “imitar” (mimetés 3402) viene de una expresión del teatro para los mimos, pero significa más que imitar los movimientos físicos. Aquí incluye expresar en carne propia el carácter y el espíritu del modelo imitado. Como en la vida actual, el niñito normalmente desea ser como su padre, y el padre bueno desea que su hijo crezca en ser como él, así deben ser los hijos de Dios.

El segundo imperativo es andad en amor, como Cristo también nos amó y se entregó por nosotros (v. 2). Como hijos amados imitando a Dios la naturaleza de nuestra conducta debe ser el amor, aquel amor ágape que no conoce ningún límite ni precio. Dado que somos el objeto del amor de Cristo y la razón de su muerte debemos aprender cómo andar en amor como acción habitual. Pablo cita el ejemplo del amor de Cristo que lo llevó a entregarse a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio en olor fragrante a Dios. El amor encarnado y ejemplificado en Cristo agradó a Dios en gran manera. La muerte vicaria y expiatoria de Cristo fue como una ofrenda voluntaria por nosotros y un sacrificio agradable a Dios. Las palabras olor fragrante se encuentran también en Filipenses 4:18 y Levítico 4:31 y se refieren a los sacrificios como algo agradable a Dios. Así que nuestro comportamiento debe de ser como una ofrenda de amor de uno mismo y un sacrificio que agrada a Dios.

Joya bíblica

Y andad en amor, como Cristo también nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio en olor fragante a Dios (5:2).

La diferencia entre Séneca y Pablo

Leed estas citas textuales de los dos grandes autores de "epístolas": Séneca, maestro estoico, y Pablo, maestro cristiano, ambos contemporáneos:

"¿Ves ese Rey de los Scitas ó de los Sármatas que lleva la diadema en la frente? Si quieres conocerlo bien y saber su verdadero precio, despójale de esa venda y encontrarás debajo muchos vicios. Pero, ¿á qué hablar de los demás? Si quieres apreciarte tú mismo, prescinde de tu dinero, casas y dignidad, y en seguida mírate por dentro: no te conformes con lo que digan de ti los demás" (Epístola LXXX de Séneca en "Epístolas Morales", edición muy antigua).

Pero cuando son denunciadas, todas las cosas son puestas en evidencia por la luz; pues lo que hace que todo sea visible es la luz. Por eso dice:

¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo! (Pablo, en Ef. 5:13, 14).

Descubrís la diferencia? La vemos en dos aspectos: a. Séneca pide al hombre culto y acomodado que se perfeccione a sí mismo; Pablo pide a toda clase de hombres que busquen conocerse a sí mismos y conocer a Dios, fuera de sí mismos; y b. La diferencia en Pablo es Jesucristo: El es el resplandor de Dios en nuestros corazones (2 Cor. 4:6).

Después de recomendar una vida modelada según el modelo ideal, Dios, y un comportamiento de autosacrificio continuo en el amor, Pablo menciona varias actitudes y acciones que deben ser evitadas (vv. 3, 4). Son inapropriadas porque representan una autoindulgencia. Tienen que ver con la vida moral de los gentiles, como la inmoralidad sexual y toda impureza o avaricia. Estas ni siquiera deben ser mencionadas más en la compañía de los cristianos. La inmoralidad sexual (pornéia 4202) significa la fornicación y cualquier relación sexual ilícita e inapropriada. La impureza (akatharsía 167) equivale a la perversidad tanto de pensamientos como de actos. En conexión con estos actos sexuales desenfrenados Pablo menciona la avaricia (pleonexía 4124), que posiblemente se refiere a los deseos lujuriosos y disolutos. Estas cosas abundaban en el ambiente social de donde habían salido los cristianos de Efeso. Ellos practicaban esta clase de vida anteriormente (2:2, 3) y por esta razón Pablo les recuerda que no se nombren más entre vosotros. Apela al hecho que ellos son santos y entre los santos estas cosas ni se hablan ni se hacen. Es un llamado a la pureza moral y la santidad.

El autor agrega algunas cosas que no son apropiadas, como la conducta indecente que es sucia, vulgar y ofensiva; tonterías o sea necedades; y bromas groseras que son chistes pornográficos que chocan la sensibilidad y el pudor de uno. Estas cosas no son apropiadas en la vida del cristiano e impiden la actitud que sí debe ocupar la mente y el tiempo del creyente, acciones de gracias. Las indulgencias sexuales y la autogratificación son características de la vida pagana, y están en contraposición con la actitud de sacrificio y gratitud que debe ocupar al creyente en Cristo. El cristiano tiene su mente en otras cosas mucho más altas y muchas razones por las que dar gracias, incluyendo el sexo debidamente disfrutado dentro del contexto que Dios ordenó. Por esta razón el sexo no debe ser el objeto de bromas ni chistes imprudentes. Pablo no está condenando el sexo como algo malo; pero sí está condenando los pensamientos malos, las actitudes incorrectas y los deseos sexuales desordenados. El sexo, por ser don de Dios al hombre para el bien de la humanidad, ha sido victimizado lastimosamente por Satanás y rebajado a lo más vano en cualquier ambiente que no disfruta del conocimiento de Cristo. Son los actos dentro de este contexto pervertido que Pablo censura.

El Apóstol concluye con una declaración oportuna y bien sabida (v. 5). Se trata de que el que continúa cometiendo actos inmorales, impuros y licenciosos no puede tener herencia en el reino de Cristo y de Dios. Además, los deseos licenciosos los describe como avaricia, la que para Pablo equivale a la idolatría. Es posible convertir al sexo en un dios para adorarlo. Las religiones paganas de los tiempos bíblicos incluyeron muchas prácticas y orgías sexuales. Fue por esta razón que Jehovah acusaba de fornicación a su pueblo rebelde que se volvió a la idolatría. La disolución moral acompañaba la idolatría. Así que la obsesión sexual fácilmente se puede identificar como idolatría.

Continuar en esta práctica y otras parecidas es evidencia de que uno no ha conocido a Cristo, y el que no conoce a Cristo, no puede tener herencia en él. De esta manera Pablo traza la línea de demarcación entre los que son de Cristo y aquellos que son del mundo gentil (4:17). Ha presentado una aplicación práctica y ética de la doctrina de la santidad de los que pertenecen a Cristo. Los que no siguen una vida santa y obediente no tendrán parte en la herencia real preparada para los que están en Cristo. El reino de Cristo y de Dios es un solo reino porque los dos son uno (Juan 10:30). Este reino es el dominio santo donde el poder y la autoridad divinos se sienten y son obedecidos. Por esta razón las cosas inmundas mencionadas no tienen parte en este reino presente, ni en el futuro.

    2.     La conducta pública y privada de los miembros del cuerpo de Cristo, 5:6-6:9

Pablo continúa la aplicación práctica de esta epístola dirigiendo su atención a la conducta pública y privada de los miembros del cuerpo de Cristo en 5:6–21. A continuación en 5:22–6:9 el autor trata las virtudes cristianas en la vida doméstica. En cierto sentido es una ampliación de lo que acaba de exponer pero, al estilo de Pablo, siempre con nuevos conceptos.

(1) La vida ejemplar de los hijos de luz, 5:6–21. Esta división comienza alertando a los hermanos que nadie os engañe con vanas palabras (v. 6). Advierte que hay el peligro de quienes quisieran presionarlos a seguir la corriente popular haciéndolos creer en mentiras. Engañar significa hacer caer en un error y es sinónimo con mentir. Vanas palabras son palabras huecas que carecen de verdad y que atrapan a los incautos, especialmente a aquellas personas tímidas e inestables en su fe. Es muy probable que el Apóstol está refiriéndose a algunos hermanos que habían sido influidos por los gnósticos que enseñaban actitudes y prácticas inmorales. Un concepto de moda en aquel tiempo, como en el nuestro, es que hay una distinción antibíblica entre la satisfacción de los apetitos del cuerpo, que para ellos era algo completamente normal y natural, y los goces del espíritu en su búsqueda de Dios.

La razón de esta advertencia tiene que ver con una consecuencia más grave, porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios. Estas cosas tienen su antecedente en las prácticas vergonzosas que se mencionan en los vv. 3 y 4, que son las mismas que los maestros falsos querían justificar. La ira de Dios (v. 6 y 2:3) expresa el repudio de Dios y su jucio y castigo contra tal comportamiento y aquellos que lo ejecutan. La expresión hijos de desobediencia se encuentra también en 2:2. Es una expresión de origen hebreo que significa “los desobedientes”. Son los que conocen la ley de Dios y la desobedecen voluntariamente.

Con firmeza Pablo manda no seáis partícipes con ellos (v. 7). Partícipes (summétocos 4830) es la misma palabra que en 3:6 se traduce con copartícipes. Es una amonestación de no tener nada que ver con ellos (los hijos de desobediencia) ni con lo que hacen. La razón por la que no deben hacerlo es obvia (v. 8). Hacía poco, los que leían esta carta habían vivido como aquellos pero ahora han sido cambiados. Pablo contrasta su condición anterior con la presente: En otro tiempo érais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Tinieblas (skótos 4655) representa la oscuridad, la vida anterior sin Cristo, y luz (fós 5457) caracteriza la nueva vida en Cristo, quien es la luz del mundo. Los que han salido de las tinieblas a la luz no deben volver atrás. Afirma que los creyentes son luz en el Se-ñor y tienen la responsabilidad de andar en luz. Pablo los exhorta enfáticamente: ¡Andad como hijos de luz! y no como hijos de desobediencia (v. 6). Su conducta debe ser un reflejo de la luz del evangelio y no de la oscuridad del pecado. El andar de uno está en relación directa con la luz que tiene. Estos habían recibido la luz de Cristo. Su comportamiento debe ejemplificar este hecho y no incluir cosas de las tinieblas.

Otra responsabilidad del creyente es dar evidencia de esa luz en su vida. El autor usa dos metáforas: fruto y luz. El fruto de la luz (v. 9a) consiste de tres cualidades éticas: bondad, justicia y verdad (v. 9b). Fruto (karpós 2590) en este contexto se refiere al resultado que produce la luz, y es una forma de la misma palabra que usaba Jesús en Juan 15:2 cuando hablaba de la vid verdadera. La idea es que la luz produce fruto apropiado en la vida de un creyente. La luz trae una buena cosecha. Donde se carece de luz no hay fruto; donde hay luz, hay fruto abundante (toda) y de buena calidad. La bondad (agathosúne 19) es todo lo que es bueno, benigno o benevolente. Otro sentido de bondad es caridad. Es lo opuesto absoluto de la maldad y la malicia. La justicia (dikaiosúne 1343) es la rectitud, la equidad, y sugiere lo que es correcto y equitativo, sin error o falla. La verdad (alétheia 225) es la veracidad, la certeza, la honestidad y aun la sinceridad.

La mayoría de las versiones, incluyendo la RVA, favorecen fruto de la la luz por representar el mejor texto en el griego de este versículo. Sin embargo, la RVR-1960 lo traduce “fruto del Espíritu” porque unos manuscritos así lo tienen, debido a lo parecido de este versículo con Gálatas 5:22 (ver la nota de RVA).

La vida que resulta en estas cualidades será una que comprueba (saborea) las cosas que agradan a Dios. Este es el sentido de lo que dice en v. 10: Aprobad lo que es agradable al Señor. El que anda en luz y su vida produce estas cualidades disfrutará de las cosas que complacen a Dios y por ende no provocará la ira de Dios (v. 6). La fórmula para agradar a Dios se halla en los vv. 9–11. La cosecha de luz en la vida cristiana es una que contrasta con la cosecha infructuosa y estéril de las tinieblas (v. 11). Pablo amonesta que el hijo de luz no debe tener ninguna participación en las infructuosas obras de las tinieblas. Las obras de la oscuridad son ocultas, corruptas y dañinas. El creyente no debe participar en ellas. Es más, debe huír de ellas y aun denunciarlas. La palabra traducida denunciadlas (elégco 1651) también quiere decir redargüir, corregir y reprender. La Versión Popular traduce esta idea con “sáquenla a la luz” y la RVR usa el término “reprendedlas”. Hay que exponer a la luz la conducta inmoral y corrupta, no sólo para condenarla, sino también para advertir del peligro y la destrucción que arrastra. Además, cabe incluir en esta denuncia a los que enseñan tales doctrinas corruptas, los que engañan con vanas palabras (v. 6). La obligación del creyente es advertir a los que no conocen a Cristo de las consecuencias de continuar en la oscuridad y las obras malas que se hacen en ella, siguiendo filosofías equivocadas. La luz del cristianismo señala y expone las obras malas y las enseñanzas torcidas de las tinieblas para corregirlas y purificarlas con el poder revelador y limpiador que viene de la verdadera luz del mundo.

La luz y las tinieblas

5:8–14

Pablo hace un contraste entre la luz y las tinieblas. Sabemos que la luz ilumina y purifica, mientras las tinieblas producen el menoscabo y el desarrollo de los microbios. La mayoría de los trabajadores del mundo trabajan de día, cuando hay luz, porque pueden rendir más. En cambio, la mayoría de los crímenes se cometen durante la noche. Los clubes nocturnos y otros lugares de diversión carnal atienden a la mayoría de los clientes de noche. Pablo dice que los frutos de la luz son bondad, justicia y verdad. Después, dice que ni quiere mencionar los frutos de las tinieblas, pero podemos saber que está refiriéndose a la maldad y los vicios que producen el engaño, la injusticia y la mentira.

Parece que Pablo cita de Isaías 60:1: ¡Levántate! ¡Resplandece! Porque ha llegado tu luz, y la gloria de Jehovah ha resplandecido sobre ti. Este versículo ha sido el lema de las organizaciones misioneras que se han dedicado a orar por los misioneros y dar sus ofrendas para el sostenimiento de ellos, mientras llevan el evangelio a los lugares más recónditos del mundo.

Pablo apela a que seamos hijos de luz, para arrojar la luz del evangelio a todas las personas que andan en las tinieblas. Cristo es la luz del mundo, pero tenemos que esparcir esa luz por medio de nuestro testimonio y vida.

En medio de su pensamiento con respecto al efecto de la luz sobre las obras infructuosas de las tinieblas al ser estas expuestas (vv. 11 y 13), Pablo incluye un pensamiento parentético (v. 12). Dice que da vergüenza aun mencionar lo que ellos hacen en secreto. Algo que da vergüenza significa una abominación o algo que se repudia. Son tan detestables esas cosas hechas a escondidas que Pablo se siente avergonzado de mencionarlas. Lo que hacen en secreto se refiere a las obras de las tinieblas que uno hace en privado o bajo la sombra de la noche cuando no puede ser detectado ni visto por nadie. Jesús habló de esta clase de conducta en Juan 3:19 y 20: Y ésta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean censuradas.

Una vez denunciadas y así expuestas a la luz, por abominables y secretas que sean, todas las obras de maldad están a la vista, bajo el escrutinio y la influencia de la luz que las alumbra. Expuestas a los rayos correctivos y sujetas al poder purificador de la luz que las alumbra el verdadero carácter de ellas está revelado. Están visibles y transparentes. De igual manera, Pablo podría estar referiéndose a las doctrinas malas (vanas palabras) que se habían infiltrado en la iglesia, que al ser denun- ciadas quedan expuestos sus errores a la luz de la verdad de Cristo. Los errores doctrinales producen errores graves en la conducta privada, y muchas veces son la razón de la falta de ética y moralidad en la vida de muchos. Estas también deben ser expuestas a la luz y escrutinio de la verdad en Cristo.

El autor concluye esta porción citando un refrán (v. 14) que fue aparentemente bien conocido en aquella epoca. Algunos comentarios sostienen que viene de Isaías 61:1, y bien podría haber sido inspirado por ese versículo. Robertson observa que es una adaptación libre de Isaías 29:19 y 61:1, lo que me parece muy probable. Otros sugieren que fue una estrofa de un himno bautismal aludiendo a lo que representa el bautismo, la resurrección de entre los muertos del alma regenerada por Cristo, cuya luz ha resplandecido en ellos. Es un cuadro apto de la experiencia de la salvación y bien podría servir como parte del formulario que se pronuncia en el momento de bautizar a un nuevo creyente. Se sugiere que fue un himno cantado en la iglesia al celebrar el día de la resurrección y fue como una invitación a los incrédulos presentes en la congregación.

Los hijos de luz no sólo deben ser vigilantes y evitar las obras de las tinieblas, tienen la responsabilidad de denunciarlas y exponerlas a la luz limpiadora y salvadora del evangelio. Después de esta advertencia, el autor pasa a dar algunos consejos pertinentes. El primer consejo tiene que ver con un comportamiento prudente (v. 15): Mirad, pues, con cuidado, cómo os comportáis es un llamado a la prudencia en cómo viven los cristianos. Mirar es función de los ojos. Aquí parece que Pablo tiene en mente los ojos del intelecto. El cuidado requiere todas las facultades mentales como físicas. El cristiano debe ser muy cuidadoso y sensato en cuanto a su comportamiento. La vida santa requiere inteligencia y responsabilidad, prudencia y sensibilidad. Se contrasta con la de los imprudentes, o sea los necios, que no se comportan con inteligencia ni responsabilidad. El necio niega a Dios y vive aparte de su mando. Como consecuencia, se corrompe y hace cosas abominables (Sal. 14:1), sustituyendo dioses falsos y siguiendo enseñanzas equivocadas.

El cristiano no debe ser así. Al contrario, vive sabiamente redimiendo el tiempo, sabiendo que los días son malos. La palabra redimiendo (exagorázo 1805) significa el pago completo del rescate, el precio necesario para conseguir plena posesión. Tiempo (kairós 2540) se refiere a la oportunidad específica que uno tiene y no tanto a un lapso de tiempo marcado por calendario o reloj. La idea es utilizar bien y hasta lo máximo cada oportunidad que uno tiene para hacer el bien y servir al Señor. La nota de la RVA sugiere una lectura opcional, aprovechando el momento oportuno, que da a entender que el cristiano sabio aprovecha el momento preciso para sacar el mejor provecho posible de cada oportunidad que se le presenta. Lo que motiva este vivir con provecho en el tiempo presente es que los días son malos. “Los tiempos son malos” es una expresión muy trillada en la actualidad debido a la situación sociopolítica que vivimos. La corrupción, la inmoralidad y la criminalidad abundan. Hay desesperación, frustración y caos en todos lados. Parece que la situación va de mal en peor. Hay más que suficiente evidencia que nos convence que los días son malos. Por esta razón el creyente debe tratar de vivir una vida sana y santa, hacer el bien que puede, utilizar cada oportunidad que tiene de vivir como verdadero hijo de luz, produciendo el fruto de la luz en su vida.

Dos desafíos

5:15, 16

1.     El desafío de comportarnos en forma correcta.

(1)     Debemos ser estrictos en nuestro comportamiento, no dejando causa de crítica. Esto quiere decir que vamos a obedecer los mandamientos que Dios nos ha dado desde el AT inclusive lo que nos enseña del NT.

(2)     Debemos ser sabios en nuestro comportamiento, dándonos cuenta de los efectos de un testimonio negativo. Esto se necesita mucho hoy en día, porque el mal testimonio de algunos cristianos puede perjudicar mucho de lo bueno que se hace.

2.     El desafío de redimir el tiempo.

(1)     Porque nos damos cuenta del valor de la oportunidad que existe. La idea es de aprovechar haciendo una inversión pequeña que nos dará una ganancia extraordinaria.

(2)     Porque el tiempo puede ser corto para testificar a otros. Pablo esperaba la segunda venida de Cristo y el fin del mundo dentro de poco tiempo, durante su propia vida. Por eso, sintió la compulsión de obrar en forma diligente.

(3)     Porque las fuerzas del mal son poderosas y pueden causar enfriamiento en el cristiano. Por las tentaciones muchos que expresaron un interés en el evangelio se enfriaron y abandonaron el camino con el tiempo.

En el v. 17 Pablo amonesta a los creyentes que no sean insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor. El cristiano sensato aprenderá qué quiere Dios que haga y lo que agrada a Dios. Procurará con ahínco hacerlo, porque hacerlo requiere esfuerzo diligente. El sabio conocerá y hará la voluntad de Dios para andar como Dios quiere que ande y hacer lo que a él le agrade. Es posible conocer la voluntad de Dios y andar como hijo de luz haciendo el fruto de la luz.

El autor cita un ejemplo de la falta de inteligencia al no buscar la voluntad de Dios, el abuso del vino que embriaga. El desenfreno al tomar mucho vino produce un descontrol de uno mismo, la embriaguez, y un comportamiento lamentable. Tal abuso está condenado en Proverbios 23:29–35. Es bien sabido que la intemperancia en el uso de las bebidas alcohólicos resulta en fuerzas violentas, acciones criminales, deseos carnales, actitudes antisociales, trastornos emocionales, pérdida racional y el olvido de Dios. Tales cosas no son compatibles con la fe cristiana y atentan contra el testimonio del creyente. Además de la consideración de los resultados vergonzosos de la embriaguez, es posible que Pablo está asociando la intemperancia en el uso del vino con algunas prácticas religiosas en ciertas religiones paganas de esa época. Por esta razón fue apropiado que él advirtiera a los efesios y otros que leyeran esta epístola que tuviesen cuidado de no emboracharse ingiriendo el vino como sus vecinos que lo hacían para entrar en comunión con los dioses paganos.

Los rituales de ciertas religiones paganas incluían la borrachera y orgías para lograr una experiencia extática y el contacto con los espíritus de sus dioses. Aún en nuestro tiempo y medio hay ciertos grupos, especialmente entre ciertas tribus indígenas y los de la cultura tipo hippie que usan elementos estupefacientes y alucinógenos en sus prácticas religiosas. Pablo advierte contra tal práctica (la borrachera) desde el punto de vista práctico porque no conviene y desde el punto de vista espiritual porque contradice el testimonio cristiano. Siendo este el caso, este mandato tiene una relación íntima con la advertencia hallada en el v. 6 en cuanto a las vanas palabras de los consejeros engañosos y la aludida conducta licenciosa mencionada en el v. 11. Tanto la intemperancia como la inmoralidad son el resultado de la insensatez en el comportamiento de uno y no caben en la vida cristiana. Pablo advierte al creyente tierno y débil de los peligros de caer víctimas de enseñanzas religiosas que conducen a prácticas dañinas y vergonzosas.

En contraste con éstas, Pablo enseña a los creyentes dónde y cómo hallar el verdadero secreto del andar cristiano prudente, limpio y obediente: Sed llenos del Espíritu (v. 18). No sólo es imperativo que los cristianos no se embriaguen llenándose de vino, es imperativo que se llenen de algo más. Este “algo más” es el Espíritu Santo. Este produce una “embriaguez” completamente diferente y constructiva. En vez de estar bajo la influencia del alcohol, los creyentes deben estar bajo la influencia del Espíritu Santo continuamente. Su vida estará bajo el control de esta presencia divina y santa. En este estado hay fuerza espiritual, gozo racional, cordura, deseos limpios y ordenados, repudio a la maldad, conciencia de lo correcto y la inclinación hacia la voluntad de Dios.

Esta exhortación fue dada a toda la iglesia en forma imperativa, no como una opción y no al individuo solo. La estructura gramatical de este versículo es tal que nos da a entender que el deber de toda la iglesia es ser llena del Espíritu en forma progresiva y constante, no una vez no más, ni por ocasiones esporádicas. Esta llenura viene a los creyentes como el objeto llenado y no como el sujeto que procura ser llenado. Tenemos que desear y permitir que el Espíritu nos llene y no hacerlo el objeto de un esfuerzo humano o de una búsqueda como para apropiarse uno de él.

Con esta metáfora comparativa Pablo quiere demostrar que como el vino posee y domina al que lo ingiere, así el Espíritu posee y controla la vida de los que lo permiten llenar. No creo que se debe tomar esta ilustración como una licencia para “embriagarse” en el espíritu (humano) a tal grado que uno pierda el control o esté fuera de sí. La presencia del Espíritu no causa una intemperancia en el comportamiento ni la disolución del carácter. Los que hablan de embriagarse del Espíritu dan lugar a un concepto equivocado de la llenura del Espíritu Santo. Hay espíritus que producen ebriedad y relajo emocional que no son de Dios. Hay que cuidarse de ellos con la misma diligencia que uno se cuida contra los espíritus intoxicantes del alcohol. Nótese que Pablo no dice que seamos embriagados (intoxicados al punto de perder el control) sino que seamos llenos del Espíritu. Donde está el Espíritu en control habrá orden, armonía y paz. El desorden, las divisiones y la intranquilidad del alma resultan, más bien, donde se carece del Espíritu. El ambiente y la vida de la iglesia deben ser completamente infundidos e influidos por el Espíritu.

Esta condición espiritual resulta en cinco acciones agradables y edificantes: hablando, cantando, alabando, dando gracias y sometiéndoos (vv. 19–21). Estos versículos dan una mirada breve y escueta al formato de los cultos religiosos que se celebraban en las iglesias del primer siglo. En vez de hablar cosas vergonzosas, las conversaciones de los hermanos cristianos serán salmos, himnos y canciones espirituales, todo lo que habla del Señor. Los creyentes cantarán al Señor y de su gloria, en lugar de cantar de los deseos licenciosos y las ambiciones vulgares de la carne. Alabarán en sus corazones al único Dios en lugar de elogiar las hazañas de los héroes mundanos. En lugar de quejarse y criticar, los creyentes serán conocidos por su sentido de gratitud a Dios por todo lo que él les concede y en toda circunstancia. Además, serán reconocidos como gente que considera el uno al otro en amor antes de a sí mismo. De esta manera marcada la iglesia se distingue claramente del mundo que la rodea y en medio del cual vive.

Como la luz produce una cosecha agradable en la iglesia y sus miembros, el Espíritu da amplia evidencia de su presencia. Es muy probable que Pablo tiene en mente la conducta de los creyentes dentro del contexto de la adoración pública. En estas ocasiones había comunión entre los hermanos presentes, indicada aquí con la expresión hablando entre vosotros. Había una conversación santa que alternaba entre exhortacion mutua y testimonios que inspiraban incorporando éstos algunas expresiones de los salmos, himnos y canciones que expresaban el sentido de su fe y alegría.

Cantar era también parte de la expresión espontánea de su fe y lo hacían como parte de sus servicios religiosos. Como Bonnett y Schroeder comentan, “todo gozo del Espíritu divino, llegado a cierto grado, se expresa por el canto”. La iglesia del primer siglo fue una iglesia que cantaba. Sin duda, no hacían falta instrumentos de cuerda y tambores para acompañarlos. Como en los tiempos bíblicos cantaban los salmos al compás de varios instrumentos, así lo hacemos hoy en día al cantar. Pablo menciona tres tipos musicales: salmos (los del AT), himnos y canciones espirituales (composiciones cristianas que daban expresión a su fe y sentimiento fervoroso). Estos coinciden con la práctica de nuestro tiempo de también cantar salmos, coros, cánticos, canciones alegres e himnos más solemnes, usando una variedad de instrumentos y estilos de interpretación. Cada uno llena una necesidad específica como parte del culto para mantener un balance entre la alabanza subjetiva y una adoración objetiva.

Lamentablemente en nuestro ambiente algunos caen en el error de repetir las mismas “alabanzas” de siempre sin son ni razón, ni pensar en lo que hacen ni por qué lo hacen. La plenitud del Espíritu en la iglesia dará curso a una amplia y variada forma de expresar la alabanza y la adoración que hay en el corazón del pueblo de Dios en medio de una comunión espiritual y una actitud de gratitud. Hay una marcada diferencia entre una iglesia llena del Espíritu y un borracho lleno de vino. Este está enloquecido por los efectos del alcohol y balbucea tonta e incoherentemente; mientras aquélla da expresión inteligente, entendible y coherente a un sentir profundo que radica en el corazón cambiado por el poder regenerador del Espíritu de Cristo.

Cantando y alabando al Señor en vuestros corazones son formas de expresar el gozo que prorrumpe de los corazones llenos del Espíritu. La adoración verdadera dará lugar a exteriorizar este gozo. El gozo nace en el corazón regenerado y es acompañado por la gratitud, que también surge del corazón del creyente agradecido. En vuestros corazones también podrá significar la sinceridad con que uno canta y alaba. Es parecido a con todo el corazón.

Otra evidencia de la plenitud del Espíritu en la iglesia es la oración que expresa la gratitud. Pablo lo expresa así: Dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (v. 20). En esta frase corta nos da cinco elementos esenciales para la oración que agrada a Dios. En primer lugar la gratitud, dando gracias. El corazón sincero será un corazón agradecido. Siempre expresa el contexto temporal de esta actitud como perpetua, todo el tiempo y en todos los tiempos, sin límites. Por todo es inclusivo y habla de cualquier cosa bajo cualquier circunstancia. Aunque no entendamos algunas cosas que nos suceden en el momento dado, debemos reconocer que Dios está consciente y obrando su voluntad aun en la adversidad, y debemos darle gracias. La gratitud es positiva y optimista, capaz de ver la mano de Dios en todo.

Otro elemento importante tiene que ver con a quién va dirigida nuestra acción de gracias, al Dios y Padre como el creador, sustentador y gobernador de todo. Dirigir la oración a otro o por medio de otro es un error, especialmente para el creyente que ya tiene pleno acceso al trono de la gracia (Heb. 4:16) y ha sido enseñado por Cristo a orar al Padre (Mat. 6:6, 9). No hay que invocar ninguna fórmula trinitaria (“en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”) como algunos suelen hacer para iniciar la oración ni antes de leer un pasaje bíblico. Tenemos permiso de dirigirnos directamente a él y pleno acceso a su trono.

El último elemento de la buena oración tiene que ver con la autoridad que tenemos de dirigirnos al Padre: En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. El nos ha autorizado a pedir en su nombre (Juan 14:13, 14; 15:16; 16:23). En él tenemos nuestra identidad que nos da derecho a pedir en su nombre sagrado. No pedimos en nuestro propio nombre, ni menos en nuestros méritos. El es quien ha abierto el camino al Padre, ha quitado el muro que antes nos separaba de él y nos ha hecho aceptos delante de Dios. La oración correcta se hace en el nombre único y exclusivo de nuestro Señor Jesucristo. El y solamente él es nuestro intercesor (Rom. 8:34).

Finalmente, tenemos otra evidencia del Espíritu. Esta es una actitud de sumisión mutua entre los hermanos (v. 21). Esta idea introduce un nuevo concepto cristiano, contrario al popular de los gentiles. Esta actitud considera a los demás y sus necesidades como más importantes que uno mismo. Es el hecho de subordinarse a otros en vez se elevarse sobre ellos. La sumisión y la consideración mutuas desplazan la soberbia, la rudeza, el egoísmo y la terquedad con respecto a las opiniones o preferencias propias. Esta sumisión está templada por una reverencia a Cristo y es el producto de la llenura del Espíritu Santo. Esta actitud de sumisión mutua en el amor fraterno y el temor santo de Cristo contribuye a la unidad de la iglesia y facilita el funcionamiento armonioso de todos los miembros en el ejercicio de sus responsabilidades sagradas. Es la prueba suprema de andar cristianamente y de ser llenos del Espíritu. Por ser tan importante, quizá es lo más difícil de poner en práctica. Atenta contra el egoísmo personal y la importancia personal. Requiere una actitud de humildad y bondad que no es natural en muchos.

Algunos comentarios incluyen el v. 21 como parte del tema que próximamente se tocará en esta epístola, el de las relaciones interfamiliares e interpersonales. Bien cabe allí, pero también está relacionado con estar lleno del Espíritu Santo como una de las muchas evidencias de ello. La sumisión mutua es parte del comportamiento y de la identidad de los hijos de luz.

    (2) Virtudes cristianas en la vida doméstica, 5:22–6:9. 

Aparentemente Pablo usa lo que expresa en el v. 21 como un eje sobre el cual hacer una transición de una aplicación general al comportamiento cristiano hacia el comportamiento cristiano en las relaciones domésticas. Estas representan las relaciones clave de la vida cotidiana y ejemplifican la iglesia descrita antes como una familia (2:19). La sujeción mutua en la iglesia halla su mejor expresión en el ideal familiar. Hay dos instituciones divinas: La familia, instituida por Dios al comienzo de la historia humana; y la iglesia, instituida por él en Cristo al comienzo de la historia cristiana. Las dos siguen el mismo modelo en cuanto a las relaciones internas. El Apóstol continúa la comparación entre el estilo de vida cristiano con el de los paganos con una mirada a la familia cristiana. Esta también debe manifestarse diferente en el medio pagano en donde se desarrolla. Para este efecto describe una serie de relaciones que deben existir en el hogar cristiano que deben ser diferentes de aquellas de los incrédulos.

Después de prestar atención a la composición, la naturaleza y el comportamiento de la iglesia, es natural que Pablo se dirija hacia la familia que la ejemplifica. Es lógico que Pablo se preocupe de la familia cristiana, pues la estructura de la iglesia refleja en un sentido la de la familia. La forma en que Pablo aborda el tema nos hace preguntar si está hablando de la familia o de la iglesia. La realidad es que habla de las dos de manera que lo que tiene que enseñar de la una refuerza lo que enseña de la otra. La familia es una figura apropiada de la iglesia, porque todos formamos parte de una familia y sabemos la importancia de una relación y participación apropiadas como miembros de ella para garantizar su armonía y éxito.

En toda institución o relación humana el orden de las relaciones es un camino de doble vía, la una de autoridad y la otra de sujeción. Pablo respeta el orden establecido por Dios en la naturaleza para aplicar la verdad de la sujeción mutua. Es muy importante tomar esta porción como parte de todo el contexto de la epístola y no como un comentario aislado sobre la familia. Como ejemplo cardinal de la sujeción mutua cristiana y su papel como evidencia de ser llenos del Espíritu, Pablo compara la familia y la iglesia en cuanto a sus relaciones esenciales. Lo hace utilizando seis pares de relaciones: esposas a esposos, esposos a esposas; hijos a padres, padres a hijos; obrero al patrón, patrón al obrero.

Apela primero a que las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor (v. 22). Es lo único que requiere de ellas. Las casadas son las mujeres en su papel u oficio como esposas. Lit. las palabras que forman este versículo en el griego no contienen un verbo y se leerían así: “Las casadas a sus propios esposos como al Señor.” Uno tiene que mirar más adelante (v. 24) o hacia atrás (v. 21) para hallar el verbo que da sentido a esta expresión. En cada caso el verbo es alguna forma del verbo sujetar o estar sujeto. La acción que este verbo implica es la de subordinarse bajo o sujetarse a la autoridad de otro, en este caso las esposas a la de los esposos. Es el hecho de renunciar los derechos de uno a otro, de la esposa al esposo. La sumisión de la esposa cristiana a su esposo halla su sentido en la misma manera que la esposa creyente se sujeta a Cristo como su Señor. Para entenderlo mejor, podríamos parafrasear este versículo para decir: “Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como ellas mismas están sujetas al Señor.”

El esposo, como el representante de Dios frente a la familia, merece la misma consideración en el nivel humano que la esposa da al Señor en el área espiritual. Pablo solamente está reiterando algo que Dios ordenó al comienzo de la historia humana. Este orden reconoce la naturaleza y las características esenciales tanto de la mujer como del hombre. El caos y la destrucción son el resultado de desobedecer este orden divino.

Vaughan señala que esta sumisión tiene tres condiciones: el amor, la voluntad y el deber cristiano. El amor generoso del esposo provee el ambiente que evoca y garantiza la sumisión de la esposa. La buena voluntad de la esposa es la respuesta de ella a la autoridad benigna que él ejerce sobre ella. La esposa cristiana, consciente de la relación que tiene con Cristo como Señor de su vida, se somete a su esposo en amor recíproco, reconociéndolo como el que Dios le ha dado como compañero y protector para que mutuamente se complementen.

La sumisión de la esposa al esposo se debe porque el esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es la cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo (v. 23). En primer lugar podemos ver esto como una interpretación lógica del orden establecido por Dios en la formación de la primera pareja. Toda institución u organización tiene una sola cabeza o autoridad principal; en el caso de la familia es el esposo. Esta es una autoridad delegada o una responsabilidad ordenada por Dios y nadie debe cambiarla o abrogarla. A la vez no es una autoridad despótica para dominar o explotar, sino es una responsabilidad sagrada que ha sido otorgada por Dios para ordenar la familia y así gobernar la sociedad. En segundo lugar esta sumisión en el matrimonio ilustra la relación íntima y vital entre Cristo como cabeza de la iglesia y la iglesia como su cuerpo. Esta relación halla su máxima expresión en la obra salvadora de Cristo en favor de la iglesia. Cristo como cabeza también es salvador. En él la iglesia realiza su existencia y halla sentido. De igual manera, en el orden divino de la creación, la mujer se halla realizada en la unión conyugal con su esposo.

El modelo de la sujeción en el matrimonio se halla en la relación de la iglesia con Cristo, una sumisión absoluta. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo (v. 24). La iglesia depende de Cristo en todo para su existencia, su sustento y su esperanza. De igual manera las esposas cristianas dependen de sus esposos en todo con respecto al contexto doméstico. Esta sumisión es el ideal que la esposa cristiana procura imitar, siempre sujeta a Cristo como su salvador y Señor en su vida espiritual y a su esposo en su vida conyugal.

Pablo considera ahora el segundo par de relaciones, de esposo a esposa. Es interesante notar que dedica más espacio a esta relación que a cualquier otra. ¿Será porque la responsabilidad del esposo es la más grande? Tiene mucho que decir en cuanto a la responsabilidad del hombre, pero nada en cuanto a sus derechos. Comienza con una recomendación fuerte para los esposos: Amad a vuestras esposas (v. 25a). Es el mismo amor que da de sí mismo para beneficio del amado. Esto introduce el concepto cristiano del amor agápe en el matrimonio, en contraste con el amor filéo y éros del matrimonio mundano. Para ilustrar qué clase de amor el esposo debe demostrar a su esposa, Pablo lo compara con el amor de Cristo por su iglesia.

Joya bíblica

Esposos, amad a vuestras esposas, así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella (5:25).

Comienza con un consejo a los esposos y termina con una emocionante descripción de la iglesia. Usa el amor de Cristo como modelo: Así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella (v. 25b). De hecho, es un amor sumisivo: Así como Cristo se negó a sí mismo y fue sacrificado para redimir a su iglesia, el hombre se entrega en amor para el bien de su esposa. Este amor gobierna las actitudes y las acciones del esposo hacia su cónyuge y desplaza cualquier tendencia áspera, egoísta o caprichosa.

Para ilustrar el tipo de amor que los esposos deben mostrar a sus esposas el Apóstol emplea cinco formas verbales para describir el amor de Cristo por su iglesia: la amó, se entregó, la santificó, la purificó, y se la presentó. Es un amor completo e inclusivo. La razón de este amor sacrificial de Cristo hacia su iglesia fue su santificación: A fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra (v. 26). La santificación de la iglesia, por un lado, fue el hecho de consagrarla, apartándola del resto del mundo para un propósito sagrado. Este hecho, por otro lado, fue el resultado del proceso purificador en el lavamiento del agua por la palabra. En la santificación y el lavamiento tenemos dos acciones complementarias. La santificación de la iglesia es hacerla santa, mientras su purificación podrá referirse al perdón de los pecados, que acompaña a la regeneración y se simboliza en el bautismo. Stott sugiere que la referencia al lavamiento pueda ser una referencia al baño nupcial practicado por la novia antes de la boda en aquella época. El lavamiento (v. 26) es una alusión al bautismo en agua como respuesta a una decisión tomada al oír el evangelio.

Semillero homilético

La iglesia: modelo y recurso de la familia cristiania

5:22–6:9

Introducción: Hispanoamérica está padeciendo también, aunque de modo retardado respecto a Europa y Angloamérica, el deterioro moral y social de su corazón histórico: la familia. La epístola a los Efesios ofrece una ayuda eficaz para la sanidad de las familias enfermas y para el fortalecimiento de las familias sanas. Pablo nos entrega aquí un modelo y un recurso para la familia.

I.     Cristo es el modelo perfecto para el esposo (vv. 23, 25–29, 32).

1.     Cristo es el modelo de "dueño de casa" (ver vv. 23, 25–29).

(1)     Es la cabeza que gobierna y representa a la iglesia (v. 23b).

(2)     Como cabeza de la iglesia, piensa y realiza la salvación (incluye la salud, la seguridad) de la iglesia (vv. 23c, 29b).

(3)     Así es el esposo de la iglesia; así debe ser el esposo de la familia cristiana (vv. 23a y 29a).

2.     Cristo es el modelo de marido afectuoso (vv. 25, 28).

(1)     Ama a la iglesia; no siente por ella una pasión egoísta (v. 25b).

(2)     Se entregó a sí mismo a la muerte por la iglesia; esa es la prueba más grande de amor auténtico (v. 25c.)

(3)     Así ama Cristo a la iglesia; así debe amar el esposo cristiano (vv. 25a, 28a).

3.     Cristo es el modelo de esposo honorable y justo (vv. 26–28).

(1)     Procuró y consiguió la purificación y belleza integral de su novia: la iglesia (v. 26).

(2)     Consiguió (y se cuidó de) el honor y dignidad de la iglesia, identificándolos con su honor y gloria propios (v. 27; ver 2:6; 1 Cor. 15:48b).

(3)     Así ha sido Cristo como novio y como esposo de la iglesia; así deben ser el novio y el esposo cristianos (v. 28).

II.     La iglesia es el modelo perfecto para la esposa (vv. 21–24).

1.     La iglesia es el modelo de sujeción "política" (ver v. 23; la iglesia tiene una cabeza que la gobierna y representa; la esposa acepta al esposo como la cabeza de su vida y familia).

2.     La iglesia es el modelo de fidelidad conyugal (vv. 21, 22).

(1)     El esposo extraño determina el adulterio.

(2)     El esposo propio asegura la fidelidad en justicia (v. 22).

(3)     El principio de sujeción y fidelidad es recíproco entre el esposo y la esposa (v. 21: sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo, y v. 33).

3.     La iglesia es modelo de sujeción sin reserva alguna (v. 24). Así como la iglesia respeta a Cristo como su cabeza, le guarda fidelidad y se le somete sin reservas como Señor, así debe comportarse la esposa cristiana con su esposo. La síntesis de todo para ambos está en el v. 33: Por tanto, cada uno de vosotros ame a su esposa como a sí mismo, y la esposa respete a su esposo.

III.     Cristo y la iglesia son un modelo de unión conyugal (vv. 28–32).

1.     El amor hacia su cónyuge coincide con el amor hacia sí mismo (v. 28).

2.     La preocupación práctica por su esposa corresponde al cuidado sustentador de Cristo por la iglesia: Es la unión existencial (de la existencia cotidiana, v. 29).

3.     El desprendimiento del esposo de su seno paternal para unirse a la esposa, corresponde al desprendimiento de Cristo de su gloria celestial para unirse a la iglesia histórica: Es la unión total (v. 30; Juan 1:14; 17:5; Ef. 4:9, 10).

4.     El modelo perfecto de unión conyugal en la familia cristiana es un misterio grande, porque se trata de la unión mística y práctica de Cristo y de la iglesia (v. 32).

IV.     La iglesia posee enseñanza apostólica, como un recurso valioso para la familia (6:1–9).

1.     La enseñanza para los hijos:

(1)     Deben honrar con obediencia a sus padres, según la voluntad del Señor (v. 1).

(2)     El honrar a los padres es un mandato con promesa en la vida presente (vv. 2, 3).

2.     La enseñanza para los padres:

(1)     Deben educar a sus hijos evitando el método de la violencia represiva (v. 4a).

(2)     Deben educar a sus hijos con el método y las instrucciones ofrecidos por el Señor de la iglesia (v. 4b; Mat. 11:29, 30; Heb. 12:5–11; 1 Tes. 2:7).

3.     La enseñanza para los trabajadores de la familia.

(1)     Cristo desea que tomen su papel laboral con justicia, respeto y sinceridad (v. 5).

(2)     No deben trabajar sólo para sacar provecho de los patrones, ni menos con una conducta engañosa; deben trabajar como ante la presencia de Dios, y esperar de él la justa recompensa a los que practican la justicia (vv. 6–8).

4.     La enseñanza para los patrones cristianos.

(1)     No deben emplear el método de "las amenazas" (v. 9a en América Latina, entre las fomas de amenaza, está la del "despido").

(2)     Deben recordar lo que saben: Que el patrón común, del trabajador y del empresario, es Dios, y que Dios ama y juzga por igual a ambos (v. 9b).

Conclusión: Esposos, esposas, hijos, padres, obreros, profesionales y patrones o empresarios: Prestad atención a la familia. Prestad atención a la iglesia de Jesucristo: Ella, con la Biblia abierta, y su consiguiente programa de enseñanza bíblica, es y tiene el modelo de un matrimonio amoroso y fiel, de una paternidad sabiamente responsable y de hijos obedientes y temerosos de Dios. Trabajadores y empresarios cristianos: Trabajad con lealtad recíproca, sed justos, reverenciad a Dios.

El objetivo de todo este proceso de amor es para presentársela a sí mismo en matrimonio celestial (v. 27). Jesús, el novio, propone recibir a su novia, la iglesia, gloriosa, radiante, esplendorosa e ideal con una perfección física, que no tenga mancha ni arruga, santa y sin falta. Con este amor tan perfecto en mente, Pablo vuelve el pensamiento hacia el esposo con respecto al amor que él proporciona a su esposa (v. 28). Este amor apela al cuidado afectuoso que uno mismo da a su propio cuerpo. La pauta para este pensamiento está en el hecho de que nadie abusa de su propio cuerpo, sino que lo cuida y sustenta, tal como Cristo a la iglesia (v. 29). Otra vez Pablo apela al cuidado que Jesús da a su iglesia como el modelo del cuidado que el esposo da a su esposa.

La expresión porque somos miembros de su cuerpo (v. 30) se refiere a que los creyentes pertenecen al cuerpo de Cristo, la iglesia, la que a la vez es aludida aquí como su novia amada. Este amor es tan poderoso que el novio está dispuesto a separarse de su padre y de su madre para unirse a su esposa (v. 32). Como alguien ha dicho “casados se puede escribir casa dos”. La atracción conyugal es más fuerte que los vínculos paternales. El amor que el esposo siente hacia su novia es más poderoso que el amor para los padres y resulta en una unión íntegra. Y serán los dos una sola carne es una cita que recuerda lo que sucedió en Edén (Gén. 2:24) y lo que ratificó Jesús (Mat. 19:5). Describe la unidad que caracteriza al matrimonio y que a la vez se usa para señalar la íntima y vital unión de la iglesia en Cristo y el amor que él tiene por ella.

Esta unión entre hombre y mujer lleva al Apóstol a describirla como un gran misterio (v. 32). Esta es la quinta vez de seis que emplea esta palabra en esta epístola. En 3:3, 4 y 9 habla del misterio en Cristo que le fue revelado con respecto a la iglesia y su misión sagrada. Ahora, al contemplar la unidad íntima del matrimonio, Pablo halla en ella una analogía para describir la unión de la iglesia con Cristo. Para él (y nosotros) esto sí es un gran misterio; pero no es un secreto escondido, es una verdad que ha sido revelada. De esta manera Pablo concluye la comparación entre la iglesia y el matrimonio.

Termina esta porción reiterando el deber matrimonial entre los esposos con una recomendación final a los dos en el v. 33: Por tanto se refiere a lo dicho hasta aquí con respecto al amor de Cristo para la iglesia como modelo del amor que cada esposo debe tener a su propia esposa y la sumisión respetuosa de la esposa hacia su esposo. Aunque el papel de cada cónyuge es distinto, hay una igualdad de responsabilidad mutua y complementaria para cada uno. De esta manera contribuyen a la armonía y unión familiar y fortalecen la unidad de la iglesia. Más que todo, honran a Dios.

Aunque el v. 33 es el último del cap. 5, no es el final de la sección que estamos considerando (5:22–6:9). Esta continúa hasta el v. 9, después del cual hay un cambio del tema. Siguiendo el orden de responsabilidades en el seno familiar, Pablo dirige algunas palabras a hijos y padres con respecto de sus relaciones mutuas (6:1–4). Estas relaciones entre hijos y padres y padres e hijos son naturales, pero en el terreno espiritual dependen de y reflejan una relación personal con Cristo como Señor en ambos casos.

El deber incuestionable de los hijos cristianos es obedecer a sus padres: Hijos, obedeced en el Señor, a vuestros padres, porque esto es justo (6:1). Además de ser propio y lógico en el orden establecido por Dios, es apropiado como hijos cristianos obedecer a sus padres para practicar así el principio de la sumisión que fue dado en 5:21. Expresa la fe que tienen en Cristo y demuestra el amor que ésta produce. Es más, esto es justo. Es natural esperar la obediencia de los hijos porque es correcto en cualquier sociedad que estos obedezcan a sus padres. Este principio forma parte de la ley de Dios dada en lo que conocemos como los diez mandamientos (Exo. 20:12; Deut. 5:16). El Apóstol lo cita en los vv. 2 y 3, añadiendo el comentario que es el primer mandamiento con promesa. La obediencia cumple el mandato de Dios que dice: Honra a tu padre y a tu madre. Honrar significa respetar y considerar a los padres en amor, y se manifesta en la obediencia. El mejor ejemplo de esto que tenemos se halla en Lucas 2:51, que dice de Jesús: estaba sujeto a ellos. El niño Jesús obedecía a José y María. De todo lo que puede hacer el hijo, no hay nada que iguale a la obediencia.

La obediencia filial contribuye a un ambiente en el hogar que promueve al bienestar de la familia y prolonga la vida. Además, honra a Dios y respeta lo que él ha establecido. A la inversa, la desobediencia de los hijos destruye la unidad familiar y afecta en cadena la unidad eclesiástica.

Pablo tiene también un consejo oportuno para los padres con respecto a como tratan a sus hijos y el ejemplo que deben ser delante de ellos (v. 4). El Apóstol aborda el tema del trato paternal primero desde un punto de vista negativo. Dice: No provoquéis a ira a vuestros hijos (v. 4a). Pablo estuvo bien consciente de la ley romana que concedió al padre el derecho de vida o muerte sobre sus hijos (ver el comentario sobre 1:5). En esta porción in- troduce una ética cristiana en la arena del hogar. Los padres en su trato con los hijos deben cuidarse de ser ásperos y rígidos al grado que hagan que los hijos se enojen o llenen de ira. “Provocar a ira” también significa causar exasperación. Los padres no deben conducirse despóticamente con sus hijos y descargar sobre ellos sus frustraciones y hostilidades. Un trato que sea inconsistente y cruel de parte del padre confunde a los hijos, causa problemas emocionales y despierta resentimientos. Trae consecuencias lamentables, especialmente para la unidad de la familia y aun de la iglesia. Uno de los problemas más graves de nuestra época es el del abuso físico y emocional de los niños de parte de los padres.

El aspecto positivo de este consejo tiene que ver con la crianza de los hijos en la disciplina y la instrucción del Señor (v. 4b). Aquí significa más la enseñanza verbal o formación que el padre da al hijo continuamente y no tanto el castigo que le dispensa. El padre cristiano como cabeza y guía espiritual de la familia instruirá a su hijo cristiano en las cosas del Señor y en su Palabra, siendo guiado por el contenido de la fe mutua que abrazan y por el mismo Espíritu que los guía.

Las relaciones domésticas no se limitan a las matrimoniales y filiales. Incluyen las relaciones laborales entre trabajadores y patrones. En la época neotestamentaria habían dos instituciones humanas que existían dentro del marco del hogar: La esclavitud o servidumbre y la industria hogareña que dependía de la primera. A partir del v. 5 el Apóstol elabora una serie de recomendaciones para los trabajadores cristianos. Consisten principalmente de dos acciones; obedecer y servir.

Siervos es dóulos 1401, que algunos traducen como esclavos. La esclavitud prevalecía en los tiempos bíblicos porque la ética cristiana todavía no se hacía sentir como en los últimos dos o tres siglos. Los esclavos fueron hombres, mujeres y niños de las ciudades y naciones conquistadas por los ejércitos invasores y llevados para ser vendidos a la esclavitud. Llegaron a ser propiedad del que los comprara. Los niños nacidos en esta condición se criaron como esclavos para servir a su amo. Además, hijos e hijas que el padre no quería tener fueron rechazados y condenados a ser vendidos como esclavos. A veces las personas que adeudaban grandes cantidades que no podían pagar fueron vendidas a la esclavitud para satisfacer la deuda. Fue una institución inhumana caracterizada por la humillación, la brutalidad y otros abusos, tanto de parte del amo como de parte del esclavo listo e inescrupuloso. Estos representaban un alto porcentaje de la población en algunos lugares del Imperio Romano. Algunas veces los esclavos gozaban de un buen trato y hasta fueron apreciados y considerados con confianza. Ejemplo de esto es el caso de Onésimo, esclavo inútil de Filemón que aparentemente había robado a su amo y fue capturado y encarcelado en Roma. Fue allí que conoció a Pablo y fue convertido al evangelio. Al lograr su libertad regresó al hogar de su dueño, portando una preciosa carta de recomendación. Es probable que acompañó a Tíquico, el portador de la carta que estamos estudiando y otras para las iglesias vecinas.

Entre los creyentes del primer siglo había muchos que fueron sirvientes o esclavos. Algunos atendían los quehaceres domésticos, otros trabajaban en la producción agrícola o industrial que generalmente estaba vinculada con el hogar. Algunos siervos ocupaban puestos de confianza como mayordomos y maestros. Todos estos representaban la fuerza laboral de su época. En nuestro medio, ya que la esclavitud está abolida, estos representarían a la clase trabajadora, los empleados de empresas, tanto públicas como privadas. Por esta razón tenemos que comprender “empleados” o “trabajadores” en lugar de siervos o esclavos. Para ellos y éstos Pablo tiene una exhortación cristiana. Les dice: Siervos, obedeced a los que son vuestros amos en la tierra (v. 5). Pablo no recomendó ninguna acción que agitara el orden o fomentara la rebelión. En cambio les instruye a continuar obedeciendo sin interrupción a sus amos terrenales en el mismo espíritu de sumisión expuesto en 5:21. La palabra “obedecer” es la misma empleada en el v. 1 con respecto a los hijos. Legal y moralmente los siervos estaban sujetos a los amos. Estos tenían autoridad de vida o muerte sobre la vida de sus esclavos, un derecho que estaba garantizado por la ley romana. Obedecer fue el deber incuestionable e invariable de un esclavo.

Los que son vuestros amos en la tierra, según la nota de RVA significa los que son vuestros señores según la carne. Esta frase representa la condición temporal de la relación amosiervo que se expresa como autoridadsumisión. El creyente sabe que esta situación es provisional y reconoce que él tiene a un Amo más allá de esta tierra a quien está sujeto espiritualmente y a quien sirve.

Al deber de obedecer Pablo añade tres condiciones: con temor y temblor, con sinceridad del corazón y como al Señor. La primera de estas habla del respeto y la solicitud del trabajador responsable que se afana por cumplir lo que se le pide hacer y desea hacerlo bien. Esta es la actitud cristiana hacia el trabajo en contraste con una actitud no cristiana que trabaja más por temor a las exigencias y regaños del patrón. Otra condición que caracteriza al trabajador cristiano es la sinceridad de corazón, que significa la sencillez y la integridad. El trabajador cristiano siempre trabaja de buena gana, con entusiasmo y honradez, y no fingiendo, aun cuando las condiciones sean adversas. La tercera condición sirve como una motivación cristiana, como al Señor, como esclavos del Señor, tal como Pablo se sentía (Rom. 1:1; 1 Cor. 9:19). Todo lo que haga el cristiano debe ser influido por la nueva relación que tiene ahora en Cristo. Considera al trabajo responsable y bien hecho como un tributo al Señor. Su vida es consagrada a Jesús, por esto su trabajo también es consagrado. Esto es parte de su testimonio, especialmente delante de un amo incrédulo.

En el v. 6, Pablo amplía lo que quiere decir, instando a los siervos a que obedezcan y trabajen conscientemente todo el tiempo, no sólo cuando esté presente y mirando el amo, para impresionarlo y así engañarlo. En cambio, deben ser conscientes, constantes y cumplidos en el trabajo como siervos del Señor y como su deber cristiano delante de sus amos. El motivo supremo de esta obediencia es agradar a Dios: haciendo la voluntad de Dios con ánimo (v. 6). El obrero cristiano fiel, obediente y de buen ánimo hace la voluntad de Dios de buena voluntad (v. 7) y no por obligación. El obrero cristiano se caracteriza por su ánimo voluntario y sirve como que el trabajo que está haciendo lo hace para el Señor y no como que lo está haciendo para los hombres. Sabe bien que su recompensa no es de este mundo, el reconocimiento de los hombres; sino que recibirá en la eternidad una recompensa aún mayor de parte del Señor a quien obedece y sirve y de quien el amo a quien sirve en la tierra es solamente una figura. Con estos preceptos Pablo describe una ética cristiana del trabajo radicalmente distinta del concepto popular sostenido en su tiempo (y también en el nuestro).

Joya bíblica

Servid de buena voluntad, como al Señor, no como a los hombres, sabiendo que el bien que haga cada uno, eso recibirá de parte del Señor, sea siervo o libre (6:7, 8).

Este es un principio que puede ser equiparado a la famosa “regla de oro” de Mateo 7:12. Si cada cristiano cumple así su trabajo, entonces podremos ver un mundo cambiado.

Pero, el peso de la responsabilidad de buenas relaciones laborales no descansa solamente sobre el siervotrabajador. Pablo señala la obligación del amo cristiano en el v. 9: Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo. O sea que el amo ha de brindar al obrero la misma consideración que él demanda. El principio de la sumisión mutua se aplica también en el área de las relaciones entre patrón y obrero. El comportamiento del patrón cristiano debe estar al nivel de aquel del obrero cristiano. Pablo señala que los amos deben abstenerse de amenazar a sus obreros. Las amenazas injustas, los abusos físicos y el desprecio que imperaba en esa época rebajaban a los esclavos a un nivel subhumano. Esta situación social impuso un conflicto sobre el amo cristiano. Por un lado, la ley y la práctica común permitió un trato brusco e inhumano a los siervosesclavos de parte de sus amos. Por otro lado, los principios cristianos dictaron un trato humano y digno hacia los obreros, como a iguales.

La justificación del argumento de Pablo es que ambos, el amo y el obrero, tienen el mismo Señor y amo celestial, Jesucristo. Además, delante de él, el alma del siervo es tan preciosa como la del amo. Con Dios no hay favoritos ni inferiores. Los dos son el producto espiritual del mismo evangelio, salvados por la misma sangre. La misma gracia basta para salvar al siervo como al amo. Sin embargo, preguntamos: ¿Cómo deben ser las relaciones dado el caso que no sea creyente una parte, ya sea esposa o esposo, hijo o padre, siervo o amo? El que es creyente tiene mayor razón todavía de acatar esta enseñanza de Pablo. Una actitud contraria o una ética menos elevado será contradictoria con la fe que profesa y manchará el testimonio del cristiano. El ideal cristiano sigue siendo la pauta aunque las condiciones no sean ideales.

Con esta nota Pablo concluye la sección que trata las relaciones domésticas y sociales de los creyentes. Estas demandan una ética elevada y un comportamiento ejemplar. Así demostrarán que son llenos del Espíritu (5:18), imitadores de Dios (5:1), y que están andando de una manera digna de la vocación cristiana (4:1).

    3.     Precauciones para una vida victoriosa, 6:10-20

(1) Fortalecidos en el Señor contra el diablo, 6:10–12. Al comienzo de este estudio indicamos que el tema de esta epístola es: La gloria de Dios en la iglesia. Desde el primer capítulo hemos visto cómo Dios ha tenido un propósito eterno que se cumplió en la vida y ministerio de Cristo, particularmente en su muerte y resurrección. Hemos palpado cómo este propósito divino alcanza hasta nosotros, reuniéndonos en Cristo en un solo cuerpo, la iglesia. Sabemos por la historia bíblica que desde la creación ha habido una contienda de parte de Satanás contra Dios y su propósito. Los campos de batalla se ven en el Edén, en el desierto durante el éxodo, en medio del pueblo de Israel y aún en el palacio del rey David. Satanás hizo todo lo que pudo para destruir y frustrar el plan de Dios. Máximo, trató de destruirlo en la persona de Jesús por medio de la furia del rey Herodes, las tentaciones en el desierto, la debilidad de los apóstoles, en Getsemaní y aun en la cruz. Pero Satanás no pudo contra Dios; Cristo fue victorioso. Como resultado estableció su iglesia y la comisionó como su representante personal para extender su reino en la tierra. Siendo este el caso, la iglesia está continuamente bajo un asalto diabólico sin tregua. Por esto, necesita ser consciente del peligro y debe mantenerse preparada en el Señor para poder vencer en la lucha que libra Satanás contra ella.

Hasta aquí el apóstol Pablo ha tocado el comportamiento de los cristianos solamente en el terreno humano y físico de la vida cotidiana. Ahora pasa a considerar otro frente de lucha. La vida espiritual es una lucha continua en dos frentes de combate. Tenemos el frente visible en el contexto de nuestros contactos y conflictos diarios en el mundo en el cual vivimos. Como cristianos vivimos en constante tensión y potencial conflicto con el ambiente social en que nos desarrollamos. Está también el frente invisible y beligerante que se describe en 6:10–20. Este frente, aunque invisible, es formidable y temeroso. Requiere fibra moral y armamento espiritual apropiado para la contienda. En esta sección nos da la formula para ser vencedores: depender del poder del Señor (vv. 10–12), ser debidamente vestidos (armados) para la contienda (vv. 13–18), y amparados por la oración (vv. 19, 20).

Con la expresión por lo demás (v. 10) Pablo señala que está llegando a la conclusión y al clímax de la epístola. Antes de terminarla quiere llamar la atención de sus lectores al peligro que asecha a la iglesia de Cristo y a cada uno de ellos como creyentes. Para esto se basa en la obra maravillosa de Dios que abarca la eternidad pasada y se extiende a la eternidad futura. Toma en cuenta la obra redentora de Cristo en favor del hombre pecador, incluyendo hasta los gentiles. No ignora la presencia y el poder del Espíritu Santo operando en los creyentes en una vida cambiada. Incluye la unidad de la iglesia en medio de la diversidad de los que la componen, y recuerda la vida radicalmente diferente de los creyentes. Ahora, alerta a esta iglesia y a los creyentes a tomar medidas preparatorias y preventivas para defenderse en la lucha contra el adversario que se opone a todo lo que Dios ha hecho en Cristo y su iglesia desde antes del comienzo del tiempo.

Pablo llama a los creyentes a fortificarse en dos sentidos, primero en el Señor y luego en el poder de su fuerza (v. 10). A pesar de la perfecta salvación del creyente, la preciosa unidad de la iglesia y la bella armonía de la familia, todos estos estarán siempre expuestos a las amenazas del maligno y en peligro de un combate mortal. Requiere preparación para confrontar al enemigo y poder para resistir sus asaltos. Tanto el creyente como la iglesia serán el blanco constante de los ataques de Satanás. Para estar preparado para esta eventualidad inminente el cristiano necesita una defensa adecuada y una fuente de fuerza confiable.

Pablo los urge diciendo: Fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza (v. 10). Esto significa robustecerse en Cristo y tomar su energía de él. Es decir que el creyente debe hacerse fuerte en Cristo, porque aparte de él no tiene fuerza. La fuente de nuestro poder es el Señor mismo. Para estar debidamente preparados para el combate con Satanás, los creyentes tienen que escudarse en el Señor como forteleza segura y depender de él como la fuente única de fuerza. Pablo usa una variedad de palabras con casi el mismo significado pero con suficiente diferencia para dar más énfasis a lo que quiere decir. En el v. 10 hallamos la forma verbal fortaleceos (ponerse en forma espiritual), el sustantivo poder (aquel poder inherente y activo en Dios) y también fuerza (la habilidad de Dios de actuar). Combinados en esta declaración enfatizan que el cristiano debe depender absolutamente de Dios y su poder. La primera necesidad para la contienda es el poder que proviene de Dios.

Otra parte de la fórmula para ser vencedores como soldados cristianos es la vestidura apropiada. De igual manera que Dios es la fuente de poder para el cristiano en la contienda contra Satanás, él ha provisto la armadura necesaria. Pablo instruye a los creyentes: Vestíos de toda la armadura de Dios (v. 11a). El cristiano debe estar preparado en todo tiempo. Al decir vestíos Pablo implica que el creyente debe vestirse de una vez y luego mantenerse siempre preparado. Toda la armadura de Dios significa la armadura completa de Dios. No es un armamento ordinario porque es de Dios; ni es opcional, porque cada pieza complementa a la otra y cumple una función importante. Será descrita en más detalle en los vv. 13–17.

Mientras tanto, Pablo explica la razón de este estado de preparación: Para que podáis hacer frente a las intrigas del diablo (v. 11b). Hay un enemigo formidable, identificado aquí como el diablo, el acusador o calumniador que siempre está en pie de guerra, agitando y molestando. El diablo es identificado en la Biblia como Satanás, el detractor o adversario. No hay cómo evitarlo. Hacer frente significa aquella actitud de preparación constante que el soldado mantiene para estar firme frente al enemigo para resistirlo. Este enemigo es sutil y astuto; sabe usar muchos métodos para enredar a los creyentes y derrotar a la iglesia. La palabra intrigas (methodéia 3180) significa engaño o decepción. Al cristiano le compete estar siempre preparado y listo para hacer frente al diablo, contando con el poder del Señor y vestido con la armadura que Dios provee.

La guerra que hace el diablo no es una guerra convencional, sino es una lucha subversiva en terrenos tramposos con tácticas cada vez novedosas. Pablo explica esto en el v. 12a: Porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne. La palabra lucha (pále 3823) aparece solamente aquí en el NT y significa un tipo de combate cuerpo a cuerpo que no termina hasta que uno de los combatientes esté vencido o herido mortalmente. En este caso, el asaltante no es un adversario humano que se pude ver y sentir, ni físico como la carne propia del creyente que por su cuenta le da suficientes problemas. Además, no es un sólo combatiente, son muchos. Pablo los describe como principados... autoridades... gobernantes de estas tinieblas... espíritus de maldad en lugares celestiales. Como que un enemigo físico y humano no fuese suficiente, esta lucha monta un ejército asombroso de enemigos contra el creyente y contra la iglesia. Esta lista repite algunas fuerzas mencionadas en 2:2 con adiciones y alude a las tinieblas mencionadas en 5:8 y 11.

Pablo describe un reino espiritual organizado y operando en una esfera aparte del mundo natural que el cristiano conoce y en el cual se desarrolla la iglesia. Los términos usados para describir esta esfera y sus huestes implican una jerarquía antagonista bien organizada. Cada término está precedido por la palabra contra, dando a entender que cada uno representa una categoría de actividad demoníaca o nivel de autoridad diferente. Estas no son clases diferentes de enemigos, sino fuerzas contra Dios y su pueblo. Son las fuerzas bajo el control de su jefe, Satanás, estructurado de tal modo que cada categoría describe diferentes aspectos de una estrategia global, como rango, autoridad, control y estación de batalla.

Principado (arcé 746) es la jurisdicción de un príncipe, que aquí incluye a Satanás y todos sus subalternos. Las autoridades (exousía 1849) son potencias que tienen poder e influencia sobre alguna jurisdicción específica. El tercer rango son los gobernantes de estas tinieblas, los dominadores del mundo de las tinieblas o los poderes cósmicos de las tinieblas que gobiernan en este mundo pecador. Estos serán aquellos demonios que se han infiltrado en muchos sistemas políticos y humanistas aun de nuestro tiempo que pretenden dominar el sistema mundial y consolidarlo bajo un solo y nuevo orden sociopolítico. Ejemplo de esto es el movimiento contemporáneo de la Nueva Era.

La cuarta categoría se compone de los espíritus de maldad en lugares celestiales. Estos son las hordas de espíritus malignos que habitan y actúan en el mundo invisible. Lugares celestiales no es sinónimo aquí con el cielo, sino representa aquella esfera o mundo espiritual que trasciende lo físico y temporal. Con mayor razón tenemos que tener cuidado y estar prevenidos los cristianos que estamos gozándonos de toda bendición espiritual en los lugares celestiales (1:3b). Las huestes antagónicas y diabólicas han invadido la esfera donde se desarrolla la vida espiritual del creyente y donde habita la iglesia universal e invisible de Cristo, y están librando un combate tenaz contra nosotros, la iglesia.

    (2) Debidamente armados y vigilantes para el combate, 6:13–18. 

En vista de tal realidad, Pablo ordena a la iglesia en general y a los creyentes en particular que tomen toda la armadura de Dios (v. 13a). Es un mandato de tomar las armas que Dios nos ha provisto para defendernos. Nuestro Dios no nos ha olvidado ni abandonado. El ha provisto precisamente el armamento completo y adecuado para nuestra defensa y el creyente tiene que emplear cada pieza, sin faltar ninguna. Nótese que entre el armamento la mayoría es de carácter defensivo y solamente hay una que se puede calificar como ofensiva. Y ésta se emplea también para la protección y no sólo para la agresión. En esta armadura el cristiano tiene todo lo que necesita para cuidarse contra el diablo y resistirlo. Pablo explica que la razón de esta armadura es para que podáis resistir en el día malo, y después de haberlo logrado todo, quedar firmes (v. 13b). Aquí hay dos deberes del cristiano debidamente armado: Resistir los asaltos diabólicos y permanecer firmes.

El día malo representa las veces cuando parece que hay más tentaciones, pruebas y crisis espirituales que en cualquier otro tiempo, cuando Satanás parece atacarnos con más furia. Son ocasiones como estas cuando hay que resistir con más diligencia. Pablo agrega que habiendo logrado éxito en tales ocasiones, venciendo a los asaltantes, hay que mantenerse siempre en pie, alertas y preparados (quedar firmes). El cristiano vencedor nunca baja la guardia porque en el momento menos esperado el enemigo vuelve. Nunca nos deja en paz, aunque cada victoria sobre él lo deja debilitado. La victoria no está en el haber resistido al diablo una vez, sino en permanecer firmes contra cualquier otra eventual agresión.

Pablo instruye a los cristianos acerca de cómo vestirse para permanecer firmes ante el enemigo y sus huestes. El estado de preparación que él describe requiere que el creyente esté debidamente uniformado y equipado. Hay seis partes que se debe poner o tomar para estar preparado, que son: el cinturón, la coraza, el calzado, el escudo, el casco y la espada. Cada parte cumple con una función estratégica en la protección del soldado. El apóstol Pablo estuvo muy familiarizado con la vestimenta y armadura de un soldado romano porque estaba vigilado día y noche por soldados que tomaron turno para guardarlo. Cada prenda o pieza que Pablo menciona la usa como figura dándole un significado espiritual.

Ceñidos con el cinturón de la verdad (v. 14a) alude al hecho de fajarse bien con un cinto ancho de cuero que servía para ajustar la túnica, proteger la parte posterior del cuerpo (los lomos) y sostener la vaina que portaba la espada. El cinturón también dejaba libres las manos para otras cosas. Verdad aquí representa la sinceridad o integridad con que vive el cristiano. También podrá significar la fe del creyente en Cristo quien es la verdad (Juan 14:6) y la verdad de la Palabra de Dios (Juan 17:17) en el creyente que le protegen contra cualquier mentira o engaño que el diablo intente usar en su contra.

Después del cinturón el soldado cristiano se pone la coraza de justicia (v. 14b). La coraza era la armadura que protegía el busto y fue hecha de cuero, metal o madera. Cubría el pecho y a veces la espalda donde se encuentran el corazón y otras partes vitales del cuerpo. En este contexto, la coraza es la justicia perfecta de Dios en Cristo Jesús que protege al cristiano al haberlo justificado de sus pecados; ya no hay ninguna condenación contra él (Rom. 8:1, 33, 34). Cuando venga el calumniador con sus acusaciones, la coraza de justicia es la defensa del creyente (Rom. 3:24; 5:1, 9). La justicia de Dios como una coraza cubre y protege las áreas vitales de la vida espiritual del creyente.

Semillero homilético

El código militar de la iglesia

6:10–20

Introducción: Según el NT, la iglesia es la vanguardia del reino de Dios, en guerra contra el reino de las tinieblas. Pablo termina la epístola a los Efesios con una magistral instrucción militar para la iglesia de Efeso. Se trata de instrucciones y reglas para la milicia de los cristianos que están en plena batalla campal, una verdadera "guerra mundial" iniciada por Satanás. Pablo instruye sobre la naturaleza de la guerra y la estrategia en la batalla.

I.     Sobre la naturaleza de la guerra (vv. 11b, 12).

1.     Es una guerra antidiabólica; de naturaleza moral y espiritual (vv. 11b, 12a).

2.     Es una lucha contra misteriosas estructuras de poder (vv. 12b, c, 20).

(1)     Estos poderes fueron empleados en contra del Señor de la iglesia (ver Luc. 4:5, 6; 1 Cor. 8:5; 2:8; Hech. 3:13, 17).

(2)     Detrás de todo, estos poderes son espíritus de maldad en los lugares celestiales (v. 12c).

(3)     Estos poderes tienen a Pablo encadenado en la capital del César anticristo (v. 20).

II.     Sobre la estrategia en la batalla (vv. 10, 11a, 13–18).

1.     Gimnasia intensiva para fortalecerse (v. 10).

(1)     Bajo la dirección del Capitán: Jesucristo.

(2)     Adquiriendo fortaleza con el poder de la fuerza del mismo capitán, el Señor.

2.     Armadura para la defensa y el ataque (vv. 11a, 13–17). Las huestes de las tinieblas iniciaron la guerra; la iglesia está obligada a avanzar luchando (ver Mat. 16:18).

(1)     Se requiere la armadura completa (vv. 11a, 13a ver Isa. 59:16 y sigs.).

(2)     Armas defensivas (vv. 14–17a).

a.     El cinturón de la verdad.

b.     La coraza de justicia (ver Rom. 8:33, 34).

c.     Las botas del evangelio de paz (ver Rom. 10:15).

d.     El escudo de la fe.

e.     El casco de la salvación.

(3)     Armas de ofensiva (vv. 15, 17b, 20).

a.     Las botas de avance con el evangelio de paz (v. 15).

b.     La espada del Espíritu: La palabra de Dios (v. 17b; ver Heb. 4:12).

c.     Embajadores valerosos y sufrientes (v. 20; ver 2 Cor. 5:20).

3.     Un método de comunicación con el Cuartel General: la oración (v. 18).

(1)     La oración orientada por el Espíritu Santo (ver Rom. 8:26): orando... en el Espíritu.

(2)     La oración mantiene a la tropa en vigilia continua: vigilando con toda perseverancia.

(3)     La oración mantiene unidos a los combatientes: por todos los santos.

Conclusión: Fortalecimiento, defensa, ataque y comunicación para más fuerza y refuerzos. Este es el resumen de este breve código de guerra de la iglesia. El objetivo final de las batallas palpita en el fondo de las instrucciones: Ganar la victoria con Cristo y para la gloria de tan magnífico Comandante (4:8–10; 1:10).

Un soldado tenía que tener libertad para moverse. Por esto los pies tenían que estar bien calzados. En el caso de los soldados romanos, generalmente llevaban puestas sandalias con suelas de cuero grueso y correas que se amarraban alrededor de los tobillos. Estas facilitaban el movimiento rápido y la agilidad, además de proteger los pies. El calzado del creyente es la preparación para proclamar el evangelio de paz (v. 15). Los cristianos tienen que estar preparados con el evangelio de paz y prestos para anunciarlo. La paz interior que viene de conocer a Cristo y estar reconciliados con Dios produce en los creyentes el deseo de llevarla a los que no la tienen. El calzado es la prenda misionera de los cristianos y bien podría representar la verdadera ofensiva de esta contienda contra Satanás.

Pablo introduce la próxima parte: y sobre todo que puede entenderse “además de todo esto”. El resto de la armadura sin la parte que ahora menciona no sería eficaz. El escudo, generalmente hecho de madera cubierta de cuero, era grande y liviano para maniobrarlo fácilmente. Servía para interceptar y apagar los dardos cubiertos de una sustancia inflamble y evitar ser alcanzados por ellos. Era necesario en el combate. De esta misma manera, el escudo de la fe sirve al creyente cuando arrecia la batalla y el enemigo comienza a asaltarlo con armas destructivas. Los dardos de fuego fueron usados para incendiar las puertas y los edificios, y aun la ropa de las personas. El maligno es cruel y pertinaz en su asalto contra el cristiano y procura destruirlo de cualquier modo. El escudo de la fe es una confianza absoluta en Cristo, nuestro adalid. Es el único armamento indicado para la defensa en tales asaltos.

Concluyendo la lista Pablo advierte: Tomad también el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (v. 17). El uniforme sería incompleto sin el casco que protege la cabeza, y el armamento insuficiente sin la espada. Con la cabeza descubierta el soldado es vulnerable a los golpes que le propina el enemigo. Pablo urge al creyente a aceptar y llevar puesta la salvación como un casco protector. Hay que confiar en la gracia salvadora de Cristo y no dudarla. El que duda de su salvación o se siente incierto de ella será como un soldado que no ha llevado su casco, expuesto a los golpes que da el diablo. El casco era hecho de algún metal que podría resistir y amortiguar los golpes. La salvación que tiene el creyente en Cristo es una protección que puede resistir los golpes de duda e incertidumbre del adversario.

La única arma ofensiva que Pablo menciona es la espada, pero ésta basta. Las espadas empleadas por los soldados romanos estaban hechas de metales templados y afilados, fuertes y cortantes. Pablo compara la Palabra de Dios con una espada, pero no es una espada común y corriente. Es la espada que el Espíritu suministra al creyente. La Palabra de Dios en las manos del creyente es el arma que el Espíritu le ha dado para ser usada como una espada filosa cuando es atacado por el diablo. Ante ella Satanás huye como hizo cuando Jesús usaba la Palabra de Dios durante las tentaciones en el desierto (Mat. 4:1–11). Tres veces dijo Jesús escrito está. La Biblia es la única arma ofensiva que necesitan el cristiano y la iglesia para hacer correr a Satanás y sus huestes. No necesitamos otro libro, ni argumentos humanos, ni ideas brillantes; solamente la Biblia, la Palabra autoritativa de Dios. A la vez, la Biblia es una arma defensiva, porque en ella hay una reserva inagotable de consejos y consuelos para sostenernos en el calor de la batalla. Para ser eficaz en cualquier situación, tiene que ser tomada y usada por el creyente.

Todavía falta algo más, la oración. Hay dos cosas necesarias en esta batalla espiritual: el armamento apropiado y la oración. El soldado, por más que esté equipado y entrenado, si no se mantiene en contacto con su comandante no va a poder luchar bien. La oración es el medio de comunicación del cristiano con su alto comandante, Dios. Por ella recibimos dirección y consejos, y por ella comunicamos necesidades y problemas. Pablo señala dos características de esta comunicación espiritual. Primero dice: Orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego (v. 18a). Esta manera enfática de Pablo acentúa la importancia de la oración. En todo tiempo en el Espíritu significa constantemente y en cualquier circunstancia con la ayuda del Espíritu Santo. Hay veces en que es difícil orar o no sabemos exactamente cómo orar o para qué pedir. El Espíritu interviene y nos ayuda. Pablo emplea dos términos casi sinónimos aquí, pero uno, oración, es más general, mientras el otro, ruego, es más específico como petición.

Otra característica de la oración se expresa con las palabras: vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos (v. 18b). Esto describe la constancia e intensidad de la oración. Vigilar implica mantenerse atento y no descuidarse. Cuando las cosas van bien es fácil descuidar la oración, pero cuando arrecia la batalla, todos oran. El objeto de esta oración no es uno mismo en su pequeña estación de batalla, sino todos los santos que están ocupando sus puestos fielmente y necesitan el apoyo de la oración intercesora para que no haya brecha en la línea de defensa. Ningún soldado batalla a solas, hay otros compañeros cercanos y lejanos, algunos conocidos y muchos desconocidos, pero todos necesitan de las oraciones de sus hermanos.

    (3) Una petición personal del Apóstol, 6:19, 20. 

Consciente de la situación precaria en que se encuentra y de la eficacia de la oración, el embajador en cadenas (v. 20) solicita que oren por él también (v. 19). Es una petición personal para su ministerio. Pablo siente la necesidad de la ayuda de Dios y del mensaje de Dios apropiado para las oportunidades que se le presentan. No pide nada más. Reconoce que este mensaje tiene que venir de Dios con convicción y claridad, para dar a conocer con confianza el misterio del evangelio. Quería aprovechar bien las oportunidades que tenía como embajador en cadenas. No estaba conmiserándose de sí mismo; más bien, contaba su condición de prisionero como una comisión especial para evangelizar. Para esto quería las oraciones de los hermanos del área de Efeso y el río Lico, a fin de que por ello yo hable con valentía, como debo hablar. El consideraba que hablar el evangelio era su deber. Por esto, quería valentía para hacerlo (ver Hech. 28:30, 31). En el calor del combate no debemos olvidar orar, sino que debemos hacerlo con más razón porque hay otros hermanos que necesitan de nuestras oraciones.

CONCLUSIÓN: ASUNTOS PERSONALES Y CONCLUSIÓN DE LA EPÍSTOLA, 6:21–24

Llegamos a la conclusión de esta epístola. Pablo tiene algunos asuntos personales que expresar, como siempre era su costumbre. Primero, escribe una nota con respecto a su salud y condición física. Dice que Tíquico les informará. Tíquico probablemente era el portador de la epístola (Col. 4:7), y Pablo lo considera un hermano amado y fiel ministro en el Señor (v. 21). Aparentemente fue conocido por los hermanos de las iglesias que recibirían las cartas que portaba. Había sido un colaborador en la obra, posiblemente en Roma. Pablo menciona a Tíquico otra vez en 2 Timoteo 4:12, donde dice: A Tíquico envié a Efeso. ¿Será esta una referencia a la misión de llevar esta carta? Pablo reitera el propósito de mandar a Tíquico para informar a los hermanos de su situación y para que él anime vuestros corazones (v. 22). Las noticias del encarcelamiento de Pablo en Roma habían llegado a oídos de la iglesia en Efeso y ellos habían expresado su preocupación por él.

Pablo termina la epístola con una bendición compuesta de las palabras paz, amor y fe. Paz, el saludo tradicional entre los judíos, viene de una relación íntima con Dios. Amor es la expresión habitual de los creyentes en Cristo y la fe es el don de Dios, sin el cual no hay cómo conocerlo. Esta bendición viene de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo (v. 23). Pablo reconoce así la fuente verdadera de toda bendición. La última palabra que expresa es gracia, el saludo cristiano. En esta bendición Pablo expresa su deseo de que el favor bondadoso de Dios sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible (v. 24). Se refiere a la comunidad cristiana, la iglesia verdadera que ama a Cristo con un amor que nunca perece ni se contamina con la corrupción del mundo, un amor santo, puro y duradero.

Así, llegamos a la conclusión de esta epístola. Nos ha llevado hasta la cumbre más elevada del pensamiento del Apóstol que prorrumpe en admiración y gratitud por el privilegio de conocer y ser mensajero del maravilloso misterio del propósito eterno de Dios, la gloria de Dios en la iglesia.